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La agonía de nuestros pueblos

Por Pedro Serrano

Un pueblo de Málaga (Europa Press).

Un pueblo de Málaga (Europa Press).

Los pueblos se nos mueren poco a poco. Los pueblos pequeños son entes moribundos que solo reviven en verano con la llegada de algunos de sus hijos pródigos. Los pueblos se secan porque no hay sabia nueva, porque no hay vástagos que ocupen el lugar de aquellos que se mueren de esa enfermedad incurable que es la vejez.

Yo, que viví mi infancia y adolescencia en el pueblo, cuando acudo a él y paseo por sus calles, a veces, no puedo evitar un escalofrío al contemplar sus casas tan muertas como sus antiguos dueños. Cuando camino por sus calles, un chorro de emociones y recuerdos emergen de lo más profundo de mi memoria y, por unos instantes, en mi mente vuelve a bullir aquella vida que un día lo habitaba.

Pero, al salir de mis ensoñaciones, de nuevo me digo: “¡Cuántas casas vacías! ¡Cuántas sepulturas llenas!” Las campanas están mudas; ya no hay campaneros ni motivos para tañerlas. Solo la cigüeña, fiel a su pueblo y a su torre, se atreve a romper el silencio con su sonoro y monótono crotoreo. Solo a las cigüeñas y a nuestros políticos parece no importarles la agonía de nuestros pueblos.

8 comentarios

  1. Dice ser Ángel

    Curioso que te quejes cuando por lo que cuentas tú también has emigrado de tu viejo pueblo y por tanto eres parte del problema que anuncias.

    20 julio 2016 | 13:18

  2. Dice ser Pueblerino

    Vivir en un pueblo tiene sus ventajas e inconvenientes, como todo. Para mi, resulta una ventaja que la vida pasa más despacio. No tienes que correr desde que te levantas porque tienes que ir a dos sitios y temes que no te de tiempo. Aquí está todo cerca, en la ciudad, tienes que coger coche, autobus, metro, correr para que no te cierren… Tenemos la ventaja de tener productos alimenticios de calidad, carnes de la zona, productos del campo vendidos por el vecino… Hay algo más de seguridad, en los pueblos no suelen suceder apenas robos y pocos asesinatos. Hay menos probabilidad de que te atraquen por la calle, no hay gorrillas pidiendo por aparcar el coche… Hay menos ruido de coches, ambulancias…
    Pero hay inconvenientes, como en todo. No hay cines, no hay grandes parques, siempre ves a la misma gente, siempre los mismos sitios a los que ir, mucho aburrimiento, pocas tiendas y estas suelen ser bastante caras, mucha dificultad para encontrar trabajo sin enchufes, dificultades para montar un negocio… Vivo en un parque natural, por lo que, a la hora de construir son bastante exigentes.
    Si tuviera que escoger entre ciudad o pueblo… me costaría muchísimo elegir. Aunque normalmente, vivo en un pueblo.

    20 julio 2016 | 13:40

  3. Dice ser Pepe

    Como escribía un magnífico autor soriano (Abel Hernández) en uno de sus libros: «¿Me quieres decir qué mundo es este en el que se despuebla el paraíso?» Pues la verdad es que es difícil de entender.

    Yo nací y he vivido siempre en una ciudad, pero voy a un pueblo todos los fines de semana y siempre que puedo, y es una auténtica delicia, a pesar de no haber bares, tiendas, escaparates, cines, ni todas esas superficialidades que demanda una gran mayoría de la población, ni maldita falta que hacen. La pena es que el abandono institucional esté obligando a la poca gente que queda en los pueblecitos a marcharse, porque hay que reconocer que, tal y como están ahora los pueblos, la vida allí es muy dura; los que quedan son unos auténticos héroes.

    Ojalá algún día vuelva a ser posible la vida en todos esos pueblos que se están quedando vacíos.

    Una buena medida sería, por ejemplo, condicionar las ayudas de la PAC que reciben los agricultores a residir DE VERDAD en los pueblos, o mejor aún, a generar puestos de trabajo para que la gente pueda vivir de algo en los pueblos. Seguro que así, al menos todos los agricultores vivirían en sus pueblos.

    20 julio 2016 | 14:18

  4. Dice ser l.s.

    Hace unos años algunos alcaldes de pueblos pequeños ofrecían casa y trabajo a familias con niños pequeños. Sería cosa de volver a intentarlo.

    20 julio 2016 | 14:59

  5. Dice ser felix

    Pues si alguien quiere vivir en Albarracín le vendó mi casa.

    20 julio 2016 | 15:01

  6. Dice ser Sociólogo Astral

    Hombre, Felix, regala tu casa porque las otras también están a la venta y por lo visto no las quiere comprar nadie. yo tengo la esperanza y la fe de que pronto inventarán un coche volador que recorrerá toda España en media hora a 1.000 kilómetros por hora con un sistema de propulsión gratuito y se revalorizarán los pueblos y las urbanizaciones alejadas. podras vivir muy alejado de la civilización pero a 15 minutos de vuelo de cualquier gran ciudad de España. tengo una fe loca en esto.

    20 julio 2016 | 15:15

  7. Dice ser el ue ve

    Este problema tiene facil solucion y propongo que se acaben las ayudas sociales a todos los que viven en la ciudad y estan sin trabajar.Los mandaria e estos pueblos para que vivan y trabajen los campos; no se puede estar viviendo de los demas y las tierras españolas abandonadas.¿Porque antes habia gente en los pueblos? :porque si no trabajabas nadie te daba nada, no se podia vivir de cuento como hoy en dia.
    Ya saben cual es la solucion ahora queda que los inutiles de los politicos se ponga a la obra pero tampoco tienen ganas de trabajar asi que tranquilos que siguireis viviendo del cuento hasta que se acaben los tontos que vos estan manteniendo.

    20 julio 2016 | 20:38

  8. Dice ser Esteban Jiménez Otero

    LOS POLÍTICOS TAMBIÉN ACABARON CON MI PUEBLO
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    …Pues sí, don Pedro. El éxodo del campo a la ciudad empezó a producirse en España tras la muerte del Caudillo, y debido a las políticas económicas desarrolladas en los años 80 y 90. Políticas que trasladaban la proyección académica y el mercado de trabajo a las ciudades, en detrimento de los pequeños municipios, que a partir de entonces comenzaron a despoblarse. Hoy vemos que esas políticas estaban equivocadas. La gente, con la crisis, ha vuelto a sus raíces pero ya es demasiado tarde. Al margen de alguna peonada suelta, en los pueblos ya no hay futuro.
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    …Me explicaré, don Pedro, porque mi caso es muy parecido al suyo. Nací en un pueblecito de la comarca de Aragón. Matarraña se llama. Un pueblecito asentado en una hondonada muy provechosa para el pasto y la agricultura, entre Salvatierra de Esca y Fago. Mi pueblo tiene unas cincuenta casitas, hechas de piedra y tejados de pizarra, todas ellas amontonadas alrededor de la plaza donde está el Ayuntamiento, el instituto, la farmacia y la iglesia dedicada a la Virgen de la Lluvia.
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    …Yo me crié allí hasta los 18 años que me fui a la ciudad a estudiar una carrera universitaria. En Matarraña pasé los años más felices de mi vida. Por la mañana iba al cole o al instituto y después ayudaba a mi padre a sembrar cebollinos o a guardar cochinos, bestias y caballos para el tiro, que después vendíamos en Puente la Reina, Navardún, Isuerre y Urriés. Con eso y la leña robada en las Tierras del Marqués teníamos para ir viviendo todo el año y vivir muy bien.
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    …Por aquella época, finales de los 70 principios de los 80, tanto Matarraña como los municipios de alrededor estaban llenos de niños, eran bulliciosos y por sus calles se podían ver talleres que hoy se han perdido: peleteros, palafreneros, talabarteros, tejedores de lino, fabricantes de arbaletas, pellejeros, hojalateros, fabricantes de corazas, tintoreros, toneleros, colchoneros, zapateros, sastres, silleros, hacheros, resineros, curtidores, etc. Los vecinos de Matarraña vivían allí toda su vida, allí se heredaban los oficios, se casaban y también allí morían. Eso cambió como digo con los de mi generación los nacidos a principios de los 70.
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    …A mi generación le tocó la llamada ‘’modernización’’ del país de los 80, que no fue otra cosa que manosearlo todo sin revolucionar nada. El socialismo empezó prometiendo la consolidación de la democracia; acabar con la crisis económica creando 800.000 puestos de trabajo; ayudar a las pequeñas y medianas empresas; reconvertir las grandes empresas industriales públicas; universalizar la Sanidad, Educación y pensiones. Empezó con estas promesas pero acabó con el estancamiento económico, el aumento del paro hasta alcanzar el 20-22%, el crecimiento de la inflación al 19% y un déficit presupuestario terrorífico. Además la Sanidad era de mala calidad; la Educación pública estaba masificada por alumno y ratio y con grandes índices de fracaso escolar y aún quedaba mucho para el Pacto de Toledo de Aznar.
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    …A esto había que sumarle la falta de apoyos estatales a las comarcas y municipios, el éxodo del campo a la ciudad y la pérdida de los oficios tradicionales debido a la apuesta por el Bachillerato frente a la Formación Profesional.
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    …Con ese panorama tuvimos que marcharnos los de mi pueblo a la ciudad, perdiendo así nuestras raíces, cultura, historia y folclore para encontrar acomodo en unas ciudades precarias en trabajo, derechos y salarios. Algo, por cierto, que ha ido perdurando en el tiempo. Yo perdí mi trabajo en 2011 y ahora parece que empiezo a levantar cabeza.
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    …En fin, cuando por San Martín regreso a Matarraña digo como usted: “¡Cuántas casas vacías! ¡Cuántas sepulturas llenas!” No hay niños, ni gente joven, ni actividad laboral, ni oficios, ni memoria colectiva. No hay nada. Sólo las casas y las sepulturas de los que un día fuimos víctimas de la socialdemocracia española.

    20 julio 2016 | 23:37

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