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Esta ‘mujer’ es el pintor Francis Bacon travestido

Unknown Woman 1930s © John Deakin Archive

Unknown Woman 1930s © John Deakin Archive

Mujer desconocida, años treinta. Publicamos esta foto hace unas semanas en un artículo sobre el fotógrafo inglés John Deakin (1912-1972), a quien llamamos el «más loco, borracho y brillante de la bohemia del Soho londinense».

La pieza destacaba que Deakin, «inquietante, alocado y dictatorial», fue el «gran cronista de los antros» artísticos más hirvientes de la capital inglesa durante las décadas de los años cincuenta y sesenta y fabricó una íntima amistad con el pintor más salvaje del siglo XXFrancis Bacon, a quien retrató con dos piezas de carne de vacuno en la más intensa y descriptiva imagen nunca tomada del artista del chillido y la sangre.

Mediante el programa Animetrics, desarrollado con fines forenses y crimonológicos por la CIA, han comparado los rasgos faciales de la mujer desconocida de Deakin y con los de Bacon.

El resultado, revelado por el diario The Guardian, demuestra lo que ya habían anotado algunos biógrafos del pintor: entre los muchos juegos lúbricos del homosexual Bacon —algunos duros, como el sadomasoquismo— estaba también el travestismo y su colega Deakin camufló los datos del pie de foto para ocultar la pasión privada de su amigo. Paul Rousseau, gestor del archivo del fotógrafo, ha sido el primero en comprobarlo: localizó el negativo de la mujer desconocida en un grupo datado en los años cincuenta, no en los treinta.

Antes de 1967, el travestismo era considerado legalmente como una evidencia en las acusaciones contra los homosexuales en Inglaterra, de modo que tal vez Deakin deseara proteger a Bacon, aunque hay quien opina que mantuvo la foto oculta con intención de jugar una de las proverbiales bromas que gastaba a sus amigos. El fotógrafo, a quien Lucian Freud definió como «la Cenicienta y sus malvadas hermanastras en una misma persona», arrastraba un alcoholismo abrasivo y pernicioso que no lograba ser empañado por su genio y que le empujaba a las malas artes.

En 1972 a Deakin le diagnosticaron cáncer de pulmón, fue operado y murió a los pocos días de un ataque al corazón a los 60 años. En una póstuma decisión de mala baba, declaró en el hospital que su familiar más cercano era Francis Bacon, por lo que el pintor debió acudir a la morgue a identificar el cadáver. «Me pareció muy adecuado hacerlo», dijo el artista, «y muy de John la salida».

La vida privada de Bacon —que solía usar a menudo ropa interior femenina bajo la pana o el tweed— está plagada de rincones opacos sobre los que el artista nunca arrojó demasiada luz: a los 18 años vivió en el Berlín vicioso de la República de Weimar unos meses de decadencia y disolución, en los que probó por vez primera, dicen, los placeres que obtenía del travestismo, el sexo hardcore y la dominación (de niño era castigado con azotes de fusta por su cruel padre, un fracasado entrenador de caballos de carreras que perdió totalmente el control cuando descubrió al hijo, a los 16 años, con la ropa interior materna).

George Dyer retratado por Bacon en el estudio del pintor

George Dyer retratado por Bacon en el estudio del pintor

El autor de algunos de los cuadros más alarmantes (por lo que revelan de nosotros mismos) del siglo XX, tuvo muchos amantes ocasionales —»hombres con traje», les llamaba en genérico, sin otorgarles la mínima dignidad de un nombre—, con los que buscó siempre ser el dominado. Cimentó tres o cuatro relaciones duraderas, la más atormentada con George Dyer, que se suicidó con alcohol y barbitúricos en 1971, dos noches antes del estreno de la primera gran retrospectiva de Bacon en París, a la que el artista asistió sin aparentar las consecuencias de la tragedia, que luego plasmaría en uno de sus cuadros más desasosegantes: Triptych para marcharse a continuación a otro fin de semana de frenesí sexual en Tánger.

Cuando murió en Madrid en 1992, Bacon había viajado a la ciudad por varias razones: visitar de nuevo el Museo del Prado, donde permanecía horas ante los cuadros de Velázquez que se encargó de trastornar y reinterpretar; comer pescado en el restaurante La Trainera del barrio de Salamanca; emborracharse temerariamente para un tipo de 82 años en el Bar Cock de los divinos; ir a una corrida de toros a Las Ventas y, sobre todo, intentar recuperar el amor del joven de alta sociedad, José —nadie ha dado su apellido en público— con el que estaba liado. No lo consiguió.

Ánxel Grove

Francis Bacon, el pintor de la carne y el chillido

Bacon en 1952, retratado por el fotógrafo John Deakin

Bacon en 1952, retratado por el fotógrafo John Deakin

Gritos, pedazos de carne, mezclas amorfas de cuerpos en una confusa lucha. Las pinturas de Francis Bacon (1909-1992) son una cruda reflexión del significado de la vida y la muerte, un recordatorio de que no somos mucho más que carne, acercándose lentamente -pero de manera inevitable- a la putrefacción.

Sus escenas son opresivas y malvadas, viciosas y a la vez dolorosamente verdaderas. El chillido de un mono, un cuerpo retorcido en el cuarto de baño, un terrorífico hombre encorbatado que sonríe en una penumbra azul… Las feroces imágenes de Bacon contrastan con su aspecto de dandy de ropa discreta e impoluta.

Esta semana dedicamos la sección Cotilleando a… al pintor Francis Bacon. Lejos de limitarse a representar la angustia moderna del ser humano tras la II Guerra Mundial -como se suele afirmar con respecto a su obra- es fiel a su ansia por mostrar el cuerpo humano de manera extrema y difícilmente soportable.

'Autorretrato' (1971)

'Autorretrato' (1971)

1. De niño no se sintió querido. En su infancia Bacon sufría fuertes ataques de asma que lo dejaban agotado y provocaban que perdiera muchos días de colegio. Además, los constantes cambios de residencia de la familia tampoco ayudaban a que el niño se integrara en las nuevas escuelas. Sus padres no se preocupaban en absoluto del rendimiento escolar de Francis.

2. Su padre Eddye -un hombre duro, de educación militar- era entrenador de caballos de carreras y siempre intentó inculcar a su hijo el amor por la caza. Francis reaccionaba con ataques de asma al pelaje de la mayoría de los animales. Eddy consideraba a su hijo un ser débil y lo solía menospreciar.

3. Eddie pilló a su hijo en la adolescencia probándose la ropa interior de su madre. El suceso provocó que echaran a Francis, que se declaró homosexual, de la casa familiar y se fue a Londres a estudiar Arte, abandonando Dublín para no volver nunca más.

'Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixion'

'Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixion'

4. Estaba obsesionado con Velázquez, en concreto con el Retrato del Papa Inocencio X (1650), del que Bacon pintó unas 40 versiones en las que el Papa aparece con una expresión de horror que se acentúa hasta el histerismo. Bacon a veces incluso volatiliza la cabeza del modelo.

5. «La gente cree que vivo a lo grande, pero en realidad vivo en un basurero», solía decir de Reece Mews, que fue su estudio durante 30 años. Eran unas antiguas caballerizas victorianas rehabilitadas en South Kensigton. El artista no exageraba al asemejar su espacio creativo a un vertedero: sobre las mesas, las estanterías y las pilas de libros había manojos de pinceles inservibles con pintura reseca, trapos, platos con comida vieja, sartenes reutilizadas como paletas, cajas de champán Krug vacías, zapatos… El suelo, que cada día costaba más trabajo pisar, tenía una costra de papeles en el suelo: recortes de periódico con boxeadores, fotos de toreros, animales en movimiento, autorretratos, una foto de Mick Jagger, primeros planos de caras y extremidades… Bacon veía «un gatillo para ideas» en cada imagen de ese collage espontáneo.

'Painting' (1946)

'Painting' (1946)

6. Era un jugador empedernido. Le gustaba apostar a la ruleta «porque es el juego más estúpido al que puedes jugar». En una ocasión llegó a perder 40.000 libras (unos 47.000 euros) , que tardó muchos meses en pagar. Los casinos eran para Bacon un estudio más de la expresión humana: «Me gusta la atmósfera de los casinos. Vives la emoción de los que ganan y la desesperación de los que lo pierden todo. Todo eso tiene lugar en un espacio muy reducido».

7. El éxito y el reconocimiento artístico tardaron en llegar. Bacon tenía 35 años cuando comenzó a llamar la atención de la crítica con Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixion (1944), un tríptico de fondos naranjas que muestra a tres bestias deformes, entre animales y humanas, tan perturbadoras que fueron difíciles de soportar para algunos asistentes.

8. Entre sus obras, una de sus preferidas era Painting (1946), descrita por el artista como «una serie de accidentes uno encima de otro» y vista por algunos críticos como la confluencia de la personalidad múltiple de Bacon. Un personaje bien vestido – algunos críticos apuntan a que es el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels– permanece sentado, con la cabeza cortada a la mitad y la mandíbula sangrante, en un círculo de carne de vacuno colgando a su alrededor. La pintura es una muestra de la visión que el pintor tenía de la vida: un accidente, un espasmo de brutalidad y sufrimiento que no puede ser explicada porque no tiene significado.

9. Se castigó con el exceso casi desde el inicio de su carrera. La vejez no cambió sus hábitos. Se levantaba a las seis de la mañana, pintaba hasta el mediodía, después comenzaba su ronda por los pubs y clubs del barrio londinense del Soho. Solía encontrarse con amigos a los que invitaba a comer en lugares extravagantes o pagaba las apuestas en clubs de jugadores. Casi al amanecer cogía un taxi a su estudio, dormía dos o tres horas y volvía a enfrentarse al lienzo sobre el que trabajaba. Era una rutina estricta. «Hay que ser disciplinado en todo, incluso en la frivolidad», dijo en una ocasión a su amigo Michael Peppiatt, «sobre todo en la frivolidad».

'Triptych' (1973)

'Triptych' (1973)

10. Tuvo romances tormentosos, sado-masoquistas y dulces con diferentes hombres, entre los que destaca George Dyer, al que retrató obsesivamente.

11. Dyer, 25 años más jóven que Bacon, se suicidó en 1971 con una sobredosis de barbitúricos. Lo encontraron en el cuarto de baño del hotel de París donde la pareja se hospedaba, dos días antes de que Bacon inaugurara una gran exposición en la capital francesa y a la que aún después de la tragedia asistió con estoicismo. El pintor creó dos años después un tríptico dedicado al momento de la muerte de su amante, tres descarnadas pinturas que muestran la escena del cadáver sentado en el retrete.

12. En sus últimos años de vida mantuvo un romance con un joven español de clase alta. La relación fue llevada con suma discreción y nada se sabe de la identidad del amante. En 1992, en contra de los consejos de su médico, Bacon viajó a Madrid. Poco después de llegar cayó enfermo y murió de un ataque al corazón. Sus restos fueron cremados en el Cementerio de La Almudena y trasladados a Irlanda. Su última pareja, el joven John Edwards, heredó la fortuna del artista.

Helena Celdrán