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Yrjo Edelmann, el arte del regalo mal envuelto

'Magnetic properties II' - Yrjo Edelmann - Foto: GKM

‘Magnetic properties II’ – Yrjo Edelmann – Foto: Galleri GKM

Paquetes mal envueltos, con el papel de regalo mellado tras algunos intentos fallidos, cuerdas y pequeños trozos de celo sujetando los dobleces con torpeza… Las obras de Yrjo Edelmann (Helsinki – Finlandia, 1941) recuerdan la inexperiencia de muchos para envolver regalos, desenmascaran la ternura del error. El artista huye de la seriedad y la solemnidad… y sin embargo sus pinturas sólo pueden provocar asombro por lo perfecto del trampantojo.

Considerado en Suecia —su país de residencia— una de las grandes figuras nacionales de la pintura actual, es capaz de engañar a la percepción imitando las tres dimensiones: en la inmaculada sala de una galería, los lienzos parecen paquetes pegados a la pared, interrumpiendo la planicie blanca con abultadas manchas de color metalizado.

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Pinturas famosas transformadas en fichas Pantone

'Whistlejacket', de George Stubbs, reinterpretado por Nick Smith con colores Pantone

‘Whistlejacket’, de George Stubbs, reinterpretado por Nick Smith con colores Pantone

Para los amantes del diseño, el sistema de definición cromática Pantone ya no es sólo una herramienta para identificar, comparar y escoger colores, sino un motivo en sí mismo. Desde hace unos años se suceden los productos de diseño, los proyectos creativos y guiños artísticos relacionados con la paleta de la empresa estadounidense, que registra la numeración y los nombres de cada tono.

Nick Smith (Glasgow, 1980) reconoce tener una fijación por la «psicología del color» y por el camuflaje Dazzle, una técnica ideada en la I Guerra Mundial para barcos militares, que, pintados con líneas irregulares y confusas, no permitían al enemigo calcular con claridad la envergadura de la nave. La unión de estos dos fetiches, añadiendo el Pantone a la combinación, podría ser el germen de Psycolourgy (traducible por Psicolorgía, color y psicología en un solo término), una serie de obras de arte famosas reinterpretadas en el idioma de las tarjetas Pantone.

'Girl with the Pink Earring' - Nick Smith

‘Girl with the Pink Earring’ – Nick Smith

El diseñador escocés —que expone una colección de estas obras hasta el 21 de febrero en la galería Lawrence Alkin de Londres— elige pinturas de todas las épocas: el espeluznante retrato del Papa Inocencio X de Francis Bacon, un autorretrato de Van Gogh, El hijo del hombre de Magritte, uno de los lustrosos caballos del pintor inglés del siglo XVIII George Stubbs, la Marilyn de Andy Warhol…

De cerca se podrían confundir con un anárquico muestrario, desde lejos, la imagen da la impresión de estar formada por píxeles y tener una pésima resolución. Aunque la impresión inicial es la de encontrarse ante filas de tarjetas ordenadas para reconstruir el cuadro, en realidad el autor crea cada ficha de manera individual y cambia el nombre de cada color para que todas las palabras presentes en el cuadro sean un campo semántico relacionado de una manera u otra con la obra original.

Helena Celdrán

'Van Gogh' - Nick Smith

‘Van Gogh’ – Nick Smith

'Son of Man' - Nick Smith

‘Son of Man’ – Nick Smith

'Mona Lisa 1' - Nick Smith

‘Mona Lisa 1’ – Nick Smith

'Pope Innocent X' - Nick Smith

‘Pope Innocent X’ – Nick Smith

'Marilyn green' - Nick Smith

‘Marilyn green’ – Nick Smith

'Bigger Splash' - Nick Smith

‘Bigger Splash’ – Nick Smith

Obras de arte reinterpretadas con 140 círculos

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En un primer momento, en el conjunto ordenado de puntos no parece haber nada más que una caprichosa combinación de colores, pero tras observar las filas y las columnas como un todo y alejándose un poco del monitor del ordenador, se comienza a perfilar famosas obras de arte como La persistencia de la memoria de Dalí, El grito de Munch o El beso de Klimt.

El diseñador gráfico Gary Andrew Clarke (Leicester-Inglaterra, 1970) comenzó en 2009 con la serie Art Remixed (Arte remezclado), una colección de grandes éxitos de la historia del arte interpretados con círculos, esquematizados al máximo pero aún así reconocibles para el espectador.

Amante de la geometría, el autor explora siempre el modo de crear «encuentros insinuantes» entre las formas y el color con un resultado lúdico. En su página web se amontonan las láminas abstractas de tonos planos y atractivos que se entrelazan con ayuda de las figuras. El significado no tiene cabida en el juego, pero la ilustración sigue siendo divertida. Refiriéndose a la falta de contenido dramático de sus obras, Clarke cita al veterano artista minimalista y abstracto Frank Stella: «Lo que ves es lo que ves».

En el caso de la serie Art Remixed sin embargo sí hay una misión para el espectador, que debe completar mentalmente la imagen disfrazada siempre en 140 puntos de colores, descifrar una especie de tweet pictórico para rescatar a la Gioconda de Leonardo da Vinci, a la Marilyn de Andy Warhol o al hombre que se oculta tras una manzana en El hijo del hombre de René Magritte.

Helena Celdrán

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Muere Storm Thorgerson, diseñador de los discos de Pink Floyd

Storm Elvin Thorgerson (1944 – 18 2013)

Storm Elvin Thorgerson (1944 – 2013)

La muerte, hace unos días, del diseñador gráfico Storm Thorgenson, derrotado por un cáncer a los 69 años, debiera ser entendida como la pérdida de un creador contemporáneo de primera magnitud dado el tamaño de la obra que ha dejado como legado.

Autor o coautor de centenares de cubiertas de discos —entre ellos casi todos los de Pink Floyd—, en el lenguaje gráfico de Thorgenson pueden adivinarse los rescoldos de sus años infantiles en la escuela utópica Summerhill, una institución donde los alumnos tenían derecho a establecer su propio paradigma de éxito académico y podían jugar todo el tiempo que desearan, y también la melancolía derivada de la sospecha de que las utopías no son posibles aunque sí, en cambio, las distopias perversas.

Antes que encargado de idear y desarrollar envoltorios, fue el gran impulsor de la transmisión de latidos conceptuales a través de las carpetas de álbumes de rock. Se dedicó a ello desde 1968 hasta su muerte, primero desde el estudio Hipgnosis —donde compartía responsabilidades y expandía la fantasía con Aubrey Powell— y, a partir de 1983, por su cuenta.

Cuando caía en tus manos por primera vez un disco diseñado por Hipgnosis —cruce de los términos hip (nuevo, cool) y gnosis (conocimiento espiritual-cósmico)— empezabas a sentir la música antes de poner el álbum en el tocadiscos. Muy pocos diseñadores tenían tal capacidad de síntesis y casi milagroso poder de sugestión.

Aunque respondía con sarcasmo cuando le preguntaban si se consideraba artista («no, por desgracia, no lo soy, soy un simple diseñador gráfico, aunque soy un diseñador bastante sexy«), la colección de varios centenares de cubiertas que preparó —esta página web no oficial las agrupa en su totalidad— podría estar, con mayor justicia que gran parte del complaciente arte contemporáneo, en las paredes de un museo. De hecho, ya lo están: en la galería irrebatible del imaginario social colectivo.

Las cubiertas para Pink Floyd —de cuyos miembros, sobre todo de David Gilmour, Thorgerson era amigo desde la adolescencia— justifican al diseñador por sí solas: son crónicas sobre la soledad contemporánea, las capas sobreimpuestas de la realidad, el absurdo cotidiano, el milagro todavía posible de la iluminación…

Aunque para el grupo psicodélico firmó sus diseños más conocidos, la amplitud de la obra del artista fallecido guarda otros grandes hitos —por ejemplo, las simples pero potentes como un golpe cubiertas de los tres primeros discos en solitario de Peter Gabriel; la fascinante de Houses of the Holy (1973), de Led Zeppelin, o las varias que hizo para 10 cc—.

Amigo de las fotos antes que los dibujos («me gusta la realidad y las fotografías me permiten manipularla con más credibilidad»), artesano de las viejas técnicas del montaje previas al Photoshop («no soy bueno con los teclados y las pantallas, necesito tocar lo que hago»), admirador confeso del postsurrealista René Magritte y su teoría de divorciar las ideas del difraz del lenguaje, cultivador de la ambigüedad («me gusta preguntarme por qué, pero no saber el por qué») e influido por la fertil literatura sajona sobre las pesadillas distópicas, Thorgerson fue un incansable trabajador y, para nuestra suerte, el mejor condensador en un sola imagen de los mundos plurales de la música.

Ánxel Grove

 

Cuando un tintorero austriaco inventó el surrealismo sin querer

'Der See Elefant' - Aloys Zötl

‘Der See Elefant’ – Aloys Zötl

El elefante marino de la ilustración es inevitablemente imperfecto: con garras insinuadas en las aletas y una extraña adenda que cumple la función de morro. Descansa sobre un pedazo de tierra bañado por la espuma del mar, que parececasi sólida.

Tras la intrigante lámina de dudoso rigor zoológico no está un explorador con habilidad para el dibujo, ni un científico dieciochesco, ni un artista enviado antaño por la corona de algún país europeo para acompañar a las expediciones a América o Australia. El autor es Aloys Zötl (1803-1887), un tintorero austriaco que nunca recorrió el mundo.

Se sabe poco de la biografía de Zötl y probablemente no tenga demasiada importancia: la parte valiosa de la historia es la que no aparece en los papeles oficiales, la que esconde el mundo interior de un trabajador normal y corriente. Nació y murió en el estado de la Alta Austria, nunca destacó por nada en particular y mientras su vida transcurría en silencio, consagró mucho de su tiempo a contemplar las acuarelas fantásticas de los bestiarios y a los conocimientos enciclopédicos de los libros de historia natural.

'Die Seeschildkröte' - Aloys Zötl

‘Die Seeschildkröte’ – Aloys Zötl

Las fuentes de inspiración del artista oculto eran sobre todo dos libros. Las Metamorfósis de Ovidio —en las que el poeta romano narra la historia del mundo y se detiene en los mitos griegos—  e Historia Natural, del ilustrado francés Georges Louis Leclerc (Conde de Buffon). Los tomos alimentaron en Zötl el deseo de crear su propia clasificación de las criaturas que habitaban la Tierra.

Entre 1831 y 1887 pintó sus acuarelas, fechadas y organizadas con el esmero de un bibliotecario. Creó cuatro grandes álbumes en los que archivó  hasta 400 obras de monos, hienas, boas constrictor, calamares, alces…

El silencio de Zötl impidió que a su muerte se conociera la colección. Desapareció en el tiempo hasta que un héroe insospechado las rescató para el público. El surrealista André Breton escribió en 1955 un prólogo para un catálogo de subastas en París. Iban a vender un gran número de láminas del artista desconocido y Breton encontró en ellas un antecesor mágico del movimiento surrealista. Entusiasmado, declaró que era «el bestiario más suntuoso jamás visto».

La cualidad surrealista del trabajo del tintorero austriaco no es una de las observaciones delirantes del autonombrado jefe de la escuela artística. El acabado limpio y luminoso y los paisajes despojados de adornos bien podían haber servido de inspiración a René Magritte.

Los defectos en el estilo hacen que los tallos cortados puedan confundirse con tubos metálicos, que el caparazón de la tortuga parezca remachado o que la víctima de la boa sea un cuerpo amorfo propio de una interpretación daliniana de la anatomía. Lo que debía ser documental, en manos de Zötl se convirtió en  fantástico.

Helena Celdrán

'Der Gibbon' - Aloys Zötl

‘Der Gibbon’ – Aloys Zötl

'Die Königsschlange' - Aloys Zötl

‘Die Königsschlange’ – Aloys Zötl

'Die gestreifte Hyäne' - Aloys Zötl

‘Die gestreifte Hyäne’ – Aloys Zötl

'Das Steppenzebra' - Aloys Zötl

‘Das Steppenzebra’ – Aloys Zötl

Redescubren a Domencio Gnoli, el último renacentista

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli – Chemisette Verte, 1967

Como si se tratase de una cartografía, un conjunto de primerísimos planos a la altura de la piel, los cuadros del pintor Domenico Gnoli trocean el cuerpo humano y sus vestimentas. Son acrílicos de delicadeza renacentista que encapsulan un cuello, una botonadura, la raya de un peinado, la silueta de un zapato, la arquitectura de la trenza del pelo femenino, la perfección mecánica del nudo de una corbata…

Pintor olvidado —por eso hoy lo asomamos a Top Secret, nuestra sección dedicada a tesoros ocultos—, prematuramente muerto (a los 36 años, de un cáncer fulminante) y muy ajeno a las modas conceptuales de su tiempo o al arte povera de sus compañeros italianos de generación, Gnoli tuvo éxito en vida, pero sobre todo como ilustrador de revistas y diarios. Sus cuadros, diseminados en colecciones privadas, sólo han salido a la luz gracias a la reciente exposición Paintings, 1964-1969, que celebró este año la galería Luxembourg & Dayan de Nueva York.

Domenico Gnoli - Braid, 1969

Domenico Gnoli – Braid, 1969

Hijo de un historiador de arte y una ceramista, Gnoli (Roma, 1933 – Nueva York, 1970) fue un bon vivant (un «muchacho dorado que tuvo éxito en todo», según recuerda la galerista neoyorquina responsable del redescubrimiento) que se dedicó a la escenografía teatral en Londres y París, a la pintura por simple placer personal, a la ilustración en revistas de renombre (Sports Illustrated, Horizons…) y a recorrer mundo. Desde 1963 vivio en Mallorca, en el pueblo bohemio de Deià, donde conoció y se casó con la también artista Yannick Vu.

«Siempre utilizo elementos simples a los que no añado ni quito nada. No pretendo distorsionarlos: los aislo y represento. Proceden de la vida cotidiana y no quiero actuar contra ellos. Siento la magia de su presencia«, explicó el artista en una de las escasas declaraciones que se conservan de su corta estadía en el mundo.

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Los críticos, que han visto en la exposición guiños al surrealismo en vigilia de Rene Magritte, los mundos de absurda pero lógica regulación de M.C. Escher y la delicadeza detallista y proporcionada del Quatroccento, destacan a Gnoli como cirujano de la burguesía pudiente de los años sesenta, a la que sistematiza mediante la ampliación, casi hasta el absurdo, de los rincones de la vestimenta y el aspecto. Creo que esta lectura, quizá cierta, es demasiado fría.

Resulta más justo situar a este pintor deslumbrante —sobre todo en su extrañeza al compararlo con sus contemporáneos— en la misma estela que Mantegna y Massacio, obsesionados con la luz, la perspectiva y la observación. Al contrario que los fabricantes del arte pop, fotocopiadores mecánicos, Gnoli era un artesano convencido, con razón, de que los detalles de nuestra segunda piel nos edifican y revelan.

Ánxel Grove

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

Domenico Gnoli

René Magritte: «Detesto a las artes decorativas y los borrachos»

René Magritte en 1965

René Magritte en 1965

«Detesto mi pasado y el de otros. Detesto la resignación, la paciencia el heroísmo profesional y los sentimientos obligatoriamente bonitos«. El pintor belga René Magritte (1898-1967) se comportó de acuerdo a esta frase, hablando muy poco de sí mismo. De su vida hay escasos datos precisos, se asume que a parte del suicidio de su madre ahogándose en el río Sambre, no hay mucho más que contar de los primeros años de vida del artista.

Magritte termina el contundente discurso diciendo: «También detesto las artes decorativas, el foclore, los anuncios, las voces comunicando anuncios, el aerodinamismo, los boy scouts, el olor a naftalina, los acontecimientos del momento y la gente borracha». La recopilación aleatoria de odios, sin relación ni otro fin que el de manifestarlos, también es una pista sobre la continua confusión que siempre cultivó con sus obras.

Magritte con su mujer Georgette

Magritte con su mujer Georgette

Cuando se veía arrinconado y forzado a hablar de su arte mostraba disgusto, aburrimiento y cansancio, actitudes fingidas que escondían sus deseos de trastornar con cada lienzo la normalidad, desordenar los escenarios comunes, las convenciones, la lógica más básica que controla el modo que tenemos de ver las cosas, entregarse al absurdo.

Evitaba que lo llamaran artista y se describía como un hombre que piensa y que comunica sus pensamientos ilustrándolos. No había cosa que más le irritara que el intento de los críticos por analizar su obra en búsqueda de símbolos y significados ocultos. Su idea del éxito era que los cuadros carecieran de cualquier explicación que valiera para satisfacer la curiosidad del espectador.

No le interesaba dibujar jeroglíficos. Cuando alguien intentaba teorizar sobre sus pinturas, él sólo tenía una contestación posible para dar a entender que no había pretendido nada: «Eres más afortunado que yo».

El Cotilleando a… de esta semana es para el pintor surrealista René Magritte, del que escogemos cinco cuadros como recorrido por sus análisis visuales. Todos demuestran la sencillez de un depurado estilo figurativo para expresar con claridad una idea y las escenas sencillas pero inexplicables de un señor de aspecto burgués que contrastaba con la imagen excéntrica de Dalí o la apariencia contundente de Picasso.

Amado y odiado, reflexionaba en silencio, bullendo por dentro sin necesidad de hacerse notar y siguiendo una sencilla afirmación que justifica cualquier escena que se pueda tachar de absurda: lo inesperado proporciona información; lo que se espera que suceda con seguridad no nos dice nada, es lo normal.

'La traición de las imágenes'

'La traición de las imágenes'

1. La traición de las imágenes (1929). «La inteligencia de la exactitud no impide el placer de la inexactitud», decía el artista a finales de los años veinte. En su misión de despojar al pensamiento del disfraz del lenguaje, pintó en 1929 La Trahison des images. Bajo el dibujo nítido y realista de una pipa de fumar escribió con letra de caligrafía escolar Esto no es una pipa: con un método infantil Magritte despojó de convenciones semánticas a una representación que no es el objeto, pero que de manera trivial todo el mundo acaba aceptando que lo es.

«La famosa pipa. ¡Cómo me la reprocharon! Y sin embargo, ¿podrías rellenarla? No, es sólo una representación. ¿No es así? Si hubiera escrito en mi cuadro ‘Esto es una pipa’, ¡hubiera estado mintiendo!», dijo a su amigo y asesor jurídico, el abogado y coleccionista de arte Harry Torczyner. Los límites del lenguaje obsesionaron al pintor, que en los años siguientes repitió el experimento con obras como La clef des songes (La llave de los sueños) que mostraban galerías de objetos nombrados con palabras erróneas.

'La evidencia eterna'

'La evidencia eterna'

2. La evidencia eterna (1930). Magritte realizó este juego visual tras volver de París a Bruselas. En la capital francesa se relacionó con André Breton y las primeras figuras del surrealismo parisino, pero las tensiones personales con aquel y el coste de la vida lo devolvieron a Bélgica.

Con L’Evidence éternelle, el pintor demandaba la atención del espectador para completar el motivo del cuadro, pero con un método muy diferente al empleado en la pintura abstracta. La modelo es su mujer Georgette, fragmentada en cinco óleos.

El precedente de esta pintura, que bien podría verse como una escultura en dos dimensiones, se encuentra tal vez en el cuadro Tentative de l‘ impossible (Intentando lo imposible), dos años anterior, en el que Magritte se retrata creando a Georgette en carne y hueso, dando pinceladas a un brazo inacabado.

'El modelo rojo'

'El modelo rojo'

3. El modelo rojo (1935). El pinto siempre usó su arte para poner a prueba la realidad: en los años treinta fue abandonando su fijación por la relación entre el lenguaje y la imagen y comenzó a estudiar la transformación de los objetos, creando situaciones en las cuales el significado entraba en crisis. Se valía del aislamiento para librarlos de la función original, de la modificación para otorgarles propiedades que no tienen, cambiaba su escala habitual

Le Modele Rouge es un ejemplo de hibridación, una de las técnicas con las que jugaba el artista. En la obra, unos pies humanos se convierten en zapatos. «El problema de los zapatos demuestra cómo lo más primitivo pasa a aceptarse a base del hábito», dijo el artista durante una charla en 1938. La unión del pie con la bota de cuero se presenta en la realidad como una monstruosa combinación y sin embargo en ambos casos se trata de piel.

'Golconda'

'Golconda'

4. Golconda (1953) es una lluvia —o una elevación, según se mire— de hombres con abrigo negro y bombín, similares a Magritte, en un entorno urbano también parecido al del pintor en Bruselas.

A partir de los años cincuenta, el pintor se sumergió en la poesía de las escenas, alejándose de teorías sobre las palabras y los objetos. Al contrario que otros autores surrealistas, no buscaba escándalos, no le gustaba dejarse ver y se ocultaba en la normalidad de la rutina diaria, sin estridencias ni sobresaltos, volviéndose invisible para el mundo real, cuyas normas básicas de coherencia él no compartía. Seguiría esa senda hasta su muerte, a causa de un cáncer de páncreas, a los 68 años.

Golconda se refiere a una ciudad de la India, ahora abandonada, que en el siglo XIII fue conocida por sus minas de diamantes. El extraño título del cuadro no fue idea de su autor, sino del poeta surrealista Louis Scutenaire, que lo visitaba todos los domingos y bautizaba las obras animado por el artista. Curiosamente, Scutenaire murió tras ver un especial en televisión dedicado a su amigo, el 15 de agosto de 1987, el día que se cumplían 20 años de la muerte de Magritte.

'El hijo del hombre'

'El hijo del hombre'

5. El hijo del hombre (1964). En sus últimos años de vida retrató con insistencia al hombre del bombín, muchas veces sin rostro o dado la vuelta, como reacio a aparecer ante el mundo, contagiado de la invisibilidad de su creador: Le fils de l’homme es un autorretrato. «Hay un interés en lo que está oculto y en lo que la parte visible no nos enseña. Este interés puede producir un sentimiento bastante intenso, una especie de conflicto, se podría decir, entre lo visible que está oculto y lo visible que está presente», declaró enigmático en una entrevista un año después de pintar el cuadro.

El autor dijo poco más del cuadro, que pese a ser uno de los más célebres, no está comentado con demasiada intensidad por los estudiosos. La obra ha sido vista como una alusión al pecado en la vida moderna, como una representación de Adán encorbatado… Magritte sin duda se hubiera dado la vuelta al escuchar esas hipótesis, dando la espalda al teórico de turno que trata de inmiscuirse en el universo hermético del hombre del bombín.

Helena Celdrán