Utilizando clásicos bastidores redondos, Danielle Clough logra que la mirada de un colibrí contenga viveza, que el bordado de una piña o un aguacate active las papilas gustativas, que una foto en blanco y negro pueda convertirse en puro color…
Las puntadas de la artista son cortas y claras, se amontonan como granos secos de arroz. Tiene un talento para el bordado que le permite sobrepasar las posibilidades del medio, combinando colores con valentía, creando sombras y degradados de tonos que son más propios de la pintura que del hilo y la aguja.