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La luz divina de Steven Spielberg

Conocemos a Steven Spielberg como el rey Midas del cine porque su mano convierte en oro cuanto toca. Por esta razón los supersticiosos e ingenuos, personas que no comprenden bien las parábolas, piensan que el director vive aislado en su mansión de Hollywood. Creen que sus mujeres, así como todos sus gatos, terminaron convertidas en estatuas doradas que expone en su solitario salón.

Son los mismos que juran que E.T. existe y que busca marihuana en la Tierra, o que bajo las aguas de Barcelona se esconde un tiburón.

Son los que nadan intranquilos. Los piensan que la Lista de Schindler es pura ficción.

Los verdaderos cinéfilos, sin embargo, conciben a Spielberg como un invocador de la luz; él, rey presuntuoso, llama a este fenómeno God Lights, o Luces de Dios (así se ha referido a ellas en algunas entrevistas)

En sus planos trafica con esa deidad cinematográfica, metáfora que le sirve para definir las luces o rayos que nacen del cielo, de una nave espacial, o que bañan al espectador a través de una ventana o puerta. Estas luces transmiten un estado de gracia en la escena. Convierten el plano en una emoción numinosa, como cuando Elliott  y E.T. vuelan con su bicicleta sobre la luna llena.

El efecto se consigue con el contraste, enfrentando al personaje a la lumínica fuente como al profeta a su dios. La divinidad que gobierna a los cineastas es la luz y para ella son sus sacrificios.

Un cineasta que la ignore será ignorado.

El rey Midas ha acabado siendo uno de los grandes sacerdotes del resplandor en el cine- espero que Kubrick me perdone la metáfora- como demuestra este vídeo de Jorge Luengo Ruiz.  En La luz de Spielberg utiliza planos de más de una veintena de títulos para demostrar que dios es un foco omnipresente.

Los personajes se enfrentan al ocaso, al sol moribundo o naciente, a la luna que desnuda sus sombras, a la cerradura que emana, al brillo que devuelve…

 

The Spielberg Light from Jorge Luengo Ruiz on Vimeo.

Bodas de oro de cine para el espía sibarita y seductor 007

James Bond (Sean Connery) con su Aston Martin en 1964

James Bond (Sean Connery) con su Aston Martin en 1964

El escritor Ian Fleming (1908-1964) bautizó a su célebre personaje James Bond con el nombre de un ornitólogo estadounidense. Era observador de aves y admiraba el trabajo del experto en especies del Caribe. A Fleming le pareció un nombre «breve, poco romántico, anglosajón y masculino. Justo lo que necesitaba».

Creó al espía en 1953 para protagonizar Casino Royale, la primera de las 14 novelas que escribiría con el agente 007 como héroe. En su primera misión debía desplumar a un supervillano en el casino Royale-Les-Eaux. Le Chiffre, un malévolo y excelente jugador de bacará, utilizaba su talento para recaudar dinero para los comunistas.

Fleming se crió en un ambiente de riqueza. Su abuelo había amasado una fortuna invirtiendo en el extranjero. El futuro escritor acudió al prestigioso colegio de Eton, pasó por la Real Academia de Sandhurst para llegar a oficial británico, intentó ser corredor de Bolsa, periodista… Su paso por el Servicio de Inteligencia Británico (MI6) en la II Guerra Mundial fue clave para crear a James Bond, el agente 007 con licencia para matar, con una capacidad sobrehumana para la supervivencia que le no hace descuidar la elegancia, el encantador descaro y la exquisitez de maneras.

Ian Fleming con uno de sus 70 cigarrillos diarios

Ian Fleming con uno de sus 70 cigarrillos diarios

Sibarita, seductor y aficionado al golf, Fleming se decidió a probar suerte con una novela de espías y un personaje que tenía mucho de él, aunque el punto excesivo del autor difería de la templanza de Bond: Fleming fumaba unos 70 cigarrillos al día y cada tarde se bebía media botella de cualquier licor. Sufrió dos infartos y siguió jugando a esa ruleta rusa hasta que en 1964 una hemorragia coronaria puso fin a su vida. Tenía 56 años.

Interpretado por Sean Connery, el efímero George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y ahora Daniel Craig, dedicamos el Cotilleando a… de esta semana a James Bond, un símbolo del refinamiento británico, para celebrar los 50 años de Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young, 1962) la primera película que protagonizó el espía, con Sean Connery interpretándolo y Ursula Andress saliendo del mar, como la primera del elenco de chicas Bond. Inglaterra también se prepara este año para los homenajes: el Barbican Centre de Londres prepara para julio una gran exposición sobre el medio siglo del estilo Bond, buscando seducir a los espectadores con el universo de sofisticación nostálgica de la saga.

Roger Moore, el Bond más longevo

Roger Moore, el Bond más longevo

1. Siempre maduro, nunca viejo. Con treinta y muchos años, Bond se mantiene siempre en plenitud física, pero es lo suficientemente mayor para tener experiencia. Su año de nacimiento va cambiando conforme pasan los años, para que el personaje permanezca siempre en esa horquilla temporal. En la biografía ficticia del espía que escribió John Pearson (escritor y asistente de Fleming), la fecha de nacimiento de Bond es el 11 de noviembre de 1920; el que interpreta Daniel Craig en Casino Royale (Martin Campbell, 2006) nació el 13 de abril de 1968.

Tal vez la excepción a esta eterna juventud sea Roger Moore, el actor que relevó a Sean Connery en el papel con 45 años y permaneció 12 interpretando a Bond en siete películas seguidas. Se retiró con 58 años, en 1985.

Daniel Craig, el último 007

Daniel Craig, el último 007

2. «Agitado, no mezclado». 007 tiene una razón para todo. Su bebida preferida es el martini, con la particularidad de que se agite y no se mezcle en el proceso de preparado de la copa. Parece que no es un capricho. El Departamento de Bioquímica de la Universidad de Western Ontario de Canadá realizó un estudio en 1999 sobre las propiedades antioxidantes de la bebida, que son el doble de efectivas si se agita en lugar de mezclarla.

Andrew Lycett, periodista inglés y biógrafo de Ian Flemming, da otra explicación menos científica: a Fleming le gustaban los martinis tras pasar por la coctelera porque consideraba que removerlos les quitaba sabor.

Sean Connery en una sastrería de Savile Row, dejando que le tomen medidas para el traje de Bond

Connery en una sastrería de Savile Row

3. My tailor is rich. La diseñadora galesa Lindy Hemming, que hace los trajes de James Bond desde GoldenEye (Martin Campbell, 1995), teoriza con acierto sobre el vestuario impoluto del espía: «Cuando Bond entra en una estancia, tiene que transmitir estátus, poder entrar en cualquier habitación del mundo y estar perfectamente vestido para cualquier ocasión, pero tampoco destacar de manera que se convierta en objeto de sospecha. Es una especie de camaleón elegante».

Las novelas de Fleming describen con detalle el vestuario de su protagonista y el cine trasladó esa particularidad con trajes de sastre hechos a medida para Sean Connery.

La actitud es la clave de Bond para llevar con elegancia lo que le echen. El veraniego conjunto azul celeste de camisa y pantalones cortos de Goldfinger (Guy Hamilton, 1964) o las camisas rosas de Diamantes para la eternidad (Guy Hamilton, 1971) van acompañados de una aplastante seguridad que no permite el ridículo.

George Lazenby, el Bond de una sola película

George Lazenby, el Bond de una sola película

4. «Bond, James Bond». Sean Connery es para muchos fans el actor que mejor encarnó al agente 007, dándole al personaje la gracia, la templanza y el magnetismo que transmitía el actor escocés en seis películas, de 1962 a 1971, con un fugaz regreso no oficial en Nunca digas nunca jamás (Irvin Kershner, 1983). Nacido en Edimburgo (Escocia) en 1930, de origen obrero, ganador con 20 años de una medalla de bronce en el concurso de Míster Universo, Connery había pulido su elegancia con esmero en el momento de presentarse a las pruebas para ser James Bond. El productor Albert R. Broccoli, el coproductor Harry Saltzman y uno de los altos cargos de United Artists, Bud Ornstein, lo observaron cuando se marchaba de la audición cruzando la calle a zancadas. «Se movía como un gran felino en la jungla», recuerda Saltzman. Los andares seguros y suaves de Connery le dieron el papel con el que se hizo mundialmente famoso.

Ernst Stavro Blofeld y su gato persa

Ernst Stavro Blofeld y su gato persa

5. Los malos. El acento soviético de Auric Goldfinger y sus ansias por hacerse con el oro occidental ilustran el tipo de supervillanos de los comienzos de la saga, cercanos al cómic y muy acordes con los tiempos de Guerra Fría en los que Fleming creó a su héroe.

Ernst Stavro Blofeld, de origen polaco, fue el enemigo al que Bond se enfrentó en más ocasiones, apareciendo en seis películas. El gato persa blanco que acaricia se muestra indiferente a la maldad del fundador de la organización terrorista SPECTRE, que tuvo en su poder varias bombas de hidrógeno, fabricó dos armas espaciales y desarrolló una poderosa arma biológica. Las películas de Austin Powers, en su continua parodia a las películas de James Bond, caricaturizan a Blofeld con la figura del Dr. Maligno.

Además de los malvados principales, también destaca la presencia de otros excéntricos que sirven al gran líder, como el coreano Oddjob y su letal sombrero-guillotina o Tiburón, una especie de frankenstein de dientes metalizados que ataca a Bond en La espía que me amó (Lewis Gilbert, 1977) y en Moonraker (Lewis Gilbert, 1979). Con los años los enemigos se tornaron algo más complejos, como el magnate de las comunicaciones Elliot Carver de El mañana nunca muere (Roger Spottiswoode, 1997), que quiere provocar una guerra entre Estados Unidos y China, o el coronel norcoreano Tan-Gun Moon, el villano de Muere otro día (Lee Tamahori, 2002) que quiere invadir Corea del Sur.

Honey Rider, la 'Chica Bond' interpretada por Ursula Andress

Honey Rider

6. Ellas. Amantes, espías, asesinas, la emblemática Honey Ryder (Ursula Andress) del Dr. No, Jinx (Halle Berry) en Muere otro día (Lee Tamahori, 2002)… Las chicas de las películas de James Bond son sofisticadas y hermosas.

El espía las utiliza sin escrúpulos, a veces ellas tienen las mismas intenciones, también son espías y se acuestan con Bond con fines estratégicos, como sucede con Anya Amasova, la agente de la KGB que interpreta la actriz Barbara Bach (actual mujer del exbeatle Ringo Starr) en la película La espía que me amó.

La ingenuidad tontorrona y el papel de mujer objeto de algunas de las primeras chicas Bond se ha ido mitigando con el tiempo: la doctora Christmas Jones es una eminente científica, la villana Elektra King, que juega con los sentimientos de Bond llegando a traumatizarlo, es una ambiciosa y astuta empresaria, hija de un magnate del petroleo, que quiere asesinar a su padre para ampliar su poder.

Q, el inventor a disposición de 007, encarnado en la imagen por Timothy Dalton

Q, el inventor de 007

7. Del Aston Martin al minisubmarino-cocodrilo. El Aston Martin DB5, aerodinámico y atractivo, es el más deseado de los exclusivos coches de James Bond. Sólo se fabricaron 1.023 ejemplares entre 1963 y 1965. Maravilloso de por sí, el vehículo tenía múltiples modificaciones como un proto-GPS de pantalla verde y circular, un botón en el cambio de marchas que eyectaba el asiento del copiloto y palancas que accionaban humaredas y derrames de líquidos deslizantes por el tubo de escape.

Tan emblemático como M (el jefe de Bond que más tarde cambiaron por la jefa Judi Dench) o la adorable secretaria Monypenny, Q, un señor serio que trabaja sin descanso para idear nuevos ingenios, es el responsable de las mágicas reformas de los vehículos y de inventos como el reloj que mide la radiación, el minisubmarino cocodrilo, una escoba-radio, el detonador-cajetilla de tabaco o las huellas dactilares falsas.

Helena Celdrán

Bambi es la pistola

'Abide' - Dave Macdowell

'Abide' - Dave Macdowell

Un revoltijo personajes de cine, ídolos pop y dibujos animados habitan el santoral lisérgico del ilustrador estadounidense Dave MacDowell.

El Gran Lebowsky de los hermanos Coen puede ser también Tiburón de Steven Spielberg, los Jackson 5 son una repetición de Samuel L. Jackson  saboreando una Gran Hamburguesa Cahuna en Pulp Fiction, Charlie Sheen ha sustituido a Eddie y es la nueva mascota de Iron Maiden.

Las escenas, confusas y abarrotadas de detalles, se burlan de otro santoral: la supuesta magia de Hollywood, el apetecible donut grasiento, la bondad clásica de los héroes de Disney…

MacDowell declara que siempre se sintió intrigado por cómo los medios reflejan, moldean y manipulan nuestra conciencia cultural.

Es autodidacta y siempre tuvo la capacidad de dibujar, pero empezó de manera profesional por la desesperación de verse en un callejón sin salida, sin un céntimo en el bolsillo.

'The Deer Hunter' - Dave MacDowell

'The Deer Hunter' - Dave MacDowell

Creció en una familia desestructurada, comprobó de primera mano la mentira de barniz brillante que vende el desfasado Sueño Americano. «Crearle a alguien la necesidad de tener algo que no necesita es el truco más hábil del ser humano», dice el artista hablando, siempre con pasión, de la cultura del consumo.

Sus ilustraciones son un canto burlón al engaño. The Deer Hunter es una de las ilustraciones que he escogido, no sin dificultad, para ilustrar la sección de Obsesiones de esta semana.

El protagonista es Christopher Walken en El cazador (Michael Cimino, 1978), donde interpreta a Nick, un soldado que en la Guerra de Vietnam se hace adicto a la ruleta rusa. El artista sustituye la pistola por Bambi. ¿Qué pasará cuando Walken apriete el gatillo?

Helena Celdrán