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Preventorios: «Cuando venían nuestros familiares a vernos, todo cambiaba»

Por MªCarmen Zapata.

Yo estuve en Guadarrama en Febrero del 62, lo primero que recuerdo, nada mas llegar, es que nos pusieron un producto en la cabeza para despiojarnos, no importaba si tenias piojos o no, nos lo ponían a todas y teníamos que llevar el pelo muy corto, nos liaban una toalla a la cabeza y así teníamos que estar varias horas. Para mí, que tengo psoriasis y la piel muy sensible, era una verdadera tortura, porque aquello picaba una barbaridad, pero si se te ocurría rascarte te pegaban un buen sopapo aquellas señoritas de la falange tan agradables.

Nos hacían ir a misa todos los días en ayunas, yo me mareaba siempre, por el olor de las velas y el incienso, me sacaban casi a rastras y me sentaban en un banco fuera, hasta que acababa la misa, con una buena regañina y diciéndome que iba a ir al infierno, como si fuera culpa mía que me mareara.

Las comidas eran verdaderas torturas pues siempre había alguna niña que vomitaba y la hacían comerse sus vómitos.

Teníamos que dormir la siesta todos los días, varias horas obligatoriamente, no podías ir al servicio, aunque no pudieras aguantar, cuando alguna niña no podía aguantar mas y se ponía a llorar venía la cuidadora a darle una bofetada, no podías hablar y casi ni moverte si no bofetada al canto.

Nos castigaban a menudo por cualquier cosa, uno de los castigos consistía en tenernos a todas dando vueltas jugando al corro durante horas y horas, muchas niñas se caían mareadas.

Nos duchaban una vez a la semana, nos ponían a todas desnudas en un pasillo muertas de frío hasta que llegábamos a las duchas, la mayoría de las veces el agua estaba fría, aquello recuerda bastante al holocausto judío. Nos trataban mal, con brusquedad y mucha violencia.

No recuerdo que nos enseñaran nada práctico, a mí me tuvieron los tres meses que duraba aquello haciendo lazadas, debo decir que no puse mucho empeño, pues aun me salen mal.

La correspondencia con nuestras familias era leída por ellas y si había algo que no les gustaba, la rompían y te hacían escribir otra, que ellas mismas te dictaban. Si te enviaban un paquete te lo quitaban y las cartas que recibías, eran leídas por ellas.

Nos daban muy poca agua, aún hoy no entiendo el porqué. Nos ponían cantidad de inyecciones, sin saber qué eran ni para qué nos podían tratar, por que no estábamos enfermas, también nos daban cantidad de medicación.

Cuando una vez al mes venían nuestros familiares a vernos, todo cambiaba, nos daban vestidos nuevos, (en la foto con mis hermanas, mi tía, mi hermano y mi madre) la rebequita de algodón era cambiada por una chaqueta de fieltro y las cuidadoras eran simpatiquísimas, pero cuando se iban las visitas, te lo quitaban todo y volvía a ser lo de antes. Pasábamos mucho frío, pues solo nos daban una rebeca de algodón, mientras ellas llevaban unas grandes capas.

Vivíamos con mucho miedo por que si hacías algo mal te ridiculizaban, las mismas cuidadoras te hacían ponerte delante de todas y te insultaban y ridiculizaban por cosas como orinarte en la cama, cuando no nos dejaban ir al baño.

Nuestros padres nos mandaban allí pensando que era bueno para nosotros, y allí te metían tanto miedo que no les contábamos nada al volver. Era un estado de terror lo que vivíamos allí, siempre castigadas, nos pegaban muchísimo, nos alimentaban mal y no tenía ninguna utilidad.

1 comentario

  1. Dice ser SARA CABRONEO

    yo me imagino que las inyecciones que os ponían eran unas vacunas inventadas por el matarife Vallejo Nájera para que no pensaseis y no os hicierais rojas.

    26 septiembre 2012 | 13:35

Los comentarios están cerrados.