Entradas etiquetadas como ‘Polaroid’

Un museo ‘on line’ para conservar los sonidos de los objetos que desaparecen

Si hablamos de extinción pensamos en animales, seres vivos, plantas, ciudades, o planetas perdidos en galaxias ignotas donde los agujeros negros tragan materia sin muestra alguna de misericordia cósmica. Pocas veces pensamos en los sonidos de las cosas, ondas que forman la parte expresiva de estos objetos, en las “vocecitas” de una grabadora, por ejemplo, o de un radiocasete, un teléfono con dial giratorio, el plano de una ciudad al arrugarse, el disparo de una polaroid spectre.

Polaroid Spectre. Wikimedia Commons.

Polaroid Spectre. Wikimedia Commons.

 

Estos «sonidos- voces-remilgos» de las cosas, que fueron comunes y que formaron parte de nuestras vidas pasadas, dejarán de existir, como el canto de un pájaro dodo o la pisada de un moa gigante. Las leyes del tiempo son igualitarias, y pronto morirán y nadie recordará cómo “hablaba” una máquina calculadora o un molinillo de café, una báscula o un bote metálico de leche.

El silencio será su epitafio, y el olvido su lápida.

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¿Pagarías 2.300 euros por un libro tamaño ‘SUMO’ de David Hockney?

El libro en su atril. Foto: © Taschen

El libro en su atril. Foto: © Taschen

Tiene 498 páginas —trece de ellas desplegables—, mide 70 centímetros de alto y 50 de ancho y viene acompañado por un atril ajustable en adecuados tonos pop diseñado para la ocasión por el australiano Marc Newson (1963). El interior de este tocho contiene 450 obras de uno de los artistas vivos más admirados, famosos y millonarios, David Hockney (Bradford-Reino Unido, 1937).

La pregunta no es si a usted le gusta el arte del inglés —difícil de criticar por la sencilla libertad y poderosa maestría de luminosidad y movimiento con la que nos ha regalado el pintor, grabador, fotógrafo e incansable ser humano desde hace más de sesenta años—, sino si estaría dispuesto a desembolsar los 2.300 euros [el PVP no es exacto, los editores sólo lo han fijado en dólares, 2.500, y libras esterlinas, 1.750] que cuesta cada uno de los nueve mil ejemplares numerados que serán puestos a la venta.

A Bigger Book (Un libro más grande) es el título que, sin esconder las intenciones babilónicas y en una referencia al uso repetido de la palabra bigger en los títulos de Hockney, han puesto en la editorial Taschen a la monografía sobre el artista, recién presentada en la Feria del Libro de Fráncfort, gran cenáculo del negocio de las letras impresas y encuadernadas. Para que quede claro que la envergadura sí que importa, el libro viene acompañado por la descripción de «tamaño SUMO», un guiño a la lucha de japoneses con tamaño de bulldozers.

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Una Polaroid al día desde los 22 años hasta la muerte a los 41

Primera y última foto del diario de Jamie Livingston

Primera y última foto del diario de Jamie Livingston

Entre la primera de las fotos, a la izquierda, y la última, hay una línea que no se interrumpe.

Entre la primera, el perfil eventual de dos muchachas, y la última, la perturbadora imagen doliente de alguien que presentimos enfermo de gravedad —el brazo abandonado, la mirada sin dirección, la bata lúgubre de los hospitales…—, hay seis mil fotos más, todas del mismo formato, todas tomadas con una de las mejores cámaras fabricadas por Polaroid, la SX-70.

Entre la primera, tomada el 31 de marzo de 1979, y la segunda, del 25 de octubre de 1997, transcurren algo más de 18 años y medio.

En la primera el fotógrafo tenía 22 años. En la última celebraba su 41º cumpleaños. Ese día fue también el de su muerte.

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Kodak quiere que regreses a la película Súper-8 (pero solo si eres rico)

Prototipo de la cámara - Foto: fuseproject

Prototipo de la cámara – Foto: fuseproject

La empresa Kodak se aventura por el camino de la nostalgia que tanto frecuentan, y lo saben bien los administradores de la empresa, aquellos que pueden permitirse cualquier capricho. De ese derecho, porque encapricharse no es criticable en principio, estamos desheredados la inmensa mayoría de los demás.

La firma, que en el pasado llegó a controlar el 90% de la venta de aparatos de fotos en el mundo pero que desde 2012 no fabrica cámaras de ningún tipo, acaba de anunciar que trabaja en el desarrollo de un gadget que califican, con bastante desvergüenza, de asombroso: un tomavistas de película Súper-8, el formato de película de cine que se expandió de manera prodigiosa en la década de los años setenta del siglo pasado y con el que comenzaron a trastear muchos cineastas que ahora son estrellas. Una década y media más tarde el film dejó de producirse con normalidad —se puede encontrar, pero no en todos los mercados y siempre a precios altos—.

Con el eslogan de Super 8 Filmmaking Revival Initiative (Iniciativa para revivir la cinematografía en Súper-8), Kodak comunica al mundo que está «rehaciendo» la cámara y que en el otoño de 2016 estarán a la venta las primeras unidades.

Atención al uso de dos palabras-fuerza que suelen poner las registradoras a funcionar, revivir e iniciativa, y que permiten a los promotores de la maniobra eludir los términos negocio y venta, porque mentar el dinero en público es sucio y los poderosos dejan la pelea explícita a muerte por un billete a filipinos, afroamericanos, griegos, ancianos, yonquis y la ya casi inexistente clase media… Los ricos no hablan de dinero: lo degluten.
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¿Quién es este hombre vestido con lencería de mujer?

Martina Kubelk, untitled, Polaroid (8,3 x 10,5 cm) from the photo album "Martina Kubelk. Kleider - Unterwaesche" (Martina Kubelk. Dresses - Lingerie), 1988 - 1995, consisting of 365 Polaroids and 23 Vintage Prints, 32 x 27 x 8 cm Courtesy Galerie Susanne Zander / Delmes & Zander

Martina Kubelk, untitled, Polaroid from the photo album «Martina Kubelk. Kleider – Unterwaesche» (Martina Kubelk. Dresses – Lingerie), 1988 – 1995,
Courtesy Galerie Susanne Zander / Delmes & Zander

Entre 1988 y 1995 el hombre  que aparece en la foto vestido con lencería de mujer se autorretrató en privado y compuso un álbum de casi 400 imágenes tomadas con una cámara Polaroid de revelado instantáneo, es decir, privado.

Las imágenes, que acaban de ser mostradas en la galería Suzanne Zander (Colonia-Alemania) como inicio de una serie de exposiciones sobre artistas anónimos que bordean lo outsider, pertenecen a un autor desconocido y fallecido —eso se nos asegura— que las montó, de cuatro en cuatro, en 99 páginas cuidadosamente datadas por fechas y horas. En la portada del álbum se puede leer: «Martina Kubelk: Clothes – Lingerie» (Martina Kubelk: vestidos – lencería).

Hay muchas pistas en las fotos sobre el hombre con pasión por el transformismo que se hacía llamar Martina Kubelk: apreciamos el mobiliario, los cortinajes, el papel pintado, el póster de un gato, algunos objetos insustanciales (una lámpara de lava, un teléfono…), pero nada nos revela demasiado sobre la condición o la circunstancia del protagonista. No es injusto afirmar que no le sobraba el dinero. Tampoco que disfrutaba siendo drag queen en privado.

Martina Kubelk, untitled, Polaroid from the photo album "Martina Kubelk. Kleider - Unterwaesche" (Martina Kubelk. Dresses - Lingerie), 1988 - 1995, Courtesy Galerie Susanne Zander / Delmes & Zander

Martina Kubelk, untitled, Polaroid from the photo album «Martina Kubelk. Kleider – Unterwaesche» (Martina Kubelk. Dresses – Lingerie), 1988 – 1995,
Courtesy Galerie Susanne Zander / Delmes & Zander

Las poses son complejas y forzadas: Martina debe agacharse para aparecer de cuerpo entero en el plano, sujeta un mando a distancia para disparar la cámara, se coloca ante puertas o se sienta en butacas, la luz del flash vela las escenas con una luminiscencia forense… Podemos imaginar la noche en cualquier ciudad —todas idénticas: en el final de una se gesta el comienzo de la siguiente—, el rumor de la normalidad vecinal en la vivienda de al lado, el ceremonial del que Martina Kudelk goza en privado…

El anonimato no es novedad alguna en la historia del arte. Los viejos maestros holandeses usaban nombres de emergencia en tanto no alcanzaban la categoría necesaria para que fuese reconocida su maestría y estilo autónomo. El Maestro del Altar de San Bartolomé es un muy conocido ejemplo de aquella sombra que padecían con naturalidad los artistas. No fue hasta la edad moderna, con la emergencia de una sociedad burguesa que cultiva la personalidad con orgullo y violencia, cuando los creadores empezaron a custodiar sus nombres de marca. Algunos, bien lo sabemos —pienso en los mamarrachos Jeff Koons y Damien Hirstson poco más que una marca registrada o un símbolo de copyright.

Philipp do Brito leyó durante la exposición un bello texto sobre Martina Kudelk: «Ella es sexy , festiva, elegante y característica, con una cara que recuerda a la fallecida Diana Vreeland, se convierte tanto en la modelo como en la editora para dedicarse a las exploraciones artificiales de género, sexualidad, identidad y comportamiento. Martina es en sí misma un archivo, un anacronismo (…) El tiempo no le estorba (…) Existe frente a nosotros con una vida que es una crónica en forma de álbum fotográfico. Una vida en años, meses y días».

El álbum detallado de Martina Kubelk nos devuelve a las noches solitarias de un hombre vestido con lencería y ropas de mujer. El voyeur que todos llevamos dentro mira pero no puede responder pregunta alguna: ¿quién era?, ¿qué otra vida llevaba en la normalidad del mundo?, ¿sabían los demás, los familiares y amigos, de la pasión secreta?, ¿a quién entregó el álbum, su afilado diario, el libro de horas de una religión de un solo fiel?…

Ánxel Grove

Cuando la fotografía ‘vintage’ es una estafa

Polaroid 95

Polaroid 95

Esta joya es una cámara Polaroid de la serie 95. Las fabricaron, en tres modelos, entre 1953 y 1961, y estaban diseñadas para cargar película que se revelaba automáticamente dentro de la cámara en aproximadamente un minuto. Fue la prímera cámara instantánea de la historia.

El tipo de film que utilizaba fue progresivamente sustituido por los cartuchos y dejó de fabricarse en 1992. Es decir, una Polaroid Land, como la de la foto o cualquiera de sus sucesivas hermanas, no sirve hoy en día más que como hermosa antigüedad (a no ser, como explicaré, que le metamos mano).

Teniendo en cuenta que Polaroid puso en el mercado ingentes cantidades de cámaras -solamente de la serie 95, casi dos millones de unidades- y que estaban fabricadas con materiales de gran calidad y un gran esmero industrial (eran caras para la época, rondaban los 90 dólares de precio de venta), no es arriesgado afirmar que quedan muchas en el mundo, algunas en perfecto estado, sin estrenar o apenas usadas. Puedo jurarlo.

La peripecia que traigo este jueves a Xpo, la sección sobre fotografía de Trasdós, es personal. Tengo dos Polaroid de la serie 95, ambas compradas en los últimos meses en mercadillos.

¿Para qué las quiero? ¿Para adornar, impresionar a los amigos o teorizar sobre los cacharros tan incómodos que utilizaban nuestros abuelos? No, no y no. Las quiero para  lo que esperan ellas de mí: hacer fotos.

Cartuchos FP de Fuji

Cartuchos FP de Fuji

Pero, ¿no habíamos establecido que no hay película? Matizo la respuesta: no hay forma de conseguir la película original en rollo, pero es posible, con un poco de maña, adaptar la cámara para que admita los cartuchos del film FP de Fuji -el 100C, el 100B y el 3000B-, que producen fotos de un tamaño aceptable: 8,5 por 10,8 centímetros, incluyendo el característico marco blanco de las Polaroid.

Primer axioma: toda cámara mecánica retiene lo necesario para capturar la luz y convertirla en imágen.

Segundo: toda cámara mecánica puede ser modificada, trampeada, tuneada

Algunos pasos de la adaptación

Algunos pasos de la adaptación

Las Polaroid Land no son una excepción. Hay muy buenos manuales online para afrontar el proceso (por citar sólo un par: aquí se puede encontrar uno y aquí otro). ¿Material? Herramientas básicas (destornilladores, alicates, seguetas…), cola industrial, cinta americana, cariño y paciencia. Todo es condenamente barato.

El único añadido externo es la parte necesaria para que la cámara vieja acepte los cartuchos, la culata, ese elemento negro que puede verse en la foto de abajo, a la derecha. Lo más práctico es comprar de segunda mano una Polaroid de la serie 100, que admite los cartuchos, y convertirla en cámara donante, es decir, extraerle la culata. No debería salir por más de 25 euros.

Fotos: Skorj

Fotos: Skorj

Tras la manualidad y el ensamblaje, el justo premio es echarse al mundo y gozar de la calidad de la máquina, de esa luminosa niebla que sólo la óptica de las primeras Pola es capaz de conseguir.

Los dos ejemplos de la izquierda son del gran Skorj, un fotógrafo japonés especializado en la modificación y alteración de cámaras antiguas, en devolver la vida a artilugios condenados al abandono. Él mismo modificó la Polaroid Land 95 con las que hizo las fotos.

Tras la disgresión técnico-mecánica, regreso a mi particular peripecia. Hace unos días, en una tienda de fotografía de ésas que venden las cámaras por su aspecto y diseño modernos, ofrecían a la venta un par de cámaras ya customizadas.

Eran dos Land 45, con culatas para cartuchos Fuji FP. Pregunté el precio. Nada menos que 380 euros cada una.

Una búsqueda rápida en eBay mientras redacto esta entrada ofrece más de setenta resultados de Polaroid Land a la venta. Algunas cámaras tienen en precio claramente hinchado (unos 300 euros), pero no parece difícil hacerse con una por, digamos, 40 ó 50. Siendo bueno en la puja, quizá con la mitad baste.

He dejado para el final revelar cuánto pagué por las mías: una me costó 20 euros y la otra cuatro.

Los detalles me sirven para comprobar, otra vez, a dónde estamos llegando con la engañifa de la fotografía cool, lomográfica, vintage o como quieran llamar a esas formas bastardas de llevar encima una cámara porque combina con tus zapatillas Converse.

Ánxel Grove

La misteriosa fotógrafa Brittany Markert

"Nida" - Britanny Market

"Nida" - Britanny Markert

«Bañada en negro y obsesionada por respirar, detenida en el largo pasillo iluminado en una noche que no olvidará».

Esta frase, acaso críptica, acompaña como única explicación literaria a la primera foto –la Polaroid de la izquierda– que vi de Britanny Markert.

Sucedió hace unos meses, en un vagabundeo sin destino por los arcanos pasillos de Flickr, donde las sorpresas son cada día menos frecuentes y el rayo de la revelación debe ser consumado: si encuentras algo, agótalo.

Supe que Britanny Markert era estadounidense -el paisaje fotográfico así lo indicaba-; joven -el tanteo, la inseguridad, el juego amable con la belleza-; que quizá provenga de un entorno económico saneado -el vestuario, los hoteles, la gente hermosa y bien alimentada que puebla sus fotos-; que goza con el tenebrismo y los rincones a los que no llega la mirada; que explora la sexualidad y el morbo…

Como vivo cerca de dónde ella vive, le escribí un mensaje interno. Una proposición decente: quedar para hacer fotos juntos. No recibí respuesta. Tampoco la esperaba. Creo que a Britanny Markert no le hacen falta los juegos en colectividad.

"Serenade Sublimina" - Britanny Market

"Serenade Sublimina" - Britanny Markert

Ahora descubro que la fotógrafa, a la que he seguido en silencio, participa en la edición de este año de la exposición colectiva 30 Under 30 | Women Photographers (30 de menos de 30 | Mujeres fotógrafas).

La foto de la izquierda, una joven yacente, paralizada por una contractura que parece radicar en el alma, es una de las que incluye en su slideshow. Forma parte de la serie Serenade Sublimina (Serenata Subliminal).

Mediante el texto informativo-biográfico que aporta a la exposición, he añadido algunos detalles al retrato interior y, por tanto, parcial, que me hago de Brittany Markert.

"Me" - Britanny Market

"Me" - Britanny Markert

Hace un año le regalaron una cámara réflex de 135 milímetros y se ha dedicado desde entonces a «estudiar fotografía analógica».

Su condición de novicia sólo añade asombro a la capacidad palpable de esta muchacha por revelarse, por mucho que, como en este autorretrato, sólo admita mostrarse desde el espejo deformante de la oscuridad.

El pequeño stament es previsible. En lo que a mí respecta, sobra frente a la oscura prosa de las imágenes: «Uso la fotografía para explorar un estado subliminal de la mente, un mundo con frecuencia saturado con recuerdos desvaídos y sueños obsesivos. Muchas de mis imágenes tiene que ver con mi interés en el estudio de los deseos insconscientes, el voyeurismo, la intimidad, la nostalgia y los desos no lineales del pasado, el futuro y el presente».

"Jamie" - Brittany Market

"Jamie" - Brittany Markert

No me hace falta tanto conceptualismo davidlynchiano y me quedo con el atestado vacío de las fotos de Markert: las chicas de ojos cerrados o consumidas por una luz extraterrenal, la acción esquiva cuyo centro ha sido removido y no resulta posible  encontrar, la falta absoluta de mientras tanto, la certeza de que no importa lo que esté sucediendo porque, en cualquier caso, nos arrasará sin remedio hagamos lo que hagamos y será eterno.

Para completar mi idea de Brittany Markert me son de más utilidad los «estímulos inspiradores» que cita la fotógrafa con deliciosa simpleza escolar:  «luz aislada, huecos de escaleras, bañeras, películas antiguas, edificios desolados, moteles, cortinas, ropa vieja y árboles que pierden las hojas».

(Sin título) - Britanny Market

(Sin título) - Britanny Markert

Leídos por segunda vez, haciendo de la enumeración un improbable poema, los sustantivos -siempre más elocuentes que los adjetivos y su indeterminación- adquieren el sentido atávico de una cadena.

Lean de nuevo los estímulos de Britanny Markert y, entre uno y el siguiente, inhalen, obsesionados, como la larga mujer de aquella primera Polaroid, por respirar: luz aislada / huecos de  escaleras / bañeras / películas antiguas / edificios desolados / moteles / cortinas / ropa vieja / árboles que pierden las hojas.

Ahora, con el último aliento, habrán encontrado a la gran narradora fotográfica en la que se convertirá muy pronto Britanny Markert.

Ánxel Grove

Araki, Gaga y el efecto tampón

Lady Gaga por Araki

Lady Gaga por Araki

Nobuyoshi Araki es un fotógrafo japonés con una imagen de marca más notable que su obra. Cuelga en suspensión a sus modelos, atadas previamente según las artes del shibari. Se vende bajo un seudónimo, Arākī

Stefani Joanne Angelina Germanotta es una cantante estadounidense con una imagen de marca más notable que su obra. Canta malas canciones, pero las trafica con las artes de la mercadotecnia. Se vende bajo un seudónimo, Lady Gaga.

Que estos dos elementos se hayan cruzado era inevitable. El pop se fagocita, Japón es trendy sin discusión posible y el escándalo se vende cada día más barato.

Hace dos años, el fotógrafo hizo un editorial de moda con Mamá Monstruo para la edición japonesa de la revista Vogue. Era muy soft y bien educado. Araki sólo aprieta los nudos cuando le pagan, lo cual podría leerse en su sentido shibari: a Araki sólo se pone duro cuando le pagan.

Lady Gaga por Araki

Lady Gaga por Araki

Este verano comenzaron a circular por el pozo negro y anónimo de internet (sientes la coz, pero no te enteras de quién te la ha dado) unas cuantas Polaroid de las sesiones. Las publicaron algunas webs de famoseo, como Daily Fill, cuyo elenco perpetuo es una exhibición de atrocidades: Bieber, Fox, West, Knowles y sus compañías, sean de placenta o de cama.

Las fotos -pésimas, sin gracia, ni siquiera masturbatorias- han sido comidilla, santo y seña, trending topic y demás maneras 2.0 de decir que han ultimado una buena caja.

No podemos olvidar -ni ese derecho nos consienten: el dulce placer del olvido-, que Lady Gaga es muy atrevida. Cuando no hay vídeoclip, filete de cadera. Cuando no hay carne, twitteo feminista. Cuando no hay twitteo, un episodio de los Simpson; cuando no hay dibujo animado entreguista (quien os ha visto y quién os ve, familia amarilla) unas fotos de hace dos años. La táctica es arrinconarte y mantenerte sin respiro.

Lady Gaga por Araki

Lady Gaga por Araki

La Polaroid de la derecha de este último par ha sido especialmente comentada, meneada, trajinada y repartida en eso que llaman la comunidad de usuarios de internet (además de la sed de justicia social y de reconocer que el Barcelona le da mil vueltas jugando al fútbol a los niñatos de Serrano de Mourinho, ¿qué demonios tenemos en común usted y yo, yo y un congoleño, un congoleño y un peruano para que nos metan en la misma comunidad?).

La foto, he leído, muestra el sexo de Stefani Joanne Angelina Germanotta. He aumentado el grado de miopía intentándolo, lo juro, he llevado el efecto lupa hasta el extremo de sus posibilidades y sigo sin ver otra cosa que un efecto-tampón (perdón por las alusiones: se llama así) de Photoshop aplicado sobre esa zona de nadie que la señora Gaga, con todo el derecho, hurta a la visión del mundo.

¿Por qué traigo estas seis mezquinas Polaroid a Xpo, la sección de fotografía de todos los jueves en este blog? ¿Admitimos como respuesta válida: porque la basura merece la difusión para ser reconocida como basura?

Ánxel Grove

Disquetes convertidos en lienzo

Era increíble guardar documentos en esos cuadrados de colores poco atractivos y etiquetas con rayas vacías, listas para rellenar. Todavía recuerdo consejos tipo: “pon la pegatina después, que no es bueno escribir sobre el disquete” o “no juegues con la lámina metálica”. Ahora, no muchos años después, cuando vemos uno, se nos dibuja una tonta sonrisita de superioridad. Somos desagradecidos.

Next Generation - Nick Gentry

Next Generation - Nick Gentry

Nacido en 1980, el londinense Nick Gentry creció utilizando casetes, cámaras Polaroid, cintas de VHS y -por supuesto- disquetes.

Todos estamos un poco orgullosos de los gadgets que nos acompañaron en el pasado: el fiel walkman que se caía de la litera cuando te quedabas dormido, la Game Boy-ladrillo que traía el juego del Tetris incluido…

Gentry utiliza disquetes para crear arte, como reflexión sobre los ciclos vitales y la identidad: se siente unido al floppy disk de modo generacional. Son sus Artefactos.

En sus retratos de gente guapa los utiliza como lienzo, a veces incluso le hacen falta 300 por obra. Empezó comprándolos en eBay, pero ahora no le cuesta demasiado encontrar donantes que quieren deshacerse de los pequeños dinosaurios.

The Immortal - Nick Gentry

The Immortal - Nick Gentry

Al observar cada recuadro por separado, se aprecia que Gentry aprovecha las posibilidades de las etiquetas que rotularon los anteriores dueños.

Los ojos que a veces hace coincidir con el centro metálico del reverso son perturbadores: globos oculares entre robóticos y tuertos que transforman la expresión en vacío.

Gentry, que también ha trabajado con cintas VHS, declara que “los trastos viejos tienen un encanto único y una historia que no se puede encontrar en lo nuevo”.

Le fascina la idea de que en cada uno de esos disquetes, bajo la pintura, haya información personal encerrada para siempre.

Helena Celdrán