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Los catalanes del exterior queremos votar

Por Raquel Baulenas

139852Si finalmente los catalanes somos llamados a las urnas para decidir sobre el futuro de Cataluña dentro del Estado español, hay una pregunta que me ronda por la cabeza desde hace muchos días: ¿los catalanes y catalanas que vivimos en el extranjero podremos votar desde nuestros países de residencia? ¿Nos dejarían votar en los consulados y embajadas españolas?

Todos sabemos que esta opción es improbable; por lo tanto, se tiene que empezar a pensar que somos muchos los que vivimos lejos pero también queremos participar en el referéndum. Algunos pueden pensar que si cogemos un avión en esas fechas y venimos a votar ya estará, pero no, porque cuando eres residente en el extranjero te registras en las listas de residentes de los consulados y embajadas españolas, eso significa, que no salimos en las listas del censo, un requisito indispensable para poder ejercer el derecho de voto. Así pues, se tiene que pensar en una solución para nosotros, para asegurar el .

6 comentarios

  1. Dice ser Oleg

    La pregunta es ¿por qué han de votar algo los catalanes? En cualqueir caso votaríamos todos los españoles pues Cataluña es parte de España y por tanto su destino afecta e interesa a todos los españoles no solo a los paletos nazionalistas.

    29 octubre 2013 | 18:18

  2. Dice ser Jaimito.

    Oleg, la razón que puedas tener en tu comentario la pierdes al usar las dos últimas palabras. Una lástima.

    29 octubre 2013 | 18:37

  3. Dos vecinos que no se soportan. Sufren desencuentros en su día a día, se infligen mutuamente inocentes maldades para hacerle al otro la vida un poco más difícil. Pero en la Diada de Catalunya de 2013 inopinadamente se encuentran: con el Mediterráneo al fondo, recelosos al principio, acaban por darse la mano ya que deben completar un tramo de la cadena humana. Las diferencias han quedado aparcadas para otro momento porque, como concluye una voz incorpórea, «tenim una cosa en comú: Catalunya».

    El escritor Quim Monzó y el actor Juanjo Puigcorbé protagonizan así el vídeo que l’Assemblea Nacional Catalana (ANC) lanzó como convocatoria de la Via Catalana Cap a la Independència. Lejos de ser irrelevante, este spot sintetiza el imaginario puesto en marcha por la ANC que ha conducido al indiscutible éxito de la pasada Diada. No es una anécdota este relato entrañable, que tiene su clave en una filigrana perturbadora: los problemas que propone dejar a un lado, todo lo que tiene menos importancia que la «cosa en común», se reduce a minucias cotidianas de dos varones blancos de clase media citadina. En este territorio de ficción no existen conflictos de género, de origen cultural o étnico; no hay diferencias de clase. De hecho, ni siquiera parece haber problemas a propósito del territorio mismo que se dice tener en común.

    El imaginario movilizado por la ANC higieniza la política en busca de superar las diferencias en el proyecto de construcción nacional. El conflicto fundamental, allí donde se encuentran todos los problemas, se proyecta hacia un afuera de «nuestra» comunidad. En este imaginario de «lo común» bajo el significante «Catalunya» no se perciben élites ni oligarquías, mucho menos corrupción de la política. No existen sujetos excluidos de la ciudadanía, ni racismo, ni xenofobia, ni centros de internamiento para extranjeros. Nadie parece haber sido desposeído de sus derechos; no hay desatención sanitaria ni desahucios, ni malnutrición infantil o represión de la protesta. Esta política higiénica es, en realidad, la representación de una Catalunya internamente despolitizada propugnada por las voces hegemónicas en el reclamo del «Estat independent». Parece casi una banalidad señalarlo. Pero incluso para algunas posiciones políticas que reconocen conflictos «internos» de Catalunya, estos parecen quedar aparcados o pospuestos para un segundo momento: la lucha que vendrá «después» de alcanzar la soberanía.

    Primero conseguir un Estado propio, del resto, «ja en parlarem». Cabe preguntar si acaso es posible diferenciar entre estos dos momentos del conflicto: ¿qué efectos políticos tiene el permitir que sea hegemónico el imaginario higienizado de una sociedad que en realidad se encuentra inevitablemente atravesada por las diferencias? Una sociedad donde la cotidianidad de las personas, lejos del relato costumbrista de roces entre vecinos compatriotas, se desliza hacia el deterioro vertiginoso de las condiciones de vida de la mayoría. ¿Qué resultados tiene situar el objetivo de la nación por delante de la vida real de las personas? ¿Se puede concebir una comunidad por fuera, antes o más allá de sus conflictos internos, de la manera como en su interior se administra incluso la violencia que unos sujetos ejercen contra otros? ¿Quiénes se pueden permitir aparcar o posponer sus conflictos o sus diferencias en favor de qué lugar común?

    El discurso típico de los eslóganes de la ANC enfatiza ese común voluntarista: «No et perdis aquest moment històric», «hi ha molta feina per fer i ho hem de fer tots junts». Ese nítido discurso sobre la comunidad —identificada con la Nación— por encima de las diferencias y las contradicciones encierra una paradoja: parece dar por hecho el significado de la Independència. El imaginario hegemónico movilizado por la ANC encuentra otra de sus claves en el binomio dependencia/independencia. Cabe preguntarse: ¿de qué dependen quiénes? En Catalunya, tiene lugar en este momento una amalgama de la revolución «independentista» y la «revolución democrática» que nadie con madurez política puede pasar por alto. Pero nos parece importante preguntar si la asociación entre ambas no se está produciendo a costa de evitar discutir también el conflicto entre uno y otro tipo de revolución. No hay discusión posible acerca de la legitimidad democrática del reclamo de un territorio autodeterminado por la sociedad que lo habita. De ese suelo de reconocimiento democrático tenemos que partir. Pero también resulta imprescindible preguntar en este proceso: ¿cuáles son los problemas que conlleva asimilar la emancipación colectiva a la consecución de un Estado propio?

    Parece que en la actual representación hegemónica del soberanismo en Catalunya la emocionalidad juega un papel importante a la hora de confundir el proceso –una revolución democrática hacia la independencia– con su objetivo finalista: un Estado propio. ¿De qué poderes dependemos? ¿Qué y quiénes quebrantan la soberanía de esta sociedad? La respuesta no puede ser única; pero el acento puesto en unos u otros posibles tipos de respuesta, caracteriza las diferencias entre las concepciones de la revolución democrática que hoy estarían en juego. ¿Cómo deja un Estado de estar sometido al dictado de los mercados financieros, tal y como lo están los Estados que hoy conforman la Unión Europea? Pensar una independencia «catalana» en términos de democracia real, esto es, de reparto de la riqueza y de distribución efectiva del poder político, nos sitúa en una escala diferente de la visión finalista del Estado propio. Mirado con atención, el proceso histórico que ha hecho de la Troika europea el órgano de planificación y decisión sobre nuestras vidas nos obliga a pensar más allá de la propuesta soberanista hegemónica, para activar un nuevo tipo de soberanía del «pueblo catalán». Y del pueblo «griego». Y del «italiano». Y del «español».

    La soberanía sólo puede pasar por la emancipación respecto del poder fundamental que hoy se ejerce sobre los sujetos que habitan el territorio histórico de Europa: la Unión Europea secuestrada por la dictadura financiera. Esa dictadura está tanto «afuera» como «adentro», también en el caso de Catalunya. De hecho, solo nos parece posible pensar la independència de Catalunya redefiniendo el concierto de los Estados europeos, lo que implica tanto España, como al conjunto de la UE. Sea cual sea la modalidad de Estado que se conformase –Estado catalán europeo, Estado catalán federado al resto de una España reconfigurada…– No sería nunca de por sí un Estado de pleno derecho, como no lo son siquiera ya los grandes Estados europeos. Los pequeños, hace tiempo que han devenido «dominios» de una UE raptada por las élites financieras.

    Sea como sea, creemos importante no confundir el proceso con su determinación finalista. La cuestión que importa no es el futuro de un Estado catalán, sino cómo se está conformando el actual proceso soberanista. Durante el pasado 11 de septiembre, la Diada fue escenario de otras manifestaciones diferentes de la Via Catalana, como fue el caso de “Encerclem la Caixa» –Rodeemos la Caixa–. Pero resultaron casi invisibles frente a la representación hegemónica del soberanismo. Bajo el poder emocional y el poder político efectivo del imaginario higiénico, ¿se hace posible poner en dificultades reales a las élites enriquecidas por el desempoderamiento criminal y la desposesión violenta de la ciudadanía? ¿Se hace posible construir un proceso de emancipación inclusivo de quienes hoy son despojados hasta de su mera condición de ciudadanos?

    ¿Cómo hacer de la revolución democrática un proceso que no disimule frente a la debacle histórica que está provocando el poder financiero? ¿Qué tipo de alianzas políticas se han de establecer entre los fragmentos de una sociedad dividida, rota en favor de los intereses de las élites? ¿No es en solidaridad y alianza política con los sujetos desposeídos del resto de los territorios europeos —lo que incluye al resto de la península— donde invertir los esfuerzos de una revolución democrática? En una coyuntura histórica grave y urgente, ¿podemos seguir permitiéndonos que la Nación se sitúe en el centro, desplazando la multiplicidad de conflictos de la sociedad existente?.

    Rubén Martínez
    Observatorio Metropolitano de Barcelona
    Este texto parte de discusiones colectivas mantenidas en el espacio de la Fundación de los Comunes.

    29 octubre 2013 | 21:08

  4. Dice ser Julian Martinez

    Venga dejar este rolló de los catalanes, son muchas las polémicas que se están montando sin contenido alguno para desviar la atención y despitar a los pueblos de España, del verdedero cataclismo social que PP.SOE están creando puestos a las ordenes del exterior. Cuando esta mas que claro que independencia nunca se dará y mucho menos en nuestros tiempos.

    Cortar el rollo, y arreglar el verdadero problema que tiene la Nación, que es un caos social.

    30 octubre 2013 | 0:12

  5. Dice ser Marianela

    A ver si en consulados Españoles los dejan votar por cataluña… Ya nos explicarás!

    30 octubre 2013 | 3:36

  6. Dice ser cross

    Rajoy y Mas: no miréis la criiiiisiiiis, mirad fijamente a Cataluñaaaaa, no miréis la criiiiisiiiisss

    30 octubre 2013 | 10:21

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