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Los monstruos infantiles de Mateo Dineen

Mateo Dineen tiene el oficio más bello del mundo: pinta monstruos para vivir. Es su pasión, su trabajo, y la actividad que le ha ocupado casi toda su vida. Un ejercicio de disciplina que ha generado miles de tiernos monstruos, enigmáticos seres peludos, que han sido publicados en revistas, exposiciones y libros. Todas las ilustraciones de este artista californiano asentado en Berlín giran entorno a esta temática fantástica. Su amor por estas criaturas viene de tiempo atrás, influenciado por los Teleñecos, Star Wars y Dragones y Mazmorras. Esos libros, películas y dibujos le indujeron pensamientos embriagadores, llamadas de sirena hacia unos universos expansivos. Ahora, siendo adulto, quiere lograr lo mismo con sus dibujos: que otros niños se adentren en sus mundos y se emborrachen de imaginación.

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Monstruos que ‘habitaron’ los mares medievales y renacentistas

'Ziphius et Orca', 2014 - Bailey Henderson

‘Ziphius et Orca’, 2014 – Bailey Henderson

El zifio o ballenato de Cuvier (Ziphius cavirostris) es un cetáceo de tamaño medio, con las partes superiores del cuerpo y la cabeza más clara. Sólo en el siglo XIX se supo de su existencia: en 1804 se creía que era una especia extinta (sólo se había encontrado un cráneo en la costa mediterránea de Francia), pero en 1850 se comprobó que seguían habitando los mares.

Mucho antes, en los mapas europeos de la edad media, el inofensivo ballenato tuvo un antepasado imaginario. Lo llamaban zifio o búho de agua y decían que en su anatomía había tanto características del ave nocturna como de un pez. La criatura era temida por los marineros por su afilada aleta dorsal, con la que se decía que perforaba los cascos de los barcos. Es posible que la leyenda derivara del avistamiento de ejemplares verdaderos y que el miedo a lo desconocido hiciera el resto.

Monstrorum Marines es un proyecto que une fantasía e historia y que la escultora e ilustradora canadiense Bailey Henderson sigue ampliando. Las criaturas de las obras habitaban los mapas europeos medievales y renacentistas, en periodos históricos en que la creencia de que la Tierra era plana (y uno se podía caer si llegaba al final), la fascinación por los descubrimientos y la imaginación de los exploradores se mezclaba con la cartografía.

'Porcus Marinus', 2014 - Bailey Henderson

‘Porcus Marinus’, 2014 – Bailey Henderson

La presencia de estos seres en los mapas originales de los siglos XII al XVII empezaron por ser una advertencia sobre posibles peligros y evolucionaron después hacia lo artístico, con ilustraciones cada vez más elaboradas que aumentaban el valor económico de los mapas. Los gallos o los unicornios mitad serpiente acuática o las sirenas de cola partida y con pinchos pasaron a interesar más a los nobles, deseosos de imaginar travesías peligrosas en lugares remotos del mundo.

El estilo de las obras de Henderson —y su foto de perfil en Behance, la red social para artistas— descubre a una autora muy joven, que con la serie de esculturas inicia uno de sus primeras iniciativas serias. De momento, en su web personal sólo tiene cuatro ejemplos de animales mitológicos y feroces, pero creados en un estilo exquisitamente detallista que choca con los ojos ocultos entre escamas, los chorros de agua emergiendo de la cabeza como si fueran cuernos yotras características habituales en los monstruos marinos del pasado.

Helena Celdrán

'Pinniped', 2013 - Bailey Henderson

‘Pinniped’, 2013 – Bailey Henderson

'Cockatrice', 2013 - Bailey Henderson

‘Cockatrice’, 2013 – Bailey Henderson

La película que Giger nunca pudo hacer

Necronomicon IV © HR Giger

Necronomicon IV, 1977  © HR Giger

Un torso humano que combina las condiciones de cartilaginoso y metálico. Un ser que se nos asemeja y, al tiempo, nos niega.

El turbio y genial H.R. Giger, muerto hace unos meses a  los 74 años tras un accidente doméstico tan absurdo como los seres que pobablan sus pesadillas y ahora pueblan las nuestras, cambió para siempre la idea del monstruo al inventar a los biomechanoids (biomecanoides), el inevitable encuentro de la carne y la tecnología, del ADN biológico y el frío de la máquina.

Toda monstruosidad anterior a Giger es azucarada. Nada tienen que hacer Chthulhu y sus vástagos —hediondos e inconcebibles, es decir, imposibles— ante la desarmante sospecha de realidad de los apéndices humanoides creados por el artista y diseñador suizo que siempre vestía de negro como señal de respeto hacia los seres aún más obscuros que llevaba dentro.

"The Beggar" - H.R. Giger, 1963

«The Beggar» – H.R. Giger, 1963

Un brazo que es una pierna que es un brazo… La escultura El mendigo fue una de las primeras criaturas extrahumanas de Giger, que la creó en 1963, cuando tenía 23 años, estudiaba diseño industrial en Hamburgo y sufría de pavorosas pesadillas nocturnas que intentaba mitigar llevándolas a dibujo o figuras en tres dimensiones una vez que reinaba el día.

En 1979 Giger se convirtió en una estrella planetaria al crear a la gran bestia contemporánea, Alien, un depredador indestructible que combinaba la idea arcana del vampiro espacial con la amenaza letal de la máquinaria tecnobélica inteligente. En una poética paradoja, el primer alien fue interpretado en la película de Ridley Scott por un negro nigeriano, un alien del mundo real a quien la historia jamás recordará.

Obseso como todo genio, desde entonces Giger intentó sin descanso pero en vano buscar dinero para producir una película basada en la escultura del brazo-pierna. La deseaba titular The Mystery of San Gottardo (El misterio de San Gotardo), abocetó a todos los personajes y escenarios, dibujó secuencias y planeó decorados.

Dibujos de Giger para "El misterio de San Gotardo" © HR Giger

Dibujos de Giger para «El misterio de San Gotardo» © HR Giger

Según un especial de la revista Cinefantastique dedicado a Giger [PDF] la película contaría el amor de un humano por un freak, Armbeinda, un biomecanoide con inteligencia y sensibilidad que combina un brazo y una pierna y había escapado del poder de una organización que fabricaba en serie y para uso militar a los bichos.

La suerte no acompañó al artista suizo y nunca encontró financiación para el film, que deseaba realizar él mismo. La duda es si la película le hubiera permitido salir de la pobreza límite en la que murió, arruinado por la dilapìdación irracional y caprichosa de la fortuna que amasó con el cine y los derechos de autor de sus muy cotizados (y pirateados) dibujos e ilustraciones.

Tras la muerte de Giger, el hombre de negro, todos los obituarios hablaron de la pérdida de un contribuyente decisivo al dibujo de la pesadilla contemporánea, pero casi ninguno —una excepción: The Daily Telegraph— mencionó las millonarias deudas que arrastraba y que le obligaban a vivir como un paria. Seguía sufriendo de inmutables pesadillas cada noche.

Ánxel Grove

La ansiedad, la esquizofrenia y la paranoia convertidas en monstruos

'Ansiedad' - © Toby Allen 2013

‘Ansiedad’ – © Toby Allen 2013

«El monstruo Paranoia usa sus largas orejas como radar, rastreando la zona en busca de cualquier actividad. Las orejas son casi inútiles debido a los retorcidos cartílagos y la espesa piel, así que a menudo los sonidos se confunden y se mezclan y Paranoia casi siempre escucha información equivocada que comunica a sus víctimas».

Los cuentos de hadas y la mitología alimentan la creatividad del ilustrador británico Toby Allen, autor de Real Monsters (Monstruos reales). Cada una de las criaturas representan a enfermedades mentales y Allen acompaña los dibujos de un texto en el que narra las supuestas características biológicas y el comportamiento de los imaginarios seres dañinos.

'Esquizofrenia' - © Toby Allen 2013

‘Esquizofrenia’ – © Toby Allen 2013

Esquizofrenia, segrega «gases alucinógenos» para manipular a sus víctimas y en ocasiones se une a Paranoia, pero siempre permanece al mando. Ansiedad social (de aspecto pálido y con escamas por la falta de luz) pasa buena parte de su vida bajo tierra o resguardado en zonas protegidas. Ansiedad —que suele ser visto con un reloj entre las manos— se sienta en el hombro de sus víctimas y susurra posibles miedos y preocupaciones.

En la última semana se ha visto sorprendido por el éxito en Internet de sus criaturas y ha recibido mensajes de admiradores que lo animan a ampliar la colección con malvados monstruos que representen al insomnio, la bulimia, al trastorno obsesivo-compulsivo o al estrés postraumático.

El autor promete nuevas remesas de ilustraciones y también aclara que los monstruos no son un modo de frivolizar los trastornos, sino una herramienta para «dar sustancia a las enfermedades mentales y hacerlas así más manejables como entidades físicas», personificar patologías que en muchas ocasiones estigmatizan al que las padece, al contrario de lo que sucede con las dolencias puramente físicas.

Helena Celdrán

Trastorno de identidad disociativo - © Toby Allen 2013

‘Trastorno de identidad disociativo’ – © Toby Allen 2013

'Ansiedad social' - © Toby Allen 2013

‘Ansiedad social’ – © Toby Allen 2013

'Depresión' - © Toby Allen 2013

‘Depresión’ – © Toby Allen 2013

'Paranoia' - © Toby Allen 2013

‘Paranoia’ – © Toby Allen 2013

'Trastorno de la personalidad por evitación' - © Toby Allen 2013

‘Trastorno de la personalidad por evitación’ – © Toby Allen 2013

Monstruos trajeados del siglo XIX

'Uncle Six Eyes' - Travis Louie

'Uncle Six Eyes' - Travis Louie

«Gordon Seis Ojos vivió en el sótano de sus padres hasta que sus seis ojos se pusieron muy de moda y su furia en el mundo exterior disminuyó hasta la indiferencia más extrema. Cuando ya era seguro para él emerger del sótano y experimentar el mundo exterior, sus hermanos y hermanas ya habían crecido y estaban casados. Tenía ya muchos sobrinos, que amaban a su tío Seis Ojos. Les maravillaba su habilidad para mover los seis ojos a la vez y en distintas direcciones. Deseaban tener seis ojos… en lugar del aburrido ojo que cada uno tenía en la cabeza, brillante y calva… como la de sus padres».

El neoyorquino Travis Louie produce criaturas inspiradas en retratos victorianos y eduardianos, al estilo de las fotografías del siglo XIX, amarronadas y solemnes.

Dibuja a lápiz y termina sus obras con pinturas acrílicas. Además de la influencia historicista, el ilustrador se nutre de las películas mudas, de los personajes del cine expresionista de Murnau y Fritz Lang, del cine negro, de las curiosidades  médicas, de los números de magia de vodevil, del circo…

'Oscar And The Truth Toad' - Travis Louie

'Oscar And The Truth Toad' - T. Louie

Los modelos de sus postalillas van trajeados o llevan elegantes vestidos, adoptan la pose rígida de los retratos de antaño y poseen un gesto entre cándido y serio que les otorga dignidad. Por la profesionalidad con que Louie aborda a cada personaje, incluso podrían haber existido.

La sorpresa está en el rostro y en las extremidades que asoman de esos atuendos: un festival de caras deformes, antenas alienígenas, rasgos monstruosos y elementos animales marcan las creaciones del ilustrador, que además construye una historia para los personajes que hace reflexionar sobre la vida que llevaron, su modo de ser o los sucesos que los llevaron a tener semejante apariencia.

El tío Seis Ojos es sólo uno de esos microcuentos. También está la historia de Eva la vampiresa, Richard el ogro bajito (que terminó haciéndose banquero), Oscar -de Devonshire- que se encontró un día con que un sapo gigante se había colado en su casa y le hablaba en un extraño idioma… Lo bautizó como Ted y el anfibio decidió subirse a la cabeza de su nuevo amo.

En la página web de Travis Louie hay narraciones que dejan un regusto de curiosidad infantil que solo se satisface leyendo la siguiente. Pero eso no ensombrece a los dibujos, que hablan por sí solos y se pueden permitir el lujo de prescindir de las palabras.

Helena Celdrán

Extraterrestres y criaturas gigantes que cambian el curso de la historia

«Un vitoreo sonoro de los ciudadanos y trabajadores se pudo escuchar el 24 de mayo de 1883 cuando el puente colgante del East River (o puente de Brooklyn, como se le conoce) fue finalmente abierto al tráfico. La construcción ha durado 13 años y se ha visto amenazada por numerosos obstáculos, incluyendo la muerte del arquitecto principal, John Roebling, el aeroembolismo de los cajones hidráulicos y los ataques casi diarios de Rosie, el Monstruo del East River«.

El artista estadounidense Matthew Buchholz es un reinventor del pasado. En su colección de ilustraciones manipuladas a las que llama Alternate Histories (Historias alternativas) hay mapas, grabados de colores acuarelados y fotos coloreadas de papel amarillento con edificios que han cambiado.

Los delirantes añadidos son a veces sutiles y hay que detenerse a mirar la escena para descubrirlos: ataques de criaturas gigantes con ansias de arrasar ciudades, platillos volantes que lanzan rayos, tentáculos, robots…

The Great fire at Chicago - Matthew Buchholz

The Great fire at Chicago - Matthew Buchholz

Bajo cada ilustración, con una tipografía anticuada, Buchholz les añade un texto explicativo con lenguaje enciclopédico -a a veces algo arcaico- e inventa sucesos históricos que mezclan paisajes reales con fantasías de ciencia ficción de serie B.

El resultado es un relato confuso por su seriedad, que por un momento podemos permitirnos creer por lo lejano del suceso y por lo real de la explicación. Por si quieren iniciarse en el experimento de creer lo increíble, ahí va el auténtico origen del Gran incendio de Chicago:

«El fuego comenzó el domingo ocho de octubre por la tarde y continuó hasta el martes 10, consumiendo la zona de negocios, edificios públicos, almacenes de comercio interestelar, oficinas de periódicos, almacenes de ferrocarriles y extendiéndose cinco millas cuadradas. El incendio lo orginaron unos extraterrestres que, sintiéndose estafados por una transacción comercial, subieron al cielo en sus naves espaciales y emplearon su Rayo Destructor. El comercio interestelar ha sido suspendido».

Helena Celdrán

Los monstruos que viven en los papelitos amarillos

Personas pequeñas a las que no parece preocupar vivir a merced de unos monstruos gigantes. Microhistorias de una escena con trazos que apenas dejan un espacio vacío en el papel. John Kenn (Dinamarca, 1978) pilló lo primero que tenía a mano, unos pósit, para dibujar sus curiosos bichos. Las limitaciones de tamaño, textura o color no son un problema cuando tienes la necesidad imperiosa de contar algo.

John Kenn

John Kenn

Escribe y dirige shows de televisión para niños en su país natal, es padre de gemelos y dice no tener demasiado tiempo para nada.

Pero disponer siempre de un bloc de papelitos amarillos en su escritorio le permite «abrir la ventana a un mundo diferente».

En su blog los pone todos, como si fueran trofeos cazados al vuelo.

Son notitas que cuentan historias de barqueros rodeados por fantasmas, un monstruo de siete ojos observando escondido a un niño que coge setas en un monte, casas encantadas, castillos, bosques…

Algunos lo han comparado con Tim Burton,  con el truculento y exquisito dibujante Edward Gorey o con las criaturas de Maurice Sendak. Él menciona a  dos escritores: Stephen King -su mayor inspiración- seguido de H.P.Lovecraft.

John Kenn

John Kenn

En la oscuridad de los paisajes, las narices largas, las filas de dientes desordenados, los tentáculos y las babas hay, además de un claro aire infantil, un afán por despertar el miedo más primario, el que nos acecha de niños.

Todos tuvimos en nuestra infancia miedo a una imagen: un cuadro o un adorno ante el que no podíamos quedarnos a oscuras, de los que desviábamos la mirada. Hagan memoria. A mí me vienen a la mente la talla de un demonio en un armario estilo castellano y el souvenir horrendo de un trol noruego. Algunos de los monstruos de John Kenn me producen cierto desasosiego que me hace recordar lo que es tener miedo de los monstruos.

John Kenn

John Kenn

No ando desencaminada en mis sensaciones. Kenn confiesa que a veces se basa en pesadillas infantiles y se siente un poquito orgulloso de poder asustar a alguien, aunque sea por un segundo, sólo con un pósit. Por cierto, ya sé que la palabra castellanizada queda marciana, pero es así como figura en el diccionario de la Real Academia. Ya saben cómo se las gastan estos provocadores.

Helena Celdrán