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Desahuciar no tiene medalla

Por Beatriz

El expresidente Lula da Silva. Foto: REUTERS

El expresidente Lula da Silva. Foto: REUTERS

«Con orgullo represento en este momento decisivo los sueños y esperanzas de varios millones de brasileños», pronunció el expresidente brasileño Lula Da Silva en el discurso para la candidatura a los Juegos Olímpicos 2016 en Rio de Janeiro. Sin embargo, no opinarán lo mismo las más de 200.000 personas amenazadas de desahucio en Brasil, debido a la demolición de barriadas para la construcción de infraestructuras con motivo de la preparación para el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

A las protestas por el aumento de los precios del transporte público se añaden manifestaciones que reclaman mayores inversiones estatales en educación y sanidad. Inversiones procedentes de fondos públicos que se ponen al servicio del Mundial de 2014 y los JJ. OO, olvidando las necesidades y peticiones del pueblo brasileño.

«Una gran oportunidad, con grandes posibilidades de desarrollo de las ciudades y el país» se ha convertido en una pesadilla para las ya 46 familias que se han visto desalojadas (en menos de una semana desde que fueron avisadas) de la favela Metro Mangueira.

«Los Juegos Olímpicos quieren ser para todos los ciudadanos, para todos los pueblos, para todos los países, para toda la humanidad (…)». Significantes palabras para poner en boca de familias brasileñas que no tendrán una televisión para verlos, señor Da Silva.

1 comentario

  1. «Cautivo y desarmado el más inocente recuerdo del estado social, la crisis ha terminado. Este podría ser el parte final de esta última fase de unas hostilidades iniciadas oficialmente en septiembre de 2008, tras la voladura de ese “Maine” simbólico que fue la quiebra de Lehman Brothers. Hoy todos se llenan la boca con la consolidada recuperación de la economía, con los buenos resultados de los índices bursátiles y las previsiones macroeconómicas para 2014, aunque todos admitan también que el crecimiento será insuficiente para generar empleo, que la desigualdad y la pobreza son ya el nuevo fantasma que recorre Europa y que la reactivación es tan tímida que amenaza con agotarse al menor catarro de los Brics, o ante la más ligera recaída reumática de Alemania o Francia. Puede que por ello, previsor como pocos, Mariano Rajoy haya optado por cerrar 2013 con la adquisición de camiones con cañones de agua, no vaya a ser que las endebles perspectivas de optimismo obliguen a aplacar imprevistos focos de resistencia.

    En cualquier caso, lo que esta superación de la crisis, legitimada por los editoriales del grupo Prisa, pone definitivamente de manifiesto es la superación de las teorías leninistas que consideraban el imperialismo como la fase superior del capitalismo. Hoy sabemos que el contradictorio desarrollo de las relaciones de producción y las fuerzas productivas que diría la vieja terminología marxista hoy en recuperación, no ha concluido en el modelo monopolístico teorizado por el dirigente bolchevique en plena Gran Guerra cuyo centenario se conmemora precisamente este año. Por el contrario, el sistema económico ha demostrado su disposición a adentrarse con paso firme por los senderos de aquella barbarie anunciada por Rosa Luxemburgo.

    Por lo pronto, el casino financiero internacional, en cuya ruleta se dirime desde hace años la deriva de la economía mundial, ya no confía en el vigor de las antiguas potencias occidentales e incluso recela de las fuerzas reales de esos países emergentes tan alabados hasta hace bien poco. Ahora la bolita que gira en su azaroso discurrir entre el rojo y el negro, centra todo el interés de las apuestas en lo que, según la terminología acuñada por el economista Farida Khambata, se ha venido en llamar “mercados fronteras”, integrados por territorios tan heterogéneos como Kenia, Argentina, Pakistán, los Emiratos Árabes o Vietnam. Países en vías de emerger a un incógnito desarrollo, que en conjunto representan demográficamente un apetecible mercado, acumulan buena parte de las reservas energéticas, cobijan una mano de obra en proceso de saldo y, lo que es más importante para los cálculos de riesgo, presentan unos índices de crecimiento bursátil sin competencia posible en otras latitudes.

    Es así como el capitalismo está logrando invertir su viejo ideario de progreso, manteniendo intacta la misma canción. Si las esperanzas económicas pasaron primero del agotado centro a la segunda esfera en la periferia, hoy se centran en ese horizonte más lejano de los países frontera, en un dantesco peregrinar que conduce inevitablemente al círculo último en los abismos. Por ello no resulta sorprendente la decisión de la multinacional sueca H&M de trasladar su producción a Etiopía, donde los 45 euros al mes que allí cobra un trabajador les permiten márgenes de beneficio mucho más atractivos que los 300 euros que hoy tienen que pagar a sus abusivos empleados chinos.

    Y en medio de este panorama, la troika, con la aquiescencia del gobierno, insiste en que España debe profundizar su reforma laboral. Para echarse a temblar… O al monte».

    por José Manuel Rambla | Periodista
    nuevatribuna.es | 09 Enero 2014

    05 febrero 2014 | 23:33

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