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‘El padrino de los cultivadores de hierba’ dedicó 30 años a fotografiar sus plantas

Mel Frank tiene un trabajo considerado futurista en el 95% del globo terráqueo. Es consultor de cannabis, cultivador y cosechador en California. El Estado Dorado ha sido el último en declarar esta planta legal, regulación que abarca tanto el uso terapéutico como lúdico (ya son 7 estados donde el consumo recreativo está legalizado y 29 en los que se vende como una medicina más).

Toda una industria está despertando en California, huele a hierba en un lugar con mucho sustrato. Desde hace años existen cultivos más o menos proscritos estimulados por la exención terapéutica que se declaró en 1996. A pesar de la prohibición, la marihuana nunca abandonó la patria de los hippies, y ha sido cultivada en el llamado Triángulo Esmeralda (al norte) desde el Verano del Amor, en la década de los 60.

Mel lleva en el cogollo resinoso desde hace años, no esperó a la legalización, y pudo cultivar sus plantas en el anonimato de esas densas selvas y granjas que hay en California, páramos solitarios donde un disparo no es escuchado por nadie.

Hasta hace poco era un criminal por cultivar esta hierba, se jugaba la cárcel por su pasión botánica y ansias de conocimiento. En sus fotografías, sin embargo, lejos de las armas o el ceño fruncido de unos chavales con pañuelos y pistolas en el cinto, se observa a ancianas que ocultan con inocencia su rostro bajo las hojas de la maría.

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¿Pagarías 2.300 euros por un libro tamaño ‘SUMO’ de David Hockney?

El libro en su atril. Foto: © Taschen

El libro en su atril. Foto: © Taschen

Tiene 498 páginas —trece de ellas desplegables—, mide 70 centímetros de alto y 50 de ancho y viene acompañado por un atril ajustable en adecuados tonos pop diseñado para la ocasión por el australiano Marc Newson (1963). El interior de este tocho contiene 450 obras de uno de los artistas vivos más admirados, famosos y millonarios, David Hockney (Bradford-Reino Unido, 1937).

La pregunta no es si a usted le gusta el arte del inglés —difícil de criticar por la sencilla libertad y poderosa maestría de luminosidad y movimiento con la que nos ha regalado el pintor, grabador, fotógrafo e incansable ser humano desde hace más de sesenta años—, sino si estaría dispuesto a desembolsar los 2.300 euros [el PVP no es exacto, los editores sólo lo han fijado en dólares, 2.500, y libras esterlinas, 1.750] que cuesta cada uno de los nueve mil ejemplares numerados que serán puestos a la venta.

A Bigger Book (Un libro más grande) es el título que, sin esconder las intenciones babilónicas y en una referencia al uso repetido de la palabra bigger en los títulos de Hockney, han puesto en la editorial Taschen a la monografía sobre el artista, recién presentada en la Feria del Libro de Fráncfort, gran cenáculo del negocio de las letras impresas y encuadernadas. Para que quede claro que la envergadura sí que importa, el libro viene acompañado por la descripción de «tamaño SUMO», un guiño a la lucha de japoneses con tamaño de bulldozers.

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Figuras de cartón de trabajadores mexicanos ‘invisibles’

Figuras de cartón del artista Ramiro Gomez Jr.

Figuras de cartón del artista Ramiro Gomez Jr.

Asociamos Beverly Hills a la piscina impoluta, al césped recién cortado y de un verde tecnicolor, a la mansión californiana de fachada perfecta como la crema de un pastel. Quienes se encargan de mantener esa visión cinematográfica sin embargo no forman parte de la fantasía, son invisibles para los dueños del paraíso.

Beverly Hills cardboard cutout - Ramiro Gomez Jr.

Beverly Hills cardboard cutout – Ramiro Gomez Jr.

«Me interesa mostrar el otro lado de las cosas, la parte más real, la que yo veo» dice el artista californiano de origen mexicano Ramiro Gomez Jr. El acento en el apellido ha sucumbido a la gramática gringa, representa «la primera generación» de su familia nacida en los Estados Unidos. Hijo de un conductor de camiones de la cadena de hipermercados CostCo y de la encargada de mantenimiento de un colegio, nunca se le pasó por alto que sus padres hicieron de él y su hermana un proyecto de futuro, asegurándose de que sobresalieran en los estudios, aguantando trabajos de jornadas agotadoras sin cuestionarse nunca el sacrificio.

En Happy HillsColinas felices, en referencia a Beverly Hills, West Hollywood, Laurel Canyon y otras zonas asociadas a la fama y al dinero en Los Ángeles— el artista pinta figuras humanas troqueladas sobre cartón, el típico cartón marrón de las cajas de mudanzas, un soporte nada fino ni caro, pero resistente y efectivo.

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«Medicados para su protección», la personalidad única de los enfermos mentales

Larry @ Mike Spitz

Larry @ Mike Spitz

Larry tiene 30 años y escucha voces dentro de su cabeza. Le convencen de que la policía va a por él o le aseguran que una chica caerá rendida de amor. Larry sueña que su padre se muere y renace convertido en mujer. Larry escucha con la misma veneración a Elvis Presley, Nirvana y Britney Spears. La familia de Larry se cansó de los muchos Larry que habitan a Larry.

Joe @ Mike Spitz

Joe @ Mike Spitz

Joe, de 59, lleva en la clínica desde hace 30 años. Le gusta la electrónica y es capaz de reparar una televisión. Recoge colillas del suelo y, sin encenderlas, les da unas caladas. Su padre era limpiacristales y su madre trabajaba como chacha «en las casas grandes de las colinas». Cuando murieron no supo qué hacer porque nadie podía cuidarlo. En la clínica ayuda repartiendo la medicación entre los residentes. Cientos de píldoras de colores hacen clic clac en el carrito de transporte.

Gary @ Mike Spitz

Gary @ Mike Spitz

Gary, 32. Estudios universitarios en teología. Se alistó y lo mandaron a Afganistán a desactivar explosivos. Para demostrarlo muestra un bulto en la cabeza: una bala de 50 mm. A veces la siente palpitar como un insecto metálico. No se lleva con su madre. Su padre es pediatra y no tiene tiempo para nada. Gary estuvo casado con Abigail y tuvieron una niña que ahora tiene siete años. Gary ha tatuado el nombre de Abigail en ambos brazos. Gary quiere tocar la guitarra en un grupo de death metal. Abigail está muerta.

Rose © Mike Spitz

Rose © Mike Spitz

Rose dice que no está segura de la edad que tiene pero calcula que ha pasado una docena de años en la clínica. Antes de estar aquí tuvo tres hijos, se metió en asuntos de drogas y la encerraron en una cárcel. Quiere casarse, tener un apartamento propio, volver al gimnasio y ganar un torneo de body building. Sus hijos nunca la han visitado. A veces se deprime. Se viste con un quimono para la foto.

Portada del libro de Spitz

Portada del libro de Spitz

El autor de los retratos de Larry, Joe, Gary y Rose es el fotógrafo Mike Spitz. Nació y reside en los EE UU, país donde también viven, dicen los datos oficiales, 57,7 millones de personas como Larry, Joe, Gary y Rose. Uno de cada cuatro habitantes adultos del país padece una enfermedad mental. El porcentaje es similar en el resto del mundo: la cuarta parte de la humanidad sufre, casi siempre en silencio y con valentía, una enfermedad mental.

De cada seis, uno padece lo que los médicos llaman «enfermedad mental grave» (el glosario es conocido: esquizofrenia, trastorno bipolar, paranoia, depresión profunda, pánico, estrés postraumático, anorexia, bulimia…). Es decir, en EE UU hay casi seis millones de locos de atar. Me permito la incorrección semántica porque me siento parte del colectivo y porque somos muchos quienes necesitamos de la pax química para estar aquí.

En una de las estancias de la Harbor View House donde Spitz hizo los retratos hay un cartel con una leyenda que pretende ser consoladora: «Medicated for your Protection» («medicados para su protección»). A nadie se le ha ocurrido colocar un segundo cartel qué precise el alcance del posesivo «su»: ¿Medicados para su propia protección o medicados para que nos protejamos los demás gracias a la medicación que ingieren los locos?.

La clínica de atención a enfermos mentales ubicada desde 1968 en el edificio al que entró Spitz con sus cámaras analógicas, una flamante construcción de estilo hispano-californiano que fue gimnasio y cuartel militar durante la II Guerra Mundial —hay quien jura que en las noches silenciosas se puede discernir el eco que dejaron en los salones los chistes necios que Bob Hope y Lucille Ball regalaban patrioticamente a los soldados antes de que embarcasen para morir reventados por la metralla nazi en Normandía sin haber tenido la mínima oportunidad de probar la sidra y el Camembert—, está en San Pedro, no muy lejos de Los Ángeles. A Bob Hope nunca le gustó demasiado separse de sus despachos favoritos de alcohol.

El fotógrafo Spitz tenía una cuenta pendiente con los habitantes de la Harbor White House (que, por cierto, no es blanca sino rosa pálido, como un chicle masticado demasiadas veces). Había trabajado como voluntario en la clínica benéfica y deseaba regresar para hacer un inventario fotográfico de los residentes, concederles la  identidad a la que tienen derecho, dejarles hablar para anotar los pormenores que deseen compartir…

«No quería hacer fotoperiodismo o una declaración social sobre las condiciones de vida de los internos. Buscaba que me permitieran entrar en su extrañamiento, soledad y personalidades únicas», dice en el prólogo del fotoensayo que ha autoeditado, Medicated for your Protection: Portraits of Mental Illness.

Spitz tiene el detallazo de permitir bajar gratis una versión en PDF del libro, de manera que no hay excusa para dejar de invitar a Larry, Joe, Gary y Rose a entrar en nuestra casa.

Ánxel Grove

Muere Bill Epperidge, el fotógrafo del asesinato de RFK

Bill Eppridge - Robert Kennedy muriendo, 6 de junio de1968

Bill Eppridge – Robert Kennedy muriendo, 5 de junio de1968

Cocina del  Hotel Ambassador de Los Ángeles, noche del 5 de junio de 1968. El hombre que yace en el suelo con los ojos abiertos acaba de recibir tres balazos disparados por un revolver del calibre 22. Un par de ellos, uno en la cabeza y otro en el cuello, letales. El hombre, que tenía 43 años, moriría unas horas después en el hospital. Extendieron un parte de defunción a nombre de Robert Francis Kennedy.

A John Fitzgerald Kennedy, hermano de la víctima, también lo habían matado a tiros unos cinco años antes.

El muchacho arrodillado que sostiene al herido también tiene los ojos abiertos en una dimensión desquiciada. Se llama Juan Antonio Romero, había nacido 17 años antes en el estado mexicano de Nayarit —un lugar cuya existencia desconoce el 99% de los habitantes del área metropolitana de Los Angeles— y trabaja como ayudante de camarero en el hotel. Había atendido la suite de RFK varias veces durante el día y había sacado 15 dólares en propinas. Es mucho dinero en 1969, pero Juan Antonio está acostumbrado a la dádiva de los elegidos —en el Ambassador se hospedaban estrellas de cine— y le gusta, sobre todo, saber que ha dado la mano a un senador.

El fotógrafo que hace la instantánea está trabajando para le revista Life, que le había encargado no separarse de RFK, en la carrera electoral hacia la Casa Blanca. Tienen 30 años, se llama Guillermo Alfredo Eduardo Eppridge y había nacido en Buenos Aires, donde su padre trabajaba para una multinacional estadounidense. Cuando la familia regresó a Delaware deciden olvidarse del capricho austral del nombre de pila hispano y compuesto. Desde los 10 años el niño es simplemente Bill Eppridge.

El fotógrafo de quien nadie se acuerda que nació en Argentina acaba de morir, a los 75 años, de una sepsis infecciosa.

La Nikkormat FT con la que Eppridge hizo la foto (Christopher T. Assaf/Baltimore Sun)

La Nikkormat FT con la que Eppridge hizo la foto (Christopher T. Assaf / Baltimore Sun)

Eppridge relató muchas veces los pormenores que concluyeron en la foto de su vida. Acaso modificó sin malicia la historia para añadir las claves dramáticas que le exigían al pedirle algo extra a la coreografía bárbara del senador y el muchacho de Nayarit sobre el suelo rugoso y húmedo de la cocina, acaso se perdió en el curso del drama como cualquiera se perdería, acaso hizo las fotos sin saber con precisión qué estaba haciendo, también él tan desquiciado como Juan Antonio Romero en un momento en que el único ser humano tranquilo parece el moribundo.

La imagen es perfecta como toda foto accidental: el desenfoque al límite; el ars dramática del grano; el baile preciso entre espacios negros y luces; la chaquetilla blanca como un sudario de Romero; el brazo derecho extendido, levemente en suspenso y con el puño cerrado de la víctima; las piernas desencajadas y sin urbanidad que anuncian, sin género alguno de duda, la muerte; las manchas del pavimento, abiertas a la imaginación gracias a la perfección del blanco y negro; la propia textura del pavimento, ruda y pobre, más adecuada para Nayarit que para el Wilshire Boulevard…

Bill Eppridge - Ethel Kennedy habla con su esposo moribundohusband Robert 1968

Bill Eppridge – Ethel Kennedy habla con su esposo moribundo

Eppridge hace más fotos del momento de desordenado pánico. En la más sobrecogedora, Ethel, la esposa del senador, habla por última vez con su marido. «No me gustó hacer esa foto, ella movía los labios, musitaba ante la cara de su esposo moribundo, pero tuve que hacerla. Estaba trabajando, era mi deber«, declararía más tarde el fotógrafo, que, sin embargo, no logró retratar, como también era su deber, al pistolero homicida, Sirhan Sirhan, quizá un antisionista vengador contra el apoyo de los Kennedy a Israel en la Guerra de los Seis Días, sin duda un lunático 0, de acuerdo con las teorías de la conspiración universal, un pelele en trance hipnótico sometido al programa de control mental MK Ultra de la CIA.

El fotógrafo Eppridge trabajó muchos años más. Además del crimen de RFK, dejó para la historia al menos dos grandes reportajes: uno sobre heroinómanos en Nueva York y otro en el que acompañó durante el luto a la familia del activista antisegregación racial James Chaney, asesinado por el Klu Klux Klan.

El Hotel Ambassador fue cerrado en 1989, pero siguió siendo utilizado como set de filmación de películas, entre ellas Forrest Gump, una epifanía sobre los años sesenta. En 2005 el edificio fue demolido. En el solar han construido un complejo escolar bautizado como Robert F. Kennedy Community Schools.

El ayudante de camarero Juan Antonio Romero se sintió culpable toda su vida por no haber podido hacer algo más para salvar la vida del político, cuya tumba visitó hace unos meses. Reveló a los periodistas que las últimas palabras que dijo RFK durante la agonía fueron: «Todo va a salir bien ¿Están todos a salvo?».

Bill Eppridge retratado por Tom Mantoani

Bill Eppridge retratado por Tom Mantoani

La foto quemada

La foto quemada

A Epperidge lo retrataron en 2012 para el libro Behind Photographs: Archiving Photographic Legends (Tras las fotografías: archivando a leyendas fotográficas). Sostiene una copia de la foto de su vida ante la cámara Polaroid de otro fotógrafo. Contó entonces que la imagen le persiguió en sueños, que no podía olvidarla pese a que apenas recuerda cómo la hizo, qué impulso le llevó a no ponerse a llorar.

Dijo también que, años más tarde, tras un incendio en su casa perdió gran cantidad de copias de sus trabajos. Al revisar el lugar incinerado y empapado por el agua de los bomberos encontró, tras un sofá, una copia en pasmoso buen estado y con los bordes quemados añadiendo un marco de luctuosa perfección.

La mejor definición de la foto del moribundo RFK y el muchachito mexicano de chaquetilla blanca la dio el fotógrafo Epperidge: «Es la foto de una crucifixión».

Ánxel Grove

50 años de los Beach Boys: el loco sigue siendo el objetivo

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Elocuente. Existe la posibilidad de comprar una entrada VIP. No se trata de una final de fútbol, sino de un concierto de los Beach Boys, en teoría una banda de rock. El súper tique da derecho a un asiento de primera fila, una charleta  y fotos con los artistas, una camiseta de tirada limitada y otra parafernalia nada útil. Cuesta 750 dólares (unos 590 euros). No hay crisis si vives en la dorada California de la mente.

La gira que celebra el medio siglo de los Beach Boys —casi cincuenta actuaciones en EE UU, Europa (dos fechas en España: 21 de de julio en Gredos, en el festival Músicos en la Naturaleza, y el 23 en Barcelona) y Japón— es una nueva temporada del más añejo y obsceno reality show del pop. Se titula Brian Is Back (Brian está de vuelta), comenzó a emitirse en 1976 y mantiene un par de objetivos inmutables: la recaudación de dividendos nostálgicos y la explotación de una persona que no puede valerse por sí misma y no es dueña de sus actos, Brian Wilson, sin el cual los demás protagonistas del sainete no son más que peleles. El loco es el objetivo financiero.

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

No es discutible que Wilson es uno de los tres grandes genios musicales del pop rock  del siglo XX —es opinable, por supuesto, pero los otros dos serían, creo, Bob Dylan y la pareja simbiótica Lennon-McCartney—. Tampoco hay duda sobre su condición de ángel quebrado, creador enfermo y saturnal, quemado e inocente, socialmente afásico, habitante de un mundo fuera de foco, incapaz de sostenerse y, por tanto, fácil de manejar…

Para celebrar esta supuesta reunión del grupo original —hay tres miembros fundadores y dos arribistas— y su nuevo disco, That’s Why God Made the Radio, con Brian en la producción y en el tutelaje de la caja registradora su perverso primo Mike Love (ayudado por la no menos avispada esposa de Brian desde 1995, Melinda Ledbetter, una antigua vendedeora de coches Cadillac), dedicamos este Cotilleando a… al grupo más blanco con la historia más negra, los Beach Boys.

Murry Wilson

Murry Wilson

1. Papi negro. Padre de los hermanos Wilson (Brian, Dennis y Carl), Murry Wilson (1917-1973) se presentaba fanfarronamente como el «inventor y manager» de los Beach Boys. Era un tipo amargado y con complejo de inferioridad que se dedicaba a vender electrodomésticos antes de encontrar el filón de explotar las dotes de los críos.

2. Rey desnudo. Murry, que tenía un ojo de cristal a causa de un accidente, pegaba y humillaba a sus hijos y su mujer. En los momentos de subidón se encaramaba desnudo en la mesa de la cocina y proclamaba: «¡Soy el rey de esta familia!».

3. Un sólo oído. A causa de una paliza de Murry, Brian  perdió casi por completo la audición en el oído derecho.

4. Mami vodka. La madre, Audree Korthof (1917-1998), se desentendía de la pesadilla tragando vodka. A veces tocaba el piano. Nunca discutió una orden de su marido.

5. Suburbiales. El escenario del sueño fue el suburbio, fenómenso social y urbanístico de la bonanza económica de los EE UU durante la Guerra Fría. La patria natal de los Beach Boys fue la ciudad de Hawthorne, cuyo lema era «barrio de buenos vecinos».

6. City of Light (and cars). La familia Wilson vivía en una casa de planta baja de dos dormitorios, salón, cocina y cuarto de baño, en el número 3.701 de la calle 119 Oeste. La ciudad fue engullida por el enorme área metropolitana de Los Ángeles. El automóvil, sobre el que tantas veces cantarían los Beach Boys, era un miembro más de la familia, imprescindible en un territorio desproporcionado de casitas residenciales idénticas.

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

7. Brian Douglas Wilson (20 de junio de 1942), el primogénito, nunca estudió música según los cánones académicos. Sin embargo, fue el compositor más prolífico de los años sesenta, produjo sus discos cuando ningún artista lo hacía y fue capaz de dictar los arreglos para una orquesta de cuerda musitando a cada maestro su línea melódica. A los cuatro años tarareaba Rhapsody In Blue, la obra en la que George Gershwin cruzó el jazz con la música clásica para expresar el mood de una ciudad.

8. Dennis Carl Wilson (4 de diciembre de 1944-28 de diciembre de 1983), el hermano mediano, era apodado Dennis the Menace (Daniel el Travieso) cuando era un crío. Fue el primero que fumó marihuana, que hizo el amor con una chica y que se atrevió a devolverle una agresión a Murry. También era el único beach boy que sabía hacer surf.

9. Carl Dean Wilson (21 de diciembre de 1946-6 de febrero de 1998), el benjamín, era tímido, estaba acomplejado por que tenía tendencía a engordar y llegó a ser un decente guitarrista y, sobre todo, un gran cantante.

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

10. Michael Mike Edward Love (15 de marzo de 1941) era primo de los Wilson por parte de madre. Su familia era mucho más rica, vivía en una mansión y organizaba veladas musicales. En 1959 las cosas se torcieron y la empresa de su padre, dedicada a la construcción metálica, quebró. Mike se resintió del golpe y no cesaba de insistir ante Brian para montar un grupo y «hacernos millonarios».

11. Al Jardine (3 de septiembre de 1942), vecino de los Wilson y compañero de instituto de Brian. Estuvo en el grupo desde el primer momento, pero no veía futuro en la música y lo dejó para estudiar Odontología. En 1964 regresó pese a la oposición de Murry, que había considerado una «traición» su deserción.

12. David Lee Marks (22 de agosto de 1948). Otro vecino. Tocó en los primeros cuatro discos como sustituto de urgencia de Jardine. Era malísimo y los demás le despreciaban, pero ahora le presentan como «miembro fundador» del grupo.

13. Bruce Arthur Johnston (27 de junio de 1942). Mercenario de lujo y con experiencia, fue llamado para reemplazar a Brian en directo cuando éste dejó las actuaciones en 1965. Nunca ha sido miembro de pleno derecho del grupo, sino un músico asalariado, pero gusta de aparecer como propietario de las esencias. Entre 1972 y 1978 fue expulsado por enfrentarse a Mike Love. Johnston, que figura entre los músicos más ricos de los EE UU, es un activo militante del ala más conservadora del Partido Republicano. Hace unos días calificó a Obama de «tonto del culo» y dijo que Reagan fue un gran presidente.

14. Me llamo como mi camisa. Antes de llamarse The Beach Boys —nombre que les pusieron, un poco de rebote, durante su primera grabación como aficionados— preferían The Pendletones, una referencia a la marca de camisas de franela Pendleton, fabricadas en Oregon y usadas por los surfistas para protegerse del viento del Pacífico..

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

15. Disco en papel de estraza. El 15 de septiembre de 1961 el grupo grabó —con instrumentos alquilados— su primer single, con Surfin’ en la cara A. Dennis, que había aportado la idea para la letra («hay un deporte que practican todos en las playas: el surf») fue expulsado de la sesión porque tocaba muy mal la batería. El disco lo editó, envuelto en una bolsa de papel de estraza, la humilde discográfica Candix y vendió 50.000 copias.

16. Uniforme conservador. Murry quería que el grupo fuera «jodidamente famoso» (y que grabara sus propias composiciones, que consideraba mejores que las de Brian). Primer movimiento: llevar a los chicos a la misma sastrería que vestía a Cary Grant para encargar uniformes: pantalones blancos, camisas y pullovers a rayas. Estilo limpio.

17. Rechazados. Segunda estrategia: intentar negociar un contrato con una compañía potente. El grupo fue rechazado por Liberty, Dot y Decca.

18. «Basura blanca». En Capitol, la última baza de Murry, el rock no gustaba y la primera audición terminó con un dictamen: «estos chicos son pura basura blanca». En un segundo intento la maqueta que llevaba Brian (con Surfin’ Safari y 409) conquistó al promotor Nick Venet, que recomendó la contratación del grupo. El acuerdo era leonino en lo económico y agotador en el ritmo de producción.

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

19. Brian, la máquina. Entre diciembre de 1961 y octubre de 1966, cuando tenía entre 19 y 24 años, Brian Wilson dirigió, compuso, arregló, cantó, tocó y produjo 41 discos sencillos y 12 elepés para Los Beach Boys. Casi todos fueron grandes éxitos en ventas y consolidaron un sonido inequívoco basado en el ideal de California.

20. Cándida Arcadia. El primer número uno nacional de Brian no fue con los Beach Boys, sino con  sus colegas Jan and Dean, para quienes compuso y produjo Surf City (1963). El eslogan con el que se abre la canción se convirtió en un lema de la cándida arcadia californiana que vendía Brian: «Dos chicas para cada chico».

21. Plagiando a Chuck. Habitante de un terreno inocente, Brian quiso ofrecer un homenaje al rock and roll esencial de Chuck Berry tomando la música de Sweet Little Sixteen para componer el himno surfista Surfin’ USA. Berry, para quien el rock siempre se redujo a una palabra, «dólar», litigó ante los tribunales y ganó el pleito: las regalías de la pieza de los Beach Boys han aportado más dinero a Berry que cualquiera de sus temas.

Brian Wilson sostiene a su grupo

Brian Wilson sostiene a su grupo

22. Artísticamente libres. Los Beach Boys fueron el primer grupo en imponer condiciones artísticas a una discográfica, decidir qué temas grabar y con qué músicos y en qué estudios hacerlo. Ni siquiera los Beatles llegaron a pelear por tanta libertad creativa en esa época (1963).

23. «Brian, eres un mariquita». Desde finales de 1963 Brian escuchaba voces dentro de su cabeza, sufría ataques de angustia y somatizaba el estrés con insomnio, palpitaciones y erráticos cambios de humor. Aparentaba seguridad («me siento como una versión de Cassius Clay en clave de rock and roll, invencible») y no dejaba de superarse como productor, compositor y arreglista —The Warmth of the Sun, I Get Around y Don’t Worry Baby son perfectas, inmejorables—, pero se rompía. Intentó detener la ansiedad fumando marihuana, pero los efectos fueron los contrarios. No soportaba la presión, tenía migrañas constantes. Insinuó al resto del grupo que necesitaba un descanso y Mike Love dijo: «Brian, eres un mariquita. Tienes miedo al público». El 23 de diciembre de 1964 sufrió un ataque de pánico a bordo de un avión. Sus compañeros de grupo aceptaron el consejo de los médicos y le permitieron dejar las actuaciones en directo. Se dedicaría a componer, grabar y producir.

24. Paranoia. Con la estructura sentimental interna de un adolescente, Brian había iniciado una enfermiza carrera contra quienes consideraba sus enemigos y, al tiempo, más admiraba: los Beatles, el peligro inglés que podía acabar con su reinado, y Phil Spector, el productor al que veneraba y que había rechazado una de sus canciones. Con el tiempo, la competencia derivo en paranoia y llegó a creer que Spector le espiaba.

"The Beach Boys Today!" (1965)

"The Beach Boys Today!" (1965)

25. Primer ácido. Brian consumió LSD por primera vez en 1965. Sufre un mal viaje («me voló la mente, vi a Dios») y promete que no repetirá, pero repitió. Y mucho.

26. Canciones-sinfonía. The Beach Boys Today! (marzo, 1965) es la primera obra maestra. Brian se desprende de sus compañeros de grupo como instrumentistas y sólo los utiliza como cantantes. Para tocar contrata a los mejores músicos de sesión de Los Ángeles. Empieza a componer cada canción como si se tratase de una sinfonía: Please let me wonder, She knows me too well

27. Canción-LSD. California Girls (1965), es la primera canción compuesta por Brian en ácido.

28. Moralinas Johnston. También fue la primera canción de los Beach Boys en la que participó Bruce Johnston, que utiliza el ejemplo de Brian Wilson para explicar a sus hijos “las consecuencias perniciosas del consumo de drogas”, según ha declarado públicamente, quizá unos minutos antes de cantar California Girls.

29. «Flores y días espléndidos». Comentario de Murry a  Brian durante una sesión de estudio: «¿Otra canción sobre válvulas y pistones, muchachos? ¿Sobre chicas en bikini y surf? Estoy cansado de esa basura. ¿Por qué no escribís sobre temas atemporales? Esas canciones son las que permanecerán: canciones sobre el amor, las flores o los días espléndidos».

30. Murry en la solapa. Iniciativa promocional de Murry:  fabricar cinco mil pins con el lema: “Yo conozco al padre de Los Beach Boys».

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

31. El mejor disco de la historia. Una fecha histórica: 16 de mayo de 1966. Aparece Pet Sounds, según muchos rankings el mejor disco de pop rock de todos los tiempos. No hay ni una sola nota tocada por los Beach Boys, que sólo ponen las voces. Las canciones son sinfónicas, minimalistas, arriesgadas

32. Adiós al surf. Los temas de las canciones son el amor y la pérdida. Para las letras Brian, que no se sentía capaz de afrontar el trabajo, contrató a un redactor de una agencia de publicidad al que apenas conocía, Tony Asher.

33. Los Beatles tienen miedo. Tras escuchar Pet Sounds, los Beatles decidieron posponer la edición del álbum sicodélico en el que trabajan, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. El disco de Brian les atemorizaba.

34. «¿Nada surf?». Cuando les puso el disco, los directivos de Capitol dijeron a Brian: «Es bueno, pero, ¿no tendrás alguna canción sobre surf?».

35. «Oídos de perro». Opinión de Mike Love: «Esto es música ególatra, Brian. ¿Quién va a escuchar esto?, ¿alguien con oídos de perro?».

36. Mejores que los Beatles para los ingleses. A finales de 1966 los lectores del semanario británico New Musical Express eligen a los Beach Boys como el mejor grupo del mundo, por delante de los Beatles. El resultado fue muy ajustado, 5.373 contra 5.272 votos, pero era la primera vez que los Cuatro Fabulosos eran derrotados desde 1963.

Muñeco de Brian Wilson

Muñeco de Brian Wilson

37. La Disneylandia de Brian. Brian compra una mansión en la calle Laurel Way, en Beverly Hills, barrio chic de Hollywood. La convierte en una disneylandia particular: una tienda para fumar marihuana en medio del salón, una plataforma con arena del Pacífico para instalar el piano de cola y componer descalzo —terminó siendo el lugar favorito de los perros para hacer sus necesidades—, habitaciones pintadas de violeta y negro, una colección de muñecas Barbie dentro de cápsulas plásticas insertadas en las paredes, una máquina de discos cargada solamente con singles de los Beach Boys y Phil Spector…

38. Excesivo. Para Good Vibrations, su «sinfonía de bolsillo», Brian grabó 90 horas de música.

36. Anfetaminas. El siguiente proyecto, Smile, quedó sin terminar, enloqueció definitivamente a su creador —que no paró de consumir anfetaminas durante las sesiones—. Iba a ser el disco de una época.

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

37. Cantante con chivato. Desde entonces la vida de Brian ha sido un calvario: diagnosticado como bipolar y con cierto grado de esquizofrenia, internado en hospitales siquiátricos, al menos dos intentos de suicidio, bulimia (llegó a pesar casi 200 kilos), enclaustramiento (vivió durante dos años en su cama), alejamiento de la realidad, pérdida de memoria (desde su último regreso canta con un telepronter que reproduce las letras de las canciones)…

38. Sacando provecho del drogadicto. El grupo-familia, los Beach Boys, se dedicó a vivir de los réditos. Poblaron sus siguientes discos, en los que Brian no participó o lo hizo sólo a nivel nominal, con sobrantes de Smile, el disco al que Mike Love consideraba «música para drogadictos».

39. Entra Manson. Dennis Wilson estuvo involucrado con la familia de Charles Manson antes de los asesinatos de Sharon Tate y otras personas. Dos de las mansonitas se liaron con Dennis y éste alojó a la familia en su mansión durante meses.

40. Tendero. Brian intentó convertirse en empresario abriendo una tienda de vitaminas y dietética llamada Radiant Radish (Rábano Radiante).

"The Many Moods of Murray Wilson"

"The Many Moods of Murray Wilson"

41. «Son unos perdedores». En 1967 Murry editó un disco como solista, The Many Moods of Murry Wilson. Declaró: «Quiero demostrar que mis hijos son unos perdedores». Lo mejor que se puede decir del álbum es que hace reir. Murry murió de un ataque al corazón en 1973. Está enterrado en una tumba sin lápida.

42. Falso chamán. Brian cayó en las manos del falso sicólogo Eugene Landy —no tenía licencia—, que intentó curarlo, con el beneplácito de los demás beach boys, con técnicas conductistas y verborrea new age. También quiso robarle los derechos de las canciones.

43. Con el Maharishi. Mike Love es adepto de primera oleada de la Meditación Trascendental, la secta del seudo gurú Maharishi Mahesh Yogui —el mismo que cameló temporalmente a John Lennon y por toda la vida a George Harrison—. Love convenció al resto del grupo (excepto a Brian, que estaba suficientemente volado como para no creer en profetas) de montar una gira en la que el Maharishi abría los shows con una prédica. La suspendieron tras el primer concierto, al que asistieron dos mil personas.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

44. Entra Julio. La carrera de los Beach Boys desde los años ochenta es grotesca. Si quieren sufrir (o mondarse, que también) vean este vídeo: Julio Iglesias, Latoya Jackson y los Beach Boys.

45. Entran los Reagan. Si desean prolongar la sensación (esta vez definitivamente cercana a la naúsea), vean este otro: los Beach Boys rindiendo pleitesía a Ronald Reagan y señora. La hija díscola del matrimonio presidencial, Patti, no asistió al acto. Había sido una de las muchas compañeras de cama de Dennis Wilson, que se paseaba por Hollywood en un Corvette con un lema inequívoco estampado en los laterales: Golden Penetrator (Penetrador Dorado).

Dennis Wilson

Dennis Wilson

46. El final de un surfista. Dennis Wilson murió mientras buceaba a pelo y borracho el Día de los Inocentes de 1983 en un puerto deportivo. Intentaba recuperar fotos de su pasado que había arrojado por la borda de su yate en un ataque previo de furia. Estaba arruinado, mendigaba tragos en los antros («soy el batería de los Beach Boys», decía) y se había enganchado a la cocaína. Son celebres las cocaine sessions, grabaciones pirata en las que Dennis invitaba a rayas y hamburguesas a Brian a cambio de que éste compusiese una canción.

47. Carl Wilson, el beach boy bueno, murió en 1998 de cáncer de cerebro y pulmones.

48. Campeones en demandas. Ningún otro grupo ha litigado más en los tribunales que los Beach Boys. Se han denunciado unos a otros tantas veces que ya nadie lleva la cuenta: Mike Love demandó a Brian por retirarle de los créditos de las canciones, Murry demandó al grupo por ningunear su contribución, Al Jardine y Mike Love litigaron hasta hace muy poco para quedarse con la explotación comercial del nombre del grupo…

49. Good Vibrations. En el ejemplar de este mes de la prestigiosa revista musical Mojo celebran el medio siglo de los Beach Boys con una relación de las cincuenta mejores canciones del grupo. Ésta es la número dos:

50. Surf’s Up. Y ésta es la número 1:

Ánxel Grove

Geodas de papel en los huecos más inesperados de la ciudad

'Geode #3'

'Geode #3'

Imitan a los minerales cristalizados, pero contradicen la característica eterna de la piedra con la fragilidad del papel.

Bajo el pseudónimo de A Common Name (Un nombre común), se esconde Paige Smith, una artista y diseñadora gráfica de Los Ángeles (EE UU) que ha iniciado un proyecto de arte callejero basado en las geodas, estructuras sedimentarias que se producen en la oquedad de una roca.

Elabora las piezas en 3D sólo con papel y las coloca en el vacío inesperado que surge en el hueco del ladrillo, la cabina sin teléfono o la boca de riego para hacer una versión urbana del fenómeno de la naturaleza.

'Geode #10'

'Geode #10'

La artista se basa en las propiedades de las geodas originales, que pueden crearse en cualquier cavidad rocosa, pero son frecuentes en las piedras sedimentarias y volcánicas. Según la autora, un aspecto común del original y de la imitación urbana es «que siempre son tesoros inesperados. Puedes salir a buscarlos, pero sueles encontrarlos durante tus aventuras, en una interacción casual con el medio ambiente».

Ya ha fabricado y abandonado 11, todas en Los Ángeles y sus alrededores. Algunas se han echado a perder por la lluvia o han desaparecido, ya sea por el capricho de alguien a quien le gustaron o por la seriedad de los servicios de limpieza.

Instalación de la geoda número 7

Instalación de la geoda número 7

A primera vista pueden parecer una nimiedad. Son pequeñas y frágiles, están en los recovecos más vulgares y no habrá muchos que reparen en ellos. Sin embargo, Paige Smith se divierte pensando en que la mayoría de los transeúntes no las verán, «pero algunas personas astutas, sí».

Documenta las geodas en un blog, realiza pequeñas «mutaciones» de color y tamaño en cada nueva instalación y anima a los internautas a que las localicen y las documenten. La temporalidad es lo de menos: «Creo que la belleza de este proyecto es que las piezas son temporales, por eso empecé sin tan siquiera pegarlas. Simplemente estaban colocadas en sus pequeños hogares. Si son verdaderos tesoros urbanos que parodian a los tesoros de la naturaleza, entonces los humanos son la ‘fuerza’ que los afecta».

Helena Celdrán

‘Metropolis II’, ¿una escultura cinética o un Scalextric salido de madre?

Su construcción llevó cuatro años, un coleccionista la adquirió por una cantidad exagerada -y desconocida, pero de siete cifras- y ese mismo comprador misterioso la ha cedido al Lacma de Los Ángeles, donde la obra pasará una década.

'Metropolis II' en el Lacma - © Chris Burden - © Museum Associates

'Metropolis II' en el Lacma - © Chris Burden - © Museum Associates

El artista Chris Burden es el autor de Metropolis II, clasificada por el Museo del Condado de Los Ángeles como «una intensa y compleja escultura cinética», pero con más pinta de ser un híbrido entre los escenarios de la famosa película de Fritz Lang y un Scalextric salido de madre.

La estructura de seis metros de ancho y más de nueve de largo, tiene 18 carreteras que soportan la violencia de 1.100 coches que circulan a 23,3 millas por hora (unos 37 kilómetros), el equivalente según la escala a ir a 370 km/h por una ciudad como Los Ángeles.

La única motorización de los coches es la cinta transportadora que los impulsa en lo alto del circuito. Los vehículos corren libres de un modo apocalíptico, se amontonan en los carriles y sólo paran cuando el morro choca con la parte trasera del vehículo que tienen delante.

Una de las bifurcaciones de 'Metropolis II'

'Metropolis II'

Burden juega además con la baza del sonido, «que hipnotiza y provoca ansiedad al mismo tiempo» para recrear el ritmo vital de los habitantes de una gran ciudad, sometidos al estrés de la eterna banda sonora obligada de coches sobre el asfalto.

A veces hay accidentes, los vehículos se apilan y se salen de la trayectoria afectando a las vías de los trenes, con lo que siempre tiene que haber un operario cerca para que la ciudad no se vaya al tacho. Ese no es el único problema: se prevé que la instalación, aunque sólo funcionará los fines de semana, presente con el paso de los años problemas con el desgaste de las estructuras y los coches. Metropolis II se perfila como una pesadilla para cualquier museo.

Helena Celdrán

El Edward Hopper de Los Ángeles

Her old Volvo - Scott Yeskel

'Her Old Volvo' - Scott Yeskel

En la calle -vacía de gente- hay coches, asfalto y edificios sin demasiada personalidad. Scott Yeskel pinta un aislamiento y un silencio tan solo interrumpidos por el horrendo hilo musical del aparcamiento de una gran superficie.

Nació en Nueva Jersey y se tuvo que mudar a la otra punta del país, a la costa contraria. Aunque ya hace siete años de aquello, no se acostumbra.

Confiesa que sus pinturas de caravanas añejas, aparcamientos y casas unifamiliares en medio de la nada son un reflejo de su relación amor-odio con el sur de California.

Vive en Los Ángeles, una ciudad donde caminar por las aceras es una anomalía y el automóvil siempre gana. Hay quien dice que es como si a San Francisco (la otra gran ciudad del estado) le quitaras los libros.

Yeskel cita entre sus inspiraciones el rumor del tráfico, los apartamentos minúsculos y los accidentes de coche.

Esas cabinas con ruedas, transportadoras de humanos son sus obsesiones. No deja de dibujarlas, casi siempre paradas, esperando al dueño como un perro de presa que anhela órdenes.

'Hotel Room' - Edward Hopper

'Hotel Room' - Edward Hopper

A pesar de la ferocidad angelina, las pinturas suburbanas no escapan de los largos dedos de Edward Hopper (1882-1967), el gran retratista de la soledad que reside en el estilo de vida americano.

El neoyorquino era introvertido y poco social. Su mundo artístico es la quietud, la geometría de la escena vacía, el ser humano (casi siempre una mujer) en un momento de trascendencia y de intimidad devastadora.

Los colores que utiliza son apagados como los que proyecta una bombilla de poco voltaje.

Pero más allá del lenguaje de los espacios vacíos, en sus cuadros se respira un aire limpio y la vida transcurre con la seguridad de que algo va a suceder, de que hay necesidad de esperar: una mujer consulta una guía de teléfonos, un hombre encorbatado está a punto de dirigirse a su secretaria mientras consulta un documento, una acomodadora espera a que acabe la función de teatro…

'Desert Bound' - Scott Yenkel

'Desert Bound' - Scott Yenkel

Las escenas de Yeskel no contienen esperas.

No va a pasar nada y tal vez ese sea  el drama. Son un tratamiento actual del paisaje, una calima de polución del siglo XXI encubierta por el sosiego del coche parado.

Helena Celdrán