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Archivo de febrero, 2017

Despoblación en Torrejoncillo del Rey: «Sí se puede hacer algo»

Por Piedad Balsalobre:

Torrejoncillo del Rey

Torrejoncillo del Rey (Jorge París).

El pasado lunes pudimos contemplar cómo Torrejoncillo del Rey (Cuenca) ha servido para ilustrar uno de los grandes problemas que azotan a muchos de los pueblos de España: la despoblación. Y efectivamente, los datos son contundentes, y el municipio de Torrejoncillo del Rey es un excelente ejemplo, ha perdido el 40% de su población en los últimos diez años.

Muchos creemos que es muy importante que se evidencie por parte de los medios de comunicación el abandono que sufren las zonas rurales de España. Pero la despoblación no surge de un día para otro sino que es el resultado de una ausencia de políticas que tengan en cuenta el medio rural. Actualmente no están en la agenda de ningún partido político, quizás porque el peso de la población no interesa electoralmente.

Sin embargo, a pesar del pesimismo que puedan trasmitir los reportajes, como un destino del que no se pude escapar, en ocasiones, con pequeñas iniciativas, imaginación y sobre todo con voluntad política, hay pueblos que pueden frenar su declive.

Torrejoncillo del Rey, posee la Mina Romana La Mora Encantada de lapis specularis, un referente mundial en el mundo de la minería romana. Una mina ampliamente visitable, de acceso cómodo y seguro y en cuyo interior los visitantes pueden contemplar la trasparencia del mineral, ya que posee una iluminación que lo potencia, la recreación de las condiciones en las que se trabajaba y extraía el material y entender lo que supuso esta mina en la época romana para la economía de la zona.

Una mina que esconde otras galerías más profundas aún no visitables pero si aptas para un turismo de aventura o para la práctica de la espeleología. Que ha sido visitada desde su inauguración en julio de 2015 por casi 5.000 personas, entre ellas María Dolores de Cospedal como presidenta de la Junta, o Rafael Catalá, ministro de Justica, así como importantes personalidades del mundo de la cultura y de la minería y en cuya localidad se han celebrado conferencias a las que han acudido los mejores expertos internacionales en la materia.

Un importante recurso arqueológico que abrió sus puertas gracias al empeño del equipo de arqueólogos de Juan Carlos Guisado y a las inversiones realizadas por el PLAMIT de la Diputación de Cuenca y las ayudas de los fondos FEDER, pero que en la actualidad sin ningún plan de viabilidad está sujeta tan solo al “Plan Extraordinario por el Empleo 2015-2017” de la Junta de Castilla La Mancha, lo que la conduce a un funcionamiento intermitente y a un futuro incierto.

Una joya de la minería romana con un potencial turístico y rentabilidad demostrada que con una gestión adecuada permitiría la generación de riqueza y la creación de más de un puesto de trabajo estable y que, enfocado, sobre todo, a mujeres jóvenes, contribuiría a frenar el grave problema de la despoblación.

De manera que frente a los que dicen que no se puede hacer nada, sí se puede hacer algo.

Por otro lado, ante la apariencia, en el reportaje, de desánimo por parte de sus habitantes, que tan solo retratan la realidad con la conviven día a dia, no quería dejar de mencionar que esta localidad tan pequeña cuenta con un tejido asociativo digno de las mayores poblaciones: La Asociación Las Carrasquillas de jubilados, con una programación propia de actividades; la Asociación de Mujeres La Mora Encantada, siempre activas, colaboradoras, organizando charlas, conferencias, exposiciones etc.; la Asociación de Teatro La Tarasca, que estrena al año un mínimo de dos obras, en la que participan gentes de todas las edades y que consigue que niños y jóvenes que acuden al pueblo los fines de semana dediquen parte de su tiempo libre en realizar una actividad cultural; y por último la recién creada Asociación Cultural Alonso de Ojeda, en la cual participo, que, con una programación anual, está llevando a cabo una actividad cultural participativa, con capacidad para atraer gente y de combatir los problemas de aislamiento social que, en ocasiones, conlleva la vida de los pueblos de estas características. Asociaciones que trabajan con mucha ilusión y que también a menudo se encuentran con problemas para continuar con su labor por falta de apoyos institucionales o de ayudas económicas. También aquí se puede hacer algo.

Por último, a los que contemplan desde la distancia con tristeza y pesadumbre el declive de sus pueblos, decirles que también pueden hacer algo, apoyar a los que trabajan en estas iniciativas a través del asociacionismo y/o visitarlos con más frecuencia.

Lo guay es ser idiota

Por Miguel Gisbert

Dos chicas haciéndose un selfie (Gtres).

Las mayorías más visibles controlan el mundo o, al menos, los micromundos en los que se expresan. Lo hemos visto en la estrategia de Suecia para superar el acoso escolar. No actúan sobre el agresor para corregir su comportamiento ni sobre la víctima para que se defienda, sino sobre la mayoría expectante. Saben que son todos esos espectadores silenciosos los que pueden, con su opinión y reacción, influir de manera más eficiente en el agresor.

Pues bien, por desgracia parece que este efecto de influencia masiva está teniendo repercusiones negativas en la cultura, el arte y el conocimiento humano. Resulta muy común ver a los más jóvenes escuchar, o mejor dicho poner de fondo, música de base percutiva redundante, por no decir idéntica, y letras de aportación nula en el mejor de los casos o misógina en el peor.

Muy rara vez se puede ver a alguien salirse del estándar, decir que le gusta otro tipo de música, que utiliza el móvil para algo más que snapchat y selfies, que ve vídeos que duran más de dos minutos, incluso ve películas o lee libros. Resulta muy valiente apartarse del rebaño, ser el raro del grupo, opinar de temas que se salen de la simpleza o banalidad extremas. Parece que antes “interesante” era un adjetivo positivo y ahora es justo al contrario, se usa casi como insulto.

En algunos grupos, peligrosamente en algunos muy jóvenes, se pasa de idiota a pedante sin término medio, no se deja espacio a la curiosidad ni al enriquecimiento cultural o artístico. Parece que, como decía Carlos Ruiz Zafón en su novela La sombra del viento: «Este mundo no se morirá de una bomba atómica como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un chiste malo».

El pensamiento profundo no está de moda

Por Elena Trius Béjar

Fotograma del documental ‘La Llave Dalí’

Se inaugura una exposición: Dalí, Picasso, Sorolla… Acudimos en masa y recorremos los pasillos, extasiados con la colección. Nos hacemos ‘selfies’ y los colgamos en las redes. Sin embargo, se nos escapa un importante aspecto de este fenómeno: el reconocimiento de los artistas y sus obras responde a un mecanismo ideológico, casi siempre político.

El arte nunca es neutro. Los autores de renombre salen a discusión pública porque a alguien le interesa debatirlos. En las escuelas y universidades nosotros, profesores, podemos tender a reforzar las imágenes de siempre, a crear consumidores de cultura.

La superficialidad y el estereotipo facilitan que se nos manipule a través de las imágenes, a través del arte. El pensamiento profundo, adquirido a través de la lectura y la lentitud del estudio, no está de moda. ¿Será porque a algunos no les interesa?

 

Hazte vegano y pierde peso

Por Sascha Camilli

Comida vegana ( LA GULATECA).

Mucha gente se propone perder peso cada año, pero llegan a julio con el mismo peso que tenían en enero. Esto puede ser profundamente frustrante, pero simplemente haciendo ejercicio y comiendo alimentos saludables, podemos vernos mejor por fuera y sentirnos mejor por dentro.

Los alimentos veganos no solo son deliciosos, sino que también están libres de colesterol y la mayoría son bajos en grasas saturadas y también bajos en calorías. Estudios han demostrado que quienes comen carne son nueve veces más propensos a ser obesos que los veganos.

Los veganos también tienen menores tasas de muchas de las enfermedades con riesgo de muerte, como cardiopatías, diabetes y ciertos tipos de cáncer. Y cuando eliges alimentos veganos, también estás ayudando a evitar que los animales tengan una espantosa muerte en el matadero, a proteger el medioambiente y combatir el cambio climático.

Somos unos yonquis del móvil

Por J. David Collazo

Notificación de chat en el móvil, llega un nuevo email, un aviso en la red social y otro del grupo que hemos formado los colegas para quedar en los bares, pero que ahora nos sirve de excusa para no hacerlo. Luces, pitidos, alarmas, más luces, y nueva información que ocupa la pantalla manteniéndome informado de todo lo que sucede al momento. Guardo el móvil, doy unos cuantos pasos y vuelvo a sacarlo para mirarlo de nuevo, no hay lucecitas, ni pantallas flotantes, ni vibra, ni suena… Eso me decepciona, vaya bajón de moral. Vuelvo a introducirlo en el bolsillo y antes de llegar al final de la calle el cacharro vibra, lo miro y compruebo que alguien ha subido nueva información al chat de grupo. Menos mal, ya comenzaba a preocuparme. Por un momento creí que me estaba quedando sólo.

Varias personas se distraen con sus teléfonos móviles mientras esperan sentados en un centro comercial en Tailandia (EFE).

Inmediatamente respondo, y de paso, entro en la red a buscar alguna noticia de última hora. Información, más información y mucha más información desde todos los puntos de vista, algunos más interesados que otros. Entro en los artículos y comento con entusiasmo, porque quiero estar presente, quiero que me tengan en cuenta esos desconocidos, necesito más popularidad, quiero que me quieran o me odien. Necesito más luces, alarmas y pitidos con cada notificación de respuestas.

Ávido de estímulos me decido a comentar un artículo más. Es demasiado largo, mejor me leo el titular, y lo demás que se lo lea otro gilipollas porque yo no tengo tiempo, ya han salido cuatro novedades más y tengo otras tantas notificaciones.

Necesito encontrar un lugar wifi inmediatamente, así que entro en una cafetería, y sin mirar al camarero le pido un café y la contraseña de la red. ¡Qué gusto tener una buena conexión! Ya puedo ver todo lo que quiera sin preocupación. Alguien habla en el chat del grupo de un partido de fútbol en Nueva Zelanda, la verdad es que no sé ni cómo se pronuncia el nombre de los equipos, pero es una apuesta rápida para ganarme un dinero en esa máquina con luces y botones que me mira al fondo del local.

Cuando ya he acabo mis apuestas, a las que he sumado tenis y baloncesto, deportes de los que no tengo ni idea, y también he actualizado todos los estados que tenía atrasados, me acuerdo del café sobre la mesa.

En el reloj del móvil veo la hora, y al momento recibo un nuevo mensaje en el que se me advierte de que estoy tardando en regresar. Maldito café, me hace perder el tiempo, y además está frío. Lo bebo apurado y observo a un grupo de niños sentados en la mesa de al lado concentrados y en silencio, cada uno con su propia tablet entre manos mientras los padres toman sus cañas tranquilamente en la mesa de al lado. Pero ¿qué clase de padres perturbados tienen para educarlos así? Yo a su edad jugaba en las calles. Míralos, si parecen zombies con los ojos pegados a la pantalla sin decir ni una sola palabra.

Contesto a una nueva notificación del chat mientras pago al camarero o camarera, no tengo ni idea de quién es, estoy demasiado ocupado en mi vida social, estoy introduciendo un nuevo tema en el grupo de chat: “las nuevas generaciones perdidas de la tecnología”.

De vuelta a casa en el coche, me he tenido que detener en el arcén dos veces para contestar. Pero ahora ya estoy sentado en mi sofá, preparado con mi red, mi móvil, mi pc y mi tablet para estar a todo inmediatamente, sin molestias y sin un segundo de retraso.

Maldita comida, qué molesto es teclear y comer al mismo tiempo. No sé de qué están hablando ahora en casa, pero la que se está liando en USA. Seguro que nadie se ha enterado.

Necesito mi chute de luces, avisos y más información actual. Creo que alguien en el salón me ha preguntado qué es lo que voy a hacer mañana. Perdón, estoy muy ocupado con lo que hago ahora.