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Fotografía microscópica en 1909

'Nature through Microscope and Camera'

Arthur E Smith permanece a un extremo de la cámara de un inusualmente largo fuelle extendido como un túnel. En el objetivo hay un microscopio colocado en horizontal. El aparataje parece un chiste o un experimento peregrino, pero el hombre sabe bien lo que hace.

Las imágenes pertenecen al libro Nature through Microscope and Camera (La naturaleza a través del microscopio y la cámara), con textos de Richard Kerr y publicado en Londres en 1909. La obra —en el vínculo del título se puede descargar entera—  forma parte de los primeros avances en el intento por capturar en imágenes lo prácticamente invisible al ojo humano: fitoplancton, la lengua de una abeja, el bacilo del tétanos, el ácaro del queso…

'Nature through Microscope and Camera'

«En ningún caso se ha recurrido a los retoques», se apresura a decir Kerr en el texto introductorio. Arthur E Smith —del que casi nada se sabe, al igual que sucede con su socio— se convirtió en un pionero de la micrografía con un método de aspecto rocambolesco, pero efectivo y lógico según la tecnología de la época. Realizó 65 imágenes «en placas de 12×10», utilizando «el microscopio y la cámara combinados como un instrumento». Su propuesta era tan lógica como sencilla y los resultados son satisfactorios.

En el tomo, el autor menciona que en 1904 las imágenes fueron expuestas en la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural y que sirvieron de ayuda a «estudiantes de biología general y medicina». El tamaño de la cámara debía resultar exagerado incluso entonces, porque siente la necesidad de justificarse especificando que es la mejor manera de obtener imágenes directas de un tamaño aceptable para la investigación: «Cuando se hacen ampliaciones de negativos pequeños, no hay ganancia material en cuanto a nuevos detalles».

Helena Celdrán

'Nature through Microscope and Camera'

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'Nature through Microscope and Camera'

'Nature through Microscope and Camera'

'Nature through Microscope and Camera'

'Nature through Microscope and Camera'

Un microscopio profesional que cuesta menos de 40 céntimos

'Foldscope' - Foldscope Team

«Era un gran reto pensar en el mejor instrumento posible, pero que fuera casi gratis. Ese era nuestro punto de partida», cuenta el joven Manu Prakash, profesor adjunto de bioingeniería en la Universidad de Stanford (California – EE UU).

Foldscope es un microscopio basado en los principios del origami. El revolucionario aparato supone la democratización definitiva de una herramienta que puede salvar vidas. Se imprimie sobre papel  y el coste de fabricación está entre 0,45 a 0,55 dólares (0,32 y 0,39 euros), no llega a los 10 gramos de peso, cabe en un bolsillo y sin embargo es capaz de alcanzar los 2.000 aumentos con una sub-micro resolución de 800 nanómetros (0,0008 milímetros).

Piezas del Foldscope  (Foto: Foldscope Team)

Piezas del Foldscope – (Foto: Foldscope Team)

El equipo de investigación PrakashLab (dirigido por Prakash) estudia dentro del Departamento de la Facultad de Medicina de Stanford iniciativas para «democratizar la ciencia con el desarrollo de herramientas científicas que puedan estar a la altura de problemas relacionados con la salud mundial y la educación científica». Foldscope es una brillante pieza de diseño que le da la vuelta a los métodos industriales de fabricación de los caros aparatos simplificándolos en piezas que se pueden imprimir en una misma hoja y después doblar y ensamblar con facilidad.

En una conferencia TED, Prakash habla de la posibilidad de que el invento pueda salvar vidas en países azotados por enfermedades fácilmente prevenibles con sencillas pruebas médicas hechas a tiempo. El científico se refiere en particular a la malaria, que causa la muerte de millones y pone en riesgo la vida de miles de millones al año.

«Cuando la contraes existe ese discurso simplista de «olvida el diagnóstico, toma las pastillas» (…), pero el problema es que hay muchas cepas diferentes, medicaciones diferentes… y podrías incluso empeorar el problema (…). Los que llegan con un caso avanzado ni siquiera son diagnosticados». En un vídeo explicativo del proyecto, Prakash cuenta que la solución era distribuir una herramienta casi gratuita para realizar una sencilla prueba que de otra manera el enfermo puede estar meses esperando.

Muestras vistas a través del Foldscope - (Foto: Foldscope Team)

Muestras vistas a través del Foldscope – (Foto: Foldscope Team)

En la lámina no hay instrucciones en ninguna lengua, sólo un código de colores que debe seguirse para doblar las piezas. Más parecido a un marcapáginas que a un microscopio al uso, el invento sorprende cuando se le introduce un clásico soporte de muestras utilizado de manera universal y demuestra que es capaz de proyectar sobre una pared una amplificación perfecta.

El Foldscope ni siquiera necesita electricidad para funcionar, sólo una pila de botón que va ya adjunta a una de las piezas del papel. Sus creadores se jactan de que es sumergible y de que funciona incluso después de «caer de un edificio de tres pisos» o tras pisarlo repetidas veces.

Tras desarrollar y fabricar el producto, ahora buscan a 10.000 voluntarios para probarlo. Especifican que necesitan a gente de toda condición que aplique el invento en su entorno. Los interesados pueden ponerse en contacto con el equipo en signup@foldscope.com.

Helena Celdrán

Corte transversal del Foldscope con un deglose del coste de las piezas (Foldsope Team)

Corte transversal del Foldscope con un deglose del coste de las piezas (Foldsope Team)

Foldscope-ASSEMBLED-1-working - Foldscope Team

 

‘Micrarium’, el ‘templo’ de la belleza microscópica

Cría de sepia - © UCL, Grant Museum of Zoology/Robert Eagle

Cría de sepia – © UCL, Grant Museum of Zoology/Robert Eagle

«Se suele decir que el 95% de las especies animales conocidas son más pequeñas que el dedo pulgar, pero a pesar de ello la mayoría de los museos de historia natural llenan sus exposiciones de grandes animales», dicen desde el Museo Grant de Zoología, en Londres.

Desde el 7 de febrero el centro —que pertenece al University College de Londres (UCL) y conserva cerca de 67.000 especímenes representativos de todo el reino animal— se atreve a acabar el agravio y mostrar lo invisible. El Micrarium (situado en una antigua oficina del museo) es una sala de reducidas dimensiones, «una cueva iluminada con luz posterior» en la que se agolpan delicadas transparencias y diapositivas que introducen al espectador en el universo de lo minúsculo.

Detalle del 'Micrarium' - © UCL, Grant Museum of Zoology/Robert Eagle

Detalle del ‘Micrarium’ – © UCL, Grant Museum of Zoology/Robert Eagle

En una iniciativa que oscila entre el «experimento», la instalación artística y la divulgación científica, la habitación contiene unas 2000 imágenes que de otra manera estarían condenadas a permanecer en los almacenes por la dificultad de mostrarlas de manera clara y ordenada.

Entre los tesoros del Micrarium, semejante a un templo que venera a deidades microscópicas, se pueden observar con todo lujo de detalles las fuertes patas de una pulga, un calamar de tan solo unos milímetros de largo e imágenes de escarabajos seccionados a lo largo en las que se aprecian con nitidez las antenas, la cabeza, las patas y el cuerpo.

El «espacio de inmersión» — que tiene carácter de sala permanente y se puede visitar gratis— recopila transparencias que muestran todo el organismo o gran parte de él (para que cada imagen sea fácilmente reconocible), pero también detalles de grandes mamíferos. El mosaico iluminado presenta en conjunto imágenes de larvas y huevas con detalles de la cabeza de una lamprea, fósiles de mamut o muestras de ballenas.

El único museo universitario de zoología que queda en la capital del Reino Unido logra con el Micrarium «mostrar la diversidad de la vida invertebrada», rescatar del anonimato un valioso material que, en conjunto, muestra una realidad pasada por alto sólo porque nuestros ojos no son capaces de percibirla.

Helena Celdrán

Cuando el microscopio descubre obras de arte

'Hippocrepis unisiliquosa' y 'nemesia versicolor' - Rob Kesseler

‘Hippocrepis unisiliquosa’ y ‘nemesia versicolor’ – Rob Kesseler

Podrían ser una recolección de muestras de las profundidades abisales del océano o del espacio exterior. El inglés Rob Kesseler  —profesor de diseño y cerámica en la escuela de arte londinense Central Saint Martins— encuentra en las plantas un catálogo de patrones naturales, exquisitamente innatos, diseñados para una función muy determinada —no para satisfacer al humano— y sin embargo asombrosos.

Ha dedicado los últimos años al estudio de las visiones microscópicas del polen, las semillas y las texturas de las frutas con un detalle exquisito. Sin afanes conceptuales que estropeen la experiencia, Kesseler aborda la tarea como un documentador. Defiende que la naturaleza tiene que ser un material de estudio accesible para cualquier artista y destaca la necesidad de cualquier ser humano por conocer lo que no se ve a simple vista.

En la última década, ha colaborado de continuo con científicos botánicos del Real Jardín Botánico de Kew (Londres), examinando el potencial creativo del mundo vegetal. Ahora trabaja en un proyecto de colaboración con un biólogo molecular, en el prestigioso Instituto de Ciencia Gulbekian en Oeiras (Portugal).

Salpica con una fina capa de oro las muestras originales y las fotografía con un microscopio electrónico de barrido. El aparato permite enfocar varios puntos y produce una profundidad de campo que Kesseler realza todavía más con capas de color para distinguir las formas. La imagen del fruto de una krameria erecta podría ser también la de un corazón lanceado, el fruto de una cimicifuga americana parece el cúmulo de espinas cartilaginosas de un animal flexible y diminuto todavía por descubrir.

Helena Celdrán

'Hippocrepis unisiliquosa' - Rob Kesseler

‘Hippocrepis unisiliquosa’ – Rob Kesseler

'Scutellaria galericulata' - Rob Kesseler

‘Scutellaria galericulata’ – Rob Kesseler

'Malva sylvestris' - Rob Kesseler

‘Malva sylvestris’ – Rob Kesseler

'Hackelia' - Rob Kesseler

‘Hackelia’ – Rob Kesseler