Entradas etiquetadas como ‘fotografía’

Un bosque dentro de una mansión abandonada

“Thicket” (2015) © Suzanne Moxhay

“Thicket” (2015) © Suzanne Moxhay

Los fotomontajes de la artista inglesa Suzanne Moxhay (1976) prorrogan el encanto misterioso de cualquier casa abandonada —¿por qué se fueron los habitantes?, ¿qué desencadenante los llevó a optar por la marcha?, ¿acaso alguna tragedia?…— para convertir los espacios vacíos, las maderas húmedas, los velos decoloridos y desconchados de las paredes, las reliquias de vida pasada, en un escenario donde, al parecer de modo espontáneo y sólo con la ayuda del tiempo, la naturaleza ha renacido.

La artista se vale del uso con medios digitales de la técnica cinematográfica ya caduca de la pintura mate de fondos, que permitía modificar paisajes o panoramas colocando ante la cámara láminas de cristal dibujadas en proporción al plano que se rodase. Desde principios del siglo XX, era común y fue usada tanto en películas de la edad de oro de Hollywood como Ciudadano Kane, donde la excelencia de los pintores sobre cristal convirtió en una joya fantástica y después, con la decadencia, en una pesadilla gótica, la mansión Xanadú del oligarca protagonista; hasta blockbusters modernos como La jungla 2: alerta roja, donde el uso de miniaturas con efectos de escala manipulados alcanzó la edad moderna al poner en juego también los efectos especiales digitales.

Proceso en el que los fondos deseados se ilustran en paneles de vidrio y se integran en los escenarios donde ocurre la acción para crear la ilusión de que varias imágenes dispares son una imagen cohesiva, la pintura mate ha intervenido en lo que creemos que vemos en el cine cuando nos muestran lugares embellecidos, agrandados, afeados o teñidos de una atmósfera maligna.

Con el mismo principio técnico, Moxhay presenta en la serie Interiors «interrupciones» de la arquitectura interior por «elementos anómalos».

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¿Se llevan bien los artistas plásticos y las portadas de discos?

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss - Taschen

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss – Taschen

Las carpetas discográficas son uno de los grandes soportes para el arte del siglo XX. Más agradecidas, por aquello del tamaño, cuando se trata de vinilos y en trance de desaparición física dado el avance de la música comercializada en forma de archivo de ordenador, líquida y sin forma, siguen siendo una carnada visual dificil de evitar cuando se trata de diseños imaginativos, valientes, procaces, rebeldes o complementarios hasta la perfección con la música que envuelven.

Las cubiertas de discos han tenido, en realidad, un muy pequeño recorrido: el primer disco de la historia envuelto tal como lo conocemos es el de la imagen de arriba. Fue editado en 1940 y, como una parábola, ha tenido más duración el diseño, que fue el primer paso para la jubilación de las groseras bolsas de estraza, que la música: una omitible selección de éxitos, Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, interpretados por la Imperial Orchestra.

El diseñador fue un pionero, un muchacho de 23 años enamorado del cartelismo europeo de vanguardia, el modernismo y el art decó: Alex Steinweiss, el inventor de las portadas de discos.

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30 fotógrafas canadienses seleccionadas como ‘reflejo femenino’ de Mapplethorpe

Janieta Eyre (1966), "Les sœurs Sophie et Sarah" - De la série "Motherhod", 2001 - MBAM

Janieta Eyre (1966), «Les sœurs Sophie et Sarah» – De la série «Motherhod», 2001 – MBAM

Un par de inteligentes exposiciones de fotografía organizadas en París hace no demasiado sostenían que las mujeres son más «peligrosas que los hombres» con una cámara de fotos. Qui a peur des femmes photographes? (¿Quién teme a las mujeres fotógrafas?), la pregunta que servía de título a las muestras, pretendía mofarse de la idea, todavía muy extendida, según la cual la fotografía, una herramienta de reproducción fisicoquímica, es simplemente una cuestión técnica, y por lo tanto, «una disciplina de hombres».

Sin embargo y pese a lo que digan los manuales históricos —casi siempre escritos no casualmente por hombres—, las mujeres han jugado un papel importante en la historia de este medio de expresión, quizá, añadían los organizadores, mejor adaptados a la sensibilidad femenina que la pintura o la escultura.

El asunto de exhibir fotos de género, demostrando lo obvio —es posible una historia en imágenes de mujeres tomadas por mujeres y también la puesta en escena de una visión fotográfica femenina—,  vuelve a resurgir en She Photographs (Ella hace fotos), una muestra organizada por el Museo de Bellas Artes de Montreal (Canadá) en cartel hasta el 19 de febrero.

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Los 50 fotógrafos emergentes de 2016

Fairy Tale from Russia © Frank Herfort - Lens Culture Emerging Talent Awards 2016

Fairy Tale from Russia © Frank Herfort – Lens Culture Emerging Talent Awards 2016

Los cuatro soldados rusos tendidos en un ambiente de utopía perversa o sueño de ficción especulativa pertenecen al proyecto fotográfico Cuento de hadas de Rusia, una serie sobre «el misterio y el mito» de la inmensa y lejana región oriental de la Federación Rusa. El documentalista Frank Herfort, que lleva siete años embarcado en el proyecto, busca momentos «extraños e inexplicables» con lecturas abiertas. Un hombre fuma con tranquilidad en un claro de bosque del que brota una gran bola metálica, un automóvil Lada enfrenta la noche vacío de pasajeros pero con los faros encendidos…, todo parece preconstruido pero no contiene ni pizca de montaje.

La propuesta contiene los valores —valentía, novedad, excelencia, atractivo visual, calidad formal, nuevas aproximaciones técnicas…— de los cincuenta series fotográficas ganadoras de los LensCulture Emerging Talent Awards de 2016 (Premios de LensCulture a los Talentos Emergentes). Los galardones, que llegan este año a la cuarta edición, están organizados por la web LensCulture, uno de los portales más implicados y con mayor rigor, con la nueva fotografía.

La intención de los patrocinadores es señalar a los talentos en alza de la fotografía mundial, creadores a quienes conviene seguir a medio plazo. Concurrieron fotógrafos de 120 países y entre el medio centenar de premiados hay 29 nacionalidades. Lee el resto de la entrada »

‘Totalmente perdidos’: una guía de edificios abandonados de regímenes totalitarios comunistas

Monumento de Buzludzha, Bulgaria Foto: www.totallylost.eu

Monumento de Buzludzha, Bulgaria Foto: www.totallylost.eu

Escultura conmemorativa de la II Guerra Mundial en Croacia - Foto: www.totallylost.eu

Osario-monumento de la II Guerra Mundial en Croacia – Foto: www.totallylost.eu

Pese a las dimensiones, no son decorados creados con artificios y materiales livianos y de fácil montaje. Tampoco se trata de sueños provocados por delirios apocalípticos de algún arquitecto alunado.

Al contrario, los dos edificios de las fotos son reales, están en pie —aunque en muy mal estado de conservación— y siguen siendo de acceso más o menos fácil. Nada representan a estas alturas de los mensajes iniciales que pretendían extender a los cuatro vientos: las glorias de los regímenes comunistas europeos nucleados en torno a la URSS o los combates contra el nazismo y el fascismo durante la II Guerra Mundial.

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Mujeres que borran sus pezones para burlar la moralina de Instagram

© Sasha Frolova

© Sasha Frolova

Cuando la periodista y fotógrafa Sasha Frolova fue víctima de la pacatería de Instagram, que considera a los pezones femeninos material peligroso y prohibido, decidió reunir a unas cuantas mujeres y demostrar con imágenes la paradójica idiotez del código moral de la plataforma.

El proyecto Busts (Bustos, en el doble sentido de pechos y escultura), que Instagram no ha tenido otra que admitir, presenta a ocho mujeres de Nueva York en topless. Las imágenes han sido admitidas por la red social porque las chicas han aceptado libremente que Frolova elimine los pezones, borrándolos con un programa de tratamiento de imágenes. La moralina de Instagram, en suma, ha quedado en ridículo.

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Un falso pionero de la fotografía en color

Autorretrato de Bernard Eliers con los tres filtros de color. Entre 1934 y 1936 - Todas las fotos: Bernard Eliers, Archivos Municipales de Ámsterdam

Autorretrato de Bernard Eilers con los tres filtros de color. Entre 1934 y 1936 – Todas las fotos: Bernard Eilers, Archivos Municipales de Ámsterdam

El próspero comerciante Bernardus Fredericus Aloysius Eilers, que tuvo el buen juicio de sustraer nombres de pila y reducir su filiación a Bernard Eilers nació y murió en la misma ciudad, la acuática y silenciosa Ámsterdam (1878-1951). La circunstancia implica mesura, pero no debe llevar al error de considerar al equilibrado holandés un timorato. Al contrario, fue valiente, animoso e imparable en el ejercicio de la imaginación y la iniciativa. También supo venderse con eficacia.

Durante algunos años, en torno a 1935, cuando Europa vivía la bonanza merecida tras la I Guerra Mundial y no sospechaba que faltaba poco para que la demencia alemana provocara otra vez una segunda, Eilers gozó de fama por la patente de lo que llamó foto-chroma eilers, un sistema que tardó año y medio en desarrollar para conseguir imprimir fotos a color a partir de tres negativos, cada uno de ellos tomado con un filtro distinto: azul-violeta, verde y rojo-anaranjado.

Los holandeses, tan chovinistas como los que más, le llamaron «mago del color» y se jactaron de la invención de un proceso revolucionario, pero el error puede perdonarse por desconocimiento: en aquellos tiempos primarios en lo fotográfico, los avances técnicos se reducían a círculos de enterados. Es más que probable, sin embargo, que Eilers sí supiese que las imágenes a color, de proceso complejo y lento, es verdad, ya circulaban con asiduidad desde hacía varias décadas. La primera está datada en 1861 y las de colores separados habían sido perfeccionadas en 1911.

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Cuando vivir es protestar, el Instagram rebelde del jamaicano Ruddy Roye

Untitled, 2016 © Ruddy Roye

Untitled, 2016 © Ruddy Roye

Ruddy Roye, un fotógrafo jamaicano que vive en Nueva York y tiene 47 años, no duda al definirse: «Humanista/Activista», con iniciales tan mayúsculas como grandes son los significados esas dos palabras, separadas por una barra inclinada que en realidad engarza aún más los términos.

Amplía así el radiograma: «Fotógrafo con conciencia, pelando la cornea de mis ojos para compartirla en Instagram«. Todo reluce excepto la empresa con que finaliza la frase. Compartes, sí, pero también les regalas contenido, engordas su cash flow, trabajas sin que ni siquiera te consideres trabajador.

@ruddyroye es el ojo que nunca duerme. Lo conocen y defienden más de 250.000 seguidores. En cada imagen que sube a su cuenta —lleva más de 4.000 y tiene otra, solo para fotos en blanco y negro, @ruddynegus— añade una reflexión escrita. Es también el dedo que nunca duerme sobre el teclado que resplandece como una retina.

No me emociona Instagram, ni me gusta el estilo que impera, tampoco el de Roye —demasiado filtro de enfoque, ninguna duda en el tema de cada imagen, escasos puntos de fuga, una búsqueda algo robótica de una perfección que no existe, porque es el fuera de foco, lo confuso, quien va de nuestra mano en esta trinchera…—, pero en el caso del jamaicano hay un sesgo peculiar: Roye hace fotos como cantando en el dancehall.

Parece puesto, siempre un gramo por encima de la realidad… Puedes notar el retumbe selvático del bajo, la llamada de la espesura.

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Muere Billy Name, fotógrafo de la Factory de Warhol

Billy Name (1940-2016) en la Factory

Billy Name (1940-2016) en la Factory

Acaba de morir, a los 76 años, Billy Name, que en realidad se llamaba William Linich. El sobrenombre se lo puso Andy Warhol, para quien el entonces joven muchacho fue fotógrafo, decorador, compañero de cama, archivista y cualquier otro oficio que a la divina estrella se le ocurriese —por algo habían bautizado al pseudoartista como Drella, ósmosis de Drácula y Cinderella (Blanca Nieves): era un vampiro pálido que vivía del esfuerzo ajeno de una tropa de mal pagados o impagados colaboradores—.

Name era un mal fotógrafo. En los confines de la Factory, el lugar para ver y ser visto que Warhol consideraba un laboratorio artístico, la calidad importaba poco o nada. De la plantilla habitual, casi todos perversos, casi todos depresivos, casi todos muertos, sólo tenían genio Lou Reed y John Cale, la pareja que comandaba la Velvet Underground. Los demás eran, con perdón y con respeto, basura blanca, buscavidas, drogos, sexoadictos… Era fácil confundir riesgo con arte en aquel marasmo.

En el caso del fotógrafo-juguete-sexual de Warhol, el todavía llamado William Linich era técnico de iluminación y, para pagar el alquiler, camarero por horas de una tetería, Serendipity 3 —todavía está abierta—,  frecuentada por el artista y sus aduladores. Entre tazas de té, pastas y cristales de Tiffany, un flechazo.

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Dave Heath, fotógrafo de la soledad, muere… en soledad

Jennine Pommy Vega, 7 Arts Coffee Gallery, New York City, 1957 © Dave Heath - www.bulgergallery.com

Jennine Pommy Vega, 7 Arts Coffee Gallery, New York City, 1957 © Dave Heath – www.bulgergallery.com

Santa Barbara, California, 1964 © Dave Heath - The Nelson-Atkins Museum, Kansas City, Missouri

Santa Barbara, California, 1964 © Dave Heath – The Nelson-Atkins Museum, Kansas City, Missouri

Brooklyn, New York City, 1963/64 © Dave Heath - www.bulgergallery.com

Brooklyn, New York City, 1963/64 © Dave Heath – www.bulgergallery.com

El autor de estas débiles fotos —la fragilidad es la primera emoción que salta a la vista en los cuatro personajes— acaba de morir en Toronto (Canadá) el mismo día en que cumplía 85 años. Vivía solo, sufrió una caída doméstica, fue traslado al hospital y falleció el 27 de junio por complicaciones derivadas del accidente. Se llamaba Dave Heath y las autoridades supieron algo de su vida por una amiga, la única que supo dar razón sobre quién era el anciano muerto en soledad.

No creo que nadie en el centro médico llegase a saber que aquel hombre fatigado que desde hacía un cuarto de siglo vivía en una autorreclusión estricta, había editado en 1965 uno de los libros de fotografía más lacerantes sobre el desamparo que a todos nos alcanza, A Dialogue With Solitude. Uno de los buenos colegas de Heath, el también anciano, huraño y fotógrafo —cada día veo más similitudes entre estos tres adjetivos— Robert Frank escribía en una carta añadida a la obra que los retratos son como «un viernes por la noche en el universo».

En el libro, que hizo y rehizo durante cuatro años años con la parsimonia que les sobra a los ascetas y de la que quizá deberíamos tomar nota los ansiosos, Heath incluyó 82 imágenes. Entre unas y otras añadió cortos epígrafes literarios de autores como Yeats, Hesse, Rilke, Stevenson, Crane, Eliot… Una comparsa de afligidos. Gente de ojos tristes.

El fotógrafo sembró la obra de separatas que parecen biombos sentimentales: paz, amor, anarquía, violencia, niñez, vejez, guerra, juventud, muerte… Le gustaban las palabras básicas ¿Para qué hablar si tenemos a Rilke?

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