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Gaza, la cárcel más grande del planeta, y la arquitectura del asedio

Control militar israelí en la ciudad vieja de Hebrón-Cisjordania (Foto: Aljazeera)

Control militar israelí en la ciudad vieja de Hebrón-Cisjordania (Foto: Aljazeera)

La construcción de la violencia brota también con la arquitectura material de la dominación. A veces es el diseño urbano el que define y, desde luego, sistematiza, la violencia y la coacción. Sobre esta premisa —mire usted el paisaje de la ciudad que habita y extraiga conclusiones: vallas, paredes, cámaras de vigilancia, señales luminosas, adminículos añadidos al pavimento para restringir la velocidad, líneas pintadas sobre el suelo, provocadores mensajes coactivos, otros que fomentan la delación y la vigilancia desconfiada contra el vecino…—, nace una revista, The Funambulist, dedicada a la política del espacio y el cuerpo.

El número uno ya está a la venta en papel (12 euros) y en versión digital (6 en un archivo descargable en formato PDF). Es bilíngüe inglés-francés y algunos de los contenidos son de acceso gratuito en el blog de la publicación —embrión, desde hace cinco años, de la idea que ahora se reconvierte— y en Archipelago, el podcast asociado.

Tras la valiente empresa de hacernos reflexionar —verbo digno de medalla al mérito cívico en este tiempo de necedad— está Léopold Lambert, un arquitecto-agitador que en 2012 escribió el ensayo Weaponized Architecture. The Impossibility of Innocence (Arquitectura en armas, la imposibilidad de la inocencia). Copio un resumen de la pretensión del libro:

Un examen de la instrumentalización de la arquitectura como arma política (…) El proyecto propuesto dramatiza, a través de su arquitectura, la desobediencia palestina a la legislación colonial impuesta en su territorio legal. De hecho, el Estado de Israel es el ejecutor de aparatos coloniales, territoriales y arquitectónicos, que actúan directamente sobre la vida cotidiana de los palestinos.

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‘Ojalá hubiera dicho hola’: arte callejero para reunir a dos desconocidos

Pegatinas de 'I Wish I Said Hello'

Pegatinas de ‘I Wish I Said Hello’

«Me llamaste la atención. No quería parecer un raro, así que traté de no mirar en tu dirección». «La siguiente vez que me gorronees un cigarro, nos enamoraremos». «Seguramente fuimos almas gemelas en otra vida. De ahí el brillo que surgió entre nosotros».

I Wish I Said Hello (Ojalá hubiera dicho hola) es un proyecto basado en las conexiones perdidas, en el breve lapso de tiempo en que dos personas desconocidas coincidieron, se volvieron a separar sin tener modo de volver a verse y al menos una de ellas tiene el deseo del reencuentro.

En un intento de remediar la ausencia de un modo creativo, la coreana Lisa Park y el Barcelonés Adrià Navarro (residentes en Nueva York) han diseñado unas pegatinas con una representación esquemática del momento y un breve texto. Cada una tiene la forma de los globos que señalan localizaciones precisas en los planos de Google Maps: el objetivo es colocarlas en los lugares exactos en los que tuvo lugar el encuentro fortuito.

Plantillas para crear nuevas pegatinas

Plantillas para crear nuevas pegatinas

Escogen los mensajes de Craigslist, la página de anuncios clasificados más famosa de los Estados Unidos, en la que se anuncian desde ofertas de trabajo, alquileres y ventas de casas, muebles y electrodomésticos hasta personas interesadas en encontrar pareja o conocer a otras con aficiones parecidas. La sección Missed connections aglutina mensajes de quien se fijó en los tatuajes de una chica asiática, en el camarero que servía zumos, en el cachas del gimnasio, en la pareja de baile de toda una noche.

Park y Navarro ven ese desesperado intento de reencuentro como poético y también irónico. «Resulta que en la era de las redes sociales, cuando supuestamente estamos unidos a cualquier persona del mundo, la red de las conexiones perdidas es una de las más ineficientes».

En su página web animan a imprimir pegatinas a quien desee implicarse y proporcionan plantillas listas para ser modificadas, con el fin de  extender el movimiento fuera de Manhattan y que cada vez más ciudades se sumen a la posibilidad de reunir de nuevo a dos personas, pero sin convertirse en una plataforma más de reconexiones: «Es una celebración de la poética del día a día, un mapa físico de una red digital, un comentario sobre el rol de la tecnología en la comunicación humana».

Helena Celdrán

Un nuevo ‘museo’ en un antiguo montacargas de Nueva York

El interior del museo

El interior del museo

¿Quién determina lo que se debe exponer al público? La pregunta se queda sin respuesta cuando se descubren lugares como Museum.

Lo llaman simplemente así, Museum, se inauguró en mayo de este año y está en la cabina de un antiguo montacargas. Unas pequeñas ventanas permiten ver el contenido de la pequeña sala a cualquier hora y día, pero los fines de semana está abierto y —si la visita es urgente— se puede pedir cita previa.

Escondido en Cortlandt Alley, un callejón de Nueva York entre las calles Franklin y White, en el Sur de Manhattan, el misterioso museo de origen desconocido alberga unas estanterías forradas con una superficie adhesiva aterciopelada. Sobre ellas descansan objetos vulgares, recogidos en los últimos 10 años en ciudades de todo el mundo.

Objetos de la colección permanente

Objetos de la colección permanente

Entre la que llaman colección permanente hay una bolsa de gusanitos con caracteres árabes, una antena de televisión casera, el zapato que un periodista iraquí le tiró al expresidente de los EE UU George W. Bush… Todo se cataloga y preserva con el mimo propio de un conservador. «El lugar tiene la intención de mostrar respeto por el día a día y expone la belleza, a menudo pasada por alto, de la vida real. Siempre hay belleza y magia en lo plebeyo«, dice en la página web el personal anónimo del centro.

En el colmo de la exquisitez, la sala-ascensor tiene incluso exposiciones temporales: hasta el 30 de junio hay una de tubos de pasta de dientes en varios idiomas, papeles encontrado en fotocopiadoras, etiquetas caseras y mal escritas de botes de comida, relojes rusos modificados a mano… Un collage ordenado como en la sala más respetable y numerado para poder seguir el recorrido con una audioguía, que detalla la historia sobre el origen de la pieza y cómo terminó en el museo.

Helena Celdrán