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Cash se pone cherokee

"Bitter Tears (Ballads of the American Indian)" - Johnny Cash, 1964

"Bitter Tears (Ballads of the American Indian)" - Johnny Cash, 1964

En 1964 la banda sonora es de complacencia y olvido.

Los hit parade son una factoría de sirope de arce: los Beatles engatusan al mundo con pop-rock adolescente (Love Me Do, I Want to Hold Your Hand , Can’t Buy Me Love); las Supremes (Where Did Our Love Go) demuestran que los negros pueden hacer algo más en los cócteles que ser contratados como camareros: cantar; los Beach Boys salen de la playa y se quedan varados en el asfalto (I Get Around)…

La extraordinaria rabia del rock and roll original ha sido licuada por la turbo mix del sistema. Ninguna jovencita blanca va a mojar nunca más la ropa interior soñando con negros lascivos como Chuck Berry, Bo Diddley o Little Richard o blancos incorrectos y sexo adictos como Jerry Lee Lewis. Las bridas del poder han domado al potro salvaje.

En 1964 la música traga mientras el mundo arde (Vietnam, Black Power, el África colonial explota en naciones independientes, el Che Guevara habla en la ONU…). El rock se peina la melenita, se mira en el espejo y decide que la noche es joven.

Johnny Cash (1932-2003)

Johnny Cash (1932-2003)

El 22 de agosto, una página entera de la revista Billboard -portavoz oficioso de la industria musical- está ocupada por una carta abierta firmada por Johnny Cash, que ha pagado la inserción publicitaria de su bolsillo.

«DJ’s, directores de emisoras de radio, propietarios… ¿Dónde están vuestro cojones?«.

El hombre de negro había roto las listas de ventas sólo unos meses antes con Ring of Fire (¡esas trompetas mariachi son marxismo aplicado!), pero el éxito no le ha desbravado:

«Podéis clasificarme, categorizarme, reprimirme, pero no funcionará. No estoy peleando por ninguna causa concreta. Si lo hiciera me convertiría en un holgazán. Los tiempos cambian, yo cambio».

En la balsa de aceite de la música pop de 1964, Cash, libérrimo, pone sobre la mismísima mesa de juego de los manipuladores (Billboard) una carta sobre asuntos nada pop: censura, coacción, cobardía y, sin señalar a ninguno de sus compañeros de profesión (no es un chivato), de sometimiento.

«¿Dónde están vuestro cojones?».

El rebote está fundamentado en el silencio de la maquinaria, el ostracismo (una forma pusilánime, pero igulamente perversa, de censura) al que fue condenado el disco que el músico editó en octubre de 1964, Bitter Tears (Ballads of the American Indians), anatemizado por incómodo y todavía hoy reducido a un casi completo grado de anonimato: Sony, la macro corporación propietaria de la grabación se niega a reeditar el álbum pese a las campañas que han pedido la resurreción del disco perdido de Cash, una obra que merece un Top Secret.

Ira Hayes (1923-1955)

Ira Hayes (1923-1955)

Bitter Tears (Ballads of the American Indians), el undécimo disco de estudio de Cash, es uno de los primeros álbumes conceptuales de los que se tiene constancia. El tema está enunciado en el título: el exterminio de los pueblos nativos que poblaban los Estados Unidos antes de la colonización y conquista europeas y el olvido intencionado del genocidio.

No es, ni de lejos, una de las mejores grabaciones del prolífico músico: el sonido es demasiado abierto, sinfónico, los arreglos tienden a enfatizar la tragedia con argucias melodramáticas y las letras de algunos temas sonrojan por su puerilidad.

Pero la redención no necesita más que una entrega.

En Bitter Tears la epifanía redentora es The Ballad of Ira Hayes, la canción-crónica sobre la vida del Jefe Nube Caída, un indio de la tribu de los Pima que combatió como marine en la batalla de Iwo Jima de la II Guerra Mundial, aparece en la foto teatralizada (es el primero por la izquierda) del izado de la bandera en el monte Suribachi, fue utilizado por el Gobierno como héroe en una campaña para recaudar fondos bélicos, abandonado a su suerte cuando cayó en la depresión post-traumática y el alcoholismo, contratado por Dean Martin como chófer e indio bueno y muerto de frío, en coma etílico, en un aparcamiento de camiones en 1955.

Le llaman el borracho Ira Hayes
Él no va a responder
Ni el indio bebedor de whisky
Ni el marine que fue a la guerra

La canción silenciada, como escribe Cash en su carta abierta en Billboard, no habla de un héroe anónimo, sino de un capitán de los marines que aparece en los sellos de Correos del país, fue recibido en la Casa Blanca y paseado por las ciudades de la nación como símbolo de patriotismo (la historia la narra de forma directa la película de Clint Eastwood Banderas de nuestros padres).

«A pesar de las listas de venta comerciales -las categorías, clasificaciones y restricciones que deciden lo que se debe promocionar-, esta no es una canción country, no tal como se entiende el género. Es un buen motivo para que rechacemos a los cobardes (…) Tengo que pelear cuando me doy cuenta de que tantas emisoras de radio tienen miedo de Ira Hayes. Sólo una pergunta: ¿Por qué? Creo que sé la respuesta: Ira Hayes es una medicina demasiado fuerte«.

"On the Warpath" - Peter La Farge (1965)

"On the Warpath" - Peter La Farge (1965)

La canción a la que tanto temían no era de Cash. Había sido compuesta por Peter La Farge, un cantautor de fuste con un tristísimo devenir y una producción musical injustamente olvidada. Tenía sangre india.

Cash sostenía, aunque nunca pudo comprobarlo, que entre sus ancestros había cherokees.

Cuando los niños cherokees cumplían 14 años eran llevados al bosque por sus padres. Les vendaban los ojos y les decían: «Hijo, debes permanacer toda la noche aquí, en el bosque, sin quitarte la venda, sin llamar a nadie, sin pedir ayuda, sin quejarte. Cuando sientas el sol del amanecer sobre tu piel, quítate la venda de los ojos y regresa a casa».

Cuando llegaba la mañana y el crío se desprendía de la venda su padre seguía allí. El secreto de la ceremonia no era transmitido.

Acaso la ausencia de ceremonias en ciertas culturas explique dónde están los cojones de algunos.

Ánxel Grove