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Violines-puerro y pepinofones, una orquesta de verduras

La Vegetable Orchestra suena a apios retorciéndose, zanahorias silbando, golpes de calabaza. La acústica es hueca y crujiente. Sus  once músicos utilizan verduras como única materia prima para sus instrumentos.

La Vegetable Orchestra (Zoe Fotografie)

La Vegetable Orchestra (Zoe Fotografie)

Esta extravagancia musical -a la que hoy dedicamos Artefactos– se fundó en Viena, en el año 1998. Compran las hortalizas en el Naschmarkt, el mercado más famoso de la ciudad. Entrechocan los ejemplares, toquetean cada uno para saber si es exactamente esa berenjena, y no otra, la que necesitan.

Cuando salen de gira, siempre acuden a las tiendas locales y a mercadillos de agricultores para encontrar lo mejor. «Las verduras empaquetadas del super no son buenos instrumentos», dicen en su página web.

Luego juegan a los lutieres: se valen de taladros, cuchillos afilados y utensilios de cocina para que aquello suene. El violín-puerro es fácil de hacer, pero el cucumberphone (algo así como el pepinofón) necesita mucho más trabajo.

No voy a negar que me debato entre la sorpresa y la ligera burla cuando veo sus actuaciones en los vídeos que hay disponibles en la red. Una actitud demasiado seria, concentración suprema, todos los músicos vestidos de negro…

Fabricando instrumentos (Heidrun Henke)

Fabricando instrumentos (Heidrun Henke)

Incluso a veces ponen una pantalla tras ellos en la que se proyecta un vídeo con intenciones plásticas que muestra a las hortalizas siendo agujereadas y cortadas.

Por otro lado el sonido tiene un deje ancestral que me obliga a no menospreciar lo que han logrado. Dicen que con este proyecto buscan producir sonidos que no sea fácil crear con instrumentos tradicionales. «La diferencia se puede escuchar. A veces las verduras suenan como animales, a veces producen sonidos abstractos».

Tienen razón: los pitidos del pimiento, los huecos creados en las calabazas y el roce de las hojas de col son selváticos y te llevan a un mundo que sabes que el género humano despreció hace mucho y al que tal vez deberíamos prestar más atención .

Ya van por el tercer disco, al que han llamado Onionoise, un juego de palabras entre onion (cebolla) y noise (ruido). Su estilo no se ciñe a los géneros, sino que viene dado por el sonido que los músicos consiguen de las hortalizas. Ellas marcan el ritmo y el estilo de esta locura musical.

Por supuesto, al final de los conciertos, ofrecen a los asistentes sopa de verduras.

Helena Celdrán