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Un homenaje luminoso al fin de la bombilla clásica

'The Light' - Sarah Beck

‘The Light’, homenaje de Sarah Beck a la bombilla incandescente – Foto: sarabeck.com

En septiembre de 2012 la bombilla incandescente dejó de fabricarse en la Unión Europea. Es una despedida complicada de entender: desde entonces la bombilla de siempre, con un filamento de wolframio en el interior, va camino de ser una pieza de museo, junto al teléfono a disco o la tele de tubo.

Castigada por poco eficiente, se la sustituye poco a poco por la lámpara led, un diodo de fabricación mucho más barata, una luz mucho menos contaminante que permite un ahorro del 70% con respecto a su predecesora. De modo progresivo, se establecía en Europa un periodo entre el 2009 y el 2016 para eliminarlas una vez se agotaran las existencias. Ahora, le llega el turno a los EE UU y Canadá, donde ya no se producirán más.

The Light (La luz), es una pieza escultórica que rinde homenaje al invento en proceso de extinción. «Mientras esto señala un avance en la responsabilidad medioambiental, también señala la muerte de una tecnología que cambió el mundo», dice la artista canadiense Sarah Beck, autora de la obra.

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Un poema lanzado en paracaídas sobre el París del nazismo

Edición clandestina de "Liberté", 1942  (Coll. Musée de la Résistance nationale)

Edición clandestina de «Liberté», 1942 (Coll. Musée de la Résistance nationale)

Concebido en 1940 con el ímpetu del amor y la rabia por Paul Éluard, escritor clandestino, exdadaísta, exsurrealista y ahora, tras lo visto en la España del golpe de Estado franquista («coge el fuego con los dedos y pinta con la llama», recomendó a su íntimo Pablo Picasso cuando ambos asistieron a la carnicería), y en la Francia ocupada por los nazis, el poema Liberté fue editado por el maquis y repartido ilegal y bravamente entre los ciudadanos franceses de la zona ocupada por el ejército de Hitler.

Éluard, fichado como hombre a batir por la Gestapo, vivía escondido y entregó el manuscrito a su mujer para que lo trasladara a los impresores que colaboraban con la resistencia. Ella no figuraba entre los buscados, era suficientemente hermosa como para no levantar sospechas y, además, había nacido en un pueblo de la Alsacia alemana y lo demostraba con un gruñente acento germano.

Odiaba a los nazis tanto como su pareja y afrontó la tarea con la que se jugaba la vida: escondió la cuartilla con las estrofas en una caja de bombones porque la poesía, cuando es de acero, se lleva bien con el chocolate, y trasladó los versos de combate a la imprenta.

En 1942 miles de copias de Liberté fueron lanzadas en paracaídas sobre París por aviones ingleses. No siempre cae fuego desde el cielo y esta fue la lluvia redentora que recibieron los ciudadanos sometidos:

En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre.

En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona de los reyes
escribo tu nombre.

En la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el eco de mi infancia
escribo tu nombre.

En las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las estaciones enamoradas
escribo tu nombre.

En mis trapos azules
en el estanque de sol enmohecido
en el lago de vivas lunas
escribo tu nombre.

En los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en el molino de las sombras
escribo tu nombre.

En cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la montaña desafiante
escribo tu nombre.

En la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.

En las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en la verdad física.
escribo tu nombre.

En los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las plazas desbordantes
escribo tu nombre.

En la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.

En el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.

En mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su patita coja
escribo tu nombre.

En el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.

En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.

En la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más allá del silencio
escribo tu nombre.

En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.

En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.

En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.

Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad

El poema, uno de los más famosos del siglo XX —ocuparía el primer lugar de no ser por otra danza de los macabros tiempos del nazismo, la Fuga de la muerte de Paul Celan—, sufrió una última corrección de manos del autor, que lo había escrito inicialmente pensando en la chica de la caja de bombones.

Éluard explicó así el cambio: «Pensé revelar para concluir el nombre de la mujer que amaba, a la que estaba dedicado el poema. Pero me di cuenta de que la única palabra que tenía en mente era la palabra libertad. Por lo tanto, la mujer que amaba, que encarnaba un mayor deseo, se estaba confundiendo con mi aspiración más sublime».

La libertad y el amor son la misma cosa. Casi siempre.

Henri Martinie - Nusch y Paul Éluard, 1935

Henri Martinie – Nusch y Paul Éluard, 1935

Nusch Éluard, la mujer de la caja de bombones, había nacido en 1906 con el nombre de Marie Benz. Conoció a Éluard, once años mayor, en 1930 en un encuentro casual en una calle parisina.

Ella, arruinada y hambrienta, añoraba el mundo innaccesible que poblaba los escaparates. Él  paseaba seguramente agotado por las secuelas de la turberculosis con la que había salido de las trincheras de la I Guerra Mundial. Era ya un escritor conocido —había publicado Capital del dolor, dedicado a Elena Ivanovna Diakonova, para el mundo Gala, su primera mujer y desde 1924 amante y musa de Salvador Dalí («canto la gran alegría de cantarte, / la gran alegría de tenerte o no tenerte»)—,

Las derivas suelen tener una intuitiva razón de ser. Desde el mismo día del encuentro formalizaron la pareja, aunque no se casaron por el registro hasta 1934. Ella, como para borrar el pasado —los años de acróbata en circos de mala muerte y el obligado ejercicio de la prostitución en Berlín—, se rebautizó: nunca más sería María Benz sino Nusch Éluard.

A partir de entonces, la belleza de la muchacha —tenía 24 años cuando conoció a Éluard—, que podía ser grave o descocada, chispeante o vamp, se cotizó al alza entre la tribu artística del París loco de entreguerras.

Man Ray, Dora Maar, Joan Miró, Matisse y Picasso la retrataron en fotos y cuadros. Nusch era una mujer cúbica o un espíritu angélico, una bruja o un hada. Fascinaba a todos, se quitaba la ropa con la candidez de una ninfa, participaba en las orgías, se desmelenaba y repartía joie de vivre.

 

Pero las dentelladas del lobo de la guerra destrozaron el espíritu de los tiempos. Los Éluard no tenían dinero y sufrían de mala salud. Él no terminaba de reponerse de unos pulmones rotos y a ella le asaltó un insomnio pernicioso. Se sigueron queriendo, pero la vida clandestina era demasiado dura.

Al final de la guerra, Éluard fue bendecido como un héroe en todos los salones e invitado a las muchas conmemoraciones que celebraban la victoria. Durante una de sus ausencias de París, el 28 de noviembre de 1946, Nusch murió de un infarto cerebral en una calle de la ciudad. Paul sobrevivió seis años: en 1952 falleció de un ataque al corazón.

¿Qué nos queda de Nusch Éluard? ¿Una musa deshinbida y sensual? ¿Un rostro que pedía a gritos un retrato?

Cuando el insomnio quebró su voluntad visitó a un todavía joven psiquiatra, Jacques Lacan, que le recomendó que escribiera como forma de liberación y escape. Le pareció redundante hacer lo que tan bien hacía su marido y optó por dedicarse a los collages. Entre 1936 y 1937 hizo media docena, pero los abandonó y dejó en cualquier parte. Tras la muerte de Paul Éluard fueron atribuidos falsamente al escritor por sus herederos hasta que, en los años setenta, un experto descubrió que habían sido realizados por Nusch, tal vez con algún consejo de Picasso.

 

Quizá los seis collages fuesen la única respuesta posible de Nusch al insuperabale poema Libertad.

También los fotomomtajes pronuncian, en una letanía, un sólo nombre.

También despertarían la misma sensación de pasmosa y astral liberación si lloviesen hasta el suelo desde el vientre de un avión.

Ánxel Grove

«El ojo del amor», la luna de miel de un fotógrafo enamorado

René Groebli

René Groebli

René Groebli retrata el único paisaje indispensable: los restos de la noche perpetuados en la orografía aún tibia de las sábanas y el cobertor, la cama barata, el batín, las zapatillas como un par de dijes sobre la patria del suelo que nos sostiene, los restos del desayuno compartido…

Algunos acotan el retrato del amor. Pueden ser ejemplos opuestos Edward Weston, que vaga por la perfección de la carne con los modales académicos de un biólogo, y Larry Clark, reductor de la poesía al trueque sexual y defensor del papel del fotógrafo como mirón.

René Groebli

René Groebli

En 1953, en un hotel barato de París —quizá no exista otro escenario posible, tampoco uno más apto (el amor no requiere tarifas y se ennoblece con la pobreza)—, el suizo Groebli, que tenía 26 años, dictó una de las más hermosas lecciones de fotografía de la historia. No fue escenógrafo de modelos, tampoco se atribuyó el altivo papel de voyeur con derecho a gozo pasivo.

Groebli, discreto pero encendido, armado con la austeridad invencible de cualquier enamorado, retrató la luna de miel con su mujer, Rita.

René Groebli

René Groebli

Estaban casados desde 1951 pero la falta de dinero y la tiranía del trabajo habían impedido la celebración privada del rito del viaje de bodas. Dos años después pudieron irse a la capital francesa y, hospedados en una pensión económica, se amaron como si fueran novios.

Groebli, que por entonces se dedicaba a la fotografía industrial y publicitaria, decidió documentar la luna de miel. El resultado, The Eye of Love (El ojo del amor), estremece: es una de las colecciones más dulces y palpitantes de imágenes sobre la alquimia del amor.

René Groebli

René Groebli

Como el enamorado que todos fuimos, que todos estamos obligados —porque lo deseamos— a seguir siendo, el fotógrafo se rinde, baja los brazos, olvida los pormenores técnicos, y mira a Rita a través de la cámara con la conciencia de que su mujer es extranjera, extraterrenal. Si fuese posible el juego temporal de trasladar el futuro al pasado, me gustaría imaginar que en el cuarto de la pareja Dusty Springfield está cantando The Look of Love: La mirada del amor está en tu cara / Ajena al tiempo / Porque eres de otra parte del mundo.

Groebli no ha querido envilecer con figuraciones o conjeturas las fotos de aquella luna de miel. Se ha limitado a constatar lo que las imágenes murmuran —la media voz, el bisbiseo, es condición primordial para el amor—: «Intenté retratar la atmósfera de los hoteles franceses. ¡Había tantas sensaciones!: el mobiliario viejo del hotel barato, el amor bordado en las cortinas… Y yo estaba enamorado de la chica, mi mujer. Las fotos son como una novela. Mejor, como un poema. ¡Dejemos que nos hablen!«.

René Groebli

René Groebli

El tiempo ha aproximado al fotógrafo a la fama. Groebli ha firmado más fotoensayos poéticos —siluetas de árboles quemados, la visión existencial de los viajes ferroviarios, las sombras melancólicas de Nueva York, desnudos donde lo explícito ha de buscarse por debajo de la superficie…—, pero su mirada nunca ha dejado de ser huseped del cuarto de la luna de miel.

René, Rita, una habitación de hotel, el cuello, las medias, el perfil del abandono, buscando tesoros, saqueando fondos marinos, viviendo con un tiempo caducado, enmudecido por las arrugas de las sábanas… Nunca elementos tan mudos compusieron un idioma tan caliente.

Ánxel Grove

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

75 piezas de una coreografía bárbara

Federico García Lorca (1898-1936)

Federico García Lorca (1898-1936)

Este miércoles se cumplen 75 años del fusilamiento ilegal, es decir, del asesinato, de Federico García Lorca.

Lo mataron, como en una coreografía, junto a una hilera de olivos. El tiempo, pese a sus muchos laberintos, no ha conseguido acallar el eco de los disparos desnudos.

Acaso no haya otro escritor en castellano que sume una escenografía tan bárbara: poeta, gay, vanidoso, genial, señorito andaluz, teatrero, celebrity, víctima mortal del franquismo, desaparecido (no han logrado determinar dónde están sus huesos)…

Acaso ese mobiliario desmesurado no ayude a juzgar al autor y la persona sin que la sangre contamine la conversación. En España dices Lorca y te caen guantazos desde cada rincón.

Una nota del propio escritor puede ayudar a rebajar la pólvora del debate patrio en torno a su figura. En 1918, cuando la I Guerra Mundial sembraba de cadáveres en nombre de santísimas identidades e ideologías nacionales los labradíos europeos,  el entonces joven Lorca anotó que el patriotismo es «uno de los mayores crímenes de la humanidad». Creo que tenía razón.

Sin más intención que recordar al ciudadano prematura e injustamente asesinado hace tres cuartos de siglo, va un Cotilleando a… Federico García Lorca. Son 75 piezas. Como diría el escritor, 75 «cruces superpuestas».

1. Con la luna. Nace en la medianoche del 5 de junio de 1898. Le bautizan pomposamente: Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca.

2. Padre cacique. Federico García Rodríguez es un latifundista. De buen corazón (contrata peonadas con más brazos de los necesarios para paliar la pobreza de los jornaleros), pero cacique al fin: el hombre más rico de Fuente Vaqueros. Había cimentado la fortuna con un braguetazo en su primer matrimonio, al desposar a la hija de un ricachón. La muchacha, con la que no tuvo hijos, murió joven y testó a favor del viudo.

3. Madre maestra. Vicenta Lorca, maestra. Criada sin padre, acogida por la caridad familiar. Enfermiza y beata. Federico García Rodríguez la elige (así son las cosas en Andalucía a principios del XX) como segunda esposa porque le gusta su forma de hablar.

4. Bebé cadáver. Cuando Federico tiene dos años nace su hermano Luis. El niño muere a los 20 meses de una neumonía. Federico no olvidó nunca al hermanito-fantasma. En las pesadillas imagina el pequeño cadáver en descomposición.

El niño Federico, seis años

El niño Federico, seis años

5. Andares. Nace con una pierna algo más corta que otra. Sus andares siempre llamaron la atención y hay quien sostiene que su porte orgulloso está relacionado con un intento de disimular la cojera.

6. Mal alumno. Es un pésimo estudiante, pero un gran charlatán y un perfecto monaguillo ayudando en misa. En casa se disfraza de cura y oficia ceremoniosos rituales.

7. Asquerosa. Cuando el niño tiene ocho años la familia se muda  a dos kilómetros de Fuente Vaqueros, a Asquerosa (rebautizada como Valderrubio en 1943). A Federico no le gusta nada el nombre del pueblo. La familia vive en la mejor de las casas de la villa, con servidumbre y lujo.

8. Poco libro, mucho cuento. No hay demasiado que leer en la vivienda familiar. Víctor Hugo y Cervantes empezaban y terminaban la biblioteca. La ausencia de literatura la suple la abundancia de charloteo: 8 tías y tíos y casi 40 primos se dejan caer en las reuniones.

9. Graná. En 1909 la familia entera se marcha a una casa alquilada en Granada para acompañar a Federico, que se matricula en bachillerato en el Instituto General y Técnico. Repite cuatro veces el examen de ingreso antes de aprobarlo.

La familia, en torno a 1912. Abajo, Vicenta y Don Federico. Arriba, desde la izquierda, Federico y sus hermanos Concha y Paco.

La familia, en torno a 1912. Abajo, Vicenta y Don Federico. Arriba, desde la izquierda, Federico y sus hermanos Concha y Paco.

10. Federica. En la Academia Alemán -donde acude para reforzar su rendimiento escolar- le llaman Federica por sus modales afeminados.

11. Oscar y Rubén. En 1914, a los 16 años, acaba el bachillerato. Descubre a Oscar Wilde, que le fascina, y a Rubén Darío, que le fascina aún más. Jura emular su cultivo caprichoso del hedonismo: «Aplícate tu propio bálsamo. Proclama por doquier tu enfermedad. Eso te restablecerá».

12. Pianísimo. Su padre le regala un piano (primero uno vertical y luego otro de media cola). Federico escribe una nota dedicada al instrumento: «Te quiero más que a nada en el mundo». Aprende rápido con ayuda de un profesor. Compone cancioncillas, reune toques populares y da algún recital donde interpreta a Beethoven.

13. París jamás. Llega a pedir a su padre que le financie para ir a París a estudiar piano. El hacendado se niega.

Café Alameda, Granada

Café Alameda, Granada

14. Vida de chanza. Se matricula en Filosofía y Letras, luego en Derecho, luego en ambas a la vez… No da pie con bola. Sólo le ilusionan las reuniones del café Alameda con sus amigos del grupo del Rinconcillo. Van de sobrados y viven para la chanza, aunque discuten sobre lo divino y lo humano.

15. Padre quemado. «No sé qué va a pasar con este muchacho», se queja en público el padre de Federico.

16. Señorito. Federico se ve camino de emohecer como un remilgado y consentido señorito andaluz con, según escribe, una «vida de broma y jaleo».

17. Un cuarentón melancólico. Por casualidad conoce a la persona que dará sentido a su vida, el profesor Martín Domínguez Berrueta, cuarentón melancólico y vanidoso que sintoniza con Federico y le hace entender la poesía y su sentido último de expresión completa.

18. Unamuno, Machado. Con el profesor y algunos de sus alumnos, el joven Lorca viaja por España. En Salamanca conoce a Miguel de Unamuno. En Baeza, a Antonio Machado, que le embelesa con  su compromiso vital y extremo con la poesía. Federico decide que quiere ser poeta. Pasa las noches en vela escribiendo.

María Luisa Natera

María Luisa Natera

19. Primer amor. En un balneario de Lanjarón, en las estribaciones de las Alpujarras, Lorca, que acompaña a su madre, conoce a una muchacha de la que se enamora, María Luisa Natera. Ella tiene 15 años y él, 18 y la sexualidad adormecida o reprimida. Se gustan porque ambos tocan el piano. Galantean mientras interpretan a cuatro manos piezas de Chopin. Lorca le dedica algunos poemas que ella guardará toda la vida como un tesoro. No hubo más. La relación blanca -rechazada por la familia conservadora y beata de María Luisa- fue revelada en 2009 por el historiador lorquista Ian Gibson en el libro Lorca y el mundo gay.

20. Debut fatal. A los 19 años publica su primer libro Impresiones y paisajes, basado en la experiencia de sus viajes por España. La edición la paga el padre. Lorca dedica la obra, que contiene numerosas erratas y faltas sintácticas, a su antiguo profesor de música. Domínguez Berrueta, despechado, le expulsa de su casa y de su vida. Nunca volverán a hablar.

21. Al desván. El escritor se avergüenza pronto de la pobreza literaria de la obra y rescata de las librerías todos los ejemplares que puede. Los almacena en el desván.

22. Paralizado por el miedo. A principios de 1919 los sindicatos convocan una huelga general contra la monarquía y en favor de los derechos de los trabajadores. Los universitarios de Granada se suman. Frente a la casa de los Lorca la Guardia de Asalto mata de un balazo a un estudiante. Federico dice apoyar las demandas de los huelguistas, pero siente una neurosis paralizante ante la violencia y se queda encerrado en casa durante dos semanas. Ni siquiera se atrave a salir al balcón.

23. Madrid. Su padre, a regañadientes y gracias a la intervención final de Vicenta («no sé si será bueno como escritor, pero es lo único que quiere hacer»), le llena la cartera de billetes para que se vaya a Madrid en la primavera de 1919. Lleva vestuario de estreno: zapatos de charol, trajes oscuros, corbatas…

24. Juan Ramón. Se presenta ante el arisco Juan Ramón Jiménez, al que causa buena impresión. «Me leyó algunas composiciones muy bellas. Quizá un poco largas, pero la concisión vendrá sola», escribe el patriarca.

25. Deslumbrado. Le encanta Madrid («nada me aturde, ni siquiera todo este alboroto»), pero sigue viviendo de la sopa boba e incumpliendo los pocos encargos de trabajo que le hacen, por ejemplo un libreto teatral.  «No tengo apuro en llegar«, escribe a su familia.

Internos de la 'Resi' ante el edificio. Lorca, en el centro, como siempre

Internos de la 'Resi' ante el edificio. Lorca, en el centro, como siempre

26. Sin pegar clavo. Desde 1920 se hospeda en la Residencia de Estudiantes, donde no es necesario pegar clavo, las mucamas atienden a los internos y las obligaciones se limitan a bajar bien vestido a la cena. Lorca vive Madrid como un poseso: se exhibe en las fiestas y tertulias, se pavonea en las conferencias, se deja querer para amenizar las reuniones con interpretaciones de piano…

27. En el armario. El poeta Emilio Prados le tira los tejos con sinceridad y le propone que vivan juntos. Lorca, que tiene miedo a salir del armario, se aparta de su lado.

28. Abucheado. El 22 de marzo de 1920 se estrena en el Eslava la tantas veces retrasada obra de teatro de Federico. Su padre corre con los gastos de producción añadidos por los incumplimientos del hijo. El maleficio de la mariposa -que antes se había titulado La estrella del prado– es un incontestable fiasco, con abucheos, interrupciones y criticas demoledoras que aconsejan al autor haber previsto el fracaso no escribiendo la obra.

29. «He nacido poeta». Lorca queda tocado. Se cree una estrella y es un fracasado. Su padre le ordena que regrese a Granada, pero Federico le envía una carta desesperada: «He nacido poeta y artista, así como otros nacen rengos, o ciegos o apuestos». El padre, influido por su esposa, accede a otra moratoria y sigue financiando la experiencia madrileña.

30. «Niñez seca». Tras la edición de un poemario en 1921 (Libro de poemas), una obra de lirismo inocente que pasa sin pena ni gloria, regresa a Granada. A los 23 años se siente viejo («la vida me echa sus cadenas» y «¡qué lastima de mi niñez seca!», escribe), se resigna a la ciudad de provincias que odia por su ambiente «mediocre» y quiere acabar Derecho, carrera de la que ha ido aprobando asignaturas sueltas.

Casa familiar de los García Lorca en la Huerta de San Vicente, Granada

Casa familiar de los García Lorca en la Huerta de San Vicente, Granada

31. Un diletante y un workaholic. Intima con el músico, Manuel de Falla, que reside en Granada desde 1920. Les separan la edad (23 y 45 años) y la dedicación (Lorca es un diletante y Falla un workaholic), pero les une el amor por el cante de los gitanos.

32. El festival. Junto con un grupo de amigos, Falla y Lorca lidian con los poderes públicos y fácticos locales hasta terminar por organizar un festival de flamenco en la ciudad. Las actuaciones del Concurso de Cante Jondo de Granada se celebran, en el Patio de los Aljibes de la Alhambra,  en junio de 1922. El éxito es inmenso y tiene repercusión en diarios extranjeros. Los premios (mil pesetas y diploma) se los reparten Manuel Ortega Caracol, que tenía 13 años, y El Tenazas de Morón.

33. Cambio. Aunque Lorca no organiza por sí sólo el concurso -como se encarga de proclamar a los cuatro vientos entonces y en los años sucesivos-, la oportunidad le sirve para cambiar de registro poético de manera drástica, inclinándose hacia la llamada de la tierra, la vindicación del andalucismo como estado de ánimo y la sensibilidad arrebatada pero adusta de la música de los gitanos.

34. Catársis. En una especie de revelación y en estado de catársis escribe el Poema del cante jondo, que lee en público por primera vez poco antes del festival, en el Hotel Alhambra, en un acto al que asiste el todo Granada. La obra no sería publicada en libro hasta 1931.

35. Letrado García Lorca. En febrero de 1923, nueve años después de matricularse, obtiene el título de Derecho. No por sus méritos, pero sí por su encanto. De Derecho Político le examina oralmente su amigo Fernando de los Ríos. «¿Qué es el Estado?», le pregunta. «Una araña», responde Federico.

Con Dalí en el verano loco en Cadaqués, 1927

Con Dalí en el verano loco en Cadaqués, 1927

36. Amor loco. Lorca regresa a Madrid. En la Residencia de Estudiantes, donde vuelve a alojarse, conoce al excéntrico Salvador Dalí, que tiene 19 años. Se prendan uno del otro. Dalí recordaría el primer encuentro con el verbo excesivo que tanto le gustaba: «El fenómeno poético en su integridad, a secas, súbitamente se me apareció en carne y sangre».

37. ¿Sin sexo? Son inseparables, estrafalarios, histriones, pomposos y complementarios (Lorca, locuaz y elegante al modo torerista; Dalí, tímido y excesivo a la manera del astracán mediterráneo). Hay muchas cartas de apasionado erotismo que contradicen la versión oficial de un romance casto, pero ninguna prueba o testimonio de que hubiese  sexo. Según el pintor, Lorca se le insinúa en 1926, pero, aunque halagado, rechaza los acercamientos. Pasan un dionisiaco verano juntos en Cadaqués.

38. Pintoresquismos. Cuando Lorca publica Romancero gitano (1928), Dalí le critica en una carta: «Tú eres un genio y lo que se lleva ahora es la poesía surrealista. Así que no pierdas tu talento con pintoresquismos».

39. «Gitano bronceado». En otro momento dice: «Te amo por lo que el libro revela que eres, que es bastante distinto de la idea que los pútridos filisteos se han hecho de ti, que es la de un gitano bronceado de pelo negro, corazón de niño, etc, etc…».

40. «Yo soy el perro andaluz». Lorca se toma a mal la película Un perro andaluz, co dirigida en 1929 por Dalí y otro alumno de la Resi, Luis Buñuel, al entender que el título es una referencia grosera hacia él («Buñuel hizo una película de mierda que se llama Un perro andaluz y yo soy el perro andaluz»).

41. Buñuel, celoso. Algunos biógrafos opinan que Buñuel, celoso, malmetió para que Dalí y Lorca se distanciasen. Se volverían a encontrar fugazmente en 1935 y todas las rencillas quedaron olvidadas.

El taimado Aladrén, a la izquierda, y Federico

El taimado Aladrén, a la izquierda, y Federico

42. Novio manipulador. En 1927 se lió con Emilio Aladrén, artista bisexual de llamativa y exótica belleza, ocho años más joven que Lorca. El novio es un vago, gusta de la manipulación y tiene mala calaña. En 1928 Aladrén se enamoró de una representante inglesa de una firma de cosméticos y dejó al escritor, que cayó en una profunda depresión («ahora me doy cuenta de qué es eso del fuego del amor del que hablan los poetas eróticos»). En esa época Lorca habla abiertamente por primera vez de su homosexualidad. «Tu no sabes lo que es sufrir por la belleza masculina», le dice a un amigo.

43. Escultor franquista. El noviete bisexual de Lorca se dedicaría a esculpir bustos de los prebostes del régimen franquista. Murió prematuramente en 1944.

44. Ego en alza. Federico se convierte en la figura central de la joven literatura española, que comienza a ser considerada por la crítica como una generación (Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Manuel Altolaguirre, Gerardo Diego, Pedro Salinas…). Dice bastante de la capacidad de Lorca para venderse y de su charmant personal que sea designado como líder cuando tiene tan poca obra publicada. El sostiene que no le interesa editar, porque los poemas mueren al estar impresos.

45. Estado mental. Algunos críticos de la época acuñan con sorna la expresión «el estado mental García Lorca» para referirse al ego creciente del escritor.

En su cuarto en Granada, bajo un cuadro que le regaló Dalí, 1925

En su cuarto en Granada, bajo un cuadro que le regaló Dalí, 1925

46. Ladrón de opiniones. Su agenda sigue siendo la de un ministro. Conquista a la alta burguesía con su conversación chispeante y sus ostentosos ademanes al recitar. Algunos de sus cercanos ven con desagrado como se hace con el control de las situaciones y no se queda tranquilo hasta ser el rey de cada fiesta. En sus disdertaciones inventa y miente. Alguien le pilla disertando con tono elevado sobre el Ulysses de Joyce -que no ha leído- con una argumentación copiada al pie de la letra de una opinión escuchada el día antes de otra persona.

47. Odiado Alberti. Su pique con Rafael Alberti, poeta en alza y también andaluz, adquiere tono de sainete: cada vez que alguien menciona a Alberti en presencia de Lorca, éste dice que le duele la garganta y se ausenta.

48. Misticismo. Tras la ruptura con el arribista Aladrén, al poeta se le vienen encima todas las dudas y recurre al misticismo. Reza a diario y va a misa («soy un católico estético»), se interesa por las cosmogonías hinduistas, regresa a sus adorados griegos… Está tan fuera de sí que, ajeno a su desprecio por la política, firma una carta abierta -escrita por Ortega y Gasset- para pedir la formación de un partido liberal que combata la dictadura de Primo de Rivera.

49. Penitente. El jueves santo de 1929 marcha anónimamente -encapuchado, descalzo, cargando una pesada cruz de madera- en la procesión de la granadina Confraternidad de Santa María de la Alhambra. Dos meses más tarde se asocia como cofrade.

Un andaluz en Nueva York, 1930

Un andaluz en Nueva York, 1930

50. Harlem. Intenta escapar de las dudas y la tristeza con un viaje a Nueva York (con paradas previas breves en París y Londres) en junio de 1929. La ciudad le deja, como escribe a sus padres, «knock-out«, una de las poquísimas expresiones en inglés que era capaz de manejar. Aprende a pedir «bacon and eggs» (tocino y huevos) y casi no come otra cosa. Se matricula en un curso de la Universidad de Columbia, cose el primer botón de su vida en una camisa, se deja sorprender por un mundo nuevo, chocante y fascinante al tiempo, da grandes caminatas, canta y toca el piano en fiestas del círculo docente de españoles, se enamora de los clubes de jazz de Harlem y de la desvergüenza de los negros. Escribe Oda al Rey de Harlem, un poema en el que rompe con su estilo anterior.

51. Sexo surrealista. Visita Nueva Inglaterra y se enamora (al parecer de manera sólo platónica) de un estudiante de 20 años que le sirve de cicerone. Escribe el guión de un cortometraje que nunca será filmado, Viaje a la luna, donde explica, con imágenes surrealistas, sus desvelos por el sexo.

52. Testigo del crack. Está en Nueva York el martes negro del 29 de octubre y va a Wall Street para ver a «hombres gritando como animales y mujeres llorando» por el crack bursatil que originó la Gran Depresión. Impresionado, empieza a escribir los poemas del que sería su mejor libro, Poeta en Nueva York. En marzo de 1930 toma un tren hacia Miami y de allí un barco con destino a La Habana.

53. Ídolo. Lo que iba a ser una visita de unos días se convierte en una estancia de tres semanas. La Habana ama a Lorca y viceversa. Es tratado como un ídolo en varias lecturas en teatros abarrotados, se pavonea por el Malecón, va a una cacería de cocodrilos y, como había amenazado al llegar, se dedica a parodiarse a sí mismo.

En La Habana, entre hombres

En La Habana, entre hombres

54. Locaza. Da rienda suelta a la homosexualidad y la disfruta sin temores por primera vez, como una locaza: se baña desnudo, se acuesta con varios chicos jóvenes y guapos, se deja querer… Empieza a escribir su obra de teatro más audaz, El público, el único de sus textos que aborda con franqueza las inclinaciones del autor y reinvindica el deber de «quitarse la máscara».

55.  Fuera lunares. En La Habana también padece un ataque de angustia histérica: está convencido de que tiene cáncer de piel. Se somete a una operación para quitarse varios lunares.

56. El nuevo Lorca. Regresa a España en octubre de 1930. Está cambiado. Sus amigos, entre ellos el poeta Luis Cernuda, tambien gay, le encuentran cínico, sensual, franco, con más aplomo y menos miedos. El nuevo estilo de Lorca coincide con la proclamación de la Segunda República Española y el final de la monarquía.

57. Teatro en las plazas. En 1932, el Ministerio de Instrucción Pública, del que se ocupa Fernando de los Ríos, otorga fondos públicos a Lorca para que dirija la compañía de teatro La Barraca. «Sacaremos las obras de las bibliotecas, se las sacaremos a los académicos, y las devolveremos al sol y al aire fresco de las plazas del pueblo», declara el flamante director artístico. Hasta el comienzo de la Guerra Civil la compañía, integrada por dos decenas de universitarios, presenta 13 adaptaciones de clásicos españoles en 74 ciudades y pueblos.

Con Rafael Rodríguez Rapún, uno de sus grandes amores

Con Rafael Rodríguez Rapún, uno de sus grandes amores

58. Penúltimo amor. Durante las giras de La Barraca Lorca mantuvo romances fugaces con algunos de los actores, pero se enamoró perdidamente sólo de uno, Rafael Rodríguez Rapún, madrileño nacido en 1912, socialista y atlético. Fue una pasión correspondida.

59. Un año exacto. A Rafael lo matarían los nacionales en la guerra el 18 de julio de 1937, exactamente un año después de la muerte de Federico.

59. Gloria y sangre. Entre 1933 y 1935 Lorca alcanza el estrellato como autor teatral. Es la época de sus dramas más celebrados, Bodas de sangre (1933) y Yerma (1934), del apoyo de la actriz republicana Margarita Xirgú, que le considera el mejor escritor español, de la triunfal visita a Buenos Aires….

60. El toro Granadino. En agosto de 1934 muere, tras ser corneado por el toro Granadino, Ignacio Sánchez Mejías, el torero-escritor al que toda la generación del 27 veneraba. Lorca escribe: «La muerte de Ignacio es como mi propia muerte, un aprendizaje para mi propia muerte». Le dedica al torero el sobrecogedor lamento Llanto por Ignacio Sánchez Mejías: Porque te has muerto para siempre, / como todos los muertos de la Tierra, / como todos los muertos que se olvidan / en un montón de perros apagados.

61. Blasfemo. En los tiempos convulsos previos a la Guerra Civil el escritor participa en la fundación de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, que consideraba la revolución bolchevique y su desarrollo como «el acontecimiento económico y social más formidable del mundo moderno». Aunque siempre se había mantenido en los márgenes de la política, el cargo de Lorca como director de La Barraca y su militancia en el teatro marcial, didáctico y uniformado con monos de faena -también llamados mamelucos– le gana las antipatías y la crítica atroz de los medios conservadores. Algunos diarios hablan de intelectuales «de sexo desviado» que «corrompen a la juventud española». Tras el estreno de Yerma, en diciembre de 1934, acusan al autor de «inmoral», «irreverente», «blasfemo».

Con el grupo La Barraca, todos con el uniforme de mamelucos azules, en 1933. Lorca es el segundo por la izquierda

Con el grupo La Barraca, todos con el uniforme de mamelucos azules, en 1933. Lorca es el segundo por la izquierda

62. Amigo de José Antonio. Pocos saben entonces que Lorca es amigo personal del líder falalangista José Antonio Primo de Rivera, aunque ambos tratan de mantener la relación en la penumbra. Un día José Antonio le pasa a Federico un mensaje escrito en una servilleta de un restaurante: «Federico, ¿no crees que con tu mameluco azul y nuestras camisas azules podríamos forjar una España mejor?».

63. El último amor. Su último confidente es el granadino Eduardo Rodríguez Valdivieso, catorce años más joven que Lorca, empleado de banca, triste y de escasos recursos. Se habían conocido en 1932 en un baile de disfraces al que Eduardo llegó vestido de Pierrot y Lorca de Dominó. El escritor ama al joven apasionademente, pero, al parecer, no es correspondido.

64. Abandono. A partir de 1935 los episodios de profunda tristeza que siempre padeció se hacen más frecuentes. Empieza a beber más de lo acostumbrado. Le gustan el whisky y el coñac. Enciende un cigarrillo con el siguiente. Engorda y pierde pelo. El gran dandy descuida su aspecto: lleva trajes arrugados. Tiene más dinero que nunca por el éxito de los montajes teatrales y habla de hacerse una casa en la costa mediterránea.

65. Frentista. En febrero de 1936 lee en una cena de intelectuales un manifiesto en apoyo del Frente Popular, que aparece publicado al día siguiente con trescientas firmas. Poco antes había sido citado a declarar por la denuncia de un teniente coronel contra su Romance de la Guardia Civil.

66. La Gran Revolución. En abril dice en una entrevista: «Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la Gran Revolución». Participa en los desfiles del 1 de mayo en Madrid, donde se exhiben carteles con las imágenes de Lenin y Stalin. Lleva una corbata roja y declina participar en los discursos.

Al piano

Al piano

67. 38 años. El 5 de julio -trece días antes del golpe de Estado militar contra la República- Lorca cumple 38 años. Le preguntan cómo se imagina de viejo. Responde que le gustaría envejecer en Cádiz, frente al mar, «con una barba blanca, apoyado en un bastón, enormemente popular y amado por la gente de Cádiz… un Walt Whitman español».

68. Aterrado. Cuando se  entera de la muerte a tiros del líder derechista José Calvo Sotelo, Lorca entra en pánico. Empaqueta como puede cuatro cosas, pide prestadas 200 pesetas y se mete en un tren a Granada el 13 de julio. «Se está avecinando una tormenta y me voy a casa. Allí estaré a salvo de los rayos».

69. Último santo. El mismo día de la asonada militar fascista, el 18 de julio, los García Lorca celebran San Federico, patrón de padre e hijo. Hay licores y dulces en la casa de la Huerta de San Vicente.

70. «Ñino precioso de mamá». El Heraldo de Madrid publica ese día una extraña caricatura del poeta en pantalones cortos con este texto: «García Lorca. ‘Niño precioso de mamá’. Es una delicia. Verán: sólo tiene siete años y medio. No ha tenido apendicitis y dicen que tiene el cerebro de un adulto… Con todo, Federico García no es maleducado, y ahora tiene más de treinta».

71. «Como perros». El día 19 el sanguinario Queipo de Llano radia un mensaje desde Sevilla. Anuncia que toda Andalucía está a punto de caer bajo la dominación de los sublevados. Advierte a «la chusma» que los resistentes serán tiroteados «como perros». El 20 de julio los nacionales toman Granada. Al día siguiente comienzan las ejecuciones.

"Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver”

"Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver”

72. «¡Maricón!». El 9 de agosto un escuadrón falangista entra en la casa de la Huerta. Golpean a Lorca y lo tiran escaleras abajo. «¡Maricón!», gritan. Cuando se marchan, Lorca pide ayuda al poeta Luis Rosales, falangista. Acuerdan que Federico se trasladase a vivir a casa de éste.

73. La pluma y el revolver. El 16 de agosto una patrulla detiene a Lorca. Cuando la mujer de Rosales pregunta el motivo, responden: «Sus obras». Luego ampliarían la acusación: «Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver». Le encierran en una habitación del Gobierno Civil. Permiten que le lleven comida, ropa y cigarrillos Camel, sus favoritos.

74. La madrugada. Lo fusilan, en un paraje cerca de Alfacar, junto a un maestro y dos toreros. El crimen se perpetra en torno a las 4:45 de la madrugada del 17 de agosto, hace 75 años.

75. Sin plegaria. Poco antes de la ejecución, cuando un guardia civil revela a los prisioneros lo que está a punto de suceder, Lorca intenta rezar, pero no es capaz de recordar ninguna plegaria:  «Mi madre me las enseñó todas y ahora las he olvidado. ¿Estaré condenado?». El guardia dice que no.

Ánxel Grove

¿Saben lo que hacen cuando dan a Cohen el Príncipe de Asturias?

Leonard Cohen

Leonard Cohen

¿Sabían lo que hacían Luis María Ansón Anson,  J. J. Armas Marcelo, Carmen Caffarel Serra, Fernando Sánchez Dragó, Víctor García de la Concha y algunos otros con menos alcurnia pero similar nómina cuando hace unas semanas concedieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras?

Lo pregunto porque buena parte de los citados parece no saber lo que está haciendo casi nunca (pese a las nóminas, que deberían garantizar cierta dedicación al oficio de residir en el mundo).

El acta del jurado acojona, la verdad.

«Por una obra literaria que ha influido en tres generaciones de todo el mundo, a través de la creación de un imaginario sentimental en el que la poesía y la música se funden en un valor inalterable. El paso del tiempo, las relaciones amorosas, la tradición mística de Oriente y Occidente y la vida contada como una balada interminable configuran una obra identificada con unos momentos de cambio decisivo a finales del siglo XX y principios del XXI».

«La vida contada como una balada interminable». Tremendo titular. Acaso Sánchez Dragó y Ansón Anson hayan utilizado sus reconocidas artes periodísticas para componerlo. No veo la mano de Cafferel. Lo suyo es la polka de la sopa boba.

Leonard Cohen, 1975

Leonard Cohen, 1975

Retorno al inicio, que me pierdo. ¿Sabían lo que hacían al conceder a Leonard Cohen el galardón?

Uno recorre la lista de premiados en la categoría de Letras y se encuentra con el más correcto de los elencos: escritores que entendían la heterodoxia como el arte de tirarse pedos por cualquier orificio corporal (Cela), la práxis como la práctica de vilipendiar al vecino (Umbral) o el desarrollo de las tramas como un ejercicio de copismo hipster (Auster).

Ya sé: ahí está Rulfo, el gran Don Juan, pero parece tan solito como si estuviera en el cementerio de Comala. Entre muertos (algunos, muertos en vida).

Cohen es un animal. Habla de vaginas y sexo anal, de hombres que se comportan como hienas y mujeres que piden precisamente eso, de profetas ensangrentados y reyes asesinados…

La «balada interminable» mola como titular poético, pero de informativo no tiene un pelo. Cohen es un macho dominante, un tipo incorrecto, un poeta de vísceras… El tiempo le ha domesticado, es cierto, pero las obras no entienden de relojes y siguen siendo tan lúcidamente groseras como siempre.

¿Sabían lo que hacían los señores del jurado de la Fundación Príncipe de Asturias (cuyo patronato, por cierto, congrega a la crema de la crema de la indignidad señalada con acierto por el 15-M)?

Hay dos formas de verlo.Uno: sí, sabían lo que hacían, y han sido valientes como un inmigrante de patera al lanzarse a la mar brava para llegar a Europa antes de que manden a Schengen al demonio.

Dos: no tenían ni idea y actuaron al dictado. ¿De quién? No lo sé. Nunca llegaré a saberlo. Las cosas palaciegas son tan nebulosas como la mirada de Doña Letizia.

La ocasión pide un Cotilleando a… Leonard Cohen. Se lo merece como antesala a su visita a Oviedo en otoño para recoger los 50.000 euros del real premio, el pin para la solapa, la estatuilla amorfa de Joan Miró y compartir un choca esos cinco del rumboso mecenas de las artes Felipe de Borbón.

1. Leonard por tradición. Se llama Leonard Norman Cohen. Nace a las siete menos cuarto de la mañana del 21 de septiembre de 1934 en Montreal (Canadá). A su familia materna le gustaba que los nombres de los varones empezasen con la letra ele. El bisabuelo, Lazarus. El abuelo, Lyon. Ambas ramas de la familia eran judías. La madre, Masha, había nacido en Lituania. Era enfermera. El padre, Nathan, combatió en la I Guerra Mundial, cultivó la melancolía e hizo una pequeña fortuna con la empresa textil de la familia. «Moriré pronto. No veré el Bar Mitzvah de Leonard«, pronostrica con acierto. Fallece en 1944, a los 52 años. El hijo no ha cumplido diez.

2. Tinkie. El mejor amigo de Cohen durante sus primeros 15 años de vida es su perro, el terrier escocés Tinkie. Una noche, cuando el perro tenía 13 años, rasca la puerta, pidiendo salir al parque Murray Hill, enfrente de casa. Nunca regresa. Cohen está convencido de que se fue de casa para morir en una soledad sin lágrimas humanas.

Expediente universitario de García Lorca

Expediente universitario de García Lorca

3.Vela y oración. La familia es cien por cien kosher. El abuelo materno, que vive pared con pared con Leonard, es un rabino especialista en estudios gramaticales talmúdicos. Al niño le gustan la escuela de hebreo y la sinagoga. «Las velas, las oraciones, el ritual…», recordará años después, con muchos puntos suspensivos -como siempre que habla del judaísmo-. En la casa hay dinero suficiente para pagar los salarios de un chófer-jardinero (negro) y una nanny (irlandesa). Es obligatorio cenar de traje y corbata.

4. Gacela. Cúbreme por la aurora con un velo, / porque me arrojará puñados de hormigas / y moja con agua dura mis zapatos / para que resbale la pinza de su alacrán. Cuando el adolescente Cohen (14) lee Gacela de la muerte oscura siente que un arado le abre un surco en el pecho. Federico García Lorca se le mete en la herida y la emponzoña. El niño, iluminado, decide ser poeta. «Nunca dejé el mundo de Lorca», declaró hace pocos años.

5. Guitarrista suicida. Un año más tarde quiere aprender a tocar flamenco. Un emigrante español que vive  en Montreal le da cuatro o cinco clases. Cuando Cohen aparece para recibir la sexta le informan que el guitarrista se ha suicidado.

"Let Us Compare Mythologies", primera edición

"Let Us Compare Mythologies", primera edición

6. Voz de arena. El primer libro (44 poemas, 58 páginas) es publicado en 1956 en una pequeña editorial de Montreal. Let Us Compare Mythologies alcanza categoría de éxito local: 500 ejemplares vendidos en un año.  La voz de arena empieza a tomar forma: Cuando los jóvenes cristianos me contaron / Como clavamos a Jesús / Como una adorable mariposa contra la madera. Cohen dedica el libro a su padre. Está publicado en España por Visor, la editorial que creyó en el valor literario del canadiense mucho antes de las verbenas.

7. On the road. Viaja astralmente (peyote, LSD, hongos) y sobre el terreno: visita Nueva York y se queda a vivir unos meses. No necesitaba trabajar: su padre le había dejado en un estipendio anual vitalicio de 750 dólares. Gana una beca del gobierno canadiense para jóvenes literatos (3.000) y se va a Londres «a escribir». Hace demasiado frío y decide moverse hacia el Este. Se establece en la isla griega Hydra, poblada por bohemios nómadas. Conoce al primer gran amor de su vida, la noruega Marianne Ihlen, casada con el escritor Axel Jensen. Los tres viven juntos en una relación abierta. Cohen compra una casa por cuatro perras, se dedica a fatigar la Olivetti portátil con poemas y algo que podría ser una novela y toca la guitarra y canta todas las noches para los amigos. El farmacéutico le vende sin problemas Maxitom y Mandrax, una anfetamina y un sedante-hipnótico. Combina la subida con la bajada, como si quisiera anular ambas. Marianne es más epicúrea. «Tomábamos el sol, nos tumbábamos al sol, nos bañábamos, escuchábamos música, bebíamos, hablábamos… Paseábamos a caballo y hacíamos el amor (…) Durante cinco años me permití un único lujo: no usar zapatos ni un sólo día», dijo años más tarde en una entrevista. Cohen y Marianne lo dejaron sin despecho en 1966. El le dedicó una hermosa canción de despedida.

Foto de pasaporte de Marianne

Foto de pasaporte de Marianne

8. Entre castristas. En 1961 tiene que regresar de Hydra a Canadá para renegociar la beca que le permitía vivir. Las editoriales rechazan el manuscrito de su primera novela. Se desespera y se monta en un avión hacia La Habana. Va vestido de verde oliva y se deja barba. Quiere apoyar a la naciente revolución castrista. En el ambiente de paranoia de la isla (EE UU acaba de decretar el embargo), la policía política le detiene y le deportan a Montreal después de varios días en un calabozo. «Creí que aquello iba ser como mi Guerra Civil Española. Fue una estúpidez romántica», explicó años después.

9. El escritor (y el speed). Entre 1961 y 1966, consumiendo con arrebato anfetaminas, edita sus mejores libros: los poemarios The Spice Box of Earth (La caja de las especias de la tierra) y Flowers for Hitler (Flores para Hitler) y las novelas The Favourite Game (El juego favorito) y Beautiful Losers (Los hermosos vencidos, descatalogado en España). Quien no los haya leído se pierde una de las obras básicas de la literatura del siglo XX. Existe un curioso y poco conocido documental que muestra a Cohen en su quinquenio dorado. No volvió a escribir nada decente. Tampoco volvió a tomar speed con tanta fruición. Se pasó al vodka.

Suzanne Verdal

Suzanne Verdal

10. Habitante de un póster nazi. En 1967 se establece en Nueva York (aunque su destino inicial y desatinado era Nashville, la capital del country and western estadounidense). Se prenda de la Diosa de la Tragedia, Nico, la corrupta modelo alemana que intenta hacer carrera como cantante con la Velvet Underground. Viven un tórrido y complicado romance. «Parece la habitante de un póster nazi», dice él. Ella le desprecia («¿33 años? Eres demasiado viejo») y prefiere al epatante Iggy Pop o al imberbe Jackson Browne. Cohen compone letanías de pérdida y erecciones no reparadas en el Hotel Chelsea, hogar de los villanos.

11. A ciegas. Se embarca en un amor platónico e imposible con Suzzane Verdal, una canadiense casada. Le escribe una canción: Y quieres viajar con ella, / Y quieres viajar a ciegas. Es el primer éxito de Cohen como músico, pero a través de la versión de almíbar de la pieza que hace Judy Collins.

12. Tres discos. Bajo el padrinazgo del productor y cazatalentos John H. Hammond (descubridor de Billie Holyday, Aretha Franklin, Bob Dylan, Bruce Springsteen y muchos más) graba sus mejores discos, los tres primeros, Songs of Leonard Cohen (1967), Songs from a Room (1969) y Songs of Love and Hate (1971). Nunca los superará y aún vive a costa de ellos. Alguna vez escribí en 20 minutos que, «fluyentes de semen y flujo vaginal», están llenos de canciones elementales que «pueden llevarte a la muerte, aconsejarte cómo ser un buen padre, convencerte de que todo hijo es un traidor…». Todos le admiran. «Si no fuese yo, quisiera ser Leonard Cohen”, dice Dios Dylan.

13. Sionista. Llama bastante la atención la premura de alguno de los organismos cercanos a la Embajada de Israel en España en ponerse la medalla del Premio Príncipe de Asturias como si fuese suya. No es extraño. Cohen es de los pocos artistas pop que siguen tocando en Israel pese al boicot artístico internacional y el alto stablisment sionista no olvida el apoyo del cantante a los soldados («mis hermanos luchando en el desierto», les llamó antes de componer en su honor la canción Lover Lover Lover: Que el espíritu de esta canción / Sea un escudo contra el enemigo) ante los que actuó durante la Guerra de Yom Kipur de 1973, escenario de un encuentro que el músico no quiere comentar: las copas de coñac que compartió con Ariel Sharon, entonces general y luego promotor de matanzas.

"Death Of A Ladie's Man"

"Death Of A Ladies' Man"

14. Productor con pistola. Para el disco Death of a Ladies’ Man (1978) Cohen contrata al productor Phil Spector, que habita en las montañas de la locura y se empeña, pistola en mano, a imponer sus arreglos catedralicios. Cohen se desentiende de la promoción del álbum, pero algunas de las canciones (Iodine, por ejemplo) son hermosísimas. La aberración es Don’t Go Home With Your Hard-On (No vayas a casa con una erección), una especie de calipso de fraternidad universitaria donde hacen coros Bob Dylan y Allen Ginsberg. La mujer morena de la portada, a la derecha, es Suzzane Elrod, madre de los dos hijos de Cohen: Adam (1972) y Lorca (1974). Ya se imaginan por qué se llama así la segunda.

15. Señor de la droga. En 1986, Cohen actúa en un capítulo de Miami Vice. Interpreta a un capo de las drogas. Cuándo le preguntaron por qué dijo que la serie le encantaba a sus hijos.

16. Leonardo Silencio. En 1994 se retira del mundo durante cinco años para aprender zen. Alcanza el grado de monje y tomó el nombre de Jikan (Silencio).

17. Mujeriego. Ha estado liado con la fotógrafa francesa Dominique Issermann, la retratista de confianza de Carla Bruni; la actriz Rebecca De Mornay (la mala de La mano que mece la cuna), y la cantante Anjani Thomas.

En penumbra

En penumbra

18. Entre polacos. En Polonia le consideran una especie de Mesías. Es quizá el país, junto con Israel, donde más le veneran. En 1981, cuando tocó por primera vez en el país, se presentó ante la multitud diciendo: «No me merezco tanto. Sólo soy un cantante un poco mejor que Hitler«.

19. La gran biblioteca. Quien desee indagar en cualquier matiz de la carrera y la vida de Cohen debe consultar la web The Leonard Cohen Files, una completísima (y complaciente) base de datos en la que colabora con frecuencia, enviando material inédito o contestando personalmente en el foro, el propio cantante.

20. Abuelo entre mecheros. En 2005 Cohen se declaró en bancarrota y acusó a su agente, Kelley Lynch, de robarle cinco millones de dólares. Hay todavía algunos pleitos en marcha. La situación obligó al abuelo a lanzarse a la carretera y dar conciertos con una frecuencia un tanto sospechosa. Aparece rodeado de una orquestina, convierte su cancionero en ceremonial de mecheros alzados y decepciona a muchos de quienes le preferíamos tímido, neurótico y en la elegante soledad de los años setenta. Le va bien. Sólo en la gira de 2009 facturó 9,5 millones de dólares. En otoño le dan otros 50.000.

Ánxel Grove

Luis Pereiro: «Sin buscar nunca solución para un amor atroz»

Lois Pereiro. Madrid, 1979 (Foto: Piedad Cabo)

Luis Pereiro. Madrid, 1979 (Foto: Piedad Cabo)

La foto de la izquierda muestra al joven Lois Pereiro en la terraza de un piso del Paseo de Extremadura de Madrid. La hizo su novia, Piedad Cabo.

Tiempos limpios: finales de los setenta. El ogro estaba enterrado y el futuro olía a jardín.

Piedad hizo al menos dos fotos más de su novio. En éstas, de plano más cerrado, no se aprecia la novela de Ross Macdonald que él estaba leyendo.

Una de las fotos de la serie ha sido utilizada y distribuida por la Real Academia Galega (RAG) para la invitación a la sesión plenaria de carácter extraordinario que la institución celebra mañana en Monforte de Lemos (Lugo).

Alojo aquí la invitación para los interesados.

Tres notas sobre el mensaje off-topic encubierto bajo el diseño de la cédula de acceso emitida por la RAG:

1. La foto elegida hurta el libro que descansa sobre el sofá. Ross Macdonald -autor de hard boiled, yanqui hasta la cepa- no es políticamente correcto y causaría alguna dispepsia en un pleno organizado por un comisariado que no sólo custodia las normas ortográficas, dialectales y fónicas da fala, sino que, cito sus objetivos estatutarios, se encarga de «velar por los derechos del idioma gallego». La vieja historia de la histeria moral nacionalista: la lengua entendida como trinchera y guillotina fronteriza; los derechos, como salvoconducto para la inquisición.

2. Al optar por el primer plano, no tenemos acceso a los brazos del poeta a quien la RAG ha dedicado el Día das Letras Galegas de este año, que se celebra mañana, jornada festiva autonómica. Lois Pereiro (1958-1996) empleó casi todos sus derechos de autor en comprar heroína para chutarse en las venas de esos brazos que la academia no desea mostrar. Las regalías que el poeta pudo disfrutar fueron escasas, porque en vida le trataron como un apestado buena parte de las personas que han recibido con orgulloso agrado la invitación y estarán presentes, circunspectos, en el acto de Monforte, ciudad natal y territorio salvaje (es decir, familiar) de Pereiro. No sé si la RAG oculta los brazos-venas del poeta con o sin intención. Jung otorgaría el mismo significado, en términos de mito, a ambas opciones.

3. La invitación de la RAG contiene esta leyenda: «Fotografía de Piedad Cabo. Cortesía dos heredeiros do escritor». No acierto a saber si se trata de un desatino o una nueva interpretación, entre Creative Commons por la cara y vulgar descaro, de la legislación sobre autorías. Si la foto es de Piedad Cabo, que no es heredera legal, ¿cómo pueden cederla, por muy educamente que procedan, los herederos, es decir, la familia del poeta muerto?

Piedad Cabo y Luis Pereiro. Muro de Berlín, 1983

Piedad Cabo y Luis Pereiro. Muro de Berlín, 1983

Piedad Cabo es la única novia que tuvo Luis Pereiro -a partir de ahora le llamaré así, Luis, como le llamábamos todos quienes le conocimos-, la mujer a la que amó más allá de toda norma.

También es la persona que tuvo que correr desde cien kilómetros para ingresarle en el hospital en 1994, cuando empezó la cuenta atrás hacia la muerte. Sólo a ella hacía caso el enfermo. Quedó ingresado. Piedad, ingresada a su modo, fumó la máquina entera de tabaco de la noche más larga. La familia del enfermo (madre, hermano, hermana, cuñada), los herederos, se fueron a casa a dormir.

Piedad es la destinataria de la última obra del poeta, la esplendorosa Conversa ultramarina (Conversación ultramarina), publicada en su versión verdadera (la que reproduce el original epistolar de Luis) por Edicións Positivas, la única editorial que le dió cuartel en vida al escritor, un raro que nunca interesó a las ultra conservardoras empresas gallegas dedicadas al negocio del libro-bandera-nacional, esa otra guillotina.

Piedad Cabo no ha sido invitada al acto de mañana en honor a Luis.

El editor de Positivas, Paco Macías, sí ha sido invitado, pero no creo que se presente. Como Luis, es un  anarquista fidedigno, sin patria, sin academias, distante de las guillotinas.

Me parece (opino por mi cuenta, soy culpable de no seguir el discurso único) que Luis tampoco asistirá en forma espíritual (el Día das Letras Galegas se dedica a personas muertas).

Creo que, ante cualquier homenaje de este calibre, firmaría un grafito con la sentencia de Buenaventura Durruti: «La unica iglesia que ilumina es la que arde». El fuego es un destino justo para cualquier dogma, sea un documento de identidad, una arenga nacional o una distinción académica.

Qué vieja es la vieja y miserable historia de la explotación post mortuoria: las extrañas derivas de Maria Kodama, la celadora de Jorge Luis Borges; la peripatética actividad de Clara Aparicio, viuda de Juan Rulfo y soldadera belicosa contra todo lo que enturbie sus planes; la desobediencia de Max Brod a las instrucciones de Franz Kafka para que destruyese sus manuscritos; Isabel Burton, la mujer del orientalista Richard Francis Burton, quemando los papeles sexualmente incómodos de su marido; Elisabeth, la hermana de Friedrich Niezsche, distorsionando a su gusto los manuscritos inéditos del trastornado y por tanto cuerdo filósofo…

Luis Pereiro en una bolsa de supermercado

Luis Pereiro en una bolsa de supermercado

A Luis Pereiro le han intentado disfrazar en los últimos meses. Le han colgado todos los atrezos, le han colocado en todas las plataformas virtuales de egosurfing.

Hay un Twitter @loispereiro, un grupo de Facebook, un blog oficial, una exposición itinerante que le presenta como el punk que no fue, un espectáculo audiovisual montado por empresarios del apparatchik nacionalista, una muestra que le imagina  como aleph de la movida gallega, varios documentales, materiales didácticos que escamotean los venenos a los que era adicto (y el sida que le llevó la tumba), una edición especial de bolsas de supermercado con su foto y uno de sus poemas…

Algunas iniciativas son ejercicios perversos de imaginación manipulativa, en otras se elude la forma de vida del poeta, demasido fijada a la obra, demasiado comprometida a la certidumbre de la muerte, una incómoda circunstancia en tiempos de poesía firmada por empresarios o portavoces gremiales.

En casi todas, no lo pongo en duda, hay cierto porcentaje de admirado cariño, aunque no sé dónde está la admiración cuando leo a uno de los muchos biógrafos-paracaidistas, un autoproclamado escritor, llamando a Lois «poeta popular» y citando a David Bowie, Lou Reed y Allen Ginsberg. Intuyo que tachó a los Rolling Stones en el ajuste final para encajar el texto en la maqueta.

Buena parte de las acciones do Ano Pereiro -terminología propagandística- han sido financiadas con dinero público. El Día das Letras Galegas es un trampolín al que deben subirse todos aquellos corderos que deseen optar a pesebre. La Xunta de Galicia reparte subvenciones con bastante holgura desde la noche de los tiempos. En marzo dió 1,5 millones de euros a los medios de comunicación establecidos en la región [página 19 de este Diario Oficial de Galicia]. Mañana todos los diarios llevarán la primera página escrita en gallego. Al día siguiente volverán al castellano como idioma vehicular.

Ya he dado mi visión del ceremonial Pereiro en un artículo en la revista Calle 20. Lo que hoy quiero traer a la sección Top secret de este blog es más doméstico, agenda oculta, agua sucia… Tiene que ver con el inicio de la entrada y la invitación selectiva de la RAG.

"Así le rezo yo a San Francisco". Carta de Luis Pereiro a Piedad Cabo. Marzo, 1995.

«Así le rezo yo a San Francisco». Carta de Luis Pereiro a Piedad Cabo. Marzo, 1995.

Tengo antes mis ojos una carta manuscrita de Luis Pereiro. Está firmada el 8 de marzo de 1995 y dirigida a Piedad Cabo, que entonces vivía en San Francisco.

Aunque la alojo aquí en pdf y la letrita de Luis es transparante, deseo transcribirla.

Así le rezo yo a San Francisco

My Dear P.:

This is not a new and simple declaración of my love. Sería absurdo, aburriría a Cristo, después de tantas otras en todos los idiomas, de otros y otras en todos los lugares del mundo, pronunciadas por muertos y por vivos.

Esto es muy diferente.

No puede ser ya una declaración manchada por el tiempo o el espacio. Hemos sobrepasado la barrera de esa «duración» de que habla Handke, porque en el fango de todas las nostalgias, visiones, contaminación mutua, imágenes creadas y compartidas, sin ruido y sin furia en que estamos metidos hasta el cuello, eso que otros llaman amor no es suficiente: como una sentencia cumplida hace ya tiempo. Todo lo que alguna vez fue nuestro no puede existir más que en nuestra sangre que sigue su camino guiada por las venas de cada uno entremezcladas sólo en el cerebro. No somos siameses, pero tú tienes mi alma y yo la tuya, sin que sepamos nosotros cómo y cuándo. Y el mundo vive ahí fuera con sus turbulencias sin afectar seriamente a las nuestras. Cruzadas las barreras, superados los límites, olvidados los años, desde playas desiertas de Bretaña, desde hoteles ambiguos, desde el silencio que no necesita de más palabras que las que casi nunca se pronuncian, de miradas que nunca significan algo distinto a la luz que las baña, en imnumerables sueños cruzados, en el contacto leve que a veces queremos permitirnos, el mundo sigue girando indignado con nuestra indiferencia.

Tu ausencia o tu presencia sólo altera mi vida o mis deseos pero no podría interrumpir ni un sólo instante una conversación continua que invade mi cerebro y forma mi memoria, aunque esa ausencia llegase a ser eterna.

 

Luis Pereiro

Lo que fuimos o lo que somos va camino de ser intenso y duro, indefinible pero sin duda eterno, que es lo que dura la vida de un hombre que no se resigna aunque la muerte lo espere.

La verdadera duración del Tiempo es algo que un simple amor no puede concebir entre sus márgenes, no es capaz de acoger en sus entrañas tanta imagen vivida, tan pocas palabras para decir tanto, ritos y gritos sin alzar la voz como los que tú y yo llegamos a crear, juntos o separados, da lo mismo.

 

Este será el poema prometido en el lecho de mi resurrección o pacto con el diablo, ¿quién lo sabe? Pero no sería el último aunque las manos se me volviesen ramas secas o el cerebro una ciénaga. No habrá final hasta que el mundo se disperse y con sus restos nuestros comunes restos del naufragio, de un espacio cósmico que ya será siempre nuestra común y ardiente pesadilla.

«Aniquilar el dolor aniquilando el deseo», dijo Buda.

Un buen consejo que llega un poco tarde
porque soy ya un experto en ambas cosas
y prefiero sufrir, callar y hundirme
los dedos en la herida antes de olvidar el más mínimo
instante de mi deseo por ti.

Ya ves, nunca seré budista. Demasiado tiempo entre dos vidas y no quiero perderte entre transmigraciones y, entre ellas, mi dolor y mi fracaso.

Podría también ser yo el que representase tu papel, o tú el mío, o el mismo en una película distinta, o uno secundario en un viejo ‘thriller’ en blanco y negro.

 

Luis Pereiro y Piedad Cabo

Pero encontraría siempre la manera de no salir de tu alma, de entrar en ti a oscuras del modo más sutil o violento, y también de apartarme elegantemente, ya lo sabes ¿Cómo no vas a saberlo precisamente tú, que me diste el aliento y fuimos uno sin buscar nunca en los peores momentos la solución para evadirnos de un amor atroz y destructivo? Y también sabes hasta donde podía llegar mi desesperación al creerte perdida, y nunca necesitarás preguntarme en serio si te amo. Sólo podemos recrear diálogos, decirme: «Miénteme, dime que me amas», porque a ti ya no podría mentirte ni lo haría ya si tuviese que hacerlo.

Te vi una vez y te sigo mirando cuando no me ves, y creo que si algo me hizo amarte fue tu capacidad para saber siempre dónde poner los ojos, y sigo enamorado de tu infinita gama de miradas.

«Do you love me?», said the man. And she looked at him, but her eyes were fixed on the wall beyond her lover, looking the wide and open map of the world behind his head.

Esa eres tú, y así sigo adorándote.

A Coruña, 8-3-95
Para P. de Lois
Lois Pereiro

Nota: Propiedad de Piedad R. Cabo. Impublicable e irreproducible, a menos que el beneficio que ello le reporte le sirva para comer un sadndwich en Chinatown.

La carta, sobrecogedora en su transparente palidez, acompañaba al envío postal a Piedad Cabo de la primera parte de Conversa ultramarina. La nota final la declara, por voluntad expresa de Luis, la única dueña de la obra. Cualquier tribunal lo tendrá clarito en el futuro.

No la RAG, que ha excluido del magno acto a la musa inspiradora del escritor homenajeado, ni tampoco los herederos del poeta, que la prefieren con la boca cerrada e intentan silenciar las voces de la linea de sombra que reivindican al Luis tímido, libertario y coherente con su atroz padecimiento.

Parecerá de mal gusto formular hoy ciertas dudas en vísperas del gran día de fiesta. Pero, como no creo en las abstracciones ni en las lenguas atadas por propósitos cuando menos falaces, ahí dejo la cuestión: ¿Por qué se intenta ocultar que Luis murió de complicaciones derivadas del sida y se insiste en que fue por el envenenamiento del aceite de colza desnaturalizado?

Otra historia es la literaria. La poesía de Luis no permite la duda, nunca la ha permitido. Aunque algunos se han percatado dos décadas más tarde y al toque de rebato de la RAG de esa grandeza (como también parecen haberse enterado ahora de que existe algo llamado rock and roll), la obra ya estaba allí. Los libros del poeta los publicó en vida (Poemas 1981/1991 es de 1992 y Poesía última de amor e enfermidade, de 1995). No sólo son los mejores, sino también los únicos.

Lo que ha llegado este año es mediocre. El esbozo de Naúfragos do Paradiso (que los herederos han llegado a presentar como novela inédita, cuando había sido publicada en 1997) nunca habría sido entregado a las imprentas por Luis, un escritor exigente, radical y económico en el uso de la palabra, enemigo de la glosa vacía tan en boga.

Sólo se salva Conversa ultramarina (verdadero y único tercer libro del poeta), un dietario con el rigor centroeuropeo de Thomas Bernhard, de quien Luis admiraba la negra precisión («lo que pensamos ha sido ya pensado, lo que sentimos es caótico, lo que somos es oscuro«), aunque por desgracia, el gallego no imitó al austriaco en su desprecio final y murió sin dejar un testamento drástico que ahuyentase a los chacales.

Uno de los libros que Luis adoraba es La visita de la Vieja Dama, de Friedrich Dürrenmatt, una tragicomedia sobre la perversión canibal de la tierra natal contra sus hijos incómodos: la exclusión, el rechazo, el estigma, el desprecio, el cotilleo de cacatúas de la calle del Cardenal… Quienen refieren ahora la edénica relación entre Luis y Monforte deberían leer a Dürrematt. Es profético: «El mundo me convirtió en una puta y ahora yo lo convertiré en un burdel».

Al final de la francachela de mañana en el Monforte de Luis, un grupo de gaitas tocará el Himno Gallego. Luis hubiera preferido algo más venenoso. Nunca le gustaron las gaitas. Pero, sobre todo, hubiera condicionado su presencia a una sola reivindicación: estar al lado de Piedad Cabo, la vieja dama ausente.

Ánxel Grove

El (mal) poeta Ginsberg era un gran fotógrafo

Allen Ginsberg - "William Burroughs, 11 pm late March 1985, being driven home to 222 Bowery…", 1985

Allen Ginsberg - "William Burroughs", 1985

Siempre pensé que Allen Ginsberg se equivocó de oficio.

Se presentaba como poeta, pero era tremendista y sediento de artificios y estaba esclavizado por el adjetivo.

Además, recitaba de pena.

Howl, la obra que estudian en las facultades de filología españolas pese al olor a cadáver que desprende, es de una torpeza tan infinita que avergüenza a quienes alguna vez la leímos:

He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la
locura, famélicos, histéricos, desnudos,
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de
un colérico picotazo,
pasotas de cabeza de ángel consumiéndose por la primigenia conexión
celestial con la estrellada dinamo de la maquinaria de la
noche

El tridente inicial –famélicos, histéricos, desnudos- y la casi Russian Red primigenia conexión celestial hacen tanto daño y presagian tanto calvario que yo le recomendaría dejarlo. Que se ocupen en ganar puntos los profesores agregados de departamento publicando algún articulito en una de esas revistas gremiales y masturbatorias.

Si quieren poesía, compren a Juan Ramón, a Celan, a Vallejo, a Rilke…

Nunca se fien de un tipo que, según cuentan en todas las biografías, estaba deseando que llegase el momento cumbre del recital para desnudarse y permitir a sus testículos entrar en una primigenia conexión con el auditorio.

Como fotógrafo era condenadamente mejor y por eso le traigo hoy a Xpo.

Sabía manejarse con una cámara, sobre todo, porque para hacer fotos no es necesario abrir el piquito (aunque el pobre Allen no era capaz de dejar sin firma ningún papel en blanco y se ponía a garrapatear larguísimos pies de foto para explicar lo que ya había explicado, y mucho mejor, con la imagen).

Allen Ginsberg - "Jack Kerouac", 1953

Allen Ginsberg - "Jack Kerouac", 1953

En esta impagable foto de Jack Kerouac, por ejemplo, anota:

Jack Kerouac vagabundeando por la Calle 7 Este después de visitar a Burroughs en nuestro apartamento, pasando frente a una estatua del congresista Samuel ‘Sunset’ Cox, el amigo de los carteros, en la plaza Tompkins cerca de la esquina de la avenida A, en el Lower East Side; [Kerouac] está poniendo cara de loco a lo Dostoievski o de be-bop ruso o de Om mientras camina por el vecindario preparando ‘Los subterráneos’, lápices y cuadernos asomando de su camisa de algodón, otoño de 1953, Manhattan.

¿Por qué me cuentas todo eso (y tan mal escrito, tan lleno de lugares comunes y ajeno a la caballerosidad de una buena puntuación), viejo? ¿No ves que estoy ante la foto y que me está mostrando que Jack era un torbellino? ¿A quién demonios le importa el amigo de los carteros? ¿Por qué no me cuentas la apertura del diafragma, la velocidad de obturación, la sensibilidad de la película? ¿Por qué no te quedas callado y me dejas ejercer el sentido de la mirada?

Allen Ginsberg - "Jack Cassady y Nathalie Jackson", San Francisco, 1955

Allen Ginsberg - "Jack Cassady y Nathalie Jackson", San Francisco, 1955

La foto de Jack Cassady -el gran protagonista de On the Road, la novela más rápida y furiosa de la historia- merece el cielo y demuestra que Ginsberg era un fotógrafo avispado y de buen ojo.

El abrazo al ligue de turno (Jack era un seductor nato); la marquesina del cine anunciando a Brando en The Wild One (Salvaje), la película de moteros fuera de la ley de Stanley Kramer (1953); todos los personajes secundarios dándonos la espalda, caminando, como sombras, en dirección contraria a los iluminados y radiantes protagonistas…

Cada apunte de la foto, cada punctum, condensa el sueño beat.

Parafraseando a Kerouac, la foto repite, sin decir, con la afásica potencia de las imágenes, la cita-emblema de On the Road:

Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida, mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas…

Allen Ginsberg - "W. S. Burroughs", 1991

Allen Ginsberg - "W. S. Burroughs", 1991

Finalmente, esta foto tardía que por sí misma justifica a Ginsberg ante la eternidad.

William Burroughs fue el mejor escritor de la generación beat, un corsé demasiado estrecho para su obra volcánica y su excepcional vida de ruina y genio.

La foto le muestra, quizá adormecido por el láudano, quizá concentrado en un sueño sobre virus y chiquillos con ganas de sexo, tumbado en un viejo sofá. La ropa, como a todos los yonquis, le abraza con elegancia casi mística.

Acaso piensa: «Un hombre podría morirse, simplemente, por no ser capaz de soportar la idea de permanecer dentro de su cuerpo».

O: «Fue una vieja y sabia marica, a quien llamábamos Bobo, quien me enseñó que tenía el deber de vivir y llevar orgullosamente mi yugo, a la vista de todo el mundo, para vencer los prejuicios y la ignorancia y el odio con el conocimiento y la sinceridad y el amor. Cada vez que una presencia hostil te amenaza, sueltas una espesa nube de amor como la nube de tinta que suelta el pulpo».

Las bellísimas fotos de Ginsberg fueron expuestas el año pasado por la National Gallery of Art de Washington. En esta web hay algunas más.

«Lo que vemos está en gran medida determinado por lo que oímos», decía Burroughs en uno de sus libros.

Aún sin admitir esa certeza, el (mal) poeta Ginsberg demostró, haciendo fotos, la verdad plena del axioma.

Ánxel Grove