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Los molestos espectadores de los conciertos gratuitos

Por María José Viz Blanco

Patio de butacas.

Espectadores en un teatro. (MARC CALLEJA)

Aunque lo que voy a contarles tiene que ver con la Banda Municipal de Música de A Coruña, bien se podría aplicar a otras del resto de España. El público que suele seguir a la banda, sea en recinto cerrado o al aire libre, está formado por jubilados y por niños principalmente. Es posible que la gratuidad de los conciertos influya en esta preponderancia. La ausencia de jóvenes y de personas entre 40 y 50 años es muy notoria.

Hay dos clases de espectadores –simples “asistentes”- que destacan por lo molesto de su comportamiento. Por un lado tenemos a los niños pequeños que se dedican a corretear en el patio de butacas, a hablar y gritar… a los que hay que añadir los bebés, que suelen llorar ruidosamente cansados de estar en un lugar al que no han pedido ser llevados. Ningún adulto se responsabiliza de estos pequeños traviesos, ni se les ocurre sacarlos de la sala. Las excepciones son, por ende, llamativas: he visto a niños emulando al director en sus asientos, entusiasmados y con el incipiente amor por la música reflejado en sus rostros.

La otra tipología de incordiantes la forman los enganchados al móvil, que no quieren ponerlo en silencio –desoyendo la megafonía- y que, incluso, chatean durante todo el concierto. Estar cerca de una persona viendo su móvil es molesto por la fuerte luz que emite el aparato. Nunca entenderé qué lleva a una persona a un concierto si lo que va a hacer lo puede realizar cómodamente desde su sofá.

A pesar de lo dicho, el público es mayoritariamente respetuoso, asiduo y entendido, lo cual se demuestra en la adecuación de los aplausos a los finales de las piezas. A quien corresponda, una petición doble: ¡más conciertos y mayor publicidad de los mismos, por favor!

2 comentarios

  1. Dice ser Harto

    Unas personas asisten a los conciertos sin interés y causando molestias sin consideración alguna, y otras se introducen en los escenarios políticos con sumo interés en meter la mano en la caja de los contribuyentes. Hoy mismo hemos tenido ocasión de conocer una nueva trama del PP en Valencia. ¿Cuatro años más con este panorama?

    26 enero 2016 | 20:38

  2. Dice ser Francisco León Barrios

    PÚBLICO POCO SELECTO, IGNORANTE Y FALTÓN
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    …Enhorabuena por su post, amiga María José. Es verdad. Necesitamos más espectáculos subvencionados por los gobiernos regionales. Ya sean conciertos de música clásica o moderna, óperas, cine, teatro, etc. Ahora que se avecinan nuevos tiempos en la política, hay que aprovechar, aunque nos suban los impuestos. Ayer sin ir más lejos estuve en Córdoba y el Gobierno municipal, formado por PSOE-IU-GANEMOS, quiere contratar a 400 nuevos barrenderos en la ciudad. Para cubrir bajas, sustituciones o echar horas extraordinarias en primavera, ya sabe usted, cuando se caen las hojas al suelo. Claro, esto supondrá una reducción eventual del desempleo local. A nadie lo sacarán de pobre. Pero esta eventualidad será a costa de los impuestos municipales, nunca de la creación de nuevos negocios. Pero en fin, hay que aprovechar, que ahora viene la izquierda volandera.
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    …Decía usted, María José, que existen dos clases de espectadores molestos. Para mí existen más. Los niños chicos, los locos del móvil… ¿Y qué me dice usted de los ‘cotorros’, de los que no paran de hablar en todo el espectáculo? Que si patatín, que si patatán. No dejan nunca de cuchichear. Cualquier detalle del espectáculo es comentado puntualmente. No dejan títere con cabeza. Y ya de paso, aprovechan para solucionar sus problemas familiares, comentar sobre el trabajo, la esposa o el flemón que le ha salido a la tía Carmen.
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    …¿Y de los que tosen nerviosamente? ¿Qué me dice de los tosedores? Entran sanos al teatro y una vez allí enferman. Tosen y tosen y vuelven a toser. Por favor, un caramelo de menta para esos señores. No para aliviarles la garganta sino para ahogarlos de una vez. Son insoportables. Sobre todo en los momentos de mayor intensidad dramática, cuando el teatro está en silencio y el cantante o la actriz se prepara para cantar un solitario a capella. ¡Grrrrrrr…! ¡Cof, cof!
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    …Luego está la parejita de enamorados con sus demostraciones incansables de cariño. El amor les sube de grado en el teatro. Venga besos, mimos, arrumacos, agasajos, lisonjas, halagos, monerías, abrazos, manoteos, atenciones, ternuras, toqueteos, roces… ¡Paren ya criaturas, que uno no es de piedra! ¿No ven que el cantante o el actor os está viendo desde el escenario y acabará perdiendo potencia física? Hala, dos tonos menos de voz para el barítono con tanto cachondeo.
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    …Pero nada tan demoledor como el espectador jirafa. El individuo de proporciones gigantescas que busca siempre la butaca delantera de su semejante. A quién no le ha pasado estar esperando el inicio de un espectáculo teatral o de una película de cine y observar cómo un individuo enorme, pudiendo escoger cualquier butaca de la sala, casi todas vacías, se sienta delante de nosotros. Adiós película de cine. Nos han plantando en medio a la Torre Eiffel o al inválido cabezón ‘Timmy’ de la serie ‘South Park’.
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    …Eso por no mencionar a quienes llegan tarde y nos hacen levantar a todos del asiento. Primero para entrar; al rato para salir a orinar. Después para volver a entrar. Y así durante todo el espectáculo. O las señoronas con sus abrigos de felpa oliendo a qué sé yo, si a perfume dulzón de 6 euros la onza o a algún linimento de hierbas para los riñones. Vaya pestazo. Aunque para olores quienes terminan de hacer la digestión en el teatro y nos sueltan a traición algún viento fétido a la hora de los aplausos. ¡Bravo, bravo! ¡Prrrrrrrrrrrr!…
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    …Todo esto suele pasar en los espectáculos gratuitos. Público poco selecto, ignorante y faltón.

    26 enero 2016 | 23:03

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