Entradas etiquetadas como ‘momento decisivo’

El fotógrafo que entraba en el juego

Thurston Hopkins- Tango in the East End, London, 1954

Thurston Hopkins- Tango in the East End, London, 1954

En el libro The Ongoing Moment -por desgracia y para vergüenza del gremio editor patrio, no traducido al español-, el escritor Geoff Dyer propone un acercamiento existencialista a la fotografía. La callejera estaría basada, dice, «en un momento de interacción que es a la vez un momento de alienación y separación». El fotógrafo dispara y se va, como un pistolero a sueldo. No hay oportunidad para desarrollar la cualidad existencial del retratado, que en muchas ocasiones ni siquiera se entera de que es el sujeto de una fotografía.

La obra de Thurston Hopkins (Londres, 1913) desmonta toda la teoría. El reportero inglés llevó a la vida cotidiana, sobre todo en sus series callejeras de los años cincuenta, la estética de la contemplación, la sensibilidad de la condescencia y la filosofía del compromiso. No hay un gramo de desapego en la inolvidable imagen de las dos muchachas de barrio que escenifican un tango sobre la acera. Hopkins, podemos suponer, también estaba bailando.

Thurston Hopskin - Sharing a Charir, London,1955

Thurston Hopskin - Sharing a Charir, London,1955

La idea del fotógrafo paciente como un árbol, esperando durante horas en el lugar que previamente ha elegido como marco hasta que se produzca, si es que se produce, el instante de revelación, el momento decisivo de Henri Cartier-Bresson, tantas veces señalado como paradigma y tantas veces mostrado como ejemplo a seguir en las escuelas de fotografía -por profesores que, en buena parte de los casos, sólo se dedican al paisaje, el retrato de estudio o la abstracción más necia-, también queda despedazada por la obra de Hopkins, montada en torno a la fluidez del momento constante y la creencia de que la foto está en cualquier lugar, en cualquier momento, siempre que seas capaz de verla o presentirla como una patada en el bajo vientre.

Thurston Hopkins - Street Games, London, 1954

Thurston Hopkins - Street Games, London, 1954

Dicen que el gran Walker Evans era tan desapasionado cuando hacía fotos en la calle que nunca se quitaba los guantes blancos de algodón, los utilizados para trabajar con negativos en el cuarto oscuro.

Tampoco este ideal del reportero-cirujano con modales forenses va con Hopkins, que se embadurna con placer del tema. Sabía que para hacer la foto era necesario entrar en el juego y exponerse.

Como otros de su tierna calaña (pienso en Robert Frank, que durante la misma época en que Hopkins retrataba las calles de Nueva York recorría con parecida fiebre los caminos de los EE UU), el inglés tenía una idea muy clara de la tarima sobre la que se escenifica el teatro de la vida en las ciudades: el asfalto.

Que la clave sea de drama o de comedia es lo de menos. Hopkinks (que está a punto de cumplir 99 años) demuestra que no debes quedarte mirando por la ventana cuando tú eres la ventana.

Ánxel Grove

En busca de la esencia de los EE UU: en la carretera con Google Street View

#83.016417, Detroit, MI. 2009, 2010

#83.016417, Detroit, MI. 2009, 2010

El instrumental para diseccionar la idea espiritual de América (me tomo la grosera, literaria y etnocéntrica libertad de equiparar el término con un sólo país: los Estados Unidos) es variopinto. El viaje epifánico en busca de la esencia última de la land of plenty es polimórfico como ningún otro.

Por citar sólo una obra en cada género, la travesía ha sido fotográfica –Robert Frank y su libro-ensayo Los Americanos-; literaria -la novela infinita En la carretera, de Jack Kerouac-; cinematográfica -por ejemplo, Badlands (1973), de Terrence Malick-; musical -el errar existencial de Woody Guthrie-; pictórica -el aislamiento alienante de los pobladores de los cuadros de Edward Hopper-

#35.750882 Dallas, TX, 2009

#35.750882, Dallas, TX. 2009, 2010

Doug Rickard (1968) se suma ahora a la búsqueda con un artilugio que nunca antes había sido empleado para buscar el alma del país: Google Street View.

A New American Picture, el proyecto fascinante de este renegado de su licenciatura en Historia, es un recorrido por los rincones menos lustrosos de los EE UU («la América rechazada», llama Rickard a los escenarios) en un viaje intensivo de 24 horas seguidas y sin interrupción por los laberínticos caminos reales (no del todo, pero reales al fin) retratados y digitalizados por los coches-ojo de Google.

El resultado es «el envés del sueño americano», opina Rickard, que tomó y catalogó 15.000 fotos durante una «tormenta perfecta» y afiebrada, sin salir de la habitación, utilizando el ordenador como cámara y moviéndose por los mapas tridimensionales del país.

#82.948842, Detroit, MI. 2009

#82.948842, Detroit, MI. 2009, 2010

La selección final de las fotos del recorrido dejó al autor con 80 tomas (algunas se exponen ahora en la muestra New Photography 2011 del MoMA de Nueva York). Son una exploración al azar de los Estados Unidos y acaso también la constatación del final definitivo del momento decisivo predicado por Henri Cartier-Bresson como fundamento del arte fotográfico callejero, para ser reemplazado por lo que algunos críticos llaman el momento en curso, una consecuencia del presente vigilado en el que residimos.

Más allá de consideraciones sociológicas sobre el peligro de que aplicaciones como el Street View se adueñen de nuestra percepción del mundo, las fotos de Rickard tienen una resonancia que procede de lejos. Uno tiene la impresión de que podría estar frente a imágenes similares a los trabajos documentales de Walker Evans durante la Gran Depresión de los años treinta. En unas y otras los personajes no parecen tener futuro y la atmósfera mercurial hiere con consistencia de navaja.

#33.620036, Los Angeles, CA. 2009

#33.620036, Los Angeles, CA. 2009, 2010

En cada foto Rickard coloca datos informativos: una serie de números que se refieren a las coordinadas de Street View para el lugar de la imagen -posiblemente de GPS-; la ciudad y el estado; el año en que la foto fue tomada por Google y el año en que el fotógrafo la extrajo de su ordenador para hacerla suya. Esa ruta también implica una torva concepción cartesiana de la vida encapsulada bajo códigos binarios.

Enganchado a la fotografía como forma más depurada del relato oral milenarista (es el administrador de dos de los sites más interesantes e intencionados del marasmo virtual: American Suburb X y These Americans), Rickard ha abierto una dimensión poética e inesperada a la unificación de la percepción del mundo derivada del mapeo de Google.

En este viaje, como en los de Kerouac, Frank, Hopper o Malick, también hay ángeles subterráneos, estrellas explotando, cadenas intangibles y, sobre todo, como diría el primero, muchas personas «locas por ser salvadas» de una soledad que parece irremediable.

Ánxel Grove

Deja que Kong te desnude

William-Mortensen - "L Amour"

William Mortensen - "L Amour"

¿Qué debe representar una foto? ¿Cómo debemos asomarnos a su interior? ¿Se trata de ilustraciones o de ráfagas de conocimiento?

El momento, el instante del click, ¿es decisivo, teatral y concreto como la sombra que brinca para salvar el charco en Tras la estación de Saint-Lazare (1932), de Henri Cartier-Bresson, o interminable, una ruta casi etnográfica por nuestra memoria colectiva?

En otro tiempo -no demasiado lejano pese a la apariencia hipster y petulante de que todo acabó y nada volverá a ser tal como era-, los fotógrafos discutían sobre estos asuntos. Material impreciso, opinable, en ocasiones cercano a una metafísica sobre la evanescencia del objeto.

No conviene andar con esas vainas ahora, dicen.

Mejor actuar que pensar, es la consigna. Quienes actuan (no en el sentido de «poner en acción», ojalá, sino en el cinematográfico) son consecuentes con la carga de sus mentes, que es la misma que la de sus bolsillos.

¿Qué sentido tiene mencionar la mirada como «lenguaje del corazón» (Shakespeare, ya saben, aquel ridículo) si llevas encima una máquina de matar de 12 megapíxeles, óptica Carl Zeiss y capacidad simultánea para los arrumacos verbales con tu novia al tiempo que haces una Tras la estación de Saint-Lazare?

¿A alguien le va a importar que no haya punctum, rozadura sentimental, compromiso íntimo, si la foto tiene el carácter instantáneo (grosero, por cierto: todo ser humano debe llegar, como dicta la buena educación, cinco minutos tarde a las citas) necesari0 para estar, a los pocos segundos del disparo, colgada en Flickr y otros e-nichos, buscando aplausos, visitas y faves?

William Mortensen - "The-Heretic"

William Mortensen - "The-Heretic"

Pero yo les quiero hablar de esas vainas cada jueves. Porque me da la gana, me dejan y me lo piden las gónadas. Los de los 12 megapíxeles en la trasera del 7 For All Mankind pueden optar por ver las fotos de los gurús de Flickr -tan nítidas y enfocadas que podrías hacer el amor con los retratados-.

El procesador del corazón
Soy un maldito oldtimer, me canso al subir las escaleras, no me gustan las zapatillas Vans y prefiero las fotos tomadas por el mejor procesador: el corazón.

Hoy les traigo a Xpo -que es el nombre de la categoría/sección que hoy debuta- a un tipo bien raro.

Se llamaba William Mortensen. Nació en 1897 en un sitio llamado Park City (Utah-EE UU), balneario hipster donde ahora celebran el Festival Sundance de cine,  y murió en 1965 (leucemia) en otro lugar con aspiraciones termales («¡el paraíso de los amantes del océano!»): Laguna Beach (California, un estado con nombre de amazona que no pertenece a los EE UU, sino al reino de la piscina, donde bebes hasta la eternidad un vaso king size de zumo de naranjas orgánicas).

Muchos envidiarían los avatares biográficos de Mortesen: conoció e intimó con Fay Wray, la chica con la que King Kong quiere averiguar qué tienen las mujeres bajo el vestido; trabajó como diseñador de decorados para King Vidor y Cecil B. de Mille; tuvo un estudio propio de fotografía y escribió un par de libros con títulos acaso superiores a los contenidos: Monsters & Madonnas (1936) y The Command to Look: A Formula for Picture Success (1937). Si los encuentran, pónganse Kong y no los suelten, los pagan de maravilla en las subastas.

Anuncio publicatio de "Monsters & Madonnas"

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Quien necesite más detalles o sienta curiosidad puede encontrar precisas biografías en este artículo de Larry Little o en este otro de Carry Loren para la web 50 Watts, tan subyugante como la indefensa señorita Wray.

El «imperativo pictorialista»
De Mortensen me importa su descarada artificiosidad haciendo fotos. Lo llamaba «el imperativo pictorialista», un entramado dictatorial (en el que todo era válido: trucaje, manipulación, escenificación…) para que el espectador tuviese que entrar en la foto y ejercer ese verbo casi extinto: sentir sin que te lo haya recomendado un pope de los trending topics.

Ante algunas de sus obras entiendes a Fay Wray en las garras desmedidas del Súper Mono.

Te sientes congelado por ideas extremas, como un adolescente ante una revista caliente pero sin la revista caliente, porque después de todo lo visto en estas últimas décadas de pornotube, Mortensen juega con material tibio, de bajo nivel: la piel de la cara interior de un muslo, la simple idea de lascivia, la posesión como motor y el deseo como gasolina.

William Mortensen - "Preparation for the Sabbath"

William Mortensen - "Preparation for the Sabbath"

La intensidad, a veces pasiva, con un movimiento de perfil bajo, de las foto-pinturas de este artista borrado por el vendaval del tiempo y sus tecnologías aplicadas (mal, casi siempre) me remite al inicio de esta entrada.

¿Qué máquina de matar puede alcanzar esta carga ilusoria? ¿Qué más da la perfección si, al asomarnos a sus infinitas ventanas, vemos el mismo paisaje: la repetida perversión de la imagen reducida a píxel, prostituida electrónicamente?

En uno de sus libros, Mortensen esboza el gran drama de la fotografía:

Muchos [fotógrafos] hemos desarrollado habilidades mecánicas o  habilidades creativas. Muy pocos hemos construido un puente para franquear el abismo entre unas y otras.

Todavía sigue siendo así. Si estás en las garras del Rey Mono (o, para el caso, del Rey Píxel), la única opción es dejar que te desnude.

Ánxel Grove