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Entradas etiquetadas como ‘actrices’

Esas mujercitas de antes

Por Javier Estan

Ver pasar el ataúd de Sara Montiel, esa chica de un pueblo como el de José Mota, por la Gran Vía ha sido una visión triste. No así pensar que un antiguo profe  y escritor como José Luis Sampedro fue incinerado. Es distinto. A Sampedro le oí hablar (y hablaba como los ángeles deben hablar) muchas veces y su cuerpecillo menudo y consumido habrá acogido con gusto el fuego. Filósofo de vocación, economista de salón, un humanista como él, un buen día se acuesta y no se vuelve a levantar. No pasa nada, el mundo es así. Su alma, bella, aunque él mismo la negara, entra en un fluir, en un pasar.

C:UserspbelloDesktopsar0001.JPGPero lo de Sara (nombre de mujer bella, por el que cambió el de Antonia) es distinto y mucho más triste. Esas mujeres españolas bellas, menudas y con carácter no se adaptan bien a la desaparición. Menudas en vida, consumidas por la muerte. Son fuego que no se lleva bien con el fuego. Visceral y sin mucha filosofía, amante de la belleza. Dominadoras de la caída de ojos (viendo las mastuerzas que proliferan en el show bussines actual, comprendo que no es tan fácil como parece) de la riqueza y de agasajar. En una ocasión me contó la dependienta de la zapatería de Hermosilla en la que se dejaba cientos de euros a la semana, que era una persona estupenda y una gran clienta. Que cualquier señorona de la zona les hacía sacar y probarse media tienda, no compraban nada y las trataban como a criadas decimonónicas. Cacatúas odiosas que miden su felicidad por los metros cuadrados de su piso y por los milímetros de longitud de sus uñas. Esta se plantaba en la tienda, se probaba y se llevaba un par de pares de los más caros y le dejaba un propinón de órdago a la chica. Toma niña, esto para ti. Y luego se iba por donde había llegado, pizpireta y mayor y con una sonrisa burlesca, aunque cálida. De vuelta de todo.

Comprendo a la gente mayor que piropeaba al féretro en Callao y le lanzaba claveles. Algo así nos pasará a nosotros algún día cuando nos enteremos de que David Summers ya no está entre nosotros, por poner un ejemplo. Shock generacional que te pone en la picota de las vueltas terrestres que ya no nos quedan. Ya veo a San Pedro rascándose la coronilla ante el trío de recién llegados. Actriz jubilada, estadista sin memoria de mano de hierro en guante seda y un filósofo llamado Sampedro, como él. Seguro que mira y remira el acta de reunión de su carpeta y comprueba la fecha una y otra vez. Pues sí, 2013.

Nadie se acuerda de los especialistas del cine

Por Lola Magano

Mi nombre es Lola y soy esposa de un especialista de cine o Stuntman como los llaman ahora. Siempre me he preguntado cómo es posible que, en ninguno de los diversos certámenes y convenciones del mundo del cine -los Goya, Sitges, San Sebastián…- se haga mención, aunque sea de forma honorífica, a la labor de personas que, como mi marido, han dedicado parte de su vida y su salud a hacer un trabajo tan arriesgado y peligroso y, en muchas ocasiones, mal remunerado ya que el riesgo al que se exponen es muy grande y la vida profesional, muy corta.

En la época en la que mi esposo trabajaba ni siquiera las compañías de seguros querían asegurarles. Hoy, desgraciadamente, comprendo por qué, pues mi marido soporta taras físicas importantes (un 66%C:UsersibarberoPicturesPINTASnavidadDIAesp0001.JPG de minusvalía). Pero no es lástima lo que pido, sino justicia y reconocimiento. No alcanzo a comprender cómo dentro de la gran familia que es el mundo del cine nadie piense en ellos para nada.

Dan las gracias a todos menos a los que, arriesgando su físico, dan brillo y fuerza al personaje. Cuántos actores les deben parte de su éxito a estos hombres… ¿Por qué no han reparado en su importante labor ni actores ni directores? A mi marido nunca le llamaron porque fuera alto y guapo, sino por su gran preparación física y su pericia en las diversas escenas en las que se desenvolvía, como los caballos, conducción, esgrima, acrobacias…, en fin, un especialista completo. Incluso realizó un salto de 24 metros desde la tramoya de un teatro en condiciones muy difíciles, saliendo airoso.

Ha trabajado a las órdenes de directores españoles y extranjeros de gran prestigio y ha doblado a muchos actores de primera fila, siendo testigo de cómo a alguno se le ha atribuido el mérito por un trabajo que él había hecho mientras su nombre no aparecía ni en los títulos de crédito. Por suerte veo que esta situación ha cambiado y por lo menos ahora los especialistas sí figuran en ellos, siempre al final de los mismos.

No quiero alargarme más, pero si en algún momento la Academia de Cine entiende que estas personas tienen algún mérito esta situación se podría cambiar. A ustedes no les supondría nada y para estos hombres que lo han dado todo por esta profesión (en la época de mi esposo no había mujeres especialistas) sería un motivo de alegría y podrían, así, sentirse miembros de pleno derecho de la gran familia que es el cine.