Por Joana Sòla
Me dirigía a mi lugar de trabajo a las 8 de la mañana; línea azul de metro, la Sagrera. Cuando entré en el vagón me dieron naúseas por la suciedad que encontré. Los pies se quedan enganchados. Hay suciedad incrustada en las paredes y en los zócalos. Me pregunto cómo es posible que en una ciudad como Barcelona, con la cantidad de turismo que nos visita, tenga tanta suciedad en los medios de transporte públicos.
También los autobuses, que utilizo a diario, están cada día más sucios. Se acumula y ahora es roña. No me extraña que enfermedades erradicadas aparezcan de nuevo. He viajado a países tercermundistas en los cuales los transportes públicos estaban más limpios que los de mi propia ciudad, cosmopolita y moderna. ¿Es el Ayuntamiento de Barcelona el responsable de que sea una ciutat neta?