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Cuando la BBC puso a Jimi Hendrix en la lista negra por culpa de una pija

Jimi y Lulu

Jimi y Lulu

¿Verdad que no? Aunque las relaciones humanas están regidas por leyes confusas y motivaciones impredecibles, usted y yo estaríamos de acuerdo en otorgar a estos dos menos futuro que a Ana Botella en una biblioteca. Uno lleva dentro un ballet astral. La otra, por fuera y por dentro, una pelota de playa. Donde no hay, no hay.

Jimi Hendrix [si quieren alas, pulsen el enlace: casi una hora de vuelo libre], el jinete púrpura, y Lulu [estoy seguro de que Ana Botella pulsaría el enlace], la niña repipi de la Inglaterra repipi, es decir, una descarga de sacarosa y laca. Los destinos de este par se cruzaron porque, como predicen la filosofía taoísta y la física cuántica, los contrarios se llaman.

The Jimi Hendrix Experience, 1967. A la izquierda, Noel Redding (bajo). A la derecha, Mitch Mitchel (batería)

The Jimi Hendrix Experience, 1967. A la izquierda, Noel Redding (bajo). A la derecha, Mitch Mitchel (batería)

El 4 de enero de 1969, The Jimi Hendrix Experience, el trío de blues asesino y rock perturbado del guitarrista, tenía contrato para actuar en Happening for Lulu, el show de la cantante en la BBC —todas las televisiones públicas tienen su Mari Cruz Soriano—. Debían tocar, les dijo su manager, dos temas en directo. Hendrix se inclinó por dos golpes triunfadores: Voodoo Child (Slight Return) y Hey Joe.

Cuando llegaron a la grabación se enteraron de que había un regalo emponzoñado. Lulu se les uniría en los compases finales de la segunda pieza y luego debían acompañarla en To Sir With Love, el lamento de una bachiller que brama por la pérdida de su profesor favorito y parece preguntarse si le debe un revolcónDejo a mi mejor amigo / El que me enseñó la diferencia entre el bien y el mal / Entre la debilidad y la constancia / ¿Qué le voy a devolver a cambio?.

El fumador y la beata

El fumador y la beata

Hendrix y sus colegas se pusieron a temblar («no puedo tocar con ella, es una ridícula», dijo el guitarrista) y se encerraron en el camerino a fumar hachís, en la confianza de que la resina de cáñamo les brindaría cierta relajación. El bajista Noel Redding cuenta en el libro de memorias Are You Experienced? The Inside Story of The Jimi Hendrix Experience que los porros sólo sirvieron para aumentar la paranoia, porque, entre calada y calada, recordaron que Lulu era una antitabáquica militante cuyo marido, Maurice Gibb, de los Bee Gees, tenía que fumar a escondidas para evitar los ataques fanáticos de su mujer. ¿Y si viene a vernos al camerino?, se preguntaban los experience, sintiéndose niños díscolos pero temerosos. Hendrix, mientras tanto, callaba, rumiando furia y colocándose cada vez más.

Jimi Hendrix

Jimi Hendrix

La actuación [pueden verla entera en el vídeo que inserto tras esta entrada] fue memorable. Tras Voodoo Child (Slight Return), el realizador pinchó la cámara de Lulu, que estaba en primera fila. «Eso estuvo caliente», dijo, pizpireta como siempre. «Señoras y señores, en caso de que no lo sepan, Jimi y los chicos acaban de ser nombrados grupo del año por la revista Bilboard…». En ese momento, machacando la locución de la cantante-presentadora, un aullido de guitarra emergió del set de los músicos [minuto 4:44], dejando a Lulu descolocada y con una sonrisa idiota. ¿La venganza de Hendrix, rey del acople y el feedback? Sea cual sea la respuesta, lo mejor todavía estaba por llegar.

La introducción de Hey Joe fue dislocada y Hendrix transformó la canción con un arreglo arrastrado. Antes de terminar el desarrollo [minuto 7:37 del vídeo], dió órdenes a los otros dos de que dejase de tocar, se acercó al micrófono y dijo: «Nos gustaría dejar de tocar esta basura y dedicar una canción a Cream, estén en el grupo que estén. Dedicamos esto a Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce«.  De inmediato arrancó con una versión instrumental de Sunshine of Your Love, una de las canciones fundamentales de Cream, el gran power trio que se había separado unas semanas antes, después de cuatro tremendos e influyentes discos.

El equipo del programa montó en cólera con la ruptura de la escaleta pactada y la triquiñuela de Hendrix para dejar a Lulu fuera del show, pero como el espacio se emitía en directo poco pudieron hacer. El guitarrista se salió con la suya y no hizo el ridículo cantando con la niñata, pero fue condenado al ostracismo de las listas negras por la BBC, en cuya programación no volvió a aparecer hasta que los telediarios dieron la noticia de su muerte (18 de septiembre de 1970).

Lulu en la final de Eurovisión de 1969 en Madrid

Lulu en la final de Eurovisión de 1969 en Madrid

¿Y Lulu?  Como era de esperar, a lo suyo. Dos meses después del encontronazo con Hendrix actuó en Madrid en la gala final de Eurovisión con escultura de Dalí en el escenario y Laurita Valenzuela presentando, el delirante film La España diferente en el intermedio —una demostración de que el vino coloca tanto como el LSD— [el certamen completo, para los masocas].

Lulu representaba a Inglaterra con una canción horrenda, Boom Bang-a-Ban («sé que es una mierda, pero ¿qué importa?, voy a defender a mi país», dijo). Ganó el primer premio, pero empatada con Holanda (De Trobadour, Lenny Kurh), Francia (Un jour, un enfant, Frida Boccara) y el Vivo cantado de la tantas veces parodiada española Salomé.

El tiempo no mejoró a la pija que quiso cantar con Hendrix y no pudo. Fue una fanática defensora pública de Margaret Tatcher, intentó comerciar con una línea de productos de belleza y anda moviendo sus carnes por concursos de baile para famosos venidos a menos.

Ánxel Grove

41 años esperando por Bill Fay, jardinero, empleado de limpieza, músico

Bill Fay (Foto: Raulf Galip)

Bill Fay (Foto: Raulf Galip)

Este hombre que posa sin estridencia ante la puerta de un garaje anónimo del norte de Londres se ha ganado la vida como jardinero, empleado de una empresa de limpieza, jornalero de campañas de recogida fruta y reponedor de la sección de pescadería de un supermercado.

Se llama Bill Fay y es uno de los músicos, compositores y cantantes más brillantes del Reino Unido.

El caso de Fay es un paradigma de la crueldad de la industria del entretenimiento, de la miopía —intencionada, eso es lo peor— de los manejadores de los gustos colectivos y de la inmoralidad universal del negocio musical, responsable de la vulgaridad imperante.

Han sido necesarios 41 años para que una empresa discográfica permita a Fay grabar un disco.

Alguien ha dicho de él que es «el J.D. Salinger de la música del Reino Unido». No hay justicia en la afirmación: la culpa de la desaparición no es de Fay, sino del ostracismo al que le han condenado.

El 21 de agosto se publica Life Is People. Es el tercer álbum de estudio del cantautor tras Bill Fay (1970) —un debut de buenas canciones, pero condicionadas por unos demasiado floridos arreglos orquestales— y Time of the Last Persecution (1971), uno de los mejores discos de todos los tiempos y, por desgracia, una pieza olvidada por el alboroto del mercadeo del pop. Sólo cuando fue reeditado en CD en 1998, la música de Fay pareció regresar de un espacio negro y ocupar el lugar que merece.


Al redescubrimiento de Fay ayudó el interés por el compositor que mostraron algunos de sus colegas más jóvenes, entre ellos Jeff Tweedy (Wilco), que grabó una versión de Be Not so Fearful, y Nick Cave, que considera a Fay «uno de los más grandes compositores» vivos.

Pese a que nunca ha dejado de hacer música —hay recopilaciones de sus grabaciones domésticas editadas casi en privado por mínimos sellos independientes: From the Bottom of an Old Grandfather Clock (2004), Tomorrow Tomorrow & Tomorrow (2008) y Still Some Light (2010)—, el retorno de Fay a los estudios se consuma mediante un acto de justicia de matiz poético. Joshua Henry (32 años), el empresario tras la discográfica que edita Life Is People, Dead Oceans, creció escuchando las copias en vinilo de su padre de los viejos discos de Fay, y se impuso el objetivo de llevar de nuevo a los estudios a este músico espiritual, delicado e injustamente relegado al nicho de artista de culto para minorías.

"Life Is People" (Bill Fay, 2012)

«Life Is People» (Bill Fay, 2012)

Para demostrar que no está en la música por la cuenta de resultados, Fay puso una condición antes de empezar a grabar: no recibir ni un céntimo de regalías o ganancias. Ha obligado a que el contrato estipule que todo el dinero vaya a Médicos sin Fronteras.

Life Is People es un disco introspectivo. Su autor, lector impenitente de la Biblia, quiere difundir un mensaje optimista, aunque no tontorrón ni preñado por el júbilo de los fanáticos. Dedicado a «limpiar durante años los suelos y paredes de las fábricas», como dice en una de sus canciones, Fay señala en otra que le basta constatar en los humildes espacios urbanos para la meditación —los jardines, las capillas, los parques infantiles…— la «llegada constante de almas a las costas de la eternidad». En un tercer tema anota que «cada batalla perdida es una oportunidad para triunfar».

Aunque nunca se había ido, hemos esperado 41 años para escucharlo.

Ánxel Grove

Cash se pone cherokee

"Bitter Tears (Ballads of the American Indian)" - Johnny Cash, 1964

"Bitter Tears (Ballads of the American Indian)" - Johnny Cash, 1964

En 1964 la banda sonora es de complacencia y olvido.

Los hit parade son una factoría de sirope de arce: los Beatles engatusan al mundo con pop-rock adolescente (Love Me Do, I Want to Hold Your Hand , Can’t Buy Me Love); las Supremes (Where Did Our Love Go) demuestran que los negros pueden hacer algo más en los cócteles que ser contratados como camareros: cantar; los Beach Boys salen de la playa y se quedan varados en el asfalto (I Get Around)…

La extraordinaria rabia del rock and roll original ha sido licuada por la turbo mix del sistema. Ninguna jovencita blanca va a mojar nunca más la ropa interior soñando con negros lascivos como Chuck Berry, Bo Diddley o Little Richard o blancos incorrectos y sexo adictos como Jerry Lee Lewis. Las bridas del poder han domado al potro salvaje.

En 1964 la música traga mientras el mundo arde (Vietnam, Black Power, el África colonial explota en naciones independientes, el Che Guevara habla en la ONU…). El rock se peina la melenita, se mira en el espejo y decide que la noche es joven.

Johnny Cash (1932-2003)

Johnny Cash (1932-2003)

El 22 de agosto, una página entera de la revista Billboard -portavoz oficioso de la industria musical- está ocupada por una carta abierta firmada por Johnny Cash, que ha pagado la inserción publicitaria de su bolsillo.

«DJ’s, directores de emisoras de radio, propietarios… ¿Dónde están vuestro cojones?«.

El hombre de negro había roto las listas de ventas sólo unos meses antes con Ring of Fire (¡esas trompetas mariachi son marxismo aplicado!), pero el éxito no le ha desbravado:

«Podéis clasificarme, categorizarme, reprimirme, pero no funcionará. No estoy peleando por ninguna causa concreta. Si lo hiciera me convertiría en un holgazán. Los tiempos cambian, yo cambio».

En la balsa de aceite de la música pop de 1964, Cash, libérrimo, pone sobre la mismísima mesa de juego de los manipuladores (Billboard) una carta sobre asuntos nada pop: censura, coacción, cobardía y, sin señalar a ninguno de sus compañeros de profesión (no es un chivato), de sometimiento.

«¿Dónde están vuestro cojones?».

El rebote está fundamentado en el silencio de la maquinaria, el ostracismo (una forma pusilánime, pero igulamente perversa, de censura) al que fue condenado el disco que el músico editó en octubre de 1964, Bitter Tears (Ballads of the American Indians), anatemizado por incómodo y todavía hoy reducido a un casi completo grado de anonimato: Sony, la macro corporación propietaria de la grabación se niega a reeditar el álbum pese a las campañas que han pedido la resurreción del disco perdido de Cash, una obra que merece un Top Secret.

Ira Hayes (1923-1955)

Ira Hayes (1923-1955)

Bitter Tears (Ballads of the American Indians), el undécimo disco de estudio de Cash, es uno de los primeros álbumes conceptuales de los que se tiene constancia. El tema está enunciado en el título: el exterminio de los pueblos nativos que poblaban los Estados Unidos antes de la colonización y conquista europeas y el olvido intencionado del genocidio.

No es, ni de lejos, una de las mejores grabaciones del prolífico músico: el sonido es demasiado abierto, sinfónico, los arreglos tienden a enfatizar la tragedia con argucias melodramáticas y las letras de algunos temas sonrojan por su puerilidad.

Pero la redención no necesita más que una entrega.

En Bitter Tears la epifanía redentora es The Ballad of Ira Hayes, la canción-crónica sobre la vida del Jefe Nube Caída, un indio de la tribu de los Pima que combatió como marine en la batalla de Iwo Jima de la II Guerra Mundial, aparece en la foto teatralizada (es el primero por la izquierda) del izado de la bandera en el monte Suribachi, fue utilizado por el Gobierno como héroe en una campaña para recaudar fondos bélicos, abandonado a su suerte cuando cayó en la depresión post-traumática y el alcoholismo, contratado por Dean Martin como chófer e indio bueno y muerto de frío, en coma etílico, en un aparcamiento de camiones en 1955.

Le llaman el borracho Ira Hayes
Él no va a responder
Ni el indio bebedor de whisky
Ni el marine que fue a la guerra

La canción silenciada, como escribe Cash en su carta abierta en Billboard, no habla de un héroe anónimo, sino de un capitán de los marines que aparece en los sellos de Correos del país, fue recibido en la Casa Blanca y paseado por las ciudades de la nación como símbolo de patriotismo (la historia la narra de forma directa la película de Clint Eastwood Banderas de nuestros padres).

«A pesar de las listas de venta comerciales -las categorías, clasificaciones y restricciones que deciden lo que se debe promocionar-, esta no es una canción country, no tal como se entiende el género. Es un buen motivo para que rechacemos a los cobardes (…) Tengo que pelear cuando me doy cuenta de que tantas emisoras de radio tienen miedo de Ira Hayes. Sólo una pergunta: ¿Por qué? Creo que sé la respuesta: Ira Hayes es una medicina demasiado fuerte«.

"On the Warpath" - Peter La Farge (1965)

"On the Warpath" - Peter La Farge (1965)

La canción a la que tanto temían no era de Cash. Había sido compuesta por Peter La Farge, un cantautor de fuste con un tristísimo devenir y una producción musical injustamente olvidada. Tenía sangre india.

Cash sostenía, aunque nunca pudo comprobarlo, que entre sus ancestros había cherokees.

Cuando los niños cherokees cumplían 14 años eran llevados al bosque por sus padres. Les vendaban los ojos y les decían: «Hijo, debes permanacer toda la noche aquí, en el bosque, sin quitarte la venda, sin llamar a nadie, sin pedir ayuda, sin quejarte. Cuando sientas el sol del amanecer sobre tu piel, quítate la venda de los ojos y regresa a casa».

Cuando llegaba la mañana y el crío se desprendía de la venda su padre seguía allí. El secreto de la ceremonia no era transmitido.

Acaso la ausencia de ceremonias en ciertas culturas explique dónde están los cojones de algunos.

Ánxel Grove