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Radiografía de Franz Kafka, la fiera que murió de hambre

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Concedamos el merecido privilegio del axioma de partida sobre Franz Kafka al cazador de mariposas Vladimir Nabokov:

Es el escritor alemán más grande de nuestro tiempo. A su lado, poetas como Rilke o novelistas como Thomas Mann son enanos o santos de escayola.

Sin discutir ni una letra de las líneas anteriores ni pretender el irracional y jactancioso propósito de añadir otra cosa que una ofrenda personal, me entrego a la cosecha de brotes kafkianos apoyándome en el centenario de la publicación de Die Verwandlung (1815), que en español solemos conocer como La metamorfosis.

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

1. El mejor redactor de informes de seguros. Kafka (1883-1924), el primer escritor moderno, acaso el único que todavía merece ser considerado moderno, tuvo entre 1908 y 1922 un empleo donde le entregaban un sueldo que, según el mismo afirmaba, le alcanzaba para «pagar el pan». Fue empleado de la aseguradora italiana Assicurazioni Generali y luego redactor de informes en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia.

Componía precisos memorandos —podemos imaginar cuan precisos— para que la compañía pagase o dejase de pagar indemnizaciones a trabajadores heridos en el ejercicio laboral.

Al final de la jornada, de ocho de la mañana a seis de la tarde, corría a casa de sus padres, cenaba frugalmente un apio y una zanahoria —era vegetariano— y dedicaba la noche entera a iluminar los caprichos de la tinta sobre el papel con las candelas de su mirada de golem con alma de hombre.

A veces sentía remordimientos por entregarse a una vida laboral adocenante, pero en ocasiones se mostraba indulgente y afirmaba que el trabajo libera al hombre «del sueño que lo deslumbra». Era incansable y nunca dejaba nada sin terminar o mal terminado.

"The Office Writings" - Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

«The Office Writings» – Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

2. ¿Inventor del casco de seguridad en el trabajo? Un libro publicado en inglés en 2008, Franz Kakfa: The Office Writings [se pueden leer extractos en Googlebooks], reunió por primera vez las prolijas evaluaciones que en horario de oficina caligrafiaba el menudo joven en cuyo interior, sin que ninguno de sus compañeros de trabajo lo sospechase, ardían todos los fuegos del infierno.

Kafka fue uno de los pioneros de la disciplina que hoy llamamos seguridad e higiene en el trabajo, que no estaba entonces regulada ni fiscalizada y que el empleado de la aseguradora consideraba necesario desarrollar para evitar los accidentes y las bajas.

La American Safety Society le concedió tres años seguidos (1910-1912) la medalla de oro por sus aportaciones a la especialidad y los desvelos que se tomaba para aconsejar medidas de protección para los obreros.

En una carta a uno de sus amigos, Kafka resumió con humor la tarea a la que se enfrentaba:

No tienes idea de lo ocupado que estoy… En los cuatro distritos que tengo a mi cargo (…) hay personas que caen de los andamios o dentro de las maquinarias… Es como si todos estuvieran borrachos, los tablones volcaran a la vez, los terraplenes se deslizaran y todo esté siempre patas arriba. Hasta las chicas de las fábricas de vajilla no dejan de volar escaleras abajo con montañas de loza… El dolor de cabeza por estos asuntos no me abandona.

En el libro Managin in the Next Society (2003), el analista Peter Drucker asegura que Kafka fue el inventor del casco rígido de seguridad para determinados oficios, pero nadie ha encontrado pruebas sobre la veracidad de la teoría.

De lo que sí ha quedado evidencia es que, de vez en cuando, el escritor redactaba artículos para el boletín de la aseguradora. Algunos —por ejemplo, una relación de indemnizaciones según el número de dedos mutilados— son dignos de aparecer en una antología de relatos.

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

3. «Ya no os como». Desde que cumplió 25 años, Kafka decidió no comer ningún tipo de carne animal o huevos de aves y sólo de vez en cuando se permitía unos sorbos de leche.

Durante una visita al acuario de Berlín se enfrentó a las peceras iluminadas y dijo en voz alta, hablando a los peces sin la menor afectación ni sentimentalismo:

Ahora al menos puedo miraros en paz. Ya no os como.

4. Freud, «un irremediable error». No encendía la calefacción en su dormitorio, solía mantener la ventana abierta, hacía media hora de gimnasia al día y, excepto en momentos de especial debilidad, nadaba desnudo unos kilómetros en el río varias veces por semana.

Era enclenque solamente en apariencia. Apenas dormía pero estaba habitado por una caldera que nadie apagaba. Nunca.

Algunas interpretaciones deducen que su obra literaria solo puede entenderse por el alma siempre calcinada del escritor —sus mejores amigos iban un poco más lejos y hablaban de «santidad»—.

Otros dicen que estaba colgado de mitos freudianos. Kafka se reiría de estos últimos. El psicoanálisis le parecía, según dejó escrito, «un irremediable error».

Ocho etapas de Kafka

Ocho etapas de Kafka

5. Deseo de ser indio. Algunos de los mejores relatos cortos de Kafka están relacionados con animales. Escribió sobre perros, ratones y caballos. Este texto se titula Deseo de ser indio:

Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las  riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

El sosegado y eficaz redactor diurno de informes de accidentes laborales se convertía, en las garras del insomnio, en un feroz aullador.

El vegetarianismo, la calistenia que practicaba en desnudez ante la ventana abierta al abismo tembloroso de Praga, las brazadas en el río…, nada de aquella sanitaria agenda lograba apagar el horno que anidaba en el pecho.

6. Autómata insomne. En la madrugada, cuando el silencio era propicio, escribía con la voluntad de un lúcido autómata. A veces anota con orgullo la disposición metódica de las jornadas, repetidas en una sincronía de mareas oceánicas.

De 8.30 a 14.30 horas, trabajo de oficina en la aseguradora; regreso a casa; comida hasta las 15.30; siesta hasta las 19.30; gimnasia; acompañar a la familia durante la cena, en la que casi no probaba bocado y sólo picotea frutos secos; a las 23, comienzo de la jornada de escritura; dependiendo de la «fuerza, inspiración y suerte» puede terminar entre las 3 y las 6 de madrugada; algo más de gimnasia; a las 6, desayuno; a las 8, salida hacia la oficina…

Carta de Kafka a Felice Bauer

Carta de Kafka a Felice Bauer

7. ‘En el b.’. Además de relatos, bosquejos, divagaciones y cartas —dejó centenares—, redactaba la que acaso fue su obra más humana, los Diarios de los que en España podemos gozar gracias a una delicada edición de pertinente papel biblia y más de un millar de páginas.

Contienen legajos, cuadernos de viaje y anotaciones insomnes, circulares, absolutas, de engañosa sencillez

Los Diarios son las neurosis de K, el cotidiano fustigador de sí mismo: K yendo al prostíbulo con los amigos y escribiendo con ternura «en el b.», con una sola letra inicial para designar al burdel, como temiendo la curiosidad ajena; K. fustigando el insomnio y los sueños del insomnio; K. en los salones de teatro yiddish; K. en la correduría de accidentes laborales, comparando las arrugas en la frente del jefe con las arrugas de un billete; K. en el nocturno infierno del domicilio familiar; K. repensando los agotadores sueños, los cuellos de las señoritas, la estupidez de los amigos…

Una entrada al azar:

No puedo comprenderlo, ni siquiera creerlo. Solo de vez en cuando vivo dentro de una palabrita, en cuya matafonía (arriba, ‘stöst’, ‘empuje’), pierdo, por ejemplo, por un instante mi inútil cabeza. La primera y la última letra son el final de mi sentimiento, que es parecido al de un pez.

Otra:

La silueta de un hombre que, con los brazos alzados a medias y en posiciones distintas, se vuelve hacia una niebla densísima para penetrar en ella (…) Talmud: El que interrumpe su estudio para decir qué bello es ése árbol merece la muerte.

Una tercera:

Los descubrimientos se han impuesto al ser humano.

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Las primeras pin-up llegaron de Viena

Esta docena de fotos, todas de mujeres desnudas o semidesnudas, todas tomadas en el vacío artificial de un estudio donde la sensualidad y la fiereza pueden combinarse en privado, son de las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX, acaso el último momento sexy del continente europeo: las conciencias estaban limpias, los millones de cadáveres de la I Guerra Mundial ya habían sido retirados de la vista del público o servían, a unas pocas paladas de tierra de profundidad, de abono para el terreno que sembrarían con un número aún mayor de cadáveres las políticas diabólicas de los fascios alemán, italiano y español. Entre ambas guerras Centroeuropa se tomaba un respiro iluminado con champán y sexo y, si hacía falta mitigar el frenesí, ralentizado con morfina.

Los retratos fueron tomados en Viena, la blanca hasta el melindre capital de Austria. En la ciudad, engalanada de dorada creatividad por el grupo Wiener WerkstätteKlimt, Schiele, Kokoschka y otros futuros reyes del póster en los living de Occidente—, las estrellas se reflejaban en la cúpula de la sede de los estetas del secesionismo, un pabellón que los locales llamaban, sospecho que sin ser del todo conscientes del ridículo y el tufo a sopa de codillo, el Repollo de Oro. En la puerta de entrada, en letras, cómo no, de oro, podía leerse un lema: Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit (A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad).

La ciudad era una demasía y por el eje Viena-Berlín transitaban las ideas, el arte y el buen vivir. Era posible encontrar a Sigmund Freud y Otto Bauer tomando un café con canela en la Kärntner Straße  y volver a encontrarlos unas horas más tarde bailando en un salón con más brillo que un anuncio de friegasuelos un Wiener Walze, esa forma bastarda de polca que los austriacos han convertido en danza nacional.

El Atelier Manassé, con sede central en Viena y una sucursal en Berlín, fue la cuna de nacimiento de las primeras pin-up, esas muchachas sonrientes y con poca o ninguna ropa cuya invención se atribuyen falsamente los estadounidenses. Desde 1922 a 1938 del estudio fotográfico salieron miles de fotografías de mujeres sonrientes que contribuían al nuevo lenguaje de la época rompiendo tabús y aceptando lo sensual, la sugerencia y el erotismo. Estaban, como dirían en los EE UU dos décadas más tarde, «más buenas que un pastel de queso», pero necesitas permiso de algunas golosinas para que hinques el diente.

El estudio era gestionado por un matrimonio de húngaros establecidos en la rutilante Viena de los años veinte —Olga Solarics (1896-1969) y Adorja’n von Wlassics (1893-1946)—. Quizá les animó a viajar a Austria Dora Kallmus (1881-1963), una de las primeras fotógrafas en un oficio que entonces era de hombres y propietaria, desde 1907, de otro estudio legendario, Madame D’Ora. Si este estaba ligado a la intelectualidad y, como consecuencia, rompía pocas convenciones con retratos glamourosos pero castos de bailarines, actores y artistas, en Manassé querían presentar el desnudo femenino como una reacción contra los postulados de la moralidad.

Olga Wlassics, Viena, 1933. Foto: Anton Josef Trčka

Olga Wlassics, Viena, 1933. Foto: Anton Josef Trčka

La pareja, sobre todo Solarics, una mujer decidida y valiente, se dedicó al retrato con carga erótica para inmortalizar la fluida belleza de la nueva mujer. Las fotos de Manassé muestran a jóvenes confiadas en su sexualidad y apoyan, como prolongación estética, la lucha social de las mujeres por redefinir su posición en el mundo moderno.

Con una producción asombrosa y desentendidos del esnobismo de la fotografía en aquellos tiempos en que sólo los pudientes tenían acceso al equipo y el material, la pareja estaba demasiado ocupada en ganarse la vida —vendían fotos a nacientes revistas ilustradas y a artistas de cine, vodevil o cabaret para anunciar espectáculos— como para detenerse en consideraciones artísticas.

Quizá esa despreocupación relacionada con las circunstancias explique la frescura de la mayoría de las imágenes. El conflicto de conceptos con que podemos analizar hoy las fotos —la ruptura con los roles tradicionales, la ausencia de cinismo, la representación de la mujer como un ser humano con derecho a todas las emociones y en todas sus formas— no preocupaba a Solarics y Von Wlassics.

Una pequeña parte de las fotos del estudio, sin embargo, presenta alegorías y montajes de humor absurdo donde los fotógrafos manipulan la realidad, jugando, sobre todo, con retoques, superposiciones y modificaciones de escalas: una muchacha minúscula encerrada en una jaula es alimentada con un terrón de azúcar por un hombre, otra es atacada por un gigantesco escarabajo, una tercera permanece encerrada en una botella de cristal…

En otro grupo de fotos es posible apreciar que en Manassé estaban al tanto de lo que sucedía en el terreno de las vanguardias: como los surrealistas, emplean máscaras y muñecos, espejos y otro instrumental de buceo en las aguas profundas del inconsciente.

La fotografía pionera y sin compromisos de vasallaje artístico de esta pareja osados —trabajaron para agencias de publicidad, rompiendo la tendencia de que los anuncios fuesen acompañados de ilustraciones dibujadas— no ha recibido el trato que merece. Dado su voraz ritmo de trabajo y el poco cuidado que ponían en el cuidado y clasificación de los negativos o las copias originales únicas —como ya quedó dicho: la fotografía era para ellos subsistencia y no contenía los afanes de permanencia del arte—, no existe un archivo catalogado de la inmensa obra que legaron al mundo.

Quien requiera más detalles sobre el Atelier Manassé debe entregarse a la búsqueda de fotos en Internet —todas están libres de derechos porque ni siquiera en los réditos futuros pensaron los autores— o hacerse con la única monografía en libro sobre la pareja y su trabajo, Divas and Lovers: The Erotic Art of Studio Manasse (Divas y amantes: el arte erótico del Estudio Manassé), de la historiadora Monika Faber.

La colección de asombros que retrataron sin aspavientos ni búsqueda de recompensas postreras Olga Solarics y Adorja’n von Wlassics me recuerda una cita del gran escritor de los locos 20, Francis Scott Fitzgerald, sobre los alegres y finalmente desventurados habitantes de entreguerras: «Una generación nueva, que se dedica más que la última a temer a la pobreza y a adorar el éxito; crece para encontrar muertos a todos los dioses, tiene hechas todas las guerras y debilitadas todas las creencias del hombre».

Ánxel Grove

Egon Schiele, el pintor sexual y descarnado

Autorretrato de Egon  Schiele de 1912

Autorretrato de Egon Schiele de 1912

En sólo 28 años de vida Egon Schiele (1890-1918) desarrolló un estilo que se despegó de la armonía de Gustav Klimt y evolucionó hacia y un estudio pionero del cuerpo humano entre lo sexual y lo descarnado.

El sexo era uno de los grandes temas de la sociedad vienesa de principios del siglo XX. Las teorías de Freud causaban furor y rechazo en las mentalidades burguesas decimonónicas, que dudaban entre la represión y la liberación a la hora de afrontar una nueva visión de la vida sexual.

Klimt (mentor de Schiele) comenzó a retar el oficialismo del arte austriaco con unos frescos que iniciaron su escalada hacia el erotismo y lo alejaron de las academias acusado de «pornografía» y «excesiva perversión». Egon Schiele continuó con la provocación, pero no por simple estrategia propagandística: el sexo era para el artista el modo de expresar un universo individual, desinhibido y feroz.

'Semidesnudo arrodillado' (1917)

‘Semidesnudo arrodillado’ (1917)

No contemplaba el pudor como posible freno para su arte ni aplicaba en el plano personal los códigos morales burgueses. Su corta biografía tiene claros y oscuros en la extraña relación que mantuvo con su hermana Gertrude (Gerti) —a la que retrató desnuda desde la preadolescencia—, en la ira de los habitantes de Krumao (en la Bohemia meridional, donde Schiele y su amante Wally intentaron huir del corsé ideológico de Viena y vivir juntos sin estar casados), en su detención y encarcelamiento tras ser acusado de abuso y rapto de menores tras retratar a niños desnudos en el pueblo austriaco de Neulengbach…

Dedicamos el Cotilleando a… de esta semana al pintor austriaco Egon Schiele con una selección de siete obras representativas que repasan la vida y la carrera del artista, que moldeó el carácter del arte expresionista que estaba por llegar tras la I Guerra Mundial.

'Retrato de Gerti Schiele' - 1909

‘Retrato de Gerti Schiele’ – 1909

1. Retrato de Gerti Schiele (1909)

Las formas se pierden en el contraste de superficies y discretos estampados y todavía no hay intención de mostrar el carácter psicológico de la modelo. De elegancia formal y líneas claras, creada en óleo y pintura metálica sobre lienzo, la obra temprana (influida por el movimiento vienés de secesión) es una muestra de la admiración profesional y personal que el autor sentía por Gustav Klimt.

Schiele tenía 17 años cuando conoció a Klimt, que pronto detectó el potencial de su joven fan, se convirtió en protector y avalador y lo puso en contacto con importantes mecenas y galeristas y comprándole obras. Retrato de Gerti Schiele fue expuesto en una de las primeras muestras promovidas por Klimt para dar a conocer el trabajo de Schiele.

La modelo es la hermana pequeña del pintor, a la que llevaba cuatro años. Desde niño, Schiele prefería la compañía de Gerti a la de los pocos amigos del colegio. Su profunda conexión daba pie a la ambigüedad y sigue llena de especulaciones: incluso el padre de los hermanos veía indicios de relaciones incestuosas entre ellos cuando en una ocasión echó abajo la puerta de una habitación cerrada en la que Schiele y su hermana estaban en la oscuridad revelando un carrete de fotos.

El artista pintó a Gerti desnuda desde la preadolescencia, estudiando su desarrollo físico. Cuando él tenía 16 años y su hermana 12, la llevó a Trieste (Italia) de viaje y la retrató en varias obras. Se hospedaron en una habitación doble, con el conocimiento de que en ese mismo hotel sus padres habían pasado la luna de miel. Nunca hubo pruebas de que su relación fuera más allá de los espiritual.

'Desnudo masculino sentado (Autorretrato)' - 1910

‘Desnudo masculino sentado (autorretrato)’ – 1910

2. Desnudo masculino sentado (autorretrato) (1910). Sólo un año después de sus trabajos influidos por Klimt, dio el salto hacia un estilo propio, con la decisión de abandonar para siempre la seguridad del secesionismo.

El cuerpo nervudo, amarillento y retorcido que representa al pintor es una manera novedosa y extrema de expresar la tensión. El cuadro es una de las primeras obras de las casi 100 en las que se autorretrató a lo largo de su vida.

Schiele utiliza expresiones faciales y posturas antinaturales, se distancia de la realidad visible para atacar al espectador con escenas perturbadoras que revelan la oscuridad del interior, los demonios personales. Su visión artística es el germen de los ejemplos más desgarradores y sinceros del posterior expresionismo.

La inestabilidad de una figura flotante y sin pies (el pintor deja claro con el trazo que no están por pintar, sino que sencillamente los ha eliminado) se junta a la inestabilidad sexual del pecho y los genitales, que no se muestran masculinos del todo.

'Vista en un sueño' (1911)

‘Vista en un sueño’ (1911)

3. Vista en un sueño (1911)

En 1911 se organizó la primera exposición de la obra de Schiele en solitario. A partir de ese año, el autor da rienda suelta a la sexualidad explícita. Además del desnudo femenino, ilustró en los siguientes años escenas de masturbación (considerada por la gran mayoría de la sociedad vienesa como una desviación, una especie de autoflagelación patológica que debía ser tratada) y lesbianismo, turbadoras para el espectador, que se enfrentaba a la violencia de aceptar las situaciones como posibles en la realidad.

Vista en un sueño (en alemán, Die Traum-Beschaute) es un título ambiguo: se puede referir a la visión voyeurista de una mujer soñando y actuando dormida de acuerdo a sus impulsos; también es posible que la figura sólo sea una visión onírica que ha experimentado el pintor. En todo caso, el espectador tiene la sensación de no haber sido invitado, de estar espiando un momento íntimo.

'Desnudo contrastado con telas de colores' (1911)

‘Desnudo contrastado con telas de colores’ (1911)

4. Desnudo contrastado con telas de colores (1911)

Uno de los tabúes que afrontó el artista fue el de los desnudos infantiles. En los pueblos de Krumao y Neulengbach, donde pretendió encontrar la libertad social que no tenía en Viena, retrató en su estudio a niños desnudos, algunos en posturas que destacaban la visión erótica de la preadolescencia.

Schiele vivía en Krumau con Wally Neuzil —su modelo y pareja—. Al rechazo de los habitantes de la aldea por aquella pareja que convivía sin estar casada, se unió el conocimiento de los lugareños de que en esa casa los niños (muchos de ellos delincuentes o de clase baja) pasaban demasiado tiempo. En el pueblo de Neulengbach al que se trasladaron pasó lo mismo, esta vez con demanda judicial de por medio.

Lo acusaron de abuso y rapto de menores y cuando la policía entró en el estudio confiscó más de cien dibujos que consideraron pornográficos. En el juicio se levantaron los cargos por abusos y rapto, pero el artista fue declarado culpable por exhibir dibujos eróticos en un lugar accesible a los niños. El juez en persona quemó con una vela una de las obras confiscadas. La pena fue mínima. Schiele pasó 21 días detenido antes del proceso y tres días más en la cárcel, pero el artista quedó traumatizado por la experiencia y creó 12 trágicas pinturas en aquellos días.

'La muerte y la doncella' (1915)

‘La muerte y la doncella’ (1915)

5. La muerte y la doncella (1915)

Schielle había conocido a Edith Harms, que vivía con su familia frente al estudio del pintor, en el suburbio austriaco de Hietzing. Había decidido casarse con ella y conservar algo más que una relación artística con Wally Neuzil, su fiel modelo. Ella rechazó la idea y nunca más volvió a ver al artista, que refleja el trauma de la separación en La muerte y la doncella.

La mujer parece ser Wally y la figura masculina, él, con expresión de terror, una personificación de la culpa y del dolor que ha sido capaz de provocar a alguien en quien confiaba. Neuzil murió en 1917 de escarlatina, una de esas enfermedades fácilmente tratables con antibioticos, pero que entonces causaban la muerte.

En el cuadro, son inevitables los ecos de Klimt (con una composición similar al famoso Beso) y a Transfiguración (1914), del también austriaco y coetáneo de Schiele Oskar Kokoshka.

'Abrazo (Amantes II)'

‘Abrazo (Amantes II)’

6. Abrazo (Amantes II) (1917)

Lo más notable de este óleo es el sentido de unión de las figuras. El artista siempre ilustró las figuras de amantes como desafiándose entre sí, creando una contradictoria tensión en el amor. Tal vez la estabilidad sentimental del matrimonio cambiara el punto de vista de Schiele.

La musculatura del hombre es casi canónica y deja de lado la fibrosidad rígida y enfermiza de las obras de anteriores. El pintor tampoco se recrea en la crudeza de los genitales ni en la sexualidad ambigua de los modelos: Abrazo representa la superación de la ansiedad sexual de Schiele.

'La familia' (1918)

‘La familia’ (1918)

7. La familia (1918)

La armonía emocional de los trabajos finales hace de La familia (el último gran cuadro de Schiele) una obra que imagina el futuro del matrimonio, a pesar de que el hombre sea el artista pero la mujer no se corresponda con Edith.

Salvo por detalles anatómicos inexactos y la ausencia de pies de la mujer, la obra es realista. A pesar del sentimentalismo autobiográfico (la mujer se Schiele esperaba un hijo) los personajes están aislados unos de otros, no interactúan y se mezclan con el confuso fondo que —se supone— representa la intimidad del hogar.

Era ya un autor de éxito. Klimt había muerto ese mismo año y Schiele se erigió como el gran artista austriaco del momento. Su participación en la I Guerra Mundial había sido burocrática y no lo habían enviado al frente. En los últimos días de la contienda, Edith Schiele (embarazada de seis meses) contrajo la Gripe Española, una de las mayores epidemias de la historia de la humanidad, que diezmó la población del planeta de 1918 a 1920. El virus (que había terminado con el ya debilitado cuerpo de Klimt) la mató y, tres días más tarde, también falleció Schiele. Sus últimas obras fueron dibujos de su mujer en el lecho de muerte.

Helena Celdrán

Del ‘pedómano’ al ‘cerdo calculista’, seis prodigios de vodevil

Barracas de feria, circos, grandes teatros y cabarets… ¿Quién no se ha visto tentado por la anomalía, la destreza inusual, la visión del raro que nos hace sentir la tranquilidad de ser supuestamente corrientes?

A lo largo de la historia se han subido a la tarima, expuestos a las miradas de los demás, los personajes más excéntricos: intérpretes, artistas de vodevil y personajes relacionados con el espectáculo que quisieron ser importantes o terminaron trabajando de por vida en un circo por una limitación física vista como espectáculo por la cruel sociedad del siglo XIX, época dorada de la curiosidad malsana por la deformación.

Le pétomane ('El pedómano')

Le Pétomane (El Pedómano)

Algunos se inventaron un personaje por falta de talento, otros desarrollaron una habilidad física aparentemente tonta o una destreza que los consumió, los hay que supieron aprovechar un impedimento para poder sobrevivir. Esta semana reunimos en la sección Cotilleando a… a media docena de personajes de vodevil, todos añejos. Algunos fueron desgraciados o se entregaron con intensidad a un solo fin que acabó con ellos. Todos demandaron la atención de los normales y el reconfortante aplauso final:

1. Le Pétomane (El Pedómano). Con 30 años se convirtió en una de las estrellas del legendario Moulin Rouge de París. Por cada espectáculo el cabaret le pagaba, en 1892, 20.000 francos (3.050 euros). Le Pétomane (El Pedómano) era el cómico francés Joseph Pujol (1857-1945), un hombre con un control absoluto del ano que podía interpretar La Marsellesa con flatulencias. En sus números incluía versiones de temas como la canción napolitana O Sole Mio, apagaba velas a una distancia de varios metros, se convertía en una ocarina humana con la ayuda de un tubo de goma, imitaba tormentas, terremotos, sonidos de animales, instrumentos musicales… En realidad, no eran gases lo que el prodigio de la comedia emitía: al tener un esfínter elástico, era capaz de inhalar aire con el ano y luego soltarlo. A verlo acudieron incluso personalidades de la nobleza como el rey Eduardo VII de Inglaterra cuando era todavía príncipe de Gales o Sigmund Freud, a quien el espectáculo seguramente dio mucho que pensar). No se conservan grabaciones de las proezas de Pujol, aunque hubo varios imitadores, como un tal Mr. Lefires, del que sí hay documentos sonoros. Tras años de éxito, El Pedómano volvió a su Marsella natal asustado por el estallido de la I Guerra Mundial. Trabajó en la panadería que regentaba antes de saltar a la fama y abrió una fábrica de galletas en la ciudad de Tolón, también en la Costa Azul.

'Oofty Goofty', 'El hombre salvaje de Borneo'

'Oofty Goofty'

2. Oofty Goofty. Poco se sabe de la efímera trayectoria de este pseudo-troglodita también llamado El hombre salvaje de Borneo, que actuó en las ferias de San Francisco (California) a finales del siglo XIX. Parece ser que llegó desde Alemania a Estados Unidos como polizón en un barco. Otras versiones apuntan que fue un soldado berlinés que huyó de Alemania tras desertar. El misterioso personaje aparecía en escena metido en una jaula y con el cuerpo cubierto de una mezcla de alquitrán y pelo de caballo que le daba un aspecto primitivo. El público pagaba por ver al supuesto ser exótico y le daban entre los barrotes carne cruda: él la devoraba con ansia mientras gritaba «¡Oofty Goofty!». Hay versiones que afirman que el alquitrán no permitía que su piel transpirara, se puso enfermo y tuvo que cambiar de estrategia para ganarse el pan. Descubrió tras un incidente que no sentía dolor físico cuando lo golpeaban y se dedicó a recorrer la ciudad de San Francisco con un bate de béisbol en la mano, animando a los transeúntes a que le pegaran con el bate a cambio de un cuarto de dólar. También aceptaba patadas por menos dinero. El escritor y periodista estadounidense Herbert Asbury (1889-1963), que investigó al desdichado personaje, le siguió la pista y descubrió que el boxeador John L. Sullivan le fracturó tres vértebras causándole una cojera. Parece que Oofty Goofty murió pocos años después.

Charles Tripp

Charles Tripp

3. La maravilla sin brazos se convirtió en una de las figuras del espectáculo más populares de Canadá a finales del siglo XIX. Charles Tripp (1855-1930) era un caballero bien vestido que había nacido sin extremidades superiores y aprendió a utilizar los pies con destreza. En la adolescencia se convirtió en el cabeza de familia, manteniendo a su madre y su hermana con labores de carpintería y caligrafía. Tripp fue contratado por una feria ambulante en Nueva York: sólo tuvo que mostrar al cazatalentos cómo era capaz de peinarse, doblar su ropa y ponerse los calcetines sólo con las piernas. En sus espectáculos, con los que ganaba 200 dólares (unos 152 euros), mostraba sus destrezas como carpintero y calígrafo, hacía fotos, se afeitaba, dibujaba retratos y cortaba papel. Por un extra, firmaba fotos promocionales. Solía posar con otra estrella del elenco: Eli Bowen, un hombre que carecía de piernas y cuyos pies salían de la pelvis.

Hadji Alí regurgitando agua

Hadji Alí regurgitando agua

4. Hadji Alí, El Regurgitador. Bebía cantidades ingentes de agua y luego la expulsaba en un chorro de varios metros. Además, era capaz de tragar avellanas para luego regurgitarlas intactas y en cadena. El momento estrella de su número llegaba cuando tragaba agua y a continuación queroseno: dirigía el líquido inflamable que le salía de la boca hacia una pequeña casa de muñecas de madera. Después, sin ingerir nada, el agua le manaba de la garganta para apagar el incendio. El espectáculo quedó registrado en Politiquerías (James W. Horne, 1931), una película sonora protagonizada por El gordo y El Flaco y rodada en español. Hadji Alí nació en Egipto, no se sabe con certeza en qué año de finales del siglo XIX. Ya en la niñez descubrió su destreza para almacenar y después expulsar agua y comenzó a los 15 años a dar shows. En El Cairo un hombre de negocios italiano lo contrató para dar una gira por Europa. Según cuenta el propio Alí, actuó en 1914 para el zar Nicolás II de Rusia, que lo obsequió con una condecoración. Pronto El Regurgitador llegó a Estados Unidos y obtuvo un éxito discreto pero constante con sus actuaciones, que despertaban el interés de doctores y científicos. Murió en Inglaterra a causa de una insuficiencia cardiaca derivada de una neumonía en el año 1937.

Mabel Stark con Rajah, su tigre preferido

Mabel Stark con Rajah, su tigre favorito

5. La domadora de tigres estadounidense Mabel Stark (1889-1968) era anunciada en los años veinte como la primera mujer amaestradora de fieras. Tras ser enfermera y bailarina, comenzó a trabajar en un circo de Culver City (California) como amazona. Pronto mostró un interés desmedido por los felinos y en 1916 ya tenía su propio número de tigres. Entre ellos estaba Rajah, un ejemplar enfermo que ella había cuidado hasta que el felino se recuperó. Era su favorito: con él preparó un acto en el que luchaban, el tigre vivía en el apartamento de Stark y salían con frecuencia a jugar a la playa. Se convirtió en una sensación en 1922 con su espectáculo de seis felinos, cinco tigres y una pantera. Unos años después sufrió el primer ataque de las fieras. La domadora perdió el equilibrio y los animales se abalanzaron sobre ella hiriéndola gravemente. Hubo que darle cientos de puntos. Sufrió por lo menos dos ataques más y en uno de ellos casi perdió el brazo. Pero Stark siguió con su carrera, llegando a tener 18 grandes felinos sobre la pista. En 1968, tras recorrer medio mundo en diferentes circos y a los 78 años, se unió al Jungleland de California, un parque temático en la ciudad de Thousand Oaks, que al poco tiempo cambió de dueño. El empresario decidió despedir a Stark, poco después uno de los tigres se escapó y los encargados lo mataron de un disparo. Tal vez el suceso fue el detonante para que la veterana domadora se suicidara con una sobredosis de barbitúricos.

Bisset y el cerdo Toby

Bisset y el prodigioso cerdo Toby

6. El cerdo calculista. He dejado para el final al único protagonista animal de esta selección. Cuando supe de la existencia de Toby pensé al principio que aquello era un bulo, pero incluso hay testimonios escritos de la época que atestiguan que todo, por increíble que suene, es verdad: ese cerdo era un portento. En 1782 un zapatero escocés llamado Samuel Bisset, aficionado a amaestrar animales, compró en Dublín un lechón con el objetivo de enseñarle trucos. Ya lo había conseguido con caballos, perros, pájaros, tortugas, gatos, pavos, liebres… No había animal que se le resistiera. Le habían dicho sin embargo que el cerdo era especialmente dificil. Toby fue un reto para él: tras más de seis meses apenas había conseguido nada, pero insistiendo casi durante año y medio logró que se volviera dócil y aprendiera. Sabía realizar operaciones matemáticas como resolver ecuaciones, deletrear señalando fichas de cartón con letras, decir la hora y distinguir entre las personas casadas y solteras que acudían al espectáculo. Incluso se agachaba rindiendo pleitesía a Bisset, que no parecía haber utilizado técnicas violentas para instruirlo. El amaestrador se llevó a la mascota de gira y causaron sensación en Inglaterra. Todo iba sobre ruedas hasta que el Bisset recibió una grave paliza. Hay varias versiones sobre el ataque y todas llevan a la muerte del dueño de Toby a consecuencia del ataque. El animal, huérfano, pasó a manos de un negociante que siguió sacándole partido. La fama del cerdo calculista fue comentada por los periódicos e intelectuales de la época y hasta el escritor y visionario William Blake  lo cita en un poema.

Helena Celdrán

Gustav Klimt, un pintor enganchado a sus musas

'Danae' (1907-8)

'Danaë' (1907-8)

Gustav Klimt (1862-1918) sabía mostrar en un solo cuadro el espíritu del esplendor que vivía Austria en 1900, pero renunció a ser un mero cronista de lo que el escritor austriaco Stefan Zweig llamó «la edad de oro de la seguridad burguesa».

No quiso saber nada de la fama oficialista y se entregó a las mujeres de sus pinturas, hechizadoras e irresistibles, ideales de femme fatale, pero con alma de ménades, de seres míticos ligados al placer y al exceso. Los hombres, en un plano secundario, no podían más que someterse a ellas, las dueñas de la escena.

La sociedad austrohúngara vivía en la armonía absoluta, un esplendor adormecido con manifestaciones artísticas tan correctas como bellas, siempre acordes con el historicismo. La obligada contención femenina era un reflejo más de la represión sexual de los vieneses, un caldo de cultivo ideal para Sigmund Freud, que desarrolló en esos años sus teorías sexuales sobre el origen de las neurosis.

'El beso' (1908), la obra cumbre de la 'etapa dorada' de Klimt

'El beso' (1908), la obra cumbre de la 'etapa dorada' de Klimt

Dando un paso más, Klimt se atrevió a mostrar la superioridad erótica de la mujer con el simbolismo sensual, las expresiones de descaro, los dorados y los motivos geométricos de las vestimentas y los tocados de sus personajes.

Dedicamos el Cotilleando a… de esta semana al pintor austriaco Gustav Klimt, de cuyo nacimiento se cumplen en 2012 150 años.

1. Nació en un suburbio de Viena, su padre era grabador de oro y su madre una cantante de ópera sin éxito. Era el segundo de siete hermanos (cuatro chicas y tres chicos) que vivían con apreturas económicas en casas cada vez más pequeñas. Cuando Gustav tenía 14 años los tres hermanos varones de la familia fueron admitidos en la Escuela de Artes y Oficios de Viena. Allí aprendieron a fabricar sus propios pigmentos para pintar, a confeccionar mosaicos y a trabajar metales. También descubrieron influencias artísticas en la cerámica griega, los relieves asirios, el arte egipcio y el folclore eslavo.

El interior del Burgtheater (1888), una de las obras tempranas de Klimt

El interior del Burgtheater (1888), una de las obras tempranas de Klimt

2. Junto a sus hermanos tuvo varios encargos para edificios públicos, como los frescos de la bóveda central del Burgtheater de Viena. Pintaban en el estilo predominante de la época, hiperrealista e historicista. Klimt siempre destacó la importancia de esta fase en el desarrollo de su lenguaje propio: el academicismo le permitió buscar una síntesis de los grandes maestros mientras comenzaba a introducir poco a poco elementos simbolistas.

3. En 1897 comenzó a dejar de ser complaciente. Fundó junto con otros artistas austriacos la Wiener Secession (Secesión de Viena), un movimiento artístico que correspondía al modernismo europeo y que se desvinculaba de la Asociación de Artistas oficial. Pronto fueron protagonistas de la producción artística más llamativa y refinada de Austria con cuadros, edificios, murales e incluso diseño de muebles y ropa.

Detalle de 'Goldfish'

Detalle de 'Goldfish'

4. Nuda Veritas (1899) contiene una cita reveladora del célebre escritor alemán Friedrich Schiller que Klimt añadió como preludio al cambio que iban a sufrir sus cuadros: «Si no puedes complacer a todos con tu arte, complace a unos pocos. Complacer a muchos es malo». El pintor, que hasta entonces había cultivado el estilo hiperrealista de sus comienzos -basado en el de su maestro Hans Makart– se liberó del esclavismo de la crítica.

5. El descubrimiento público de este cambio vino en forma de escándalo. Klimt trabajaba en un encargo del Ministerio de Educación y Cultura de Austria para decorar el vestíbulo principal de la Universidad. Al ser un pintor de confianza al que se le habían encargado ya tareas de gran importancia, quedaron en sus manos la facultad de Filosofía, la de Derecho y la de Medicina: todas provocaron un escándalo en el momento de su inauguración. El suceso llegó al congreso y decidieron por votación acusarlo de «pornografía» y «excesiva perversión». Quisieron trasladar las polémicas pinturas a la Galería de Arte Moderno y el pintor se negó, comprándole al gobierno sus propias obras en 1905. De los polémicos frescos sólo se conservan fotos y bocetos: terminaron destruidos por los nazis en 1945.

Emilie Flöge y Gustav Klimt en Attersee

Emilie Flöge y Gustav Klimt en Attersee

6. El revuelo social sólo sirvió para encender en el pintor una llama de disconformidad. Se desvinculó totalmente de los encargos públicos y desde ese momento sólo se mantuvo con los privados y las ventas de sus obras a la élite, que veía al artista con el carisma de la rebeldía. De este momento de ruptura es Goldfish (1901-1902), también llamada A mis críticos, una burla a la mojigatería austriaca que muestra a una chica pelirroja enseñando con impunidad el trasero en espera de la ofensa del espectador.

7. En su vida privada iba ataviado con sandalias y túnica, abogando por el atuendo informal para los hombres. Hay numerosas fotos de Klimt con su eterna compañera Emilie Flöge en sus anuales vacaciones en el lago, en Attersee (lugar del que el pintor hizo numerosos paisajes). Ella también lleva una túnica inspirada en los principios liberadores del pensamiento modernista, contrario a la opresión del corsé para moldear la figura femenina.

'Judith I' (1901)

'Judith I' (1901)

8. De 1901 es también el famoso cuadro Judith I, el primero en el que el pintor utiliza pan de oro. La Judith de Klimt sujeta la cabeza del general Holofernes, que ella misma embelesó para decapitarlo después y proteger así al pueblo de Israel de la invasión del ejército de Babilonia. Pero está claro que el pintor no tenía la historia bíblica en la cabeza, sino una perversión masoquista que hace al hombre caer muerto ante el poder sexual de la mujer, al estilo de la versión de Salomé que el escritor irlandés Oscar Wilde había convertido en obra de teatro en 1893. La modelo era Adele Bloch-Bauer, una dama de sociedad de una rica familia de banqueros que fue su amante y por la que sentía tanto fascinación como miedo. El escritor y crítico Ludwig Hevesi definió Judith I como «un veneno concentrado como el que se guardaba dentro de los recipientes antiguos más preciosos».

9. Siempre vivió en el mismo apartamento, con su madre y dos de sus hermanas. Se consideraba una persona «poco interesante» y en apariencia su rutina era poco llamativa. La visión hogareña que da de él una de sus hermanas contrasta con la certeza de que Klimt se obsesionaba artísticamente con todas las mujeres que posaban para él y acababa teniendo aventuras con muchas de ellas. «Yo mismo no tengo claras mis relaciones. Lo único que sé con certeza es que soy un pobre idiota», decía en una tormentosa carta a un amigo.

Mizzi Zimmermann

Mizzi Zimmermann

10. En la otra cara de la moneda está su íntima amistad con Emilie Flöge -a la que retrató cuatro veces- diseñadora y cara habitual de la bohemia vienesa. Emilie -humana, cariñosa y profundamente respetuosa con el poder creativo de Gustav- se resignó a ser la eterna compañera de un hombre que era incapaz de comprometerse y con el que, por lo visto, sólo tuvo una relación platónica, mientras el artista protagonizó múltiples escarceos amorosos con sus retratadas, muchas de ellas damas de la alta sociedad, e incluso tuvo varios hijos con ellas. Tras la muerte de Klimt hubo 14 demandas de pensiones alimenticias. Sólo tres de esos posibles 14 hijos fueron reconocidos. Uno era hijo de Maria Ucicka, una lavandera de Praga que posó para él. Mizzi Zimmermann era madre de los otros dos.

11. Zimmermann, bella modelo y amante del artista, inspiró embarazada del segundo hijo que tenía con Klimt el cuadro Hope I (1903). El embarazo, tema tabú durante siglos en la historia del arte, nunca se había retratado con tanto realismo. Mizzi dio a luz ese mismo año a Otto, un niño que murió repentinamente cuando tenía poco más de un año. El dolido padre retrató a su hijo muerto en un boceto y el suceso transformó el cuadro, al que añadió figuras oscuras en el fondo, representativas de la enfermedad y la desgracia, aguardando al retoño.

12. En febrero de 1918 sufrió un ataque que le paralizó la parte derecha del cuerpo: ya no podía pintar. En el hospital sólo requería la continua presencia de Emilie Flöge y detestaba que cualquier mujer pudiera verlo en un estado tan frágil y deplorable. Ese mismo mes, cuando Viena estaba sumida en una epidemia de gripe, sufrió una neumonía que lo mató.

Helena Celdrán

La ruta pintoresca de los tóxicos

"A perturbed young woman fast asleep" - J.P. Simon, 1810

"A perturbed young woman fast asleep" - J.P. Simon, 1810

Las drogas son un camino a ninguna parte, pero al menos son la ruta pintoresca.

Todos, en algún momento, necesitamos un diablo sobre nuestro pecho perturbado.

No somos tan infinitos como Bill Clinton («probé la marihuana una vez, pero no tragué el humo«). Nos hace falta la pastilla, la copa, la dosis, la calada, el tiro…

¿Para qué? Para no partirle la cara al vecino, para no morder el polvo de la vulgaridad, para no testificar la diaria derrota, para no aburrirnos de nosotros mismos.

A veces nos recetan, a veces nos recetamos, pero siempre pagamos. El importe puede salir de una cuenta corriente, hurtarse a la familia o los amigos o ser subvencionado por la Seguridad Social. A la droga le da igual. Es inmutable a los mercados.

Esta semana dedicamos nuestro Cotilleando a… a esos amigos complacientes, a los edredones naturales o químicos que nos protegen del frío espiritual, a los venenos que endulzan la cicuta de la vida, a los tóxicos que nos contaminan porque se lo pedimos.

Contemos algunas públicas virtudes y pecados privados sobre drogas y dependencias.

1. El primer speedball letal de la historia. Se lo inyectó el médico y sicólogo austriaco Ernest von Fleischl en octubre de 1891. Había sido morfinómano y heroinómano durante años para calmar los dolores que le quedaron como secuela de una amputación de un dedo. Su admirado Sigmund Freud (sí, ese Freud) le recomendó que se pasase a la cocaína. Al coleguita le fue fatal y, en un intento de calmar la tortura del dolor, inventó el speedball (cocaína + heroína). Calculó mal las proporciones y se le paró el corazón. Tenía 45 años.

Maria Callas (1923-1977)

Maria Callas (1923-1977)

2. Tenias y Quaaludes. La diva triste María Callas no tuvo reparos en asociarse con un pasajero intestinal para perder los kilos que le sobraban (llegó a pesar cien en su juventud) y le afectaban la voz. La tenia hizo bien su trabajo y la cantante adelgazó, pero el blues, el gran parásito, creció al mismo ritmo que el gusano. Para combatir la negra sombra de la pena, la Callas se empachaba en la decadente soledad de su mansión parisina de metacuaolona, un hipnótico que te hace sentir como la corriente del Danubio. Comercializado como Quaaludes, Ludex, Mandrax o -a veces los vendedores son poetas- Sopor, también era muy apreciado por los hippies desencantados por las flores muertas. María Callas expiró en 1977, a los 55. Los forenses fueron benévolos con el mito y escribieron «causas desconocidas» en el certificado de defunción. Había una nota cerca del cadáver, una cita de la ópera La Gioconda: «En estos momentos de orgullo».

3. La luz de la cerveza (y el hedor). Era mal escritor, pero al menos sabía vivir (no como otros, que brincan de conferencia en conferencia, de gran almacén en gran almacén, de caseta en caseta). Charles Bukowski reducía su hábitat al territorio anal. Se definió en un poema: «un admirador de los calientes y jóvenes y no usados ya más afligidos culos de las mexicanas». Se explayó en una entrevista: «No hay nada tan glorioso como una buena cagada de cerveza. Me refiero a la de haber bedido veinte o venticinco cervezas la noche anterior. El aroma de una cagada de cerveza así se extiende y permanece durante una buena hora y media. Te hace sentir realmente vivo». Pese a las predicciones de todos sus amigotes, Hank murió a los 67 74. No de cirrosis, sino de leucemia. Su lápida dice: «No lo intentes».

4. Gula VIII de Inglaterra. Jonathan Rhys-Meyers es a Enrique VIII lo que Mariano Rajoy a Jimi Hendrix. El monarca elevado a sex symbol por la serie de televisión Los Tudor era un glotón impenitente de obesidad casi mórbida. Aunque no hay constancia de cuánto llegó a pesar, sus trajes y armaduras permiten calcular que andaba por los 120 kilos cuando la palmó (1547) a los 55 años. Teniendo en cuenta que medía 1,60 ya se pueden hacer una idea: Su Majestad Bolita. Su droga favorita no era el sexo, que practicaba con regia promiscuidad para garantizarse descendientes, sino la manduca. Las cenas de palacio tenían 16 platos y 10 postres (entre 10 y 20.000 calorías). Duraban no menos de tres horas y los invitados estaban obligados a la estricta observancia de dos reglas de protocolo: acabar toda la comida y carcajearse a mandibula grasienta con los chistes soeces de Enrique.

Amadeo Modigliani (1884-1920)

Amedeo Modigliani (1884-1920)

5. Éter, absenta, hachís y burdeles. No toleró un sólo minuto de su escueta vida adulta sin estar colocado. El pintor Amedeo Modigliani comenzó a darle duro al hachís y el alcohol en los burdeles de Venecia, que frecuentaba en la tardo adolescencia buscando sexo y modelos para sus cuadros. Andrajoso y genial, llevó una vida que los moralistas juzgarían como desastrosa. Pintó ardientes cuadros de desordenada perspectiva, expuso sólo una vez, esculpió con piedras que los amigos recogían en las calles y cultivó el desorden con ordenada eficacia. Se enganchó al éter y, sobre todo, a la verde disciplina de la absenta. Murió de una meningitis tuberculosa. Horas después del hallazgo del cadáver, su mujer y modelo, Jeanne Hébuterne, embarazada de nueve meses del segundo hijo de la pareja, se tiró de un quinto piso. La familia de ella tardó diez años en permitir que la enterrasen al lado del pintor. Uno de los cuadros de Modigliani se subastó hace pocos meses por casi 49 millones de euros. La cantidad daría para mucha absenta.

6. La tiniebla más profunda. Una ley turca del siglo XVI establecía que una mujer puede divorciarse de su esposo si éste no llegaba a proporcionarle una dosis diaria de café. Más o menos en la misma época, los asesores del Papa Clemente VIII le aconsejaron prohibir el café, recién llegado a Europa, porque representaba una amenaza de los infieles. Después de haberlo probado, el pontífice bautizó la nueva bebida, declarando que sería una lástima dejar sólo a sus infieles el placer del café. Se estima que aproximadamente 501 billones de tazas de café se consumen anualmente el mundo. Tantos fans no podemos estar equivocados: viertan en el desagüe el agua manchada con té y entréguense a la honda tiniebla del café. Honoré de Balzac escribió sus cien novelas empujado por el café. Sólo establecía dos condiciones para coger la pluma: un cuarto y una cafetera. Con esos compañeros era capaz de alargar la vigilia hasta 48 horas. Sigan su ejemplo. Un tipo que escribió que «detrás de cada gran fortuna hay un delito» no podía estar equivocado.

William Faulkner (1867-1962)

William Faulkner (1867-1962)

7. De un trago. «Soy una mala persona. Voy a irme al infierno y no me importa. Prefiero estar en el infierno antes que estar donde estás tú». William Faulkner sabía en qué lado de la vía de tren prefería situarse. Bebió todo el bourbon que pudo y, aunque luchó para dejar la dependencia (se sometió a electrochoques), nunca lo consiguió. Al infierno que deseaba no lo llevó la botella, sino la caída de un caballo y las complicaciones derivadas del accidente. A su tumba acuden bastantes peregrinos con una botella de bourbon. La ceremonia establece que la mitad debe arrojarse sobre la tierra donde yace el escritor y la otra mitad debe ser ingerida por el visitante. De un solo trago.

8. Un tripi para pasar al otro lado. En su lecho de muerte, sometido al padecimiento de un cáncer de laringe que le impedía hablar, Aldous Huxley le pasó una nota a su mujer:  «LSD, 100 µg, intramuscular». A los pocos minutos el escritor (que lo probó todo para percibir mejor y más) murió en un viaje de ácido. Tenía 69 años y su fallecimiento pasó desapercibido porque pocas horas antes habían asesinado a John F. Kennedy.

9. «Llega una gran oscuridad». Unos días antes de morir, Emily Dickinson pronunció esta frase antes de desvanecerse en la cocina de la casa en la que vivió en casi absoluta reclusión voluntaria durante 56 años. Su vida, trastornada por la compulsión y la agorafobia, fue tratada por los médicos con la torpeza habitual: le administraron laxantes y diuréticos de forma masiva. La verdadera droga de Emily estaba bajo su cama: más de 700 poemas. Era una workaholic: si no escribía, nada tenía sentido. Su hermana descubrió 40 volúmenes de poesía encuadernados a mano cuando recogía el cuarto de la muerta. Dos versos bastan para comprender su grandeza: sería más fácil fallecer con la tierra a la vista, / que conquistar mi azul península.

Béla Lugosi (1882-1956)

Béla Lugosi (1882-1956)

10. Drácula en la feria del pueblo. El actor Béla Lugosi terminó haciendo el payaso en barracas de ferias ambulantes. Aparecía vestido de vampiro, enseñaba los colmillos de plástico y asustaba a algunos niños que aún no habían nacido cuando se estrenó Drácula (1931). Rechazado por Hollywood porque era incapaz de memorizar los guiones, el mejor intérprete del mito necesitaba sangre blanca: morfina, metadona y analgésicos. Le enterraron con la capa puesta.

Ánxel Grove