Entradas etiquetadas como ‘Hans Poelzig’

El ‘arquitecto creepy’ Hans Poelzig

"The Architect" [Hans Poelzig], 1929. Foto: August Sander - Tate Gallery

«The Architect» [Hans Poelzig], 1929. Foto: August Sander – Tate Gallery

Cuando el fotógrafo August Sander (1876-1964) puso en marcha el quimérico proyecto Antlitz der Zeit (El rostro de nuestro tiempo) —que sólo un alemán etnocentrista podría soñar— de catalogar a toda la raza humana haciendo retratos que tuviesen el valor de arquetipos —aquí, el panadero; allá el abogado; acullá el legislador, el bohemio, el desempleado, el capitán de las SS…— eligió como extracto del arquitecto a este señor  de gesto que parece un rictus, espejuelos intelectuales de montura redondeada de carey, grave elegancia en el atuendo, purito en la mano y arreglo capilar que predice al peinado beatle. Era Hans Poelzig (1869-1936).

La foto, que pertenece a los archivos de la Tate Gallery, fue tomada en 1929. Al retratista y el modelo les aguardaban tiempos aciagos.

Los nazis calificaron a Sander de “aberrante” y “degenerado”, retiraron sus libros de los puestos de venta e incautaron parte de sus negativos —casi todos los demás fueron destruidos en los bombardeos indiscriminados de los aliados sobre la población civil alemana y otros muchos, en el colmo de una cadena de desgracias, ardieron en un incendio accidental en 1946—. Uno de los hijos del retratista, el mejor de un país que nunca ha brillado como patria de fotógrafos sensibles, murió cumpliendo condena por militar en el socialismo. Sander, derrotado por la desgracia, se exilió en sí mismo, nunca más tocó una cámara y murió en el olvido en 1964.

Al hombre que según el fotógrafo del selbst representaba como ningún otro la figura del arquitecto —una palabra cuya etimología espanta: arch significa en griego quien tiene el mando— no le fue mejor. De ser una estrella en el diseño de edificios y un imprescindible de la cultura de Berlín, Poelzig pasó a figurar entre los muchos sospechosos que imaginaba la paranoia nazi. Le tranquilizó en un primer momento proceder de una saga nobiliaria prusiana, los Hanstein, aunque nació como bastardo del titular del condado, pero pronto se percató de que los nacionalsocialistas tampoco les caían bien los estirados viejos dragones de sangre azul y preferían al rudimentario alemán de acero wagneriano.

El arquitecto aceptó en 1933 sustituir como director del Vereinigte Staatsschulen für freie und angewandete Kunst (Escuela Estatal de Artes Aplicadas y Bellas Artes) al modernista Bruno Paul, descalabrado por el régimen porque le encontraron una pizca de ADN judío, pero sólo lo hizo, al menos eso dijo a sus íntimos, para ganar tiempo y organizar la huida de Alemania. Días antes de salir hacia Ankara, Poelzig murió de un ataque al corazón que le ahorró la inclemencia del exilio y el dolor de ver sus edificios derribados o abandonados.

Lee el resto de la entrada »

El Palacio de los Soviets y otros grandes edificios que nunca se constuyeron

Palacio de los Soviets. Proyecto de Boris Iofan, 1937 (Foto: dominio público)

Palacio de los Soviets. Proyecto de Boris Iofán, 1937 (Foto: dominio público)

Los avatares del nunca concluido Palacio de los Soviets de Moscú, que debía ser el monumento más alto del mundo —a Stalin le pareció poca cosa la altitud inicial de 260 metros y lo mando elevar a 495 («no debe asustarnos el cielo, camaradas, ¡debemos conquistarlo!», dijo en una reunión del jurado)—, son una juiciosa lección para los megalómanos y, por puro desarrollo lógico de la nada humilde aspiración, un fantasmal altar a la egolatría.

Lo comenzaron a construir en 1937 según un proyecto de Boris Iofán retocado amablemente por Stalin, que de arquitectura sabía menos que de buenos modales, sobre el terreno que ocupaba la Catedral del Cristo Salvador, el templo ortodoxo más grande del mundo, dinamitado por orden del poder comunista en diciembre de 1931. Cuando apenas habían avanzado las obras del nuevo palacio, los materiales, sobre todo las estructuras metálicas, fueron arrancadas en 1941 para ser reutilizadas en la fabricación de material bélico para la II Guerra Mundial.

El palacio con la inmensa figura de Lenin retando a los aviones como un King Kong marxista nunca fue terminado. En el terreno se construyó algo mucho más gozoso: una gran piscina al aire libre para solaz de los por otra parte necesitados habitantes de la URSS. La curia ortodoxa aprovechó la perestroika para recordar el «ultraje» del templo original, que fue reconstruido y consagrado de nuevo como catedral en 2000. Una nota de la época del ABC transpira la piadosa emotividad casi palpable a la que nos tiene acostumbrado el diario: Renace la Santa Rusia.

Lee el resto de la entrada »