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El final del sueño: la triste última sesión de fotos de los Beatles

The Beatles, 22 de agosto 1970

The Beatles, 22 de agosto 1969. Foto: Monte Fresco

Además de otros notables dones —sobre todo, componer e interpretar canciones que contenían poder suficiente como para que el mundo girase y en cada rotación fuese un mundo distinto—, los Beatles solían ejercer una inocencia casi ingenua en sus sesiones de fotos. Siempre me pareció que las imágenes del grupo, tanto las obligadas por la promoción y el comercio como las improvisadas, mostraban sin filtros el alma de los cuatro músicos: tipos de clase tirando a baja, algo pillastres, con una cultura obtenida en el camino y no en los púlpitos de las academias y un sentido del humor bastante simplón. Ni siquiera cuando se creyeron en la necesidad de mostrarse como artistas con aspiración de perpetuidad —véase la cubierta pop de Sgt. Pepper’s Loney Hearts Club Band— dejaban de parecer unos muchachos disfrazados para una juerga de carnaval.

Como sus canciones —y esa pureza les diferenciaba de otros grupos de su generación—, los Beatles eran veraces y no sabían impostar.

The Beatles, 22 de agosto 1970 . Foto: Ethan Russell

The Beatles, 22 de agosto 1969. Foto: Ethan Russell

El 22 de agosto de 1969, dos días después del que sería su último encuentro en un estudio de grabación —terminaron de mezclar una canción de John Lennon, I Want You (She’s so heavy), los músicos más famosos de la historia quedaron para hacerse unas fotos de promoción para satisfacer las demandas de los medios de comunicación, que llevaban meses sin saber casi nada del grupo.

Los cuatro sabían que sería la sesión final de posados ante una cámara porque el grupo estaba condenado a la desintegración. Lennon —que había editado en julio el primer disco en solitario de un beatle, el sencillo Give Peace a Chance, firmado por la Plastic Ono Band (agasajo de amor por la artista y dominatrix emocional Yoko Ono, una japonesa de sangre imperial y escasísima gracia con la que se había casado en Gibraltar en marzo de 1969)— comunicó a los otros tres el 20 de septiembre, menos de un mes después de la sesión de fotos, que materializaba la ruptura y se largaba. Decidió no hacer público el divorcio para no enturbiar los resultados de caja del inminente álbum Abbey Road, que apareció seis días más tarde y se convirtió en un testamento dorado: es el elepé más vendido de los Beatles, que se disolvieron legalmente  al año siguiente.

The Beatles, 22 de agosto 1970 . Foto: Ethan Russell

The Beatles, 22 de agosto 1969 . Foto: Ethan Rusell

Transparentes como siempre, Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr no pueden ocultar el fracaso en las imágenes de aquella sesión postrera de fotografías, tomadas por el eficaz Ethan Russell y el especialista en deportes Monte Fresco en Tittenhurst Park, la mansión que Lennon y Ono acababan de comprar en la campiña de Ascot (Berkshire).

Ninguna mirada brilla, Lennon está ausente en su limbo —aunque preocupado por llamar la atención y destacar con el atroz atuendo que acababa de comprar (sombrero cordobés incluido) en una tienda trendy—, McCartney no busca el objetivo con el hambre habitual por  lucir favorecido y Harrison simplemente no quiere estar allí. «¿Qué necesidad tenía yo de participar en aquello para ser feliz?», escribió más tarde el beatle invisible, ninguneado por sus compañeros una vez y otra.

La excursión fotográfica familiar —también asistieron Ono y Linda McCartney, embarazada de su primera hija con Paul— terminó en ceremonia fúnebre y las últimas imágenes de los Beatles juntos son melancólicas y tristes.

Poco tiempo después los cuatro músicos que cambiaron el mundo, o al menos la forma de ver el mundo de una generación, sólo se reunían, con abogados presentes, para hablar de dinero y echarse en cara con furiosa saña los pecados que se atribuían unos a otros.

Las últimas fotos de los Beatles, transparentes y ligeras como las muchas que el grupo repartió por el mundo, son la verificación de que los sueños, por enormes que sean, también se acaban.

Ánxel Grove

50 años de los Beach Boys: el loco sigue siendo el objetivo

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Cartel promocional de la gira mundial de los Beach Boys

Elocuente. Existe la posibilidad de comprar una entrada VIP. No se trata de una final de fútbol, sino de un concierto de los Beach Boys, en teoría una banda de rock. El súper tique da derecho a un asiento de primera fila, una charleta  y fotos con los artistas, una camiseta de tirada limitada y otra parafernalia nada útil. Cuesta 750 dólares (unos 590 euros). No hay crisis si vives en la dorada California de la mente.

La gira que celebra el medio siglo de los Beach Boys —casi cincuenta actuaciones en EE UU, Europa (dos fechas en España: 21 de de julio en Gredos, en el festival Músicos en la Naturaleza, y el 23 en Barcelona) y Japón— es una nueva temporada del más añejo y obsceno reality show del pop. Se titula Brian Is Back (Brian está de vuelta), comenzó a emitirse en 1976 y mantiene un par de objetivos inmutables: la recaudación de dividendos nostálgicos y la explotación de una persona que no puede valerse por sí misma y no es dueña de sus actos, Brian Wilson, sin el cual los demás protagonistas del sainete no son más que peleles. El loco es el objetivo financiero.

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

Desde la izquierda, en el sentido del reloj: Al Jardine, Mike Love, Brian Wilson, Carl Wilson y Dennis Wilson

No es discutible que Wilson es uno de los tres grandes genios musicales del pop rock  del siglo XX —es opinable, por supuesto, pero los otros dos serían, creo, Bob Dylan y la pareja simbiótica Lennon-McCartney—. Tampoco hay duda sobre su condición de ángel quebrado, creador enfermo y saturnal, quemado e inocente, socialmente afásico, habitante de un mundo fuera de foco, incapaz de sostenerse y, por tanto, fácil de manejar…

Para celebrar esta supuesta reunión del grupo original —hay tres miembros fundadores y dos arribistas— y su nuevo disco, That’s Why God Made the Radio, con Brian en la producción y en el tutelaje de la caja registradora su perverso primo Mike Love (ayudado por la no menos avispada esposa de Brian desde 1995, Melinda Ledbetter, una antigua vendedeora de coches Cadillac), dedicamos este Cotilleando a… al grupo más blanco con la historia más negra, los Beach Boys.

Murry Wilson

Murry Wilson

1. Papi negro. Padre de los hermanos Wilson (Brian, Dennis y Carl), Murry Wilson (1917-1973) se presentaba fanfarronamente como el «inventor y manager» de los Beach Boys. Era un tipo amargado y con complejo de inferioridad que se dedicaba a vender electrodomésticos antes de encontrar el filón de explotar las dotes de los críos.

2. Rey desnudo. Murry, que tenía un ojo de cristal a causa de un accidente, pegaba y humillaba a sus hijos y su mujer. En los momentos de subidón se encaramaba desnudo en la mesa de la cocina y proclamaba: «¡Soy el rey de esta familia!».

3. Un sólo oído. A causa de una paliza de Murry, Brian  perdió casi por completo la audición en el oído derecho.

4. Mami vodka. La madre, Audree Korthof (1917-1998), se desentendía de la pesadilla tragando vodka. A veces tocaba el piano. Nunca discutió una orden de su marido.

5. Suburbiales. El escenario del sueño fue el suburbio, fenómenso social y urbanístico de la bonanza económica de los EE UU durante la Guerra Fría. La patria natal de los Beach Boys fue la ciudad de Hawthorne, cuyo lema era «barrio de buenos vecinos».

6. City of Light (and cars). La familia Wilson vivía en una casa de planta baja de dos dormitorios, salón, cocina y cuarto de baño, en el número 3.701 de la calle 119 Oeste. La ciudad fue engullida por el enorme área metropolitana de Los Ángeles. El automóvil, sobre el que tantas veces cantarían los Beach Boys, era un miembro más de la familia, imprescindible en un territorio desproporcionado de casitas residenciales idénticas.

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

Brian (segundo por la izquierda) instruye a Mike, Carl, Dennis y David Marks (1962)

7. Brian Douglas Wilson (20 de junio de 1942), el primogénito, nunca estudió música según los cánones académicos. Sin embargo, fue el compositor más prolífico de los años sesenta, produjo sus discos cuando ningún artista lo hacía y fue capaz de dictar los arreglos para una orquesta de cuerda musitando a cada maestro su línea melódica. A los cuatro años tarareaba Rhapsody In Blue, la obra en la que George Gershwin cruzó el jazz con la música clásica para expresar el mood de una ciudad.

8. Dennis Carl Wilson (4 de diciembre de 1944-28 de diciembre de 1983), el hermano mediano, era apodado Dennis the Menace (Daniel el Travieso) cuando era un crío. Fue el primero que fumó marihuana, que hizo el amor con una chica y que se atrevió a devolverle una agresión a Murry. También era el único beach boy que sabía hacer surf.

9. Carl Dean Wilson (21 de diciembre de 1946-6 de febrero de 1998), el benjamín, era tímido, estaba acomplejado por que tenía tendencía a engordar y llegó a ser un decente guitarrista y, sobre todo, un gran cantante.

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

Brian tocando el bajo. Detrás, David Marks (1962)

10. Michael Mike Edward Love (15 de marzo de 1941) era primo de los Wilson por parte de madre. Su familia era mucho más rica, vivía en una mansión y organizaba veladas musicales. En 1959 las cosas se torcieron y la empresa de su padre, dedicada a la construcción metálica, quebró. Mike se resintió del golpe y no cesaba de insistir ante Brian para montar un grupo y «hacernos millonarios».

11. Al Jardine (3 de septiembre de 1942), vecino de los Wilson y compañero de instituto de Brian. Estuvo en el grupo desde el primer momento, pero no veía futuro en la música y lo dejó para estudiar Odontología. En 1964 regresó pese a la oposición de Murry, que había considerado una «traición» su deserción.

12. David Lee Marks (22 de agosto de 1948). Otro vecino. Tocó en los primeros cuatro discos como sustituto de urgencia de Jardine. Era malísimo y los demás le despreciaban, pero ahora le presentan como «miembro fundador» del grupo.

13. Bruce Arthur Johnston (27 de junio de 1942). Mercenario de lujo y con experiencia, fue llamado para reemplazar a Brian en directo cuando éste dejó las actuaciones en 1965. Nunca ha sido miembro de pleno derecho del grupo, sino un músico asalariado, pero gusta de aparecer como propietario de las esencias. Entre 1972 y 1978 fue expulsado por enfrentarse a Mike Love. Johnston, que figura entre los músicos más ricos de los EE UU, es un activo militante del ala más conservadora del Partido Republicano. Hace unos días calificó a Obama de «tonto del culo» y dijo que Reagan fue un gran presidente.

14. Me llamo como mi camisa. Antes de llamarse The Beach Boys —nombre que les pusieron, un poco de rebote, durante su primera grabación como aficionados— preferían The Pendletones, una referencia a la marca de camisas de franela Pendleton, fabricadas en Oregon y usadas por los surfistas para protegerse del viento del Pacífico..

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

El primer 'single' (Candix Records, noviembre, 1961)

15. Disco en papel de estraza. El 15 de septiembre de 1961 el grupo grabó —con instrumentos alquilados— su primer single, con Surfin’ en la cara A. Dennis, que había aportado la idea para la letra («hay un deporte que practican todos en las playas: el surf») fue expulsado de la sesión porque tocaba muy mal la batería. El disco lo editó, envuelto en una bolsa de papel de estraza, la humilde discográfica Candix y vendió 50.000 copias.

16. Uniforme conservador. Murry quería que el grupo fuera «jodidamente famoso» (y que grabara sus propias composiciones, que consideraba mejores que las de Brian). Primer movimiento: llevar a los chicos a la misma sastrería que vestía a Cary Grant para encargar uniformes: pantalones blancos, camisas y pullovers a rayas. Estilo limpio.

17. Rechazados. Segunda estrategia: intentar negociar un contrato con una compañía potente. El grupo fue rechazado por Liberty, Dot y Decca.

18. «Basura blanca». En Capitol, la última baza de Murry, el rock no gustaba y la primera audición terminó con un dictamen: «estos chicos son pura basura blanca». En un segundo intento la maqueta que llevaba Brian (con Surfin’ Safari y 409) conquistó al promotor Nick Venet, que recomendó la contratación del grupo. El acuerdo era leonino en lo económico y agotador en el ritmo de producción.

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

Seis singlesy EP's de los Beach Boys

19. Brian, la máquina. Entre diciembre de 1961 y octubre de 1966, cuando tenía entre 19 y 24 años, Brian Wilson dirigió, compuso, arregló, cantó, tocó y produjo 41 discos sencillos y 12 elepés para Los Beach Boys. Casi todos fueron grandes éxitos en ventas y consolidaron un sonido inequívoco basado en el ideal de California.

20. Cándida Arcadia. El primer número uno nacional de Brian no fue con los Beach Boys, sino con  sus colegas Jan and Dean, para quienes compuso y produjo Surf City (1963). El eslogan con el que se abre la canción se convirtió en un lema de la cándida arcadia californiana que vendía Brian: «Dos chicas para cada chico».

21. Plagiando a Chuck. Habitante de un terreno inocente, Brian quiso ofrecer un homenaje al rock and roll esencial de Chuck Berry tomando la música de Sweet Little Sixteen para componer el himno surfista Surfin’ USA. Berry, para quien el rock siempre se redujo a una palabra, «dólar», litigó ante los tribunales y ganó el pleito: las regalías de la pieza de los Beach Boys han aportado más dinero a Berry que cualquiera de sus temas.

Brian Wilson sostiene a su grupo

Brian Wilson sostiene a su grupo

22. Artísticamente libres. Los Beach Boys fueron el primer grupo en imponer condiciones artísticas a una discográfica, decidir qué temas grabar y con qué músicos y en qué estudios hacerlo. Ni siquiera los Beatles llegaron a pelear por tanta libertad creativa en esa época (1963).

23. «Brian, eres un mariquita». Desde finales de 1963 Brian escuchaba voces dentro de su cabeza, sufría ataques de angustia y somatizaba el estrés con insomnio, palpitaciones y erráticos cambios de humor. Aparentaba seguridad («me siento como una versión de Cassius Clay en clave de rock and roll, invencible») y no dejaba de superarse como productor, compositor y arreglista —The Warmth of the Sun, I Get Around y Don’t Worry Baby son perfectas, inmejorables—, pero se rompía. Intentó detener la ansiedad fumando marihuana, pero los efectos fueron los contrarios. No soportaba la presión, tenía migrañas constantes. Insinuó al resto del grupo que necesitaba un descanso y Mike Love dijo: «Brian, eres un mariquita. Tienes miedo al público». El 23 de diciembre de 1964 sufrió un ataque de pánico a bordo de un avión. Sus compañeros de grupo aceptaron el consejo de los médicos y le permitieron dejar las actuaciones en directo. Se dedicaría a componer, grabar y producir.

24. Paranoia. Con la estructura sentimental interna de un adolescente, Brian había iniciado una enfermiza carrera contra quienes consideraba sus enemigos y, al tiempo, más admiraba: los Beatles, el peligro inglés que podía acabar con su reinado, y Phil Spector, el productor al que veneraba y que había rechazado una de sus canciones. Con el tiempo, la competencia derivo en paranoia y llegó a creer que Spector le espiaba.

"The Beach Boys Today!" (1965)

"The Beach Boys Today!" (1965)

25. Primer ácido. Brian consumió LSD por primera vez en 1965. Sufre un mal viaje («me voló la mente, vi a Dios») y promete que no repetirá, pero repitió. Y mucho.

26. Canciones-sinfonía. The Beach Boys Today! (marzo, 1965) es la primera obra maestra. Brian se desprende de sus compañeros de grupo como instrumentistas y sólo los utiliza como cantantes. Para tocar contrata a los mejores músicos de sesión de Los Ángeles. Empieza a componer cada canción como si se tratase de una sinfonía: Please let me wonder, She knows me too well

27. Canción-LSD. California Girls (1965), es la primera canción compuesta por Brian en ácido.

28. Moralinas Johnston. También fue la primera canción de los Beach Boys en la que participó Bruce Johnston, que utiliza el ejemplo de Brian Wilson para explicar a sus hijos “las consecuencias perniciosas del consumo de drogas”, según ha declarado públicamente, quizá unos minutos antes de cantar California Girls.

29. «Flores y días espléndidos». Comentario de Murry a  Brian durante una sesión de estudio: «¿Otra canción sobre válvulas y pistones, muchachos? ¿Sobre chicas en bikini y surf? Estoy cansado de esa basura. ¿Por qué no escribís sobre temas atemporales? Esas canciones son las que permanecerán: canciones sobre el amor, las flores o los días espléndidos».

30. Murry en la solapa. Iniciativa promocional de Murry:  fabricar cinco mil pins con el lema: “Yo conozco al padre de Los Beach Boys».

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

Brian Wilson dirige una sesión vocal durante la grabación de "Pet Sounds"

31. El mejor disco de la historia. Una fecha histórica: 16 de mayo de 1966. Aparece Pet Sounds, según muchos rankings el mejor disco de pop rock de todos los tiempos. No hay ni una sola nota tocada por los Beach Boys, que sólo ponen las voces. Las canciones son sinfónicas, minimalistas, arriesgadas

32. Adiós al surf. Los temas de las canciones son el amor y la pérdida. Para las letras Brian, que no se sentía capaz de afrontar el trabajo, contrató a un redactor de una agencia de publicidad al que apenas conocía, Tony Asher.

33. Los Beatles tienen miedo. Tras escuchar Pet Sounds, los Beatles decidieron posponer la edición del álbum sicodélico en el que trabajan, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. El disco de Brian les atemorizaba.

34. «¿Nada surf?». Cuando les puso el disco, los directivos de Capitol dijeron a Brian: «Es bueno, pero, ¿no tendrás alguna canción sobre surf?».

35. «Oídos de perro». Opinión de Mike Love: «Esto es música ególatra, Brian. ¿Quién va a escuchar esto?, ¿alguien con oídos de perro?».

36. Mejores que los Beatles para los ingleses. A finales de 1966 los lectores del semanario británico New Musical Express eligen a los Beach Boys como el mejor grupo del mundo, por delante de los Beatles. El resultado fue muy ajustado, 5.373 contra 5.272 votos, pero era la primera vez que los Cuatro Fabulosos eran derrotados desde 1963.

Muñeco de Brian Wilson

Muñeco de Brian Wilson

37. La Disneylandia de Brian. Brian compra una mansión en la calle Laurel Way, en Beverly Hills, barrio chic de Hollywood. La convierte en una disneylandia particular: una tienda para fumar marihuana en medio del salón, una plataforma con arena del Pacífico para instalar el piano de cola y componer descalzo —terminó siendo el lugar favorito de los perros para hacer sus necesidades—, habitaciones pintadas de violeta y negro, una colección de muñecas Barbie dentro de cápsulas plásticas insertadas en las paredes, una máquina de discos cargada solamente con singles de los Beach Boys y Phil Spector…

38. Excesivo. Para Good Vibrations, su «sinfonía de bolsillo», Brian grabó 90 horas de música.

36. Anfetaminas. El siguiente proyecto, Smile, quedó sin terminar, enloqueció definitivamente a su creador —que no paró de consumir anfetaminas durante las sesiones—. Iba a ser el disco de una época.

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

Brian Wilson en su tienda 'Rábano Radiante'

37. Cantante con chivato. Desde entonces la vida de Brian ha sido un calvario: diagnosticado como bipolar y con cierto grado de esquizofrenia, internado en hospitales siquiátricos, al menos dos intentos de suicidio, bulimia (llegó a pesar casi 200 kilos), enclaustramiento (vivió durante dos años en su cama), alejamiento de la realidad, pérdida de memoria (desde su último regreso canta con un telepronter que reproduce las letras de las canciones)…

38. Sacando provecho del drogadicto. El grupo-familia, los Beach Boys, se dedicó a vivir de los réditos. Poblaron sus siguientes discos, en los que Brian no participó o lo hizo sólo a nivel nominal, con sobrantes de Smile, el disco al que Mike Love consideraba «música para drogadictos».

39. Entra Manson. Dennis Wilson estuvo involucrado con la familia de Charles Manson antes de los asesinatos de Sharon Tate y otras personas. Dos de las mansonitas se liaron con Dennis y éste alojó a la familia en su mansión durante meses.

40. Tendero. Brian intentó convertirse en empresario abriendo una tienda de vitaminas y dietética llamada Radiant Radish (Rábano Radiante).

"The Many Moods of Murray Wilson"

"The Many Moods of Murray Wilson"

41. «Son unos perdedores». En 1967 Murry editó un disco como solista, The Many Moods of Murry Wilson. Declaró: «Quiero demostrar que mis hijos son unos perdedores». Lo mejor que se puede decir del álbum es que hace reir. Murry murió de un ataque al corazón en 1973. Está enterrado en una tumba sin lápida.

42. Falso chamán. Brian cayó en las manos del falso sicólogo Eugene Landy —no tenía licencia—, que intentó curarlo, con el beneplácito de los demás beach boys, con técnicas conductistas y verborrea new age. También quiso robarle los derechos de las canciones.

43. Con el Maharishi. Mike Love es adepto de primera oleada de la Meditación Trascendental, la secta del seudo gurú Maharishi Mahesh Yogui —el mismo que cameló temporalmente a John Lennon y por toda la vida a George Harrison—. Love convenció al resto del grupo (excepto a Brian, que estaba suficientemente volado como para no creer en profetas) de montar una gira en la que el Maharishi abría los shows con una prédica. La suspendieron tras el primer concierto, al que asistieron dos mil personas.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

Los Beach Boys y el Maharishi en 1968. La foto es de Linda McCartney.

44. Entra Julio. La carrera de los Beach Boys desde los años ochenta es grotesca. Si quieren sufrir (o mondarse, que también) vean este vídeo: Julio Iglesias, Latoya Jackson y los Beach Boys.

45. Entran los Reagan. Si desean prolongar la sensación (esta vez definitivamente cercana a la naúsea), vean este otro: los Beach Boys rindiendo pleitesía a Ronald Reagan y señora. La hija díscola del matrimonio presidencial, Patti, no asistió al acto. Había sido una de las muchas compañeras de cama de Dennis Wilson, que se paseaba por Hollywood en un Corvette con un lema inequívoco estampado en los laterales: Golden Penetrator (Penetrador Dorado).

Dennis Wilson

Dennis Wilson

46. El final de un surfista. Dennis Wilson murió mientras buceaba a pelo y borracho el Día de los Inocentes de 1983 en un puerto deportivo. Intentaba recuperar fotos de su pasado que había arrojado por la borda de su yate en un ataque previo de furia. Estaba arruinado, mendigaba tragos en los antros («soy el batería de los Beach Boys», decía) y se había enganchado a la cocaína. Son celebres las cocaine sessions, grabaciones pirata en las que Dennis invitaba a rayas y hamburguesas a Brian a cambio de que éste compusiese una canción.

47. Carl Wilson, el beach boy bueno, murió en 1998 de cáncer de cerebro y pulmones.

48. Campeones en demandas. Ningún otro grupo ha litigado más en los tribunales que los Beach Boys. Se han denunciado unos a otros tantas veces que ya nadie lleva la cuenta: Mike Love demandó a Brian por retirarle de los créditos de las canciones, Murry demandó al grupo por ningunear su contribución, Al Jardine y Mike Love litigaron hasta hace muy poco para quedarse con la explotación comercial del nombre del grupo…

49. Good Vibrations. En el ejemplar de este mes de la prestigiosa revista musical Mojo celebran el medio siglo de los Beach Boys con una relación de las cincuenta mejores canciones del grupo. Ésta es la número dos:

50. Surf’s Up. Y ésta es la número 1:

Ánxel Grove

¿Quién toca la batería en la letrina?

Paul McCartney, 1979

Paul McCartney, 1979 (foto: Linda McCartney)

De salida: de ser necesario vestir la camiseta de algún equipo, soy lennonista.

Lo que hizo John Lennon con los Beatles (Tomorrow Never Knows, Yer Blues, Come together…) le salva con creces de toda la melaza de sus años como artista (¿desde cuándo el rock and roll es arte?: es sólo sexo) y las vergonzantes proclamas de millonario diletante -con estrella maoísta y japonesa nerda colgada del brazo- que le soportamos en vida y post mortem.

Otra matización: me gustan los Beatles desde 1963 y gasté en ellos mis primeros y últimos ahorros. Fueron la felicidad solitaria, la única esperanza, el shock, mi luz, mi grieta… En su espejo los Rolling Stones irradiaban su verdadera esencia: pijos hip de escuela de arte y boutique.

Los Beatles son la anfetamina proletaria donde los Stones son la cocaína de los pijos.

Vamos a lo que vamos. Paul McCartney, ese hombre que tiende a salir en las fotos con cara de merecerse una bofetada, esa repelencia con piernas, ese mago de las finanzas, adicto a la toxina botulínica y socio de Steve Jobs (otro prenda de cuidado) en el negocio de sacarle cash flow a los muertos

¿McCartney, Sir de su graciosa majestad, héroe masivo de estadios y cuatro generaciones, uno de los músicos más celebrados sobre la faz de la tierra, en Top Secret, la sección sobre tesoros ocultos de este blog?

Es un contrasentido, sí, pero sólo hasta cierto punto. El buen Macca, el tipo que suele perder en todos los juicios sumarísimos contra su colega Lennon, merece el mismo trato que éste. Pese a que no ha sido tiroteado por un lunático y elevado al cielo de los rockeros muertos, donde el don de santidad se cotiza barato, es dueño de una obra que le redime de todas las tonterías que ha firmado, que son numerosas.

"McCartney" (1970)

"McCartney" (1970)

Se acaban de reeditar los dos primeros discos que publicó con su nombre (en el medio hubo otros, con el grupo Wings y con su mujer, Linda).

El primero, McCartney, es el de la incorrección y el adulterio: lo grabó (entre finales de 1969 y marzo de 1970) mientras los Beatles aún existían como grupo.  Les puso los cuernos a sus compañeros. Todos deseaban hacerlo, acabar con la pesadilla de la guerra termonuclear de egos mediante la consumación de un acto indecoroso de traición. No se atrevieron y le tocó a Macca cargar con acusaciones tan bellacas como sugerir que anunció la disolución de la banda, en abril de 1970, para conseguir aumentar las ventas del disco como solista.

"McCartney II" (1980)

"McCartney II" (1980)

El segundo, McCartney II, apareció diez años más tarde, en 1980. Es un disco electrónico, el Macca-Máquina.

Con ambos álbumes se ha cometido con frecuencia la injusticia de la lapidación.

Los fans integristas de Lennon que pueblan el planeta ni siquiera se tomaron la molestia de escuchar el primero, al que catalogaron sin más como un capricho de niño mimado. El segundo, editado en los febriles tiempos de la New Wave, ha sido ninguneado por la historia y pateado fuera de contexto.

No tiene mérito insistir en la intuición musical de McCartney: ahí están sus grandes canciones con los Beatles (Helter Skelter, Hey Jude, Lady Madonna…) para defenderse solas. Pero ya esta bien de quitarle la corona que compartía y dársela a Lennon en calidad de tribuno invicto y líder indiscutible.

Jugando con cintas

Jugando con cintas

Macca era el mejor músico del grupo (¡escuchen cómo toca el bajo en I’ve Got A Feeling!), el vocalista al que Lennon acudía cuando no podía llegar a las notas altas (en A Hard Day’s Nigth, por ejemplo) y el más rocker de los cuatro fabulosos (basta comparar su disco de oldies, el rabioso Снова в СССР, con la mayestática intentona de Lennon, Rock’n’Roll, un insulto a los padres fundadores)…

En el otro platillo de la balanza están su propensión a la balada tontorrona (Martha My Dear debe ser la peor canción del grupo, compartiendo trono con Revolution #9, del camarada Lennon), las pésimas letras que escribía (las de John no eran mejores: ninguno de los Beatles aprobaría el examen de admisión en un cursillo de literatura para principiantes), los tanteos vergonzantes con el cine (Magical Mistery Tour), sus muchos discos prescindibles (por citar uno, Back to the Egg, manténganse lejos), los negocios que tantas veces empañaron su inspiración (la de Lennon la empañaba el sentimiento de inferioridad que le hacía subirse a cuanto carro pasase por delante) y esa propensión de senectud a presentarse como un ángel siempre joven.

Estos días he escuchado con deleite McCartney y McCartney II. Insisto: han crecido con el tiempo. Me llevan a 1970, cuando la tristeza de la agria disolución de los Beatles, aquella combinación de química irrepetible donde 1+1+1+1 sumaba bastante más que cuatro, quedó mitigada por Maybe I’m amazed, la mejor canción de cualquier beatle en solitario, la balada soul que el grupo nunca fue capaz de componer o interpretar pese a los muchos intentos.

Macca cumple 70 años en 2012. El par de discos self made que reedita ahora (lo toca todo, incluida la caja de batería grabada sobre una letrina para obtener resonancia de cloaca) me reconcilian con su obra, la justifican según mi modesto punto de vista, y me llevan, debo repetirlo (la melancolía es la única religión en la que creo), a los tiempos de bautismo de fuego de la mejor de las décadas, los años setenta.

También me hacen recordar que alguna vez viví en un mundo de canciones cromadas y hambrientas. Esa tierra donde mandaba la vieja costumbre de sentir está quemada, pero algunas canciones son ignífugas. Macca ha compuesto suficientes como para respetarle.

Ánxel Grove