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La inmoralidad de los políticos

Por Emilio García

Ana Botella comparece ante los medios. (AYTO. MADRID)

Ana Botella comparece ante los medios. (AYTO. MADRID)

Creíamos que los habíamos visto todo, pero la inmoralidad de la clase política no tiene barreras. Con la situación que se está viviendo en España a nivel económico, la clase media desaparecida, millones de personas sin poder comer dignamente en su casa y va la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y anuncia a bombo y platillo que se baja el sueldo 2.000€ al año. A partir de ahora solo va a cobrar 100.000€ al año.

No le da vergüenza, señora Botella, con los millones de euros que entran en su casa al año… Tendría usted que trabajar sin cobrar. Hacer estas declaraciones es no solo inmoral sino de una bajeza extrema, de tener muy poca o ninguna clase política. Usted no se merece estar al mando de la alcaldía de Madrid, deshonra el puesto que le han regalado y que la mayoría de los madrileños queremos que abandone ya.

14 comentarios

  1. Dice ser LINCE 1

    No sé qué moral puede esperarse de una persona que sabe que lo que ella gasta en peluquería al mes, es mucho más de lo que muchas familias españolas tienen para comer. No sé si se puede esperar moral de quien se va a un lujoso spa, en Portugal, mientas han quedado unas chicas muertas en el Madrid Arena. No sé qué méritos se pueden esperar de quien ha accedido a la alcaldía por el dedazo pelota de un ambicioso político sin límites como Gallardón.
    Después de sus muchas meteduras de pata y su demostrada incompetencia, ¿qué moral se puede esperar de quien se embolsa más de 100.000. euros por dar el cante continuamente?

    21 marzo 2014 | 11:27

  2. Dice ser Stewart Cops

    Tendria que haber una empresa gestionada por estudiantes que trabajen en el extranjero, para que analizasen y tributaran los ingresos de los politicos y su rendimiento laboral.

    http://lacasadelcomicduendeverde.blogspot.com.es/2014/03/sobrevivir-con-dignidad.html

    Buen fin de semana

    21 marzo 2014 | 11:27

  3. Dice ser Lola

    La noticia sería que sólo cobrara 1000 euros mensuales como cualquier español de a pie que aún conserva el trabajo.
    La Sra. Botella, ya que no va a dejar el cargo, al menos debería de buscar un equipo asesor más eficiente.

    21 marzo 2014 | 11:42

  4. Dice ser LINCE 1

    ¿1.000.- euros al mes?¿Cuántos ciudadanos no llegan a esa cantidad? Por otra parte, ¿Botella merece 1.000.- euros al mes?

    21 marzo 2014 | 14:36

  5. Dice ser Heidy

    Esa impresentable tendría que pagar para estar donde está puesta a dedo, una trepa total y para colmo una inútil falta de cultura, da verguenza ajena verle cada vez que sale a los medios

    21 marzo 2014 | 15:39

  6. Dice ser No todos son iguales

    La inmoralidad no es una cuestión que se reduzca a la clase política, está presente en cualquier sector profesional. Recientemente, distintos presidentes de clubs de fútbol firmaron una carta para solicitar el indulto de un colega condenado a siete años de cárcel, y los campos siguen llenos de aficionados. Hay políticos impresentables y políticos decentes. Lo contraproducente es apoyar y votar a quienes es sabido que se comportan con deshonestidad y deslealtad. En las próximas elecciones habrá más formaciones para elegir.

    21 marzo 2014 | 16:44

  7. Dice ser culturetaprogre

    claro el rubalcaba trabaja gratis y el cayo lara y la elenita valenciano y la rosa diez, los izquierdistas son muy buenos y los unicos malos son los del pp que ganan mucho, la carta giliprogre del dia de hoy ¿ cuanto ganaba la anita pastor en television española cuando estaba zapatero ?¿ y la pepita bueno de los telediarios ? lo que es una verguenza y nadie hizo cartas es como tipos como el javier bardem se han hecho millonarios gracias a unas peliculas subvencionadas con el dinero publico de todos los españoles y encima para insultar y burlarse de la mitad de la gente en sus peliculas , pero claro con los enrollados del progresismo que decian aquello del no a la guerra esta bien visto que despilfarren el dinero porque son rojillos.

    21 marzo 2014 | 17:24

  8. «Parecía un enfrentamiento “superado”
    Hace unos pocos años, era un tópico poner en duda la vigencia del enfrentamiento izquierda/ derecha. Quizá se trataba de la versión postmoderna del “final de las ideologías” proclamado por Fukuyama tras la caída del muro de Berlín. El capitalismo había derrotado definitivamente a su opositor, y por tanto aparecía como único sistema económico viable.
    El abanico de alternativas quedaba limitado a la posible gestión del capitalismo: más una cuestión de eficacia que de ideología, más técnica que política. A lo más, quedaba un margen para un posible “rostro humano” que permitía diferenciar un centro-izquierda respecto a la derecha, la cual por cierto se autocalificaba de centro-derecha como indicativo de amplio predominio.
    La pregunta “¿qué significa ser de izquierdas hoy en día?” presuponía que no había respuesta contundente en los términos tradicionales de lucha de clases. En todo caso debía buscarse en el eje ético moral: pacifismo, igualdad de género, aborto, respeto a opciones homosexuales,… Con estos ingredientes, se podía tejer ese centro-izquierda a la americana, pero no había espacio para una izquierda radical.

    La voracidad de la derecha
    Quizá Fukuyama hubiera tenido razón si la derecha hubiese sabido administrar su victoria. Pero no ha sido así, y él mismo se ha retractado. Lejos de esa prudencia, la derecha ha abusado de su hegemonía hasta extremos insospechados. No sólo la apropiación de rentas y patrimonio por parte de las élites parece no tener freno, sino que se socavan los pilares fundamentales del pacto social vigente durante buena parte del siglo XX.
    Primero se atacaron los derechos laborales, desde el poder adquisitivo hasta la estabilidad e incluso la sindicación. Después los fiscales, hasta el punto que las rentas de trabajo de las clases bajas y medias pagan más que las altas o que las rentas de capital. A continuación los sociales, poniendo en jaque todo el estado del bienestar, incluyendo educación y sanidad. Y más recientemente, los políticos, prohibiendo referendos y hasta sustituyendo gobernantes elegidos por tecnócratas designados.
    La crisis actual, tanto en su origen como en su presunta solución es el mejor ejemplo de esta voracidad, al mismo tiempo que la excusa para justificar todos los excesos. Tan lejos han ido como para que algunos magnates reclamen pagar más impuestos, o para que gobernantes conservadores quieran implantar la tasa Tobbin unilateralmente. No se sabe si por compasión, o por precaución ante la posibilidad que finalmente la recesión, el paro, la pobreza, la caída de la demanda,…, terminen socavando el propio sistema.
    ¿Por qué este desenfreno depredador, que incluso alguna derecha quisiera limitar? Quizá es la simple borrachera de victoria, ciega a todas las alertas. Quizá es que la esencia del capitalismo es la explotación máxima, hasta donde sepas y te dejen. En todo caso, no parece que la derecha industriosa y prudente pueda frenar a la rampante.

    No hay pacto posible
    Esta radicalización deja sin interlocutor al centro-izquierda pactista antes referido. Cada vez tiene menos credibilidad el discurso del capitalismo de rostro humano a la europea, o la posibilidad de gestionarlo mediante un nuevo pacto social entre una derecha refulgente y una izquierda desarbolada. No se ve el final de las sucesivas reformas laborales, ni de los sucesivos recortes. Y sobre todo no se ve posibilidad alguna de recuperar lo perdido cuando la tempestad amaine, suponiendo que lo haga.
    En el mejor de los casos, Europa va hacia un largo estancamiento o “crecimiento 0”. Por tanto, el problema no será cómo repartir las ganancias, sino cómo redistribuir lo que tenemos : los ricos sólo podrán seguir enriqueciéndose a base de empobrecer a los pobres; los pobres sólo podrán salir de la pobreza quitándoselo a los ricos.
    Sólo queda en pie el discurso de la izquierda radical. De hecho puede esgrimir el “teníamos razón”cuando Maastrich, las privatizaciones, etc., hasta la reforma constitucional del pasado mes de agosto. Esto no arregla la dramática situación de tanta gente, pero legitima y da audiencia a nuestras ideas, como herramienta política de trabajo: está de nuevo bien claro el enfrentamiento izquierda/derecha, y quién está a cada lado».

    por Josep Ferrer Llop, ingeniero industrial, es catedrático de matemática aplicada y ha sido rector de la Univ. Politècnica de Catalunya (UPC)
    04/11/12

    EL SABADO 22, TODOS A MADRID
    CON LAS MARCHAS POR LA DIGNIDAD !!!

    21 marzo 2014 | 18:32

  9. Dice ser Brizna

    Lo vemos muy claro con los comentarios anteriores. Con el tú más tapamos la boca de los que señalan lo que no funciona o es censurable. Así no vamos a ninguna parte.

    21 marzo 2014 | 18:35

  10. «Resulta lógico que amplias capas de la ciudadanía pierdan la paciencia y la esperanza: llevamos cuatro años largos de crisis, el país está otra vez en recesión, el paro sigue aumentando y nadie es capaz de explicar convincentemente cómo vamos a salir de esta situación con las políticas de recortes y ajustes que se están llevando a cabo.

    Una vez desvanecido el espejismo de que el PP tenía mejores gestores que el PSOE, cuando ya es claro que la situación ha empeorado notablemente desde que los populares llegaron al poder y que no han generado la famosa “confianza” de la que hablaban con tanta arrogancia, la gente se desengaña y acaba concluyendo que el problema está en nuestra clase política: ni unos ni otros, ni los del PSOE ni los del PP, están preparados para sacarnos del hoyo. Se va extendiendo de este modo un clima de rechazo a los partidos tradicionales en el que puede surgir con relativa facilidad un líder populista que haga creer a los ciudadanos que los problemas se deben a los intereses mezquinos de una élite política que no hace “lo que hay que hacer”. Basta leer los mensajes que circulan en la red sobre el número de políticos que hay en España y sobre sus privilegios (la mayoría son burdas manipulaciones) para darse cuenta de que la gente está canalizando su frustración y su ira hacia los partidos tradicionales.

    En este sentido, no es mi propósito defender a los políticos españoles. Sabemos, desde mucho antes de la crisis, que en la política hay graves problemas de clientelismo, que hay corrupción en las formas en que se financian los partidos, que muchos dirigentes son de una mediocridad pasmosa y que los vasos comunicantes entre la política, el mundo financiero y los consejos de administración de las grandes empresas son demasiado fluidos, por decirlo suavemente.

    Ahora bien, debe recordarse que la crisis no afecta sólo a España, que también la sufren otros países, con sistemas institucionales, partidos y reglas electorales muy distintos; que ha habido burbujas inmobiliarias en Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y España; que la causa principal de la crisis actual en el mundo desarrollado ha sido la desregulación financiera y las teorías económicas que la justificaron; y que sin los defectos graves de diseño institucional del euro y los desequilibrios que ha creado entre países acreedores y deudores, la situación de España sería muy diferente.

    Entiendo que mucha gente que ha perdido su empleo, que padece el deterioro de los servicios públicos y el recorte de derechos sociales, o que simplemente ve disminuir su renta familiar, busque una salida culpando a los políticos por su incapacidad. Al fin y al cabo, muchos políticos se lo han buscado prometiendo soluciones que no estaban al alcance de su mano. Lo que ya resulta más inquietante es que haya tantos intelectuales y analistas dispuestos a agitar el espantajo de la “clase política”. Cualquier tribuna de opinión o entrada de blog que arremeta contra los políticos tiene, en estos momentos, garantizado el éxito de público.

    En su versión más grosera, la denuncia sin matices de la clase política lleva al populismo
    La desautorización de la clase política suele seguir un esquema argumentativo muy simple, cuya base consiste en mostrar que la causa de nuestros problemas económicos está en que los políticos no toman ciertas decisiones (por miopía, o porque están sometidos a intereses creados) que nos sacarían de la crisis. En su versión más grosera, la denuncia sin matices de los políticos lleva al populismo, con todas sus variantes y peligros. En la versión más ilustrada, a la tecnocracia: si los políticos no hacen lo que les corresponde, tendrán que hacerlo los expertos, los técnicos, quienes tienen las recetas adecuadas pero no les dejan ponerlas en práctica.

    Para despejar el camino a quienes tienen la solución pero no se les escucha, se apela a una catarsis, incluso a una situación constituyente desde la cual se pueda acabar con nuestros políticos, refundar el país y llevar a término las verdaderas “reformas estructurales” que necesita España para volver a crecer. El término mágico es este de las “reformas estructurales”. Las “reformas estructurales” de las que hablan nuestros expertos siempre están pendientes y siempre son muchas. Van más allá de la reforma laboral y de la reforma financiera. Afectan a la administración pública en general, a la justicia, al sistema educativo, a la fiscalidad, a la estructura territorial del Estado y al sistema productivo. En todos los casos, según el argumento, es imprescindible, si queremos ganar competitividad, liberalizar y flexibilizar, así como renunciar a ciertas aspiraciones en igualdad y protección social que no resultan sostenibles.

    Oyendo sus diagnósticos y los remedios que ofrecen, parece como si por decreto se pudiera establecer que el clima empresarial de España fuese el de Silicon Valley, que nuestra administración funcionara como en Suecia, que nuestro sistema de educación superior se pareciese al de las mejores universidades estadounidenses y que nuestro sistema político fuera tan transparente y eficaz como el de Reino Unido. Es una simpleza, sin embargo, concluir que si no tenemos todo eso es porque una caterva de políticos lo impide. No niego que los políticos no tengan una responsabilidad importante, pero desde luego no está en su mano darle la vuelta al país como un calcetín, al menos mientras se respeten unos mínimos procedimientos democráticos.

    Es bien sabido que los países tienen inercias extraordinariamente fuertes. Sus modelos productivos y de bienestar, configurados en ciertos momentos cruciales del pasado, tienden a persistir con independencia del color de los gobiernos, cuyo margen de acción suele ser limitado. Las circunstancias históricas han determinado que España se encuentre en una posición retrasada dentro del grupo de países desarrollados. No podemos olvidar las carencias de España en múltiples ámbitos, que van de la formación de los trabajadores al tipo de tejido empresarial pasando por el fraude fiscal y el insuficiente desarrollo de los servicios sociales.

    En un país como el que acabo de describir, no debería sorprender tanto la naturaleza de nuestros políticos. No son muy distintos de la sociedad de la que proceden. Se puede encontrar una inmensa variedad de tipos: desde políticos inteligentes, íntegros y dedicados hasta otros que son oportunistas, caraduras y zafios. Lo mismo cabría decir de los periodistas, los profesores de universidad, los fontaneros o el colectivo social que el lector quiera imaginar. Hay cierta hipocresía cuando la gente se escandaliza tanto por la corrupción de los servidores públicos y hace en cambio la vista gorda ante los abusos, trampas y fraudes que se cometen en empresas, entre profesionales y en muchos otros ámbitos de vida social.
    En las condiciones que estamos viviendo, la tentación de pensar que desembarazándonos de la “casta política” vamos a resolver nuestros problemas económicos es muy grande. Por desgracia, las cosas no funcionan así. Es verdad que el sistema político español es muy mejorable; se requiere que entre aire fresco en los partidos, que se limite su ámbito de influencia en la administración, que rompan su dependencia de la banca y que se ponga límites a las “puertas giratorias” que conducen de la política a los consejos de administración y de estos a la política. Pero que nadie se crea, por favor, que arreglando esos problemas saldremos de la crisis económica. Sobre todo, si la propuesta consiste en cambiar el sistema electoral, como viene oyéndose desde que surgió el movimiento 15-M. Ahí no está la solución».

    por Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Sociología.

    21 marzo 2014 | 18:36

  11. Dice ser EL SABADO, MARCHA POR LA DIGNIDAD A MADRID!!

    LA UNIÓN HACE LA FUERZA.

    ORGANÍZATE Y PARTICIPA.

    será multitudinaria!!

    http://marchasdeladignidad.org/

    21 marzo 2014 | 18:57

  12. Dice ser LINCE 1

    culturetaprogre:

    ¡¡A Cuba o Venezuela!!

    21 marzo 2014 | 19:48

  13. Dice ser Emilio García

    culturetaprogre, en ningún sitio digo que la izquierda sea muy buena y que los políticos de izquierda no cobran, mi comentario es «la inmoralidad de LA CLASE POLITICA no tiene barreras» creo que esta frase engloba a todo el arco parlamentario. Luego comento la noticia del día, no se a que viene «es que este es mas ladrón que esta» mama, mama, este niño me ha pegado mas que yo a él, por favor, un poco mas de rigor.

    22 marzo 2014 | 12:30

  14. Dice ser LINCE 1

    Emilio García:

    No hagas caso de lo que dice «culturetaprogre». Es un «clásico» troll de los que aparecen por aquí; siempre con el mismo discurso, se trate del tema que se trate, un «fachilla» irrelevante.

    23 marzo 2014 | 13:42

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