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Los comercios centenarios, patrimonio de Madrid en peligro

Por Carlos Osorio

Confitería "El riojano" situada en la calle Mayor en Madrid, un local centenario que se remonta a 1855 como proveedor de la Casa Real. (EFE)

Confitería ‘El riojano’ situada en la calle Mayor de Madrid, un local centenario fundado en 1855. Foto: EFE

Con 170 comercios centenarios, Madrid se sitúa a la cabeza de las ciudades que conservan un patrimonio histórico y cultural de primer orden como son las tiendas con más de un siglo. Esta riqueza patrimonial merece ser conocida, protegida y difundida, pues no solo tenemos comercios útiles y bellos, sino que constituyen un atractivo turístico de primer orden. La importancia de estos comercios fue valorada en época del alcalde Tierno Galván cuando se protegió el mobiliario histórico de muchos de los comercios históricos.

Aunque pueda parecer lo contrario, estos comercios con solera han aguantado mejor la crisis que las nuevas tiendas. Pese a todo, se encuentran en peligro de extinción por la falta de apoyo de las administraciones. Los comercios familiares deben competir en igualdad de condiciones con las grandes superficies y las multinacionales. Las normas y la libertad de horarios parecen diseñadas para favorecer a las grandes superficies comerciales. Los comercios centenarios deben reparar su costoso mobiliario por sí mismos, carecen de todo tipo de apoyo, no tienen ningún tipo de beneficio fiscal, deben pagar unas onerosas tasas que los están asfixiando. Para colmo, en 2015 finaliza la antigua Ley de Arrendamientos Urbanos, llamada ‘Ley Boyer’, con lo que una parte significativa de nuestros comercios fundados hace más de un siglo va a tener que cerrar sus puertas. Hagamos lo que podamos para tratar de salvar uno de los patrimonios históricos más singulares de la ciudad de Madrid.

7 comentarios

  1. Dice ser Juas

    Es decir, que estás diciendo que se deben subvencionar los comercios por no ser rentables.

    Interesante.

    Y donde debo firmar yo para tener otra subvención???

    18 febrero 2014 | 17:50

  2. «Ahora que culmina el primer recorrido de corta y miente sobre los restos del estado de bienestar y que el presidente nos anuncia desde fuera de España lo bien que nos va a los españoles con las consecuencias de sus desastres de sastrería, la Junta de Castilla y León culmina la jugada, imitando a la Comunidad de Madrid, y decreta la liberalización de los horarios comerciales en las denominadas zonas de especial afluencia turística. Esta decisión pone en peligro el comercio. Dudo que el gobierno de la comunidad haya hecho bien las cuentas, porque no estoy seguro de que las grandes superficies creen empleo, si se compara el que crean con el que se destruye con su implantación.

    Está de moda liberalizar, o sea, eliminar cuantas barreras y cortapisas sean posibles para que la capacidad de acción que tenga cada uno sea la que determine su supervivencia o desaparición en el mercado. Me pregunto si esto no conlleva que el pez grande se coma al chico; si favorecer a los grandes no supone perjudicar a los más débiles y si esto es justo, o sea, si no atenta contra el bien común; si sobrevivirá el individuo a la potencia de la concentración de capitales que tanto abunda -y más que veremos-; si estas decisiones proceden de la libertad y la conciencia recta de nuestros gobernantes, y hasta dónde alcanza la influencia de los lobbys; si en Castilla y León necesitamos centros comerciales abiertos los siete días de la semana; si estamos construyendo –o consintiendo- una sociedad que vive únicamente para que nuestras tarjetas de crédito exuden día a día en un maratón permanente; si el futuro de esta comunidad autónoma se encuentra en dejar todo el espacio posible a los grandes centros comerciales y en la destrucción del comercio de proximidad; si el modelo de sociedad que queremos es el que nos incita a pasar todos los días de la semana en el interior de espacios sin ventanas, construidos para que nadie se escape sin comprar; si el consumismo es el presente que nos sacará de donde estamos y si es el futuro que deseamos para nuestros hijos y nietos, y para el planeta.

    No puedo dejar de preguntarme si el modelo de comercio representado por las grandes superficies nos permite comprar con libertad, y nado entre sombras cuando me fijo en la disposición estratégica de los productos, en la rotación cíclica de las secciones, en la música que lo inunda todo, en el uso de la luz y de los colores, en la ausencia de dependientes especializados en las distintas secciones, incluidas las cajas, donde comienza a haber supermercados sin trabajadores que estén al frente de cada una de las cajas registradoras. Dejo en la sombra de la duda, para quien quiera responder, los tipos de contratos que tienen los trabajadores en estas superficies comerciales o el estrés al que están sometidos, que no es algo despreciable.

    A tanto liberal de peluquería que abunda por nuestros lares se le ha quedado corto el liberalismo de Popper, fundamentado en la defensa y respeto de la racionalidad y en el diálogo y han cogido por las hojas el rábano de los postmodernos más acérrimos, que defienden a los cuatro vientos la competitividad, la desregulación y la disminución del Estado. El modelo de vida americana saca a las personas de las ciudades para conducirlas en tropel a los grandes centros comerciales y las encierra en grandes edificios. Un tipo de despersonalización que los poderosos nos imponen como si fuera el paradigma de la libertad personal, y es que siempre hay quien disfraza a la sociedad del rebaño con ribetes dorados.

    El “liberalismo salvaje” hace que los fuertes se hagan más fuertes, los débiles más débiles y los excluidos más excluidos. Se necesitan reglas de comportamiento y, si fuera necesario, también la intervención de Estado para corregir las desigualdades más intolerables. […] Hemos creado una civilización que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo, pero lo que fue economía de mercado ha creado suciedad de mercado”. Son palabras que acabamos de escuchar, pronunciadas por el Papa Francisco.

    ¿Será que estos liberales, tan católicos ellos, defensores hasta hace poco de cuantas tesis procedían de Roma, considerarán a este Papa como un no cristiano? Se extiende el modo de vida americano, pero habrá que pensar si no tiene los pies de barro como la burbuja inmobiliaria, Lehman Brothers o la economía especulativa».

    por Tomás Guillén Vera
    Filósofo
    Nadar entre las sombras 09 de Octubre de 2013

    18 febrero 2014 | 19:13

  3. Dice ser Smollett

    Opino un poco como Juas. Claro que me gusta que existan esos comercios con solera, pero si no son rentables, no lo son, y no se les puede subvencionar porque sí.

    Entiendo que, viendo la cantidad de chorradas que se subvencionan y el dinero que se «pierde» en bolsillos de amigotes, j*da un poco ver que no dediquen una pequeña dotación a estas cosas probablemente más importantes, pero es que si no nunca salimos de la espiral de «subvenciones para todo» en la que llevamos metidos desde hace demasiado.

    Por otro lado, también es cierto que muchos de estos sitios (no digo que todos) se suben un poco a la parra con los precios, ya sea por estar muy céntricos y accesibles a turistas que pican por lo pintoresco, o porque directamente te cobran la solera. No digo que se pongan los precios al nivel de las grandes superficies, pero sí al de otros sitios «pequeños» de la zona con menos pedigrí (no hace falta que se equiparen, pero sí que la diferencia se cuente en céntimos, y no en euros). Y si la excusa de no ponerlos es el coste del local, o de los muebles, o lo que sea… pues qué se le va a hacer, los tiempos cambian. Al fin y al cabo, tampoco existen ya oficios centenarios como los aguadores, los faroleros, o los serenos.

    18 febrero 2014 | 20:14

  4. Dice ser culturetaprogre

    ¿ de que sirve proteger un comercio centenario en los alrededores de la puerta del sol si siempre esta lleno de manifestaciones, mas toda la gentuza que ha venido a robar y mendigar y por si fuera poco estan las calles y aceras llenas de orines y de grafitis y de publicidad que la gente pega en todas partes ? no tiene sentido dar una subvencion y que el resto del entorno tanto urbano como social sea una mierda pinchada con un palo si queremos proteger el centro lo primero que habria que hacer es todo el jaleo politico de la izquierdona mandarlo a otras zonas de madrid , expulsar a tanto pedigueño, mantero y carterista, prohibir el botellon y orinar en la calle y desde luego a partir de ahi hacer una buena limpieza de calles y fachadas.

    18 febrero 2014 | 21:47

  5. Dice ser Carlos

    Espero que muchos de esos comercios centenarios no tengan que echar el cierre. Es un lujo pasear por Madrid y no solo ver sus productos y comprarlos sino conocer la historia que tienen detrás. Los ciudadanos deberían de apreciar más lo que tienen al alcance de su mano. De hecho hoy he estado indagando sobre la historia de la Confitería El Riojano.

    Saludos!!

    18 febrero 2014 | 22:13

  6. Dice ser Así está el tema

    Las políticas actuales están hechas a medida de quienes de verdad ostentan el poder: los grandes capitales. Cuando unas cuantas personas acaparan la mayor parte de la riqueza global, es evidente que el mundo tiene un diseño penoso e injusto.

    18 febrero 2014 | 22:36

  7. Dice ser Carlos Osorio

    Nadie dice que haya que subencionar. Lo que se pide es no asfixiar a impuestos. Lo que se pide es no favorecer a los grandes frente a los pequeños. Lo que se pide es que no se enriquezcan unos pocos a costa de destruir el encanto de una ciudad.

    19 febrero 2014 | 16:55

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