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Facebook acaba de inventar una nueva perversión sexual: la ‘venusfilia’

Denuncian que Facebook censuró una fotografía de la Venus de Willendorf por su alto voltaje sexual. De confirmarse este hecho, acaban de descubrirnos una nueva parafilia o perversión: la venusfilia, la insana atracción por las estatuillas prehistóricas.

Fue esculpida en la Edad de Piedra, hace unos 30.000 años, un libertinaje que escapa a los cánones de belleza.

 

Venus de Willendorf MatthiasKabel. Wikimedia Commons.

Venus de Willendorf. MatthiasKabel. Wikimedia Commons.

Algunos dirán que está gorda, otros que no tiene brazos (aunque disimulados orbiten sobre los pechos planetarios). Que no tiene rostro. Que es fea… Un venusfílico en cambio la llamará su hermosura, venusita, jamoncita, cálido granito.

Satisface este individuo sus peores instintos: ama los senos inmensos, las caderas mayúsculas, los pies pequeños. Le excitan los abdómenes titánicos, las vulvas, nalgas y mamas extremas… pero solo si son de piedra.

En las catacumbas del porno, tan dadas a las etiquetas infames, llaman MILF a una mujer madura que excita a los hombres. ¿Cómo etiquetarán esta perversión?

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Archivo en línea de ‘Eros’, la revista que Robert Kennedy quiso prohibir en 1962

Portadas de los cuatro ejemplares de 'Eros'

Portadas de los cuatro ejemplares de ‘Eros’

Buen momento para disfrutar —verbo muy adecuado para el caso: hablamos de sexualidad y placer— de las capacidades de almacenaje de internet de material gráfico e impreso solo disponible, en caso contrario, para quienes tengan a mano una buena hemeroteca pública, circustancia nada frecuente a estas alturas de muerte del papel.

Si hace unos días hablamos del nuevo archivo online de la revista Performance, una deliciosa locura arty del underground británico, hoy toca dar cuenta de la digitalización de Eros, publicación trimestral estadounidense que intentó proponer la revolución sexual y defenderla nada menos que en 1962, cuando el placer era todavía un tabú excepto en las zonas en sombra del delito potencial o en las muy altas y siempre protegidas esferas del poder.

El editor de este ejemplo de elegancia, libertad de prensa y nula pacatería era Ralph Ginzburg (1929-2006) —del que también hablamos en el blog en la entrada La única revista hippie en la que el diseño importaba [sobre la digitalización de Avant Garde, que editó catorce ejemplares entre 1968 y 1971]—, un intelectual de los de antes, de cuerpo y alma, sin miedo a la represión, defensor de sus colaboradores, de amplísima cultura, mayor bondad, nulo retorcimiento y adalid verdadero y sin disfraz para quedar bien en la foto de la libre opinión, un derecho que no otorgan los poderes sino la vida misma.

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El cine de Scorsese, desmenuzado en seis vídeo ensayos

Cartel alternativo de 'Uno de los nuestros' - Matthew Durkin - www.behance.net/durkinsdesigns

Cartel alternativo de ‘Uno de los nuestros’ – Matthew Durkin – www.behance.net/durkinsdesigns

“Para mí ser un gánster es mejor que ser presidente de los EE UU”. La frase casi inicial —la inicial es: «Según creo recordar siempre quise ser un gánster»— de Uno de los nuestros (1990), pronunciada en off por Henry Hill, el irlandés que sueña con ser goodfella’, tiene la rebeldía y la inocencia de una proclama revolucionaria. Ahora que un cliente potencial de barra americana habita la Casa Blanca, suena también a acertada profecía.

Martin Marcantonio Luciano Scorsese —el nombre previene sobre la ascendencia familiar, en la honorable Palermo siciliana, donde es obligado ser ferviente en el catolicismo y aún más cumplidor en el culto al linaje— llega a los 75 años en 2017. Falta bastante: el cumpleaños es el 17 de noviembre, pero quiero ser un early bird en el oratorio: el mundo sería mucho menos elocuente y bastante más tedioso sin Marty entre nosotros. Lee el resto de la entrada »

El ‘escritor más peligroso de los EE UU’ publica una novela con gifs animados

Dennis Cooper

Dennis Cooper

Dicen de Dennis Cooper (Pasadena, 1953) que se trata del «escritor más peligroso de los EE UU«.

La verdad es que lo dijeron hace ya bastante, en concreto en 2000, cuando el naciente siglo de la realidad líquida y los vaivenes emocionales entendidos como forma inteligente de comportamiento buscaban cronistas. Cooper era entonces un escritor que hablaba de chaperos, sadismo y otras confesiones sucias o podridas sobre la violencia, el cuerpo, la represión, la muerte, la degradación, la ternura… Es difícil encontrar temas nuevos.

Una de las opiniones de Cooper, la al parecer tan inmencionable como incorrectísima de considerar al matrimonio homosexual un «fracaso social», ha puesto al escritor en situación de verdadero riesgo, ya que algunos gay intolerantes anuncian que un día de estos matarán al autor, que, por cierto, es gay, como puede comprobarse en algunas de sus novelas más vivenciales, sobre todo Cacheo, la crónica de un joven fascinado con el asesinato, y la muy explícita Chaperos,  sobre el encuentro entre un joven escort y un cliente con el que desarrolla una metaficción marcada por la pornografía, las mentiras, las medias verdades y la mitomanía.

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Porcelanas ‘repulsivas’ que sin embargo necesitas tocar

'Luba' - Jason Briggs

‘Luba’ – Jason Briggs

Carne de gallina, arrugas, redondeces, pliegos, apéndices, lunares, vello… Aunque las esculturas sean masas irreconocibles, cada elemento que representa resulta familiar, evoca una anatomía. Son visiones tan repulsivas como atrayentes, la primera reacción tal vez sea acercar la mano; la segunda, poner una mueca de disgusto.

Jason Briggs reconoce su enganche con el tacto y embauca al espectador para que sienta la misma «compulsión por tocar» las obras. «Más allá de las inspiraciones externas está ese impulso básico, primario. Reconozco —y actuo en consecuencia— mi profundo deseo de apretar, dar, estrujar, acariciar y pellizcar. Quiero que mis piezas provoquen una tentación similar».

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Félicien Rops, el pintor de los ‘placeres brutales’

"El calvario" (de "Las satánicas") - Félicien Rops

«El calvario» (de «Las satánicas») – Félicien Rops, 1882 (Dominio público)

La bestial seducción y el triunfo de Satán, crucificado pero no sufriente, erecto, ciñendo el sudario negro sobre el cuello de la mujer, también crucificada y en éxtasis…

La obra fue pintada en 1882 por Félicien Rops, que tenía entonces 49 años, había participado en varios duelos por asuntos de honor; soportado la censura en Francia, donde le llamaron «marrano»; conocido e intimado con algunos de los más lúcidos —por conversos de la creencia de que toda luz ha de ser oscura— intelectuales y artistas de su tiempo; tirado por la borda un matrimonio; malgastado sin arrepentimiento una fortuna y optado por vivir en santa trinidad con dos hermanas,  Aurélie y Léontine Duluc…

No muy lejos de la fecha en que está datada la obra, Rops escribió:

Sólo hago lo que siento con mis nervios y lo que veo con mis ojos. Esa es toda mi teoría artística. Todavía tengo otra terquedad: querer pintar escenas y tipos de este siglo XIX, que me parece muy curioso y muy interesante.

Pertenecía a una corriente ninguneada por la crítica académica hasta nuestros días, el simbolismo, el retorno a la metáfora sagrada como única posibilidad de redención. Es tanta la saña que despertó y sigue despertando esta escuela de soñadores místicos que el más famoso de sus artistas, Edvard Munch —gran admirador de Rops—, es retirado del nomenclator para situarlo entre los expresionistas, mucho más académicos y menos equívocos, más artistas y menos seres humanos.

Rops había sido, casi es una evidencia dado el temario grueso y licencioso de sus obras, alumno de los jesuitas. Nacido en Namur (en la Bélgica valona), sobre la confluencia del Sambre y el Mosa, era hijo único y en casa entraba dinero suficiente: el padre era dueño de unos telares de calicó. Ofrecía estampados «en todos los colores del arco iris». El hijo siguió el patrón.

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Radiografía de Franz Kafka, la fiera que murió de hambre

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Concedamos el merecido privilegio del axioma de partida sobre Franz Kafka al cazador de mariposas Vladimir Nabokov:

Es el escritor alemán más grande de nuestro tiempo. A su lado, poetas como Rilke o novelistas como Thomas Mann son enanos o santos de escayola.

Sin discutir ni una letra de las líneas anteriores ni pretender el irracional y jactancioso propósito de añadir otra cosa que una ofrenda personal, me entrego a la cosecha de brotes kafkianos apoyándome en el centenario de la publicación de Die Verwandlung (1815), que en español solemos conocer como La metamorfosis.

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

1. El mejor redactor de informes de seguros. Kafka (1883-1924), el primer escritor moderno, acaso el único que todavía merece ser considerado moderno, tuvo entre 1908 y 1922 un empleo donde le entregaban un sueldo que, según el mismo afirmaba, le alcanzaba para «pagar el pan». Fue empleado de la aseguradora italiana Assicurazioni Generali y luego redactor de informes en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia.

Componía precisos memorandos —podemos imaginar cuan precisos— para que la compañía pagase o dejase de pagar indemnizaciones a trabajadores heridos en el ejercicio laboral.

Al final de la jornada, de ocho de la mañana a seis de la tarde, corría a casa de sus padres, cenaba frugalmente un apio y una zanahoria —era vegetariano— y dedicaba la noche entera a iluminar los caprichos de la tinta sobre el papel con las candelas de su mirada de golem con alma de hombre.

A veces sentía remordimientos por entregarse a una vida laboral adocenante, pero en ocasiones se mostraba indulgente y afirmaba que el trabajo libera al hombre «del sueño que lo deslumbra». Era incansable y nunca dejaba nada sin terminar o mal terminado.

"The Office Writings" - Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

«The Office Writings» – Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

2. ¿Inventor del casco de seguridad en el trabajo? Un libro publicado en inglés en 2008, Franz Kakfa: The Office Writings [se pueden leer extractos en Googlebooks], reunió por primera vez las prolijas evaluaciones que en horario de oficina caligrafiaba el menudo joven en cuyo interior, sin que ninguno de sus compañeros de trabajo lo sospechase, ardían todos los fuegos del infierno.

Kafka fue uno de los pioneros de la disciplina que hoy llamamos seguridad e higiene en el trabajo, que no estaba entonces regulada ni fiscalizada y que el empleado de la aseguradora consideraba necesario desarrollar para evitar los accidentes y las bajas.

La American Safety Society le concedió tres años seguidos (1910-1912) la medalla de oro por sus aportaciones a la especialidad y los desvelos que se tomaba para aconsejar medidas de protección para los obreros.

En una carta a uno de sus amigos, Kafka resumió con humor la tarea a la que se enfrentaba:

No tienes idea de lo ocupado que estoy… En los cuatro distritos que tengo a mi cargo (…) hay personas que caen de los andamios o dentro de las maquinarias… Es como si todos estuvieran borrachos, los tablones volcaran a la vez, los terraplenes se deslizaran y todo esté siempre patas arriba. Hasta las chicas de las fábricas de vajilla no dejan de volar escaleras abajo con montañas de loza… El dolor de cabeza por estos asuntos no me abandona.

En el libro Managin in the Next Society (2003), el analista Peter Drucker asegura que Kafka fue el inventor del casco rígido de seguridad para determinados oficios, pero nadie ha encontrado pruebas sobre la veracidad de la teoría.

De lo que sí ha quedado evidencia es que, de vez en cuando, el escritor redactaba artículos para el boletín de la aseguradora. Algunos —por ejemplo, una relación de indemnizaciones según el número de dedos mutilados— son dignos de aparecer en una antología de relatos.

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

3. «Ya no os como». Desde que cumplió 25 años, Kafka decidió no comer ningún tipo de carne animal o huevos de aves y sólo de vez en cuando se permitía unos sorbos de leche.

Durante una visita al acuario de Berlín se enfrentó a las peceras iluminadas y dijo en voz alta, hablando a los peces sin la menor afectación ni sentimentalismo:

Ahora al menos puedo miraros en paz. Ya no os como.

4. Freud, «un irremediable error». No encendía la calefacción en su dormitorio, solía mantener la ventana abierta, hacía media hora de gimnasia al día y, excepto en momentos de especial debilidad, nadaba desnudo unos kilómetros en el río varias veces por semana.

Era enclenque solamente en apariencia. Apenas dormía pero estaba habitado por una caldera que nadie apagaba. Nunca.

Algunas interpretaciones deducen que su obra literaria solo puede entenderse por el alma siempre calcinada del escritor —sus mejores amigos iban un poco más lejos y hablaban de «santidad»—.

Otros dicen que estaba colgado de mitos freudianos. Kafka se reiría de estos últimos. El psicoanálisis le parecía, según dejó escrito, «un irremediable error».

Ocho etapas de Kafka

Ocho etapas de Kafka

5. Deseo de ser indio. Algunos de los mejores relatos cortos de Kafka están relacionados con animales. Escribió sobre perros, ratones y caballos. Este texto se titula Deseo de ser indio:

Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las  riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

El sosegado y eficaz redactor diurno de informes de accidentes laborales se convertía, en las garras del insomnio, en un feroz aullador.

El vegetarianismo, la calistenia que practicaba en desnudez ante la ventana abierta al abismo tembloroso de Praga, las brazadas en el río…, nada de aquella sanitaria agenda lograba apagar el horno que anidaba en el pecho.

6. Autómata insomne. En la madrugada, cuando el silencio era propicio, escribía con la voluntad de un lúcido autómata. A veces anota con orgullo la disposición metódica de las jornadas, repetidas en una sincronía de mareas oceánicas.

De 8.30 a 14.30 horas, trabajo de oficina en la aseguradora; regreso a casa; comida hasta las 15.30; siesta hasta las 19.30; gimnasia; acompañar a la familia durante la cena, en la que casi no probaba bocado y sólo picotea frutos secos; a las 23, comienzo de la jornada de escritura; dependiendo de la «fuerza, inspiración y suerte» puede terminar entre las 3 y las 6 de madrugada; algo más de gimnasia; a las 6, desayuno; a las 8, salida hacia la oficina…

Carta de Kafka a Felice Bauer

Carta de Kafka a Felice Bauer

7. ‘En el b.’. Además de relatos, bosquejos, divagaciones y cartas —dejó centenares—, redactaba la que acaso fue su obra más humana, los Diarios de los que en España podemos gozar gracias a una delicada edición de pertinente papel biblia y más de un millar de páginas.

Contienen legajos, cuadernos de viaje y anotaciones insomnes, circulares, absolutas, de engañosa sencillez

Los Diarios son las neurosis de K, el cotidiano fustigador de sí mismo: K yendo al prostíbulo con los amigos y escribiendo con ternura «en el b.», con una sola letra inicial para designar al burdel, como temiendo la curiosidad ajena; K. fustigando el insomnio y los sueños del insomnio; K. en los salones de teatro yiddish; K. en la correduría de accidentes laborales, comparando las arrugas en la frente del jefe con las arrugas de un billete; K. en el nocturno infierno del domicilio familiar; K. repensando los agotadores sueños, los cuellos de las señoritas, la estupidez de los amigos…

Una entrada al azar:

No puedo comprenderlo, ni siquiera creerlo. Solo de vez en cuando vivo dentro de una palabrita, en cuya matafonía (arriba, ‘stöst’, ‘empuje’), pierdo, por ejemplo, por un instante mi inútil cabeza. La primera y la última letra son el final de mi sentimiento, que es parecido al de un pez.

Otra:

La silueta de un hombre que, con los brazos alzados a medias y en posiciones distintas, se vuelve hacia una niebla densísima para penetrar en ella (…) Talmud: El que interrumpe su estudio para decir qué bello es ése árbol merece la muerte.

Una tercera:

Los descubrimientos se han impuesto al ser humano.

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Seedfeeder, el anónimo y mítico ilustrador de la ‘guía sexual’ de la Wikipedia

Sentados - Seeedfeeder

Sentados – Seedfeeder

La casi infinita geografía de la Wikipedia —18.000 millones de palabras, 32 millones de artículos en 287 idiomas y, por cierto, para los descreídos, con un  índice de fiabilidad comparable al de la otrora reina del conocimiento, la Encyclopædia Britannicatiene dimensiones de planeta de ficción o pesadilla provocada por la fiebre. Imprimir por completo los contenidos de la enciclopedia en línea daría lugar a 17.119 volúmenes de 400 páginas cada uno.

En magnitudes de este calado hablar de la autoría de 48 ilustraciones parece un simple capricho y tal vez lo sea, pero el dibujante que reseño es uno de los grandes mitos de la enciclopedia online. Su apodo es Seedfeeder (nombre que en inglés se aplica a los comederos de pájaros: de seed, semilla, y feed, alimentar).

Haciendo clic en esta página podrán ver sus obras completas y quizá entender por qué es tan famoso. El anónimo Seedfeeder es el mejor dibujante sobre sexo de la Wikipedia.

El artista de lo carnal ha representado, con un estilo de línea clara que, según cuenta, está inspirado en los folletos de seguridad de las líneas aéreas —colores planos, figuras inequívocas, estilo vectorial old school y cierta esterilidad de folleto con información útil para alumnos de Secundaria—, 48 viñetas de actos sexuales: posturas para hacer el amor en pareja o grupo, estilos y formas de masturbación, juegos y perversiones —algunas cuando menos exóticas, como la japonesa del gokkun—. Abundan las posturas heterosexuales, pero también hay espacio para las homosexuales.

De pie - Seedfeeder

De pie – Seedfeeder

Los dibujos son exactos y cumplen su función didáctica con tanta precisión que han sido utilizados profusamente en la edición inglesa de la enciclopedia y en docenas de versiones más, entre ellas la española: el anexo de posturas sexuales reproduce unas cuantas.

Retirado en 2012 como usuario registrado, por sus declaraciones todavía alojadas en los archivos de la enciclopedia sabemos que Seedfeeder es hombre, heterosexual, tiene un trabajo técnico y ejecutó su contribución como ilustrador a la Wikipedia la sin intención de promocionarse o ganar dinero —los dibujos son de licencia libre—: sólo deseaba, insiste, colaborar como editor gráfico en la obra colectiva y añadir elementos «informativos» a un tema no siempre bien tratado a la hora de ser ilustrado.

Pese a los dos años de silencio desde la jubilación del artista, el interés por la obra de Seedfeeder sigue vivo: hace unos días la web Gawker titulaba Wikipedia’s Greatest Sex Illustrator Is an Anonymous Legend: Seedfeeder (El mejor ilustrador sexual de la Wikipedia es una leyenda anónima) y el Huffington Post seguía la estela con Wikipedia’s SeedFeeder Is The Weirdest Sex Illustrator You’ve Never Heard Of (Seedfeeder, el de la Wikipedia, el más extraño ilustrador de sexo del que hayas oído hablar), que añadía el toque morboso marca de la casa con el adjetivo extraño, a todas luces inapropiado, y la políticamente correcta pero cansina hasta la náusea NSFW (en inglés, no adecuado para ver en el trabajo).

¿Es necesario que las ilustraciones sean tan explícitas? «Mi filosofía es que cada artículo de la Wikipedia debería contar con todas las formas de medios asociados: imágenes, audio y vídeo. Todos los artículos, sin excepción. Cualquier argumento basado que ‘una imagen no es necesaria’ tiene valor cero para mí», ha explicado de modo razonable y claro el dibujante anónimo que se ha convertido en mito por dibujar de modo directo y sin artificio algunas de las muchas formas de hacer el amor.

Jose Ángel González

Tres fotógrafos ‘pornográficos’

© Von Brandis

«Obscene Interiors» © Von Brandis

No siempre debemos confiar en la exactitud de los diccionarios. En ocasiones tienden al reduccionismo, son redactados con criterios democráticos —es decir, unidimensionales, para la mayoría, para la masa—, y dejan fuera lo distintivo, lo singular.

Para la Real Academia Española el sustantivo pornografía tiene tres acepciones:

  1. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
  2. Obra literaria o artística de este carácter.
  3. Tratado acerca de la prostitución.

Si acudimos a la necesaria ampliación y buscamos en la misma fuente el adjetivo obsceno encontramos una sola definición:

  1. Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Hombre, poeta obsceno. Canción, pintura obscena.

El escritor francés Georges Bataille (1897-1962), fascinado por la crueldad, las orgías rituales, el indivisible matrimonio vida-muerte, el sacrificio y las experiencias límite de intoxicación sexual como forma de recepción sensorial ampliada, apuntó el motivo que justifica las acepciones beatas de lo pornográfico:

A muchos el universo les parece honrado; las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad. No sienten ninguna angustia cuando oyen el grito del gallo ni cuando se pasean bajo un cielo estrellado. Cuando se entregan ‘a los placeres de la carne’ lo hacen a condición de que sean insípidos.

En la imagen que preside esta entrada el diseñador gráfico sudafricano Brandt Botes —que prefiere para sus proyectos más húmedos el nombre artístico de Von Brandis— se ha apropiado de una escena porno encontrada en alguno de los infinitos rincones calientes de internet para someterla a la mutilación de recortar a la pareja de amantes y dejar vacía la silueta explícita del coito.

El resultado del experimento, que es parte de la serie Obscene Interiors (Interiores obscenos), es una modalidad de censura —el verbo cortar que ejecuta Brandis ha sido el favorito tradicional de los inquisidores…—, pero abre las fotos a una nueva forma de pornografía, la imaginaria de cada espectador, libre para proyectar en los huecos blancos —el color más pornográfico junto con su complemento, el negro— aquello que sueñe, ansíe o busque: labios, carne, órganos sexuales, piel, fluidos, redención, espiritualidad…

Las siluetas dejan al aire y desnudan los escenarios —el tapete con los córvidos, las telas recargadas, los cortinajes obligadamente corridos (verbo que viene muy a cuento)—, apuntando que también en lo decorativo está lo pornográfico y que, como decía Bataille, el sacrificio —y de eso hablamos cuando hablamos de sexo— «no es otra cosa que la producción de objetos sagrados».

"Internet/Sex" © Noah Kalina

«Internet/Sex» © Noah Kalina

La opción del fotógrafo estadounidense Noah Kalina es mostrar los encuentros de sexo casual de un idealizado viajero solitario que se aloja en despersonalizadas habitaciones de moteles y entra en contacto con sus sucesivas parejas mediante las páginas de contactos de la red.

Pese a lo notorio —queda muy claro lo que sucede aquí— de la serie Internet/Sex, las largas exposiciones utilizadas por Kalina crean la ilusión de movimiento persistente y difuminan los rasgos de cada pareja. No es sin embargo el juego erótico lo que manda en las imágenes, sino la profunda soledad de los escenarios y sus pasajeros habitantes, que el fotógrafo enfatiza intercalando imágenes de ordenadores portátiles encendidos que dan a los ambientes una iluminación de morgue, de sala de autopsias.

 

Bataille, a quien me veo tentado a seguir citando, acentuó la relación entre erotismo («la aprobación de la vida hasta en la muerte») y tránsito funerario y sostuvo que el ser humano no tiene «la más mínima posibilidad de arrojar un poco de luz» sobre el terror pánico atávico al sexo «sin dominar antes lo que le aterroriza», es decir, la muerte.

Sea cual sea el tipo de erotismo con el que pretendemos redimirnos (el filósofo francés distinguía tres tipos: el de los cuerpos, el de los corazones y el sagrado), siempre buscamos acabar con el aislamiento que pademos.

© Yung Cheng Lin

© Yung Cheng Lin

El fotografo taiwanés Yung Cheng Lin podría ser acusado por los menos tolerantes —la correción ha creado monstruos que practican decapitación intelectual en el mundo civilizado con tanto rigor como otros criminales descabezan a rehenes en los desiertos— de cosificar a las mujeres y reseñarlas como juguetes eróticos y motivos de fantasía.

Advierto lo contrario en sus representaciones surreales e inocentes: una admisión del poder femenino en simbólicos encuentros sexuales donde el compañero de intercambio aparece bajo la forma de una rosa que atraviesa la gargante de la mujer, un plátano sostenido por el interior de los muslos por los que resbala una hoja, pinzas de colgar ropa que aprietan la piel de las axilas…

Termino esta breve presentación de tres fotógrafos que son también pornógrafos con otras tantas citas de maestro Bataille [PDF de su ensayo El erotismo] que pueden ayudar a entender como toda noción rigurosa sobre lo pornográfico, lo erótico o lo obsceno se disuelve cuando llega el momento de ponerse a jugar de común acuerdo en el infinito campo de batalla del sexo.

El beso es el inicio del canibalismo.

(…)

Toda la operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento (…) una disolución relativa del ser, tal como está constituido en el orden de la discontinuidad. Este término de disolución responde a la expresión corriente de vida disoluta, que se vincula con la actividad erótica. En el movimiento de disolución de los seres, al participante masculino le corresponde, en principio, un papel activo; la parte femenina es pasiva. Y es esencialmente la parte pasiva, femenina, la que es disuelta como ser constituido. Pero para un participante masculino la disolución de la parte pasiva sólo tiene un sentido: el de preparar una fusión en la que se mezclan dos seres que, en la situación extrema, llegan juntos al mismo punto de disolución. Toda la operación erótica tiene como principio una destrucción de la estructura de ser cerrado que es, en su estado normal, cada uno de los participantes del juego.

(…)

Los hombres se desconocen el el bien y se aman en el mal. El bien es la hipocresia. El mal es el amor. La inocencia es el amor del pecado.

Ánxel Grove

Las primeras pin-up llegaron de Viena

Esta docena de fotos, todas de mujeres desnudas o semidesnudas, todas tomadas en el vacío artificial de un estudio donde la sensualidad y la fiereza pueden combinarse en privado, son de las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX, acaso el último momento sexy del continente europeo: las conciencias estaban limpias, los millones de cadáveres de la I Guerra Mundial ya habían sido retirados de la vista del público o servían, a unas pocas paladas de tierra de profundidad, de abono para el terreno que sembrarían con un número aún mayor de cadáveres las políticas diabólicas de los fascios alemán, italiano y español. Entre ambas guerras Centroeuropa se tomaba un respiro iluminado con champán y sexo y, si hacía falta mitigar el frenesí, ralentizado con morfina.

Los retratos fueron tomados en Viena, la blanca hasta el melindre capital de Austria. En la ciudad, engalanada de dorada creatividad por el grupo Wiener WerkstätteKlimt, Schiele, Kokoschka y otros futuros reyes del póster en los living de Occidente—, las estrellas se reflejaban en la cúpula de la sede de los estetas del secesionismo, un pabellón que los locales llamaban, sospecho que sin ser del todo conscientes del ridículo y el tufo a sopa de codillo, el Repollo de Oro. En la puerta de entrada, en letras, cómo no, de oro, podía leerse un lema: Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit (A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad).

La ciudad era una demasía y por el eje Viena-Berlín transitaban las ideas, el arte y el buen vivir. Era posible encontrar a Sigmund Freud y Otto Bauer tomando un café con canela en la Kärntner Straße  y volver a encontrarlos unas horas más tarde bailando en un salón con más brillo que un anuncio de friegasuelos un Wiener Walze, esa forma bastarda de polca que los austriacos han convertido en danza nacional.

El Atelier Manassé, con sede central en Viena y una sucursal en Berlín, fue la cuna de nacimiento de las primeras pin-up, esas muchachas sonrientes y con poca o ninguna ropa cuya invención se atribuyen falsamente los estadounidenses. Desde 1922 a 1938 del estudio fotográfico salieron miles de fotografías de mujeres sonrientes que contribuían al nuevo lenguaje de la época rompiendo tabús y aceptando lo sensual, la sugerencia y el erotismo. Estaban, como dirían en los EE UU dos décadas más tarde, «más buenas que un pastel de queso», pero necesitas permiso de algunas golosinas para que hinques el diente.

El estudio era gestionado por un matrimonio de húngaros establecidos en la rutilante Viena de los años veinte —Olga Solarics (1896-1969) y Adorja’n von Wlassics (1893-1946)—. Quizá les animó a viajar a Austria Dora Kallmus (1881-1963), una de las primeras fotógrafas en un oficio que entonces era de hombres y propietaria, desde 1907, de otro estudio legendario, Madame D’Ora. Si este estaba ligado a la intelectualidad y, como consecuencia, rompía pocas convenciones con retratos glamourosos pero castos de bailarines, actores y artistas, en Manassé querían presentar el desnudo femenino como una reacción contra los postulados de la moralidad.

Olga Wlassics, Viena, 1933. Foto: Anton Josef Trčka

Olga Wlassics, Viena, 1933. Foto: Anton Josef Trčka

La pareja, sobre todo Solarics, una mujer decidida y valiente, se dedicó al retrato con carga erótica para inmortalizar la fluida belleza de la nueva mujer. Las fotos de Manassé muestran a jóvenes confiadas en su sexualidad y apoyan, como prolongación estética, la lucha social de las mujeres por redefinir su posición en el mundo moderno.

Con una producción asombrosa y desentendidos del esnobismo de la fotografía en aquellos tiempos en que sólo los pudientes tenían acceso al equipo y el material, la pareja estaba demasiado ocupada en ganarse la vida —vendían fotos a nacientes revistas ilustradas y a artistas de cine, vodevil o cabaret para anunciar espectáculos— como para detenerse en consideraciones artísticas.

Quizá esa despreocupación relacionada con las circunstancias explique la frescura de la mayoría de las imágenes. El conflicto de conceptos con que podemos analizar hoy las fotos —la ruptura con los roles tradicionales, la ausencia de cinismo, la representación de la mujer como un ser humano con derecho a todas las emociones y en todas sus formas— no preocupaba a Solarics y Von Wlassics.

Una pequeña parte de las fotos del estudio, sin embargo, presenta alegorías y montajes de humor absurdo donde los fotógrafos manipulan la realidad, jugando, sobre todo, con retoques, superposiciones y modificaciones de escalas: una muchacha minúscula encerrada en una jaula es alimentada con un terrón de azúcar por un hombre, otra es atacada por un gigantesco escarabajo, una tercera permanece encerrada en una botella de cristal…

En otro grupo de fotos es posible apreciar que en Manassé estaban al tanto de lo que sucedía en el terreno de las vanguardias: como los surrealistas, emplean máscaras y muñecos, espejos y otro instrumental de buceo en las aguas profundas del inconsciente.

La fotografía pionera y sin compromisos de vasallaje artístico de esta pareja osados —trabajaron para agencias de publicidad, rompiendo la tendencia de que los anuncios fuesen acompañados de ilustraciones dibujadas— no ha recibido el trato que merece. Dado su voraz ritmo de trabajo y el poco cuidado que ponían en el cuidado y clasificación de los negativos o las copias originales únicas —como ya quedó dicho: la fotografía era para ellos subsistencia y no contenía los afanes de permanencia del arte—, no existe un archivo catalogado de la inmensa obra que legaron al mundo.

Quien requiera más detalles sobre el Atelier Manassé debe entregarse a la búsqueda de fotos en Internet —todas están libres de derechos porque ni siquiera en los réditos futuros pensaron los autores— o hacerse con la única monografía en libro sobre la pareja y su trabajo, Divas and Lovers: The Erotic Art of Studio Manasse (Divas y amantes: el arte erótico del Estudio Manassé), de la historiadora Monika Faber.

La colección de asombros que retrataron sin aspavientos ni búsqueda de recompensas postreras Olga Solarics y Adorja’n von Wlassics me recuerda una cita del gran escritor de los locos 20, Francis Scott Fitzgerald, sobre los alegres y finalmente desventurados habitantes de entreguerras: «Una generación nueva, que se dedica más que la última a temer a la pobreza y a adorar el éxito; crece para encontrar muertos a todos los dioses, tiene hechas todas las guerras y debilitadas todas las creencias del hombre».

Ánxel Grove