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El Harry Ransom Center, un archivo para morirse dentro

Sede del Harry Ransom Center - Foto: Harry Ransom Center

Sede del Harry Ransom Center – Foto: Harry Ransom Center

Nunca te preguntan dónde quieres morir. No lo hacen por razones grotescas —piensan quizá que nombrar la muerte es acortar en un paso la distancia de un encuentro inevitable—, formales —al igual que no se debe hablar del dinero que ganas por ser esclavo, tampoco debes hacerlo de los gusanos que te esperan— o de puro método neoliberal —¿para qué preguntar algo que a nadie beneficia?—.

Para que quede constancia, anoto el lugar en el que, de ser posible el aplazamiento con métodos, digamos, químicos, y siempre que alguien pague mi último viaje —no tengo en las alforjas ningún fondo para imprevistos—, deseo morir.

Esta es la dirección:

Harry Ransom Center
The University of Texas at Austin
300 West 21st Street
Austin, Texas 78712
Estados Unidos

Para quien no sepa andar por el mundo sin un guía electrónico, el lugar está aquí.

Para quien considere que esto es una broma, una cita del único Dios en el que todavía creo, Bob Dylan:

La muerte no llama a la puerta. Está ahí, presente en la mañana cuando te despiertas. ¿Te has cortado alguna vez las uñas o el pelo? Entonces ya tienes la experiencia de la muerte.

Nota necesaria: si me duele más allá del aullido, si no soy capaz de valerme, si araño la indignidad de ser una vergüenza biológica, me importa un bledo el Harry Ransom Center. En ese caso, opten por la eutanasia. Es el último favor que reclamo, lo juro.
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El italiano de 83 años que fabrica barcos alados


A los 83 años sigue cultivando la ilusión de ver volar a las frágiles y hermosas naves que invaden su despacho. Pesan entre 20 y 50 gramos, están hechas con finas piezas de madera de balsa (la más ligera que se conoce) y papel ultrafino y efectúan un elegante vuelo con gomas elásticas especialmente encargadas a Japón.

Luigi Prina (Milán, 1930), arquitecto desde hace 56 años, siempre fue un apasionado de la literatura y de la aeronáutica. En una entrevista cuenta que cuando tenía 16 años ganó un premio nacional de aeromodelismo y que cuando fue a recoger el trofeo le preguntaron por qué no había ido su padre a buscarlo, pensando que la refinada obra era producto del esfuerzo de un adulto. Cuando contestó que él era el ganador, los organizadores se sintieron molestos por haber premiado a un adolescente.

Luigi Prina - © 2013 Gianluca Giannone

Luigi Prina – © 2013 Gianluca Giannone

Sus embarcaciones voladoras tienen un halo de invento renacentista y la mayoría están relacionadas con un mito o una imagen literaria. Prina se ha inspirado en Argo —la nave de Jasón y los Argonautas—, la nave con la que Ulises consigue llegar a Ítaca, la embarcación en la que el héroe troyano Eneas efectúa sus largos viajes, los experimentos aeronáuticos iniciados por Leonardo da Vinci, la siniestra leyenda del holandés errante…

No fue hasta hace 20 años cuando fabricó su primer barco alado. De galeones a veleros y barquichuelas de pescadores, desde entonces ha hecho 200. La inspiración le llegó en una de sus conversaciones con el pintor y poeta veneciano Eugenio Tomiolo (1911-2003), aficionado a la construcción de pequeñas embarcaciones.

Prina apostó con él a que conseguiría hacer volar las réplicas y creó un primer modelo. El vuelo inaugural fue en el estudio de Tomiolo, que había pintado un cielo azul con nubes en el techo. «Cuando lo vi algunos años después, lo primero que me dijo fue ‘¿Sabes que esas nubes se movían?’, dice en una corta pero hermosa entrevista en vídeo grabada por el fotógrafo italiano Gianluca Giannone para la página web Blinking City.

Helena Celdrán