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El mensaje navideño de Felipe VI, el más esperado

Por Álvaro Sánchez Cosculluela

Esta Nochebuena pasada me moría -como todos- por ver el mensaje de Navidad del recientemente proclamado rey, Felipe VI.

Me moría, pero no lo hice, y por ello me perdí lo que supongo sería un nuevo mensaje renovado, cargado (como se suele decir) de aire fresco; una palabras dirigidas a todos los españoles recitadas en un patrón diferente, con un estilo más armonioso y creativo, despejado y comprometido…O eso es lo que me hubiera gustado soñar.

Felipe VI durante el mensaje navideño. (ÁNGEL DÍAZ /EFE)

Felipe VI durante el mensaje navideño. (ÁNGEL DÍAZ /EFE)

Más en concreto, me hubiera encantado escuchar a Su Majestad el Rey renunciar al trono como lo hiciera su padre, Juan Carlos I, hace unos meses (en ese caso habría enchufado la televisión con sumo gozo), pero esta vez sin abdicar en nadie.

¡Cómo me habría deleitado escuchar al preparadísimo y expertísimo Felipe VI reconocer que la Monarquía no es más que una institución anacrónica e injusta con un Estado que se dice democrático, es más, antagónica con lo que representa la misma democracia; que el Rey hubiera tenido la suficiente sensibilidad y criterio como para anunciarnos a todos que los privilegios no se otorgan por la sangre y que ninguna familia es más que otra por la gracia de Dios y para desgracia de todos!

Me hubiera encantado, como digo, pero no fue así y dudo de que lo sea de aquí a poco (mis esperanzas en la republicana Letizia se fueron a pique cuando la vi triunfante saludando con suma potestad desde el balcón del Palacio Real el 19 de junio),  porque en este país ni siquiera los que dicen entender la situación y demandas del presente y del pueblo las entienden. Nadie, no se salva nadie. El Rey tampoco.

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