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La música oculta en las nalgas de un personaje del Bosco

'El jardín de las delicias', c. 1500 - El bosco

‘El jardín de las delicias’, c. 1500 – El bosco

Por su carácter coral, abstrae al espectador con detalles preciosistas, ensoñadores, demoniacos, grotescos, humorísticos… Es difícil posar los ojos sobre uno de los personajes sin mirar inmediatamente al de al lado. El jardín de las delicias, una de las obras más asombrosas del Bosco, no se termina nunca de contemplar, porque siempre merece otro repaso.

Al panel de la derecha se le conoce como Infierno musical por la importancia que cobran los instrumentos como herramientas de tortura. En un texto destacado por el Museo del Prado (extraido de un catálogo oficial de la pinacoteca madrileña) se interpreta que las víctimas de las arpas, laúdes y zanfoñas son músicos entregados a la música profana y no a Dios. Avaros, glotones, envidiosos y otros pecadores son también castigados en la tabla más demoniaca de este tríptico moralizador y pesimista que el Bosco pintó en torno al año 1500.

Hacia la parte inferior, un gran laúd aplasta a un condenado al que sólo se le ve la mitad del cuerpo. Sobre las nalgas tiene escrita una partitura que otro hombre señala con el dedo índice. A la diabólica criatura rosada parece que también le interesa la pieza musical y alarga su fina lengua blanca a modo de batuta, como dirigiendo a los condenados que se pierden poco a poco en la oscuridad.

Detalle del 'Infierno Musical' de 'El jardín de las delicias' del Bosco

Detalle del ‘Infierno Musical’ de ‘El jardín de las delicias’ del Bosco

A este detalle, hasta ahora mudo, le ha dado voz una estudiante estadounidense de música y artes visuales. Amelia Hamrick, alumna de la Oklahoma Christian University, posaba su mirada sobre las microescenas de El jardín de las delicias cuando decidió transcribir la música de la partitura en «notación moderna» y grabarla al piano. Se tomó libertades, como asumir que la obra estaba en la tonalidad de de do mayor, «como es común en los cantos de esta época». El resultado puede escucharse aquí.

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Los pecados capitales según el Bosco y los sociales según Brueghel

"Mesa de los pecados capitales" - El Bosco (Imagen: Museo del Prado)

«Mesa de los pecados capitales» – El Bosco (Imagen: Museo del Prado)

La primera filacteria, arriba, dice en latín:

Porque son un pueblo que no tiene ninguna comprensión ni visión, si fueran inteligentes entenderían esto y se prepararían para su fin.

Su contraparte, abajo, añade:

Apartaré de ellos mi rostro y observaré su fin.

Son citas del Deuteronomio, que se atribuyó durante siglos a la redacción de Moisés.

El círculo central semeja un ojo, en cuya pupila [para apreciar los detalles conviene ver la versión en alta resolución del Museo del Prado] aparece Cristo Varón de Dolores y la frase:

Cuidado, Cuidado, el Señor está mirando.

En torno a ese visor implacable, siete escenas reproducen los siete pecados capitales. En cada una de las cuatro esquinas otros tantos círculos describen la muerte, el juicio, el infierno y la gloria, las «cuatro cosas últimas» a las que tenemos opción según el dogma.

La pintura, un óleo sobre tabla de 1,2 por 1,5 metros, fue creada para servir de tablero o encimera para la Mesa de los Pecados Capitales. Se puede ver —y la contemplación merece horas— en el Prado y la autoría es atribuida a El Bosco, el primer surrealista, acaso el único.Seguro, el más feroz.

La atribución se tambalea porque un estudio del Proyecto de Investigación y Conservación sobre el pintor, de cuya muerte se cumplen 500 años en 2016, sostiene que la mano del misterioso artista no participó en las pinturas de la mesa, aunque sí tal vez actuaron artistas cercanos a su taller.

En el Prado están bastante cabreados con la facción holandesa del proyecto y se arrepienten de las facilidades que dieron a los expertos de los Países Bajos para analizar la delicada obra en el museo madrileño, que también prepara su propia exposición para sacar provecho del quinto centenario.

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