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No soy nadie para juzgar a Pandemonia, la primera ‘celebrity’ de látex

No soy nadie para juzgar a Pandemonia… No soy nadie para juzgar que aparezca así vestida, como una escultura andante que esconde a un artista anónimo; que se pasee de esta guisa por las principales avenidas de Nueva York o Londres; que se haya convertido en reclamo de algunas marcas hambrientas de novedad; que bajo su máscara y cuerpo de látex hable de feminismo y estereotipos con voz de hombre; de mujeres y fama, de arte conceptual, donde el creador, el logo y el producto se fusionan.

Ahora posa tus ojos en Pandemonia.

Pandemonia during the close of Madrid Fashion Film Festival in Madrid on Thursday 2nd, June 2016

Pandemonia during the close of Madrid Fashion Film Festival in Madrid on Thursday 2nd, June 2016. Gtresonline.

Habita en los límites del delirio y de la boutade conceptual. Transita sobre los tópicos de la cultura del cuerpo con el brillo de una cicatriz estética. Pandemonia Panacea es el nombre escogido por un artista multimedia, desconocido y aficando en Londres, para crear este ser ambulante. Una parodia, muñeca fashion que se pasea y teoriza como un intelectual, llamativa, esperpéntica…

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Retratos en 360º, robóticos y artesanales

'Portrait 360º' - Gianluca Traina

‘Portrait 360º’ – Gianluca Traina

Entre la imagen digital y la técnica manual, las piezas de Gianluca Traina (Palermo, 1984) son tentadoras para el sentido del tacto. Dan ganas de examinar con los dedos las texturas cuadriculadas que envuelven las cabezas desnudas.

Los ojos pueden estar en la nuca y el pelo ennegrecer las facciones, es posible que el rostro esté aplanado en un lateral de la cabeza en lo que su autor llama «una inusual rotación de la cara«. Las obras del artista italiano son futuristas de un modo surreal, robotizadas y también artesanales.

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Katie Rodgers, la elegancia de la moda capturada en pocos trazos

Ilustración de Katie Rodgers

Ilustración de Katie Rodgers

No le hacen falta apenas trazos ni pinceladas, practica un estilo vaporoso y flirtea con la abstracción. Las ilustraciones de Katie Rodgers son afiladas y rápidas, parecen a veces una firma, pero nunca deja de adivinarse en ellas una figura humana estilizada y vestida con suma elegancia.

Ilustraciones de Katie Rodgers

Ilustraciones de Katie Rodgers

En el perfil personal de su página web, la artista aparece de medio perfil, vestida con una camisa de leñador que contrasta con las uñas pintadas y el fino pendiente que lleva en la oreja izquierda. En las manos, una paleta cubierta a la mitad de manchas de colores y un pincel de mango rojo. La foto podría ser una radiografía vital: nació en un pueblo de Atlanta (Georgia, EE UU), la única niña de cuatro hermanos, se crió en el rural estadounidense, en un mundo opuesto a la sofisticación de sus ilustraciones. Antes de cumplir los siete años recibió un regalo de su tía, un primer set profesional de acuarelas, una pequeña revolución escondida en un estuche.

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En busca del lado oscuro de los anuncios de joyas y perfumes

Obra reciente del italiano Marco Rea

Obra reciente del italiano Marco Rea

Las caras del italiano Marco Rea (Roma, 1975) se derriten lánguidas y fantasmagóricas. El contorno del rostro sólo se intuye tras los goterones de pintura, los ojos se emborronan hasta convertirse en manchas negras extendidas sobre las mejillas y se juntan con la boca, que también sobrepasa sus dominios. Una niebla espesa lo embadurna todo sin tregua.

Al artista no le gusta el concepto actual del adjetivo agradable que propaga la publicidad, encuentra «obvio y aburrido» el sinfín de caras clónicas que exhiben los anuncios de perfumes, cosméticos, joyas o moda. Dispuesto a descubrir «el alma secreta, oscura y melancólica» de esas imágenes vacías, modifica carteles publicitarios rociando espray sobre ellos hasta hacerlos suyos, borrando todo rastro del mensaje original.

Marco Rea

Marco Rea

Aunque menciona el arte pop —por su estrecha relación con la publicidad—, el surrealismo pop y el arte urbano, Rea se desliga de ellos porque no busca el guiño: su ambición es imitar los mecanismos que empleamos cuando recreamos sueños o recuerdos borrosos. De crear trabajos más figurativos que respetan algo más la imagen original, ha pasado en sus trabajos más nuevos a desfigurar los rostros casi por completo. Deseoso de que el espectador sea testigo del proceso, también desvela algunos de sus secretos en Work in progress, una colección de anuncios originales antes y después del salvaje retoque.

Helena Celdrán

Obra de la serie 'Work in Progress'  - Marco Rea

Obra de la serie ‘Work in Progress’ – Marco Rea

Marco Rea

Marco Rea

Marco Rea

Marco Rea

Marco Rea

Marco Rea

La reacción de un niño de 8 años a las campañas de moda

A Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) se le da bien hacer ruido, ha demostrado ser una maestra de la acción artística callejera. A ojos de los transeúntes, son caricaturescas o producto del desequilibrio mental, por eso ridiculizan con efectividad los estrambóticos cánones de belleza impuestos por la industria de la moda y fuerzan al público a mirar de frente la imagen que se difunde de la mujer en las campañas publicitarias.

En Poses (2011), uno de sus primeros proyectos sonados, una serie de mujeres adoptaban por la calle las posturas extremas y antinaturales de los editoriales de moda de las revistas. Para la acción colectiva Registro (2014), Domínguez puso de acuerdo a mujeres de varias ciudades de España para que registraran su cuerpo como propiedad en el Registro Mercantil de Bienes. Una de sus últimas performances ha sido Accesibles y Accesorias (2015), para la que un grupo de chicas en lencería acudieron a una sede de Multiópticas en respuesta a una campaña publicitaria de la cadena de ópticas que tenía como eslogan «Ten la increíble sensación de estrenar todas las veces que quieras».

Hace unos días colgó en YouTube un vídeo de su último experimento. Niños vs. Moda pone a niños de 8 años a comentar fotos de las últimas campañas de moda de grandes marcas (Prada, Marc Jacobs, Dior, Balenciaga, Hugo Boss, Pepe Jeans…) y al principio es refrescante descubrir las reacciones infantiles a imágenes supuestamente glamurosas o sofisticadas. Pronto queda claro que sus pensamientos traspasan el punto de vista divertido y genuino, son un ejemplo de objetividad.

«Parece que está asustada», «como… Si fuera pobre», «y parece que tiene una enfermedad, porque el brazo lo tiene aquí y aquí está el hombro», «se siente sola y con hambre», «le preguntaría a mi madre que cómo podríamos ayudar a que estuviera unos días en alojo para no estar en la calle». Todas esas observaciones corresponden a una de las imágenes publicitarias de Loewe para la colección primavera/verano 2015: una flaquísima modelo se tapa con el brazo la parte inferior de la cara y permanece tirada al pie de unas escaleras.

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Cuando los vestidos se hacían con sacos de comida

Libro de patrones para hacer vestidos con 'feedsacks'

Libro de patrones para hacer vestidos con ‘feedsacks’

¿Y si no pudiéramos comprar ropa? ¿Habría manera de salir del paso con lo que tuviéramos en casa sin sacrificar ningún textil del hogar? Repasando mentalmente, no hay materiales aprovechables. En la cocina, el plástico domina el envasado de los productos, con alguna concesión al vidrio. Atrás quedan otros que —por su coste en comparación con el nefasto plástico— ya forman parte de la arqueología del consumo, por ejemplo, la tela.

En los EE UU la cultura del derroche llegó tras la II Guerra Mundial como un cataclismo, borrando del panorama doméstico la reutilización y el aprovechamiento de lo que tenemos a mano. Por suerte la tendencia está cambiando, los tiempos ya no son bollantes y nos enfrentamos al mayor reto medioambiental de nuestra historia: reciclar vuelve a estar de moda y muy a propósito del revival se rescatan del olvido los recursos que empleaban nuestros abuelos.

Almacenar el cereal en sacos es casi tan viejo como la invención del textil. Los granjeros guardaban el grano en bolsas de tela cosidas a mano y con señas de identidad para diferenciarlas de cosechas vecinas. Cuando los Estados Unidos fueron industrializándose y afloraba el comercio desde el campo a las grandes ciudades, los sacos —llamados feedsacks, sacos de alimento— fueron el contenedor ideal para el transporte de productos secos.

Así llegaron de forma masiva a los hogares para transformarse en el siglo XX en un material que sacó de muchos aprietos a las familias, sobre todo en los años treinta (tras la Gran Depresión) y a principios de los cuarenta (durante la II Guerra Mundial), cuando en los EE UU había racionamiento de textiles.

Mujeres con vestidos hechos con tela de sacos

Mujeres con vestidos hechos con tela de sacos

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Laura Callaghan, ilustradora de la banalidad y el capricho

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

Cuando describe su arte habla de «mujeres sin miedo en ambientes coloridos». Laura Callaghan representa la banalidad sin remordimientos. Sus chicas, vestidas con ropa de estampados excesivos, queman billetes, se miran vanidosas en el espejo, se hacen un selfie mientras comen, contemplan con apatía el desorden que reina en su habitación, viven saturadas de caprichos y casi siempre tienen cara de aburrimiento y fastidio.

No hay espacios vacíos, las perspectivas y los colores son planos. Trabaja a mano y emplea acuarelas, tinta china y estilógrafo, materiales analógicos para lograr una estética supuestamente infantil como conseguida con rotuladores y lápices de colores.

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

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Una sudadera ‘hipster’ inspirada en estudiantes asesinados por militares

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

La cadena de ropa Urban Outfitters, cuyo último informe anual de ingresos alcanzó la cifra de 3.086 millones de dólares (2.218 millones de euros) y un beneficio de 282 millones (202,7 millones de euros), es una de esas empresas que venden a precio de droga dura bohemia hispter, retro y vintage —términos vacíos y dudosos pero con buenas posibilidades de mercadotecnia—.

La sudadera de las fotos, por ejemplo, se ofrecía a 130 dólares (100 euros). El anuncio en la web de la empresa —retirado a estas alturas— lanzaba el anzuelo de que era una pieza «única» («sólo tenemos una, ¡date prisa»).

Los cuatro estudiantes asesinados por la Guardia Nacional en 1970 - Foto: may4archive.org

Los cuatro estudiantes asesinados por la Guardia Nacional en 1970 – Foto: may4archive.org

Desde arriba a la izquierda y en el sentido de las agujas del reloj: Allison B. Krause, Bill K. Schroeder, Sandy Scheuer y Jeffrey Miller. Los dos primeros tenía 19 años. Los otros, 20. Los cuatro murieron por disparos de la Guardia Nacional —la milicia militar de reservistas de los EE UU— el 4 de mayo de 1970.

Los jóvenes eran estudiantes de la universidad pública de Kent State (Ohio-EE UU), la misma cuyo emblema luce la sudadera de Urban Outfitters, que parece salpicada por gotas de sangre.

La matanza de Kent no estuvo precedida por actos vandálicos de los alumnos, que estaban concentrados para protestar por la invasión de Camboya por el Ejército de los EE UU, aprobaba por el presidente Richard Nixon como estrategia añadida a la Guerra de Vietnam.

La sudadera de Urban Outfitters no pretende ser la que llevaba puesta alguno de los cuatro muchachos asesinados. Tampoco es posible dudar que la empresa sabía lo que hacía cuando colocó el escudo de Kent en una prenda aparentemente manchada de sangre. El cuádruple crimen, a partir del cual hubo una huelga de cuatro millones de estudiantes y disturbios en casi un millar de campus e institutos de todo el país, es un acontecimiento histórico recordado con intensidad. Hay incluso un centro oficial de interpretación en la universidad. Se han rodado películas y documentales, han sido escritos libros.

Según la investigación posterior los militares que entraron en Kent dispararon de manera «indiscrimanada e inexcusable», pero ningún oficial o soldado fue condenado en la demanda judicial planteada por las familias de los muertos y heridos (9, tres de ellos de gravedad). Aunque ningún soldado sufrió heridas en el operativo, los efectivos de la Guardia Nacional, dictaminó el tribunal, actuaron «en legítima defensa».

Rifle M1 Garand y munición .30-06 Springfield utilizados en Kent - Fotos: Wikipediia Commons

Rifle M1 Garand y munición .30-06 Springfield como los utilizados en Kent – Fotos: Wikipedia Commons

Dos de los muertos, Schoroeder y Scheuer, ni siquiera participaban en la protesta. Se trasladaban de edificio para asistir a clase cuando fueron tiroteados. El primero estaba a 116 metros del guardia que le disparó: la bala le entró por el pecho. La segunda estaba a 120 y el proyectil le atravesó el cuello.

El otro par de estudiantes sí participaba en la concentración pacífica. Ambos fueron abatidos desde similares largas distancias. A Krause la bala de un francotirador a 105 metros le dió en el pecho y a Miller, a 81 metros, le entró por la boca. La foto del cadáver tendido de este último mientras una chica grita se convirtió en una de las imágenes más poderosas de la época y le valió a su autor, el también estudiante de Kent y futuro reportero John Filo el Premio Pulitzer.

Mary Ann Vecchio grita ante el cadáver de su compañero Jeffrey Miller. Foto: © John Filo

Mary Ann Vecchio grita ante el cadáver de su compañero Jeffrey Miller. Foto: © John Filo

El CEO de Urban Outfitters, Richard Hayne —un empresario que se otorga modales «hippies» porque tiene fábricas, como todo el clan de los costureros de Occidente, en Turquía, la India y Sri Lanka, nació en 1947 y tenía, por tanto, 23 años durante la matanza de Kent— ordenó retirar la sudadera de la tienda online de la empresa al desatarse una tormenta de críticas, entre ellas la del claustro de profesores de la universidad de Kent.

Tras negarse a mantener una entrevista personal con Laurel Krause, hermana de una de las asesinadas y portavoz de los descontentos con la grosería de la cadena, Hayne filtró a la prensa el correo electrónico que distribuyó entre la plantilla de la firma. Tras un saludo campechano («hola, chicos»), dice que en la sudadera «no hay sangre, ni nunca lo dimos a entender» y que las manchas rojas son una consecuencia de la «decoloración» vintage de la prenda.

Nadie acusó a Urban Outfitter de vender una camiseta con sangre real —sería un tanto asqueroso, ¿no?—, sino de emular, para obtener réditos, la sangre provocada por un episodio trágico y del que quedán con vida muchos afectados.

Algunas de las 'jugadas' de URban Outfitters - Fotos: capturas de la web de Urban Outfitters

Algunas de las ‘jugadas’ comerciales de Urban Outfitters – Fotos: capturas de la web de Urban Outfitters

No es la primera vez que el gran zoco hipster se mete en agua turbias, casi siempre cuando la cotización en bolsa cae y el mercado necesita un choque de adrenalina publicitaria. En el pasado pusieron a la venta camisetas para chicas con el lema «eat less» («come menos»), otras con eslóganes que defendían el desfase alcohólico, prendas racistas que invitaban a visitar el estado de Nuevo Mexico (EE UU) porque «está mal limpio que el verdadero México», bolígrafos con forma de jeringuilla en los que la tinta simulaba ser sangre…

El fundador y CEO Hayne —el 262º hombre más rico de los EE UU y el 1.128º del mundo según Forbes, con una fortuna personal de 1.200 millones de euros—, inyectó dinero en la campaña electoral a la presidencia del ultraconservador Rick Santorum, según reveló The Washington Post.

La empresa, que vende una imagen de humorística ironía para engatusar a los modernos y pudientes de entre 18 y 35 años —dos de sus líneas de «estilo de vida» se llaman Anthropologie y Free People—, tiene 400 tiendas en los EE UU, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Reino Unido, Francia, Suecia y Alemania.

Acaban de entrar en el mercado español con una sucursal en Barcelona. Ya saben ustedes lo que pueden encontrar en los estantes. No hay prendas de vestir inocentes.

Ánxel Grove

Cuando la moda se incrusta en la realidad

Kalen HollomonPractica el ejercicio de introducir la fantasía en la realidad, de jugar con una silueta de papel hasta trampear la perspectiva y hacerla coincidir con el tamaño de lo circundante. Una modelo en una postura forzada y supuestamente sofisticada comparte el asiento de un vagón de metro con un hombre trajeado y con gesto entre cansado y pensativo. Otra modelo, con una mancuerna en una mano y vestida con un atuendo imposible, posa sentada en un centro comercial dando la espalda a un McDonald’s. Una cancha de tenis parece haberse instalado en la calzada de una calle cualquiera.

Kalen Hollomon vive y trabaja en Nueva York, la ciudad que le sirve de gigantesco lienzo para los collage en los que inserta recortes absurdos en la ya de por sí abigarrada realidad de la metrópolis. Siempre con el mundo de la moda en mente, el artista altera escenarios cotidianos en composiciones efímeras que sólo perviven en fotos. La recién iniciada serie, que sigue creciendo, se puede contemplar en la cuenta de Instagram del autor.

Kalen HollomonLas «combinaciones heterodoxas» son tan cómicas como amargas, Hollomon sabe coquetear con el surrealismo y también señalar con el dedo sin ningún decoro. El inevitable choque entre el mundo real y el universo idealizado de las pasarelas le han servido como base para otros trabajos: en hipotéticos anuncios para grandes marcas como Chanel o Dolce & Gabbana, nombra protagonistas a una empleada del hogar entrada en años o a un hombre del rural de Paquistán o la India. En fotos modificadas, sustituye las piernas de un hombre oriental de cuarenta y tantos años por las de una modelo ataviada con una falda transparente de tul.

«Me preocupara lo que subyace bajo la superficie», dice Hollomon en su página web. Las extrañas visiones de los collage son más que una distorsión traviesa y con ellas pretende «explorar la intersección entre la percepción humana y la concienciación«, que quien las contempla se plantee cuestiones relacionadas con «reglas sociales aprendidas, identidad, el trasfondo de las situaciones cotidianas y la percepción».

Helena Celdrán

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon - 'Chanel'

Kalen Hollomon - 'Dolce & Gabbana'

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

Kalen Hollomon

La mayor colección de uniformes de azafata

Uniformes de Iberia de 1977 a 2005

Uniformes de Iberia de 1977 a 2005

De 1972 a 1977, las azafatas de Iberia llevaron como parte de su uniforme un sombrero que recuerda al de un bobby. De 1977 a 1983 los tonos oscuros del conjunto fueron sustituidos por colores tierra y para la cabeza se optó por un sombrero pillbox abombado y con el emblema de la compañía en un pequeño parche alargado. Ambos modelos eran del prestigioso diseñador cordobés Elio Berhanyer.

A pesar de las críticas (justificadas) a la incomodidad de los aeropuertos, los controles de seguridad, las esperas o el ridículo espacio vital en los asientos de la clase turista, los uniformes de la tripulación de un avión siguen conteniendo la nostalgia del tiempo en los que volar era una experiencia placentera.

La ropa de las azafatas siempre fue la más vistosa, destinada a identificar a las trabajadoras pero, por encima de todo, a transmitir la idea de que su profesión era única y les permitía vivir a diario la elegancia internacional de los aeropuertos y los hoteles. Aunque el glamour ha desaparecido de las aerolíneas, en la memoria colectiva los trajes se asocian a esa época dorada.

El sobrecargo holandés Cliff Muskiet colecciona desde niño elementos relacionados con las lineas aéreas. Confiesa que siempre estuvo «fascinado por el mundo de la aviación» y que atesoraba «todo lo que llevara el nombre de una aerolínea o su logo»: horarios, carteles, postales, modelos de aeronaves, instrucciones de seguridad…

Uniformes de los sesenta de Braniff International y de los noventa de Tyrolean Airlines

Uniformes de los sesenta de Braniff International y de los noventa de Tyrolean Airlines

En 1980 una amiga de su madre le dio un uniforme de KLM (las aerolíneas holandesas) de 1971 y desde entonces se interesó por iniciar una colección. Con un parón entre 1982 y 1993 que lamenta profundamente, a partir de 1993 y hasta ahora se ha centrado en conseguir atuendos de todas las épocas y compañías. Ahora tiene 1259 de 471 aerolíneas, probablemente la colección más grande que existe de uniformes de azafata. Fotografiados sobre un maniquí y catalogados en www.uniformfreak.com ilustran la progresión de los diseños, el avance hacia prendas cómodas, las rarezas del pasado y del presente…

Entre los modelos más arriesgados de los sesenta están los de la sensacional aerolínea estadounidense Braniff International, que en 1965 y 1966 colocó en la cabeza de sus azafatas una futurista cúpula plástica como si fueran astronautas y de 1966 a 1968 las atavió con un conjunto de exagerados estampados pop con gorrito atado a juego. El de Gulf Air (Baréin) de los años setenta —elegante y contenido dentro de su exotismo—  o el de mediados de los noventa de la austriaca Tyrolean Airways (Aerolíneas Tirolesas) —una auténtica venganza— tampoco tienen desperdicio.

Muskiet trabaja para KLM y eso le facilita contactar con empresas y particulares relacionados con la aviación civil que disponen de piezas interensantes para la colección. En su web cuelga con relativa frecuencia fotos de las nuevas adquisiciones: una chaqueta de Pacific Blue, una chaqueta de punto de Emirates, el uniforme de Finnair… En un futuro cercano, el sobrecargo sueña con ver los conjuntos reunidos en un libro y sustituir el maniquí por modelos que los luzcan con la sofisticación que merecen.

Helena Celdrán

Uniforme actual de Singapore Airlines y uniforme de Emirates de los años noventa a 2009

Uniforme actual de Singapore Airlines y uniforme de Emirates de los años noventa a 2009

Uniformes actuales de Malaysia Airlines y uniformes de los años noventa de Kenya Airways y de India Airlines

Uniformes actuales de Malaysia Airlines y uniformes de los años noventa de Kenya Airways y de India Airlines