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No invites a Scott Walker a tu fiesta: jugará con los cuchillos

Scott Walker

Scott Walker

No deberías invitar a tu fiesta a Scott Walker. Es un enigma, el gran espacio negro del rock. Se pondría a jugar con los cuchillos y asustaría a los invitados.

El nuevo disco de Walker —que en realidad se llama Noel Scott Engel— contiene al mismo tiempo el cielo y el infierno. No es casualidad que los cuadros del pintor El Bosco (que en realidad se llamaba Jeroen Anthoniszoon van Aeken) sean la pesadilla original que Walker ha tomado como inspiración nada oculta.

Bish Bosch. El título es un cruce de caminos gramatical. Bish significa puta en jerga neerlandesa; Bosch, ya lo sabemos, es el artista que pintó en el siglo XV seres con patas de anfibio, humanos condenados a beber orina y otras perversiones que ahora, en la era de la vida como desahucio permanente parecen actuales; el maridaje de ambos términos, Bisch Bosch, significa en slang británico el trabajo está hecho.

Después de las penumbras de Tilt, el disco de 1995 que acabó con una década de silencio, y el perturbado The Drift (2006), uno de los álbumes más difíciles de escuchar de toda la historia (rezuma sangre), Walker regresa con una obra desesperada y exótica, espesa y ruda.

"Bish Bosch"

«Bish Bosch»

Guitarras abrasivas, profundos silencios en los que anida —el oyente lo aprecia— algo más musical que la música, tonos siempre graves usados con la intención (conseguida) de que lo grave sea chirriante, cierto humor de negrura de alquitrán (canciones sobre Donald Rumsfeld, Atila, Ronald Reagan, Mikhail Gorbachev y otros homínidos con el alma podrida de poder), Bish Bosch no admite indeferencia. Si entras, es bajo tu entera responsabilidad.

Olvidados los tiempos en que Walker —nacido en los EE UU, pero residente en el Reino Unido desde 1965 y ciudadano británico desde 1970— era el cantante más sexy del mundo y los años de alcohol en los que pretendió ser el Jacques Brel sajón, este tipo esquivo y poco dado a los honores vuelve a demostrar que es capaz de ser un escalpelo: en el nuevo disco ejerce otra vez su fascinación por los dictadores sangrientos con una canción sobre el asesinato del dictador rumano Nicolae Ceaușescu (ya había hablado de Stalin en The Old Man’s Back Again y de Mussolini en Clara).

Inserto abajo el primer vídeoclip de Bish Bosch. Es la pieza menos extraña del disco. En algunas otras toda la música procede del entrechocar de machetes africanos.

Ánxel Grove

¿Dormirías en esta habitación de hotel?

La 'habitación del pánico' de Tilt

La 'habitación del pánico' de Tilt

Au Vieux Panier es un hotel de Marsella de solo cinco habitaciones, cada una decorada por un artista. Tras un año, vuelven a encargar a cinco creadores distintos que transformen a su gusto las estancias. «La idea es dormir en una obra de arte», dice una de sus representantes.

Hace unos días inauguraron la nueva temporada cambiando radicalmente por tercera vez desde que abrieron. El grafitero francés Tilt, un veterano de las ya clásicas letras rechonchas, ha sido uno de los elegidos para la redecoración.

En su encargo ha decidido pintar la mitad exacta -medida de modo matemático- de la habitación que le tocaba: un lado queda totalmente cubierto de grafitis sin que el artista se apiade de sábanas, mesillas de noche, pequeños objetos decorativos o espejos. El otro lado es el colmo del minimalismo, con solo un par de pequeños cuadros en la pared rompiendo el blanco inmaculado de la decoración. Todo un reto para la armonía espiritual.

El hotel cierra durante un mes para que los creadores trabajen y se jacta de ofrecer a los artistas escogidos un «lienzo en tres dimensiones» para que puedan expresar su arte del modo que quieran. El objetivo es que los huéspedes disfruten de una nueva vía para disfrutar del arte.

La estancia, que Tilt decoró en una semana con la clásica «sobredosis de caligrafía» que lo caracteriza, se llama Panic Room (Habitación del pánico), es la más grande de todas y cuesta 135 euros la noche.

Helena Celdrán