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Yorick, la calavera que nació de un meteorito

'Yorick' - Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

‘Yorick’ – Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

Abriendo el quinto acto de la tragedia, Hamlet se detiene en un cementerio, donde un sepulturero exhuma la calavera de Yorick, el bufón de la corte que tanto divirtió al príncipe danés en su niñez.

¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio. Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros… y ahora su vista me llena de horror. (…) ¿Qué se hicieron de tus burlas, brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni puedes reirte de tu propia deformidad».

Sin estar vivo, Yorick protagoniza una de las escenas más famosas de Hamlet, la imprescindible obra de teatro de William Shakespeare. El monólogo sobre la mortalidad recuerda lo efímero de la vida terrenal, es el gran memento mori del dramaturgo inglés.

La calavera esculpida a mano por Lee Downey se llama Yorick en homenaje al pobre Yorick. Es complicado adivinar qué material ha utilizado el artista estadounidense para lograr ese acabado de vetas plateadas. El cráneo reproducido a tamaño natural está tallado en un solo bloque que procede del espacio: este Yorick nació de un meteorito que cayó en el desierto del Kalahari (Namibia) hace unos 4.000 millones de años.

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La tragedia de Jimmie Nicol, ‘beatle’ durante diez días

Jimmie Nicol

Jimmie Nicol

La foto es una versión pop de la historia de Cenicienta. La mirada perpleja del joven de 24 años que espera el avión en el aeropuerto de Melbourne (Australia) es una forma elocuente de grito silencioso: el sueño ha terminado, no hay retorno.

Durante los diez días previos al de la imagen (14 de junio de 1964) Jimmie Nicol había vivido dentro de una violenta y deliciosa fantasía. Como en uno de esos concursos donde permiten al ganador hacer realidad todos los caprichos en un plazo cerrado de tiempo para luego regresar a la contingencia diaria, Nicol había formado parte del grupo de seres humanos más famosos del planeta: los Beatles.

Los Beatles con Jimmie Nicol (detrás, a la izquierda)

Los Beatles con Jimmie Nicol (detrás, a la izquierda)

Contratado de la noche a la mañana cuando el batería Ringo Starr sufrió una feroz infección de amigdalitis y tuvo que ser ingresado en una clínica, Nicol fue el parche de urgencia reclutado por el agente Brian Esptein para que la caja registradora del cuarteto no dejase de funcionar en la cúspide de la beatlemanía.

Fue fichado por teléfono el 3 de junio. Al día siguiente tenía que incorporarse. Aceptó, por supuesto. Excepto una simbólica protesta de George Harrison («si no va Ringo, yo tampoco»), nadie puso en tela de juicio la decisión y el grupo tragó. Epstein no sabía conjugar el verbo cancelar y los Beatles no sabían decir no a su ávido agente.

A Nicol le cortaron el pelo a lo mocker, le dieron permiso para que usara los uniformes beatle de Ringo (los pantalones le quedaban cortos, pero no era plan encargar prendas nuevas para un mercenario), eliminaron de las actuaciones I Wanna Be Your Man, la canción que cantaba Ringo (no se notó demasiado, los conciertos de los Beatles eran de solamente once temas, que pasaron a ser diez) y lo soltaron en la arena del circo.

Fue un beatle en ocho actuaciones en Australia —donde el grupo fue recibido por la mayor multitud que congregó nunca: 300.000 personas— , Hong Kong, Dinamarca y Holanda. En este país también participó en un programa de televisión e incluso fue entrevistado.

«Mejórate, Ringo. Jimmie está usando todos tus trajes«, telegrafió John Lennon al postrado batería oficial. Paul McCartney no llegó a tanta ironía e hizo uso de la portavocía de carita guapa del grupo: «Jimmie no deja de mirar a las fans y se olvida de tocar la batería».

Jimmie Nicol, 2005

Jimmie Nicol, 2005

La mañana en que la reincorporación de Ringo acabó con el sueño, Nicol salió temprano hacia el aeropuerto de Melbourne. Los demás beatles dormían y no se atrevió a despertarlos para despedirse. Antes de dejar el hotel Epstein le dió un cheque de 5.000 libras esterlinas y un reloj Eterna-matic en el que había encargado que grabasen: «De los Beatles y Brian Epstein a Jimmie, con agradecimiento y gratitud».

Los diez días de Nicol como beatle dejaron cicatrices. El músico no pudo superar la sensación de que había salido del mundo real, caído en una fantasía de veneración ciega, fama sideral y admiración sin condiciones para ser arrancado de ella y arrojado de nuevo a la vulgaridad de la vida.

Ahogó la confusión con un tren de vida loco y nueve meses después de ser un beatle temporal, se declaró en bancarrota.

Siguió tocando en proyectos tan absurdos como mediocres (entre ellos un grupo mexicano que intentó vanamente abrirse hueco en el mercado del bossa nova) y se buscó la vida con una empresita de reformas de viviendas.

Desde hace más de quince años, Jimmie Nicol vive recluido en su casa de Londres.

 Ánxel Grove

Constance Mayer y Pier-Paul Proud’hon, la pareja más trágica de la pintura francesa

Pierre Paul Prud'hon y Constance Mayer

Pierre Paul Prud’hon y Constance Mayer

Vivieron juntos, trabajaron juntos y están enterrados en la misma tumba del cementerio Père Lachaise. El túmulo funerario original, era, como ellos hubiesen deseado, alegórico (un león solar, una antorcha purificadora…). Lo han sustituido por una tosca columna de mármol con un capitel que codicia sin fortuna la apariencia de una urna.

Murieron con dos años de diferencia. Ella en 1821, a los 46. Él en 1823, a los 65.

Ambos fueron artistas elegidos por Napoleón para frecuentar la corte imperial y recibir encargos (el diseño de una cuna para el infante, un retrato de la emperatriz…), y el Empereur des Français, para evitarles la contingencia de los inquilinatos, también les pagaba sendos alojamientos en la Sorbona.

La historia no ha sido ecuánime con la mujer, que también es sujeto común de relegación en el mundo del arte, no por refinado menos dado a la discrimación.

Casi todos sabemos quién era Pierre-Paul Proud’hon: uno de los trece hijos de un menesteroso cantero que conquistó a los parisinos con cuadros exuberantes y sensuales dibujos. Pocos saben que muchas de las obras habían sido atribuidas falsamente a Proud’hon cuando eran de su amante y alumna Constance Mayer.

The Sleep of Venus and Cupid (Constance Mayer, 1906)

The Sleep of Venus and Cupid (Constance Mayer, 1906)

Todavía hoy se alienta la sospecha y se difunde el oprobio. La obra de la izquierda, una de las más conocidas de Mayer, es de la Wallace Collection inglesa, que anota desde su web que la «idea inicial del cuadro» es de Prud’hon, que «dejó la ejecución a su alumna y querida», la cual se limitó a «imitar deliberadamente el estilo de su amante».

Los prejuicios no han cambiado en doscientos años. En 1812, cuando Mayer presentó en público el cuadro L’amour séduit l’innocence le plaisir l’entraîne le repentir suit, un crítico escribió: «Una mujer debe limitar sus actos a pintar unas flores o a dibujar sobre el lienzo los rasgos de sus queridos padres. Ir más lejos, ¿no es mostrar una naturaleza rebelde? ¿No es violar las leyes de la decencia?».

Autorretrato - Constance Mayer

Autorretrato – Constance Mayer

Los pormenores de la historia de la pareja merecen una ópera de calado dramático. Vivían y trabajaban juntos desde 1808, pero Proud’hon estaba casado con una mujer que convalecía, desde cinco años antes, en un sanatorio mental. El matrimonio tenía cinco hijos.

En mayo de 1821, desde el lecho de muerte, la esposa hizo prometer al marido que jamás volvería a casarse y el artista, acaso obligado por fidelidad mortuoria o por piedad hacia la tranquilidad de la enferma en el más allá, accedió al juramento. Cuando Mayer supo de la noticia, se cortó la yugular con la navaja barbera del amante. Él, consternado, sólo la sobrevivió dos años.

Tras la muerte de Proud’hon, sus hijos borraron las huellas de Mayer, que no tenía herederos. Lo hicieron textualmente: suprimieron la firma de la mujer de los cuadros y los colocaron en el mercado atribuyéndolos a Proud’hon.

La similitud de estilos —la pareja de artistas trabajaba en hermandad, en ocasiones uno terminaba el óleo que había empezado el otro— y la segregación femenina hicieron el resto: Constance Mayer se convirtió en un fantasma.

Ánxel Grove

La tragedia de ser Isadora Duncan

Isadora Duncan fotografiada por Arnold Genthe

Isadora Duncan fotografiada por Arnold Genthe

«La vida la rompió, pero nunca la redujo», dice Fredrika Blair en el prefacio de su biografía sobre la bailarina y coreógrafa Isadora Duncan (San Francisco – EE UU, 1877 – Niza – Francia, 1927). «Sus nociones, metas y esfuerzos siempre mantuvieron un carácter heróico«.

En sus coreografías, con movimientos semejantes al vaivén de las olas del mar (su primera inspiración), imprimía el esfuerzo supremo sin que le importaran las consecuencias. Se mostraba ante los demás como el reflejo de lo que todos hemos sido antes de cortarnos las alas con el veneno de la razón.

Sólo se conservan unos segundos de película de cine en la que se puede ver a Duncan bailando, pero hay grabaciones de alumnas que recrean de manera fiel las coreografías.

Inventora del baile moderno, odiaba el ballet y consideraba anti-natura lo estricto de sus posturas y la deformación que las bailarinas se provocaban en los pies.

Esta semana la sección Cotilleando a… es para Isadora Duncan, revolucionaria de la expresión corporal, una mente libre en la sociedad victoriana.

1. Joseph Charles Duncan, banquero y empresario, una figura pública de San Francisco, abandonó a su mujer Dora -30 años más joven- y a sus cuatro hijos cuando Isadora (la menor) contaba con cinco meses. Fue acusado de fraude bancario y más  tarde encarcelado. La familia quedó en la ruina y Dora -amante de la música y la literatura- tuvo que ponerse a dar clases de piano, saliendo de casa al amanecer y volviendo tarde por la noche, para malvivir junto a sus niños. La madre de Isadora, de familia profundamente católica, se hizo un atea convencida.

Isadora con sus hijos Deirdre y Patrick en 1912, un año antes del accidente

Isadora con sus hijos Deirdre y Patrick en 1912, un año antes del accidente

2. La niña que imitaba a las olas del océano Pacífico también era una ávida lectora. Su madre leía para ella y sus hermanos obras de notables escritores y filósofos. Abandonó el colegio en la preadolescencia, convencida de que no servía de nada memorizar el contenido de las asignaturas y sintiéndose la más pobre de la clase. Para llevar dinero a casa, comenzó a dar clases de baile a niños del barrio junto a su hermana Elizabeth.

3. Comenzó a bailar en Chicago haciendo contactos, pero ganando poco dinero. «No puedo ver las calles de Chicago sin experimentar un sentimiento enfermizo de hambre», escribiría más tarde. Después le ofrecieron un pequeño papel en una pantomima de Nueva York: Mme. Pygmalion. Tuvo que pedir dinero para el billete de tren y durante más de un mes ensayó sin cobrar. En el descanso de mediodía Isadora no tenía dinero para comer y se escondía en las instalaciones para dormir y seguir ensayando después.

4. El éxito en el mundo del baile pasaba por plegarse a las exigencias del ballet, que Duncan rechazaba: «Lo considero falso y absurdo. Bajo los maillots bailan músculos deformes, bajo los músculos hay huesos deformes«. Sus intentos de triunfar ante el gran público terminaban en incomprensión por parte de los críticos, que consideraban un escándalo que bailara con vestidos vaporosos que dejaban los brazos y las piernas al descubierto con cada movimiento. Ante el rechazo, Duncan reunió dinero convenció a su familia para partir a Europa en 1899. En Londres y en París alcalzó la fama.

En 1896 como la primera hada de 'Sueño de una noche de verano' de Shakespeare, uno de sus primeros trabajos

En 1896 como la primera hada de 'Sueño de una noche de verano' de Shakespeare, uno de sus primeros trabajos

5. Siempre enseñó danza, pero nunca siguiendo el estandar académico. No creía en las posturas mecánicas lejanos, en su opinión, del sentimiento. «Recordad siempre empezar los movimientos desde dentro. El deseo de hacer el gesto es lo primero», decía a sus alumnos. Los pasos de Duncan eran sumamente sencillos, pero alcanzaban una tensión emocional que incluso hacía llorar a la audiencia. El escultor impresionista Auguste Rodin dijo de ella: «Su baile es simple y bello como la antigüedad».

6. Uno de los pilares de su manera de bailar fue el arte clásico griego: imitaba las posturas de las heroínas y diosas de los bajos relieves y las esculturas. Incluso hizo un viaje de peregrinación a Grecia en 1903. Creía en la moira, los hechos que escapan a nuestro control, el destino fatal que marca con sucesos terribles la vida de los protagonistas de las tragedias griegas. Duncan en sus memorias comparaba sus desgracias a las de la familia de los Atridas, los descendientes de Atreo (rey de Micenas), que según la mitología griega fueron castigados por los dioses y destinados de manera inevitable a cometer crímenes dentro de su familia.

7. Fundó varias escuelas de baile, pero la de Grünewald (Alemania) fue la más ambiciosa. Era para niños que provenían de familias con apuros económicos. Vivían en el centro y recibían clases de todas las asignaturas que pudiera ofrecer un colegio. Las clases de baile las impartía Elizabeth, la hermana de Isadora. De las seis chicas con más talento del centro salió un selecto grupo que actuó con la artista entre 1905 y 1909. Anna, Irma, Lisa, Theresa, Erica y Gretel  fueron bautizadas como las Isadorables por el poeta francés Fernand Divoire. En 1917 las seis chicas adoptaron el apellido Duncan.

Isadora con las seis 'Isadorables'

Isadora con las seis 'Isadorables'

8. Quiso ser madre soltera y tuvo dos hijos. Deirdre (1906) era hija del escenógrafo inglés Gordon Craig. Patrick (1910) era hijo de Paris Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser Singer. Los dos murieron en un accidente de coche camino de Versalles junto con su niñera, cuando el vehículo se precipitó al Sena. El chofer se olvidó de poner el freno de mano cuando revisaba un problema mecánico en el motor.

9. Era bisexual. Se rumorea que tuvo un romance con la actriz Eleonora Duse, pero la poeta hispano-estadounidense Mercedes de Acosta, que también fue amante de Greta Garbo y Marlene Dietrich, fue uno de sus grandes amores.

10. Se casó a los 45 años, en 1922, con el poeta ruso Sergei Esenin, casi 20 años más joven que ella. El matrimonio duró más o menos un año: él no soportaba parecer «una posesión» de su mujer. Celoso de cualquier hombre que la mirara, protagonizó escenas violentas, cometió agresiones y destrozó habitaciones de hotel en un estado de ebriedad que comenzó a ser habitual. Esenin volvió a Moscú tras la separación y fue internado en un hospital psiquiátrico. Se suicidó en 1925, a los 30 años.

Un Amilcar como el que provocó la muerte de Duncan

Un Amilcar como el que provocó la muerte de Duncan

11. En los últimos años de su vida sufrió graves problemas económicos. Con el suicidio de Esenin (del que no se había divorciado) le llegó una herencia que, aunque necesitaba, rechazó: no quería su dinero. Se sentía sola y olvidada por su familia y cargaba con el sufrimiento que le provocaba la pérdida de sus hijos. Durante muchos años le era dificil ver niños, sobre todo si eran muy pequeños. Duncan comenzó a beber y las juergas y la vida privada empezaron a llamar más la atención que su creatividad.

12. La muerte de Isadora Duncan fue propia del último acto de una tragedia griega de Eurípides, con la excepción del elemento moderno del automóvil. Llevaba uno de los grandes chales de seda con los que envolvía su cuerpo y parte del cuello. El final del hermoso pañuelo ondeaba al viento en el Amilcar francés en el que viajaba junto al conductor por la costa de Niza. El chal se enredó en el eje de una de las ruedas traseras del coche aplastando la laringe y rompiendo el cuello de la bailarina.

Helena Celdrán