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Reaparece otro cuadro con el culo favorito de Dalí, el de su hermana

'Figura de perfil' - Salvador Dalí, 1925 - Courtesy Bonhams

‘Figura de perfil’ – Salvador Dalí, 1925 – Courtesy Bonhams

Anna María Dalí (1908-1989) estaba cansada de que su hermano el pintor, Salvador Felipe Jacinto, cuatro años mayor que ella, la hiciese posar una vez y otra. Le gustaban los cuadros, pero decía, entre seriedad y broma: «Invariablemente me pinta en ventanas y de perfil o de espalda, para que se me viese bien el culo».

Hay constancia de 17 cuadros de Dalí en los que aparece Anna María, pero el que figura abriendo la entrada era casi un misterio. Se tenía constancia de que existía y estaba catalogado, pero casi nadie lo había visto.

Anna María, que compartió desde la infancia el universo, en ocasiones aberrante, de su hermano artista, entendía gestos, admitía excentricidades, interpretaba fantasías y jugaba con Salvador. Sabía, por ejemplo, que le encantaban los culos de las mujeres.

Dalí escribió sobre su hermana y gran cómplice:

A los dieciocho años, elegante, no concedía ninguna importancia a los senos, pero exigía un ensanchamiento de los huesos ilíacos, que debían aparecer bajo el vestido como las asas agresivas de un cesto.

El óleo que reaparece ahora de entre los fondos de una colección privada va a ser subastado en la sede londinense de Bonhams el 2 de marzo. Se titula Figura de perfil y fue pintado en El Llaner, la casa familiar de veraneo de los Dalí en Cadaqués en 1925, cuando Anna María tenía 17 años y el pintor 21.

Esperan que sea comprado por una importante cantidad de entre 930.000 y 1.400.000 euros. El catálogo de la subasta puede descargarse en PDF, pero, ojo, tiene 224 páginas.

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Un fresco desconocido de Max Ernst, en la pared de un bistró parisino

Max Ernst - Le Sénégal, 1953

Max Ernst – Le Sénégal, 1953

«Antes de descender, un buceador nunca sabe lo que va a sacar a la superficie», decía Max Ernst (1891-1976), un «inventor artístico», como prefería ser considerado, que se dedicó a sembrar el mundo de hallazgos: inventó el frotagge (la reproducción de texturas colocando el papel sobre el objeto) y desarrolló con un estilo propio el collage, el grattage, la decalcomanía y la oscilación, que consistía en dejar que un hilo de pintura cayera sobre el lienzo desde una lata agujereada.

Ernst enseñó el procedimiento de pintura automática a Jackson Pollock, que lo tomó como referencia para la técnica del dripping, la salpicadura más o menos al azar que convirtió al estadounidense en multimillonario, aunque seguía siendo infeliz y buscó el sentido de la vida en el fondo de las botellas de whisky hasta que se mató a los 44 años por conducir borracho.

Más dionisíaco y menos meditabundo, Ernst —nacido en Alemania— disfrutó lo suficiente, hizo el gamberro con los dadaístas, luego se apuntó a la vanguardia más intelectual del surrealismo, cultivo amistades, se casó cuatro veces, ilustró libros y escapó por los pelos de ser enviado a un campo de exterminio nazi. Los colaboracionistas franceses ya lo tenían encerrado, pero la intervención de la irresistible mecenas Peggy Guggenheim, que era estadounidense pero universal, logró que dejaran salir de Europa al artista.

Ernst dejó una obra que va de lo exquisito a lo alocado y se sigue vendiendo muy bien en las subastas. El dibujo Le Sénégal que abre la entrada permitirá comprobarlo de nuevo.

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Venden la mejor colección de arte ‘underground’ de la URSS, reunida por una superviviente de Auschwitz

'Circus', 1969 - Oleg Tselkov - Cortesía: Sotheby's

‘Circus’, 1969 – Oleg Tselkov – Cortesía: Sotheby’s

Del arte underground (subterráneo) sabemos mucho en Occidente. Los creadores que alguna vez secundaron la estancia en los márgenes ajenos al sistema capitalista del mercadeo cultural son hoy, sobre todo los estadounidenses, figurar estelares. En las décadas de los años sesenta y setenta se atrevieron a ejercer la negativa a la absorción, jugaron con plantemientos rebeldes —la autoedición, la distribución de fanzines y cómix, la cartelería, las portadas de los discos de rock psicodélico, el desprecio por las plusvalías…— y sobrevivieron con mayor o menor fortuna, aunque, en ningún caso, poniendo la vida en peligro.

Del otro lado del Telón de Cero el asunto era más complejo, aunque también allí fermentó lo underground, al que algunos críticos llaman arte no conformista soviético, cuya presencia puede encontrarse entre 1953, tras la muerte de Stalin, y 1986, con la llegada de la perestroika. Los creadores de la URSS, oxigenados por el tímido pero creciente liberalismo que medró con la apertura iniciada en 1956 tras un discurso secreto —había voluntad de apertura pero no era el momento de abrir del todo las ventanas— del nuevo hombre fuerte del sistema, Nikita Khrushchev, quien en el vigésimo congreso del Partido Comunista dió por eliminado el culto a la personalidad estalinista y aseguró que los artistas no sufrirían repercusiones ni serían reprimidos aunque se apartasen del realismo socialista impuesto como estilo único hasta entonces.

La mejor colección del inmerecidamente poco conociodo arte underground de la URSS durante las siguientes más de tres décadas sale a la venta hoy en una subasta en Londres. Fue reunida por una superviviente como agradecimiento y honra a los soldados de la URSS que liberaron a los prisioneros del campo nazi de exterminio de Auschwitz, donde fueron gaseadas 1.100.000 personas.

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Yorick, la calavera que nació de un meteorito

'Yorick' - Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

‘Yorick’ – Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

Abriendo el quinto acto de la tragedia, Hamlet se detiene en un cementerio, donde un sepulturero exhuma la calavera de Yorick, el bufón de la corte que tanto divirtió al príncipe danés en su niñez.

¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio. Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros… y ahora su vista me llena de horror. (…) ¿Qué se hicieron de tus burlas, brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni puedes reirte de tu propia deformidad».

Sin estar vivo, Yorick protagoniza una de las escenas más famosas de Hamlet, la imprescindible obra de teatro de William Shakespeare. El monólogo sobre la mortalidad recuerda lo efímero de la vida terrenal, es el gran memento mori del dramaturgo inglés.

La calavera esculpida a mano por Lee Downey se llama Yorick en homenaje al pobre Yorick. Es complicado adivinar qué material ha utilizado el artista estadounidense para lograr ese acabado de vetas plateadas. El cráneo reproducido a tamaño natural está tallado en un solo bloque que procede del espacio: este Yorick nació de un meteorito que cayó en el desierto del Kalahari (Namibia) hace unos 4.000 millones de años.

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La maqueta a tamaño real de un Aston Martin

La maqueta de Evanta

La maqueta de Evanta

En las fotografías aparenta ser una maqueta especialmente detallista y, por la claridad de las piezas, fácil de montar. Parece que sólo hay que hacer sitio en la mesa y desenganchar las piezas una a una.

La empresa familiar inglesa Evanta —que construye, repasa y restaura automóviles exquisitos— juega con las proporciones en esta creación única y caprichosa: una maqueta a escala natural (1:1) del Aston Martin DBR1/2, el famoso coche que ganó en el circuito de Sarthe las 24 Horas de Le Mans en su edición del año 1959, donde también ocupó el número dos del podio otro vehículo idéntico.

Los pilotos que consiguieron la victoria (el estadounidense Carroll Shelby y el inglés Roy Salvatori) y el ingeniero jefe que diseñó el coche Ted Cutting —todos nacidos en la década de los veinte— murieron este año. Como homenaje, el coche volvió al circuito en junio.

Carrol Shelby y el Aston Martin de la victoria de Le Mans

Carroll Shelby y el Aston Martin de la victoria de Le Mans

La maqueta continúa la conmemoración de la hazaña y unifica en una gran estructura de hierro la aerodinámica carrocería del vehículo, con los neumáticos, las ruedas, los asientos, el volante, el salpicadero, además de una réplica de la estatuilla que ganó el equipo y una gorra de Aston Martin firmada por los pilotos.

Mide seis metros y medio de largo y 3,44 de ancho y pesa más de 500 kilos, pero no está pensada para funcionar si se montan los componentes, es un adorno estéril. La excentricidad será subastada en el Goodwood Revival Weekend, un festival de carreras de coches de época que se celebra cada año en el ahora obsoleto circuito de Goodwood, en Chichester, a unos 95 kilómetros de Londres. El precio de salida oscilará entre las 20.000 y 30.000 libras (entre 25.500 y 38.200 euros).

En el evento (que este año se celebra los días 14, 15 y 16 de septiembre) compiten modelos de 1948 a 1966, los años correspondientes a la inauguración y a la fecha de la última carrera profesional del autódromo. Este año habrá algún Aston Martin como el de James Bond en las competiciones.  Los participantes, los trabajadores y el público se visten de los años cuarenta, cincuenta y sesenta para «retroceder en el pasado» y «revivir el glamour y el encanto de las carreras en la cápsula romántica del circuito automovilístico más auténtico del mundo».

Helena Celdrán

La morgue mecánica: una atracción de feria en la Inglaterra de los años veinte

Las mujeres acaban de reconocer los restos mortales de un ser querido. Una de ellas llora y hace el ademán de acercar el pañuelo al lacrimal para secarse las lágrimas de modo femenino; la otra intenta consolarla. En el depósito de cadáveres, un forense, un policía y dos investigadores trabajan en el caso.

St. Dennistoun Mortuary (La morgue de St. Dennistoun) es un ingenio mecánico que en su día funcionaba con monedas. Protagonizado por autómatas, populares a principios del siglo XX, el invento fue creado por John Dennison, un artesano inglés de Leeds que se especializó en este tipo de artilugios entre 1875 y 1924. Cuando se retiró, sus hijas continuaron con el negocio durante veinte años mças. Tenían una concesión de máquinas de entretenimiento en la Torre de Blackpool, en la ciudad inglesa de Lancashire, un reclamo turístico inspirado en la Torre Eiffel y rodeada de atracciones.

El interior de la morgue de St Dennistoun

La morgue de St Dennistoun

En la sala de la morgue hay cinco camillas sobre las que han colocado los cadáveres de las víctimas, una tiene un cuchillo a su lado; otra, con el rostro en tensión, tiene el brazo flexionado por el rígor mortis. La escena, de una truculencia inusual para tratarse de un divertimento, es seguramente producto de la curiosidad enfermiza que siempre han producido los crímenes, una especie de antecesor de CSI.

La morgue automática de Denisson fue subastada hace unos días en Estados Unidos, en la ciudad de Marlborough (Massachusetts). Aunque en Skinner, la casa de subastas, datan la pieza en torno a 1900, el pelo corto, el sombrero y el abrigo de las mujeres o el traje del hombre que habla con el policía son indicativos de que el invento es una creación de los años veinte. Incluso las cenefas de los azulejos de la habitación tienen un dejé art déco.

El precio estimado de la pieza era de entre 4.000 y  6.000 dólares (3.189 y 4.784 euros, aproximadamente) y alcanzó los 13.035 (unos 10.400 euros). El mecanismo que atrajo los peniques de los ingleses deseosos de ver en movimiento el escenario lúgubre sigue cautivando a las mentes actuales, provocando una curiosidad por las visiones macabras a las que se añade el carácter tétrico de un objeto antiguo.

Helena Celdrán

Pistolas cantoras

Una de las dos pistolas con pájaro cantor atribuidas a los hermanos Rochat

Una de las dos pistolas con pájaro cantor atribuidas a los hermanos Rochat

Eran los años veinte del siglo XIX. Los tres hermanos suizos Rochat, originarios del valle de Joux y afincados en Ginebra, eran más que relojeros: expertos en fabricar cualquier objeto mecánico relacionado con música, autómatas y, en especial, pájaros cantores.

La delicadeza de sus creaciones era tan esmerada que uno olvida el toque cursi estilo Sisí emperatriz que a veces caracteriza a la estética centroeuropea de antaño, con abundante dorados, motivos florales y angelotes innecesarios.

La sección de Artefactos de esta semana es para un invento tan supérfluo en su finalidad como admirable por su precisión y pura belleza. Es un capricho frívolo de los que uno no puede apartar la mirada así como así.

La casa de subastas Christie’s ha presentado recientemente en su catálogo de objetos selectos un juego de dos pequeñas pistolas gemelas que se atribuyen a los Frères Rochat (marca que todavía existe).

No son armas de fuego: al accionar el gatillo, un pájaro mecánico, diminuto y con plumas de colores (verdaderas), comienza a cantar con una naturalidad que pilla desprevenido a quien espere ver un simple juguetito. El aleteo del ave supera con dignidad incluso la prueba de la cámara lenta.

«Es una de las obras de arte mecánicas más apasionantes. El interior está compuesto por cientos de tornillos y engranajes que empujan al pájaro fuera del cañón, lo sitúan sobre él y hacen que mueva las alas, la cola y el pico mientras canta. Todo está dentro de la pistola», explica con precisión y elegancia exagerada Aurel Bacs, Director del Departamento de Relojes de Christie’s.

Hechas de oro y ornamentadas con esmaltes azules y rojos, están perfiladas por hileras de perlas y diamantes que resaltan el perfil. En cada lado de la empuñadura, dos placas doradas muestran un león por un lado, y en el otro, un ciervo.

El objeto buscaba satisfacer la demanda creciente de relojes y autómatas de la realeza y la aristocracia europeas y sobre todo de la corte imperial china, gran consumidora de las maravillas de la técnica europea en los siglos XVIII y XIX.

Se tiene constancia de la existencia de sólo cuatro pistolas más de este tipo. Una está en el Museo de Arte Islámico de Jerusalén, otra dentro de la colección Maurice Sandoz de Suiza y otras dos en el museo Patek Phillipe de Ginebra. Éste es el único set de dos ejemplares que existe en el mundo y se espera que alcancen un precio que oscila entre los 2,5 y los 5 millones de dólares (entre 1,8 y 3,7 millones de euros).

La banalidad de los pequeños cachivaches nunca volverá a ser tan sofisticada, por mucho que Apple intente vendernos motos. ¿Quién pagará esas sumas por un vulgar iPad del 2011 (que ni siquiera funcionará) dentro de 190 años?

Helena Celdrán