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Archivo de noviembre, 2015

Espectáculos televisivos

Por Paula Ramisa

La sede de Telecinco y el grupo Mediaset (Mediaset).

La sede de Telecinco y el grupo Mediaset (Mediaset).

Noche del 19 de noviembre. Telecinco. 23,6% de share. Eso significa que, de toda la población española que ha decidido sentarse delante de la televisión un jueves por la noche, casi una cuarta parte se ha inclinado por consumir el gigante Telecinco. ¿Que qué daban en ese momento? ¿Es obvio, no? Gran Hermano. El inalcanzable Gran Hermano.

No creo que Telecinco tenga la culpa. Tampoco creo que tengan la culpa los grandes grupos de comunicación españoles. Las preferencias mediáticas en España son así porque las queremos así. Nos ofrecen este tipo de contenido porque lo pedimos. Lo pedimos a gritos.

Que casi el 24% de la audiencia televisiva un jueves por la noche decida ver Gran Hermano nos demuestra que este es el contenido que queremos y no otro. Y Telecinco, como cualquier otra cadena, lo aprovecha. Y sabe cómo hacerlo, y lo hace muy bien. Nos ofrecen una gran variedad de realites y shows que consumimos con ansias a todas horas. Mujeres y Hombres y Viceversa , Sálvame, Gran Hermano… y una lista infinita de programas hechos a nuestra medida que satisfacen nuestras ansias de cotilleo y show televisivo.

La televisión española es así porque las audiencias somos así, y si no lo fuéramos, el jueves por la noche el share de Gran Hermano no habría pasado del porcentaje a partir del que se considera que un programa es rentable en prime time, un 15%.

 

No encajamos

Por Tania Cucicea

Soy una joven de 22 años, estudiante de Derecho, extranjera, desempleada. Me he suscrito a mil páginas de empleo: Studentjob, Infojobs, Jobomas… Todas prometen lo mismo: empleo para jóvenes sin experiencia, horario compatible con los estudios…

Un grupo de estudiantes universitarios en una biblioteca (Archivo).

Un grupo de estudiantes universitarios en una biblioteca (Archivo).

Entras emocionado y encuentras una oferta que se adapta a tus necesidades, una oferta que requiere gente joven, inglés, don de gentes. Mandas el CV, les escribes una carta de presentación en inglés para que demuestres que de verdad lo hablas para que a los cinco minutos recibas un email que diga: «Lo sentimos, no encaja en nuestra oferta». Y ya. No encajo…¿Acaso no soy joven o no hablo el inglés?

Siempre digo que la generación que viene será una generación de inútiles. Y no por nuestra culpa, sino porque no nos dan oportunidades. Dicen que no requieren experiencia, pero luego cogen al señor de 45 años que tiene experiencia.

Señores, ¿cómo quieren que los jóvenes ganemos experiencia si no nos dan oportunidades? ¿Cómo quieren que aprendamos si cada vez que luchamos por conseguir un trabajo nos cierran la puerta en la cara? ¿Por qué nos arrebatan la oportunidad de aprender?

Los mayores dicen que hoy en día se necesitan idiomas para conseguir trabajo. No es verdad, yo hablo tres (incluido el español), no tengo título para el inglés, pero lo llevo aprendiendo desde los seis años. Me sacaría el título pero para eso se necesita dinero, para conseguir dinero se necesita trabajo… Me he vuelto pesimista… ¿Llegará el día en el que me pueda pagar el examen para que demuestre que de verdad hablo el inglés? ¿Cuánto puede demostrar una nota? Y seguiremos igual: «Usted no encaja».

Todos somos musulmanes

Por *Felipe Quintero Patiño

La mañana del día siguiente del atentado en París  me dio por pensar cómo se sentiría una de las personas musulmanas de nuestro centro escolar cuando el lunes comenzasen de nuevo las clases. Imaginé que se sentiría vigilada por todos los demás y que, tal vez, eso podría llevarlo al aislamiento social.

Creo que lo que le hacemos a estas personas no es justo porque ellos no tienen nada que ver con lo que hacen los yihadistas, aunque sé que no todos rechazamos a los musulmanes.

Lo que sí pido es que, justo ahora, les apoyemos porque son los que más están sufriendo en este momento.

*El autor es alumno del I.E.S. Juan Bosco

 

Los recortes también pasan factura en el 112 de Madrid

Por Laura Muñiz Pacios

Manifestación por la Sanidad en Madrid (EFE).

Manifestación por la Sanidad en Madrid (EFE).

Soy una nefróloga que trabaja en un centro concertado de hemodiálisis. Cuando un paciente presenta una situación grave que requiere valoración en la urgencia del hospital, he de llamar al 112 o 061 para su traslado, así que he podido comprobar cómo cada vez funciona peor.

Hace poco una paciente ha presentado un sangrado digestivo. Tras realizar una analítica he comprobado que estaba más anémica y que además tenía las plaquetas muy bajas, por lo que podía agravarse. Como la paciente estaba estable, han decidido enviarme una «ambulancia convencional».
Les especifico que está en diálisis, y ahí es donde deben recogerla. Esto quiere decir que no va acompañada por ningún personal sanitario durante el traslado. El otro tipo es la UVI móvil para pacientes muy graves y no hay punto medio.
Pues bien, tras dos horas y media esperando, y después de haberla reclamado varias veces, me han dicho que ha habido un error y se han llevado a otra paciente de la clínica al hospital. De diálisis no se habían llevado a ninguna paciente, así que imagino que sería de otro lugar de la clínica. Me han ofrecido comenzar el proceso de nuevo y solicitar una nueva ambulancia, sin pedir disculpas, ni asumir en ningún momento ninguna responsabilidad por su parte. Durante todo este tiempo la paciente quizá haya continuado con un sangrado interno.
¿De verdad este es el SUMMA 112 del que tanto se enorgullecen? No dudo de sus profesionales, pero si continúa recortándose y sobrecargando el servicio pronto no será ni la sombra de lo que fue.

Tenéis mi odio

Por Mounir El yemlahy

De camino a clase, en la oscuridad de la madrugada e intentando darle forma al vaho, veo una pintada que me llama la atención: «Moros fuera». Me asombra la agresividad de la expresión y del rojo chillón de la pintura.

Niños dejando flores y velas en Berlín, delante de la Embajada de Francia en la ciudad (EFE).

Niños dejando flores y velas en Berlín, delante de la Embajada de Francia en la ciudad (EFE).

El tren está llegando, ¡odio correr para cogerlo! Una pareja de policías grita firmemente mientras avanzan hacia mí. «¡Alto policía!» Me detengo, sorprendido, mientras la multitud observa cómo abren mi mochila y empujándome contra la pared me registran. Tras varios trenes perdidos, varias personas observando y haciendo juicios entre murmullos, me sueltan y me desean un buen día, como si nada hubiese pasado.

Monto en el tren, ni un sitio libre. Algo pasa en este tren, la gente no mira el móvil, me miran a mí. Intento esquivar las miradas utilizando el móvil, veo un periódico en el suelo y pienso: «un periódico me salvará de este mal trago». Lo agarro buscando en él un respiro: leo y leo, y nada me ayuda, parece que hasta el periódico me trata hoy con prejuicios.

Tras el 13N de París supe que volvería la tensión del 11M que aterrorizó a la infancia de mi generación, y con la que oí por primera vez la palabra «terrorista» junto con una mirada de odio dirigida hacia mí.

Antoine Leiris, periodista que perdió a su mujer en el atentado en la Sala Bataclan, escribió en su carta a los autores del atentado «no tendréis mi odio….». Siento no poder decir lo mismo que Anoine Leiris: tenéis mi odio y posiblemente el de 1600 millones de musulmanes que pagan y piden perdón por cada acto de barbarie que cometéis gritando «Alá es grande».

No en mi nombre.

Carta a los políticos que están en campaña

Por Jaime Pinto Rodríguez

Señores políticos:

Perdonen si me siento como un tonto, pero cada vez que llegan las elecciones pienso que me están vendiendo una moto que no funciona. Hace cuatro años Mariano Rajoy me mintió, como supongo que mintió a mucha gente, prometiendo muchas cosas que al final no cumplió. Me siento traicionado, y siento que este tipo de personas ha traicionado la confianza que podamos tener en cualquier político; y digo bien, en cualquier político,  de izquierdas, de derechas o de centro.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (EFE/J.M. García)

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (EFE/J.M. García)

Si este país sigue funcionando, si sigue avanzando pase lo que pase, es gracias a todos los ciudadanos que lo componen y  que día a día se levantan para ir a trabajar, ganen o no ganen dinero, a estudiar, a soñar o a buscar la mejor manera de sacar un resquicio de esperanza para seguir adelante, cueste lo que cueste.

Por favor, dejen de engañarme; ni los vascos antes, ni los catalanes ahora, son mis enemigos. Mis enemigos son la desesperanza, los mentirosos, los ladrones y todos aquellos que minan con su desden y su falta de escrúpulos el futuro de todos nosotros.

Señores políticos, si de verdad quieren hacer algo por todos nosotros, dejen de soltar falsas promesas, cuentos imposibles de cumplir, de construir mesas de cuatro patas, cada una de diferente tamaño. Sean responsables ahora. Hagan pactos ahora que aún no se sabe quién va a ganar. Firmen para que las palabras no se las lleve el viento. Formen alianzas, no para ganar las elecciones, sino para que este país gane de verdad. Pacten por la sanidad, la educación y la justicia.

Dejen de meter políticos o parásitos en la administración y engordarla, porque son estos los que hacen que la administración deje de funcionar. Ayuden ahora y después para que nos sintamos orgullosos de pertenecer a esta gran nación, que es grande por sus gentes y no por sus dirigentes.

 

Todo era mentira

Por Ángel Villegas Bravo

La atleta palentina, Marta Domínguez, durante su participación en Londres 2012 (EFE).

La atleta palentina, Marta Domínguez, durante su participación en Londres 2012 (EFE).

En mi casa, cuando competía, todos nos reuníamos alrededor del televisor, ilusionados, seguros de presenciar un derroche de esfuerzo, de pundonor, de entrega. A medida que la prueba avanzaba, empezábamos a ponernos en pie, a lanzar exclamaciones, a animar, como si estuviéramos en el estadio: ¡Vamos, Marta, vamos, Marta!

Al final, el júbilo, los abrazos y los elogios; la celebración, como si Marta fuera de la familia; era de la familia, de la familia de los que amamos el deporte y admiramos a los que lo dan todo, triunfen o no, pero dejándose la piel. Y Marta era así, creíamos que era así.

Ahora sabemos que todo era mentira, que Marta nos ha engañado, ha engañado a todos los que la seguíamos con devoción, ha engañado a sus compañeros atletas y les ha robado prestigio y, tal vez, la oportunidad de algún triunfo a los que competían limpiamente, sin trampas.

En lugar de recurrir (otra vez más)  debería pedir perdón a todos los que nos sentimos engañados, a todos sus compañeros deportistas, y darnos, al menos, la oportunidad de perdonarla, de sentir que está arrepentida. Y debería tener un gesto: devolver todo el dinero que se ha embolsado injustamente, incluido su sueldo de senadora.

 

La Gioconda del Prado, una vieja novedad

Por Francisco Javier Barbado

En el artículo «El Museo del Prado de la A a la Z» se afirma que «en 2012 se descubrió en los almacenes del museo una réplica del famoso cuadro de la Gioconda». Sin embargo, la Gioconda del Prado está documentada en la Colección Real desde 1666 y ya figuraba en el Alcázar de Madrid en 1686.

Gioconda del Prado (ARCHIVO)

Gioconda del Prado (ARCHIVO)

En 1921 don Pío Baroja ya vio este cuadro en el Prado y Ortega y Gasset (Meditación del cuadro, 1936) analizó la Gioconda de Madrid. Antonio J. Onieva (Nueva Guía completa del Museo del Prado, 1965) recomienda un puesto de honor para esta obra maestra. Nuestra Gioconda no ha sido descubierta, fue restaurado recientemente su paisaje oculto tras un repinte negro añadido en el siglo XVIII. La Gioconda del Prado, con su sonrisa de vampiresa aún más cautivadora que la parisiense, es, sencillamente, una vieja novedad.

 

 

 

 

 

 

Al menos mira y sonríe

Por Paulino Lorenzo Tardón

A mí me enseñaron que cuando se entra en un sitio en el que hay personas se debe decir algo a modo de saludo. El sentarse al lado de una persona en un transporte público -o privado- es entrar en su sitio, es poco menos que estar pegados, lo que a mi parecer obliga aún más al saludo.

Cuando viajamos y el trayecto va ser largo, como viajar en autobuses o trenes que nos llevan a los pueblos de cercanías, es todavía como más obligado. Pues bien, observo que la gente no se dice nada. Cuando yo vivo esa situación y entro en el sitio de un viajero cualquiera, muchos a los que me dirijo, cuando ellos me ven, no contestan o como mucho notas que se sienten extrañados. Muchos pasajeros, sobre todo jóvenes, llevan los cascos puestos y no te oyen. Aunque te vean, muchos ni hacen gesto alguno. Por todo ello animo en esos casos a decir algo o al menos mirar y sonreír. Con una sonrisa has dicho todo y ello abre puertas en todos los ambientes.

 

Peleas de pobres

Por Luis Azorín Vera

Estación de Cercanías en Madrid.

Tren de Cercanías en la madrileña estación de Santa Eugenia. (GTRES)

Para ir a trabajar, cojo todos los días el tren de cercanías desde un barrio periférico de trabajadores de Madrid. Casi siempre va lleno y no es fácil entrar, aunque peor es en las siguientes estaciones, en las que algunas personas deben quedarse esperando al siguiente tren.

Allí son frecuentes las peleas, que incluso a veces acaban en insultos, entre los de dentro y los de fuera. En cambio, en esos momentos, es muy raro que a alguna persona se le ocurra señalar a los responsables de esta situación, a quienes gestionan un sistema de transportes insuficiente que ha ido empeorando en los últimos años por los sucesivos recortes.

Apostaría, que entre todas las personas que a diario nos encontramos en esa situación, una parte mínima, al menos, coge su móvil y pone una queja en la web de Cercanías o del Consorcio de Transportes.

Me interesa esta situación porque la vivo casi todos los días, pero también porque es un reflejo de la sociedad en la que vivimos y de la forma que tenemos de afrontar muchos otros problemas. Y es que al final, las peleas de pobres sólo sirven para perpetuar situaciones de injusticia.