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La CIA desclasifica mapas y cartografía de los últimos 75 años

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

En octubre de 1962 este mapa de la isla de Cuba estuvo desplegado en la mesa del gabinete de crisis al mando de John Fitzgerald Kennedy. A raíz de la crisis de los misiles en la isla caribeña, los EE UU y la URSS pusieron al mundo a las puertas de la primera guerra atómica por la instalación de rampas de despegue de balística tierra-tierra en terreno cubano que permitirían a los soviéticos atacar territorio estadounidense con facilidad y con ojivas nucelares. Fue el momento más tenso de la Guerra Fría y JFK sería asesinado poco más de un año después, quizá, entre otra madeja de motivos, por su tibieza para acabar con el comunismo antillano.

El mapa, que muestra y detalla dónde la URSS y Cuba tenían a punto instalaciones que, según el espionaje de los EE UU, estaban a punto de ser del todo operativas, es obra del departamento de Cartografía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA en las siglas inglesas). La unidad, creada en 1941 [PDF de ocho páginas, en inglés, con historia y fotos, el documento pesa 12,22 MB], ha decidido desclasificar un gran número de mapas para celebrar su 75º aniversario.

No esperen nada ultrasecreto o escandaloso —aunque casi siempre termina escaldada y con las vergüenzas al aire, la CIA ha demostrado que prefiere moverse en las sombras, a veces incluso en la marrullería y la delincuencia del tráfico de drogas y armas o el entrenamiento de grupos paramilitares en técnicas de guerrilla y tortura—, pero sí una reveladora lección de historia desde uno de los platillos de la balanza mundial del poder militar.

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2,6 millones de imágenes libres de derechos de entre 1500 y 1922

Nativo de las islas Fiji con elefantiasis en el escroto, 1898

Nativo de las islas Fiji con elefantiasis en el escroto, 1898

"Trampa de ratones". Ilustración de un libro de 1911 de cuentos sobre gatos

«Trampa de ratones». Ilustración de un libro de 1911 de cuentos sobre gatos

Pareje de guardias civiles que ilustran el libro "Wild Spain",  1893

Pareja de guardias civiles que ilustran el libro «Wild Spain», 1893

Postura de exploración ginecológica en un manual médico de 1907

Postura de exploración ginecológica en un manual médico de 1907

Cuatro ilustraciones de temas dispares [estos son los vínculos a las imágenes originales: hombre con el escroto descomunal por una malformación, gato disfrazado —la moda, ya ven, es preinternet—, una pareja de guardias civiles españoles en un dibujo de finales del XIX y una agresiva postura de examen ginecológico a comienzos del XX]…

El listado podría extenderse hasta lo casi inabarcable. Hablamos de un banco de 2,6 millones de imágenes, todas ellas libres de derechos. Pueden ser bajadas y utilizadas con absoluta discrecionalidad y sin temor: son públicas. Cuando el proyecto de digitalización concluya, el volumen de piezas se elevará a 12 millones.

La colección ha comenzado a ser alojada en el Internet Archive Book of Images, una cuenta de libre acceso de Flickr. Son ilustraciones —fotografías, grabados, dibujos, anuncios publicitarios, pinturas…— que aparecieron en libros, revistas y periódicos editados durante cinco siglos, de 1500 a 1922. Han sido digitalizadas por Kalev H. Leetaru, un empleado de Yahoo —grupo propietario de Flickr— destinado como docente e investigador en la Universidad de Georgetwon (EE UU).

Leetaru explica en una entrevista con la BBC que desarrolló un software para que durante el proceso de digitalización las imágenes tomaran automáticamente de la publicación de la que proceden las etiquetas (tags) pertinentes relacionadas con el tema, lugar, año, disciplina, tipo de formato, etc.

El programa, que es de código abierto y será cedido gratuitamente a todas las bibliotecas que lo necesiten, está basado en el sistema de reconocimiento óptico de caracteres del gran patrocinador del proyecto, el Internet Archive, esa fascinante organización sin ánimo de lucro que ha sido llamada con justicia la Biblioteca de Alejandría del siglo XXI porque está trabajando en la creación de un archivo en línea que garantice el acceso discrecional a toda la memoria de la red —ahora almacena información equivalente a 10.000 millones de libros—.

La novedad del Internet Archive Book of Images, como explica Leetaru, es que «invierte la tendencia» de digitalización de las bibliotecas, que se han centrado en convertir los libros en archivos PDF o, como mucho, en ficheros de texto, pero «se han olvidado de las imágenes», a las cuales la nueva base de datos da el carácter protagonista.

Esta página interior del proyecto permite la búsqueda directa por etiquetas o términos en la cuenta del banco de imágenes y sin que el rastreo se extienda a todo Flickr. La palabra Spain, por ejemplo, conduce a estos miles de resultados. Tomemos una imagen:

"Dance and guitar", 1893

«Dance and guitar», 1893

La foto  aparece compañada de una descripción completa del libro del que procede, una amplia leyenda sobre la imagen misma —formada por las 500 palabras anteriores y las otras tantas posteriores que la rodean en la obra impresa—. Para quienes busquen profundizar, un vínculo externo conduce a la edición digitalizada del libro en el Internet Archive. En el caso de la escena de arriba, se trata de Wild Spain… records of sport with rifle, rod, and gun, natural history and exploration, una crónica de viajes editada en 1893 por un par de aquellos ingleses que en el siglo XIX curioseaban fsacinados por la lejanía ibérica.

Cada día el archivo digitaliza un millar de publicaciones y todas las imágenes que contienen pasan a engrosar la pasmosa colección, una especie de proyección de diapositivas que permite navegar, ejercer la curiosidad y perderse en la pasmosa belleza de un pasado sin copyright, que, como debe ser, es propiedad de todos.

Ánxel Grove

Collar para lesiones cervicales. Del "St. Louis courier of medicine" (1899)

Collar para lesiones cervicales. Del «St. Louis courier of medicine» (1899)

Ilustración sobre un método de tortura del libro "The New York Tombs; its secrets and its mysteries. Being a history of noted criminals, with narratives of their crimes" (1874)

Ilustración sobre un método de tortura del libro «The New York Tombs; its secrets and its mysteries. Being a history of noted criminals, with narratives of their crimes» (1874)

Foto del libro sobre criminología "Education, personality & crime ; a practical treatise built up on scientific details, dealing with difficult social problems" (1908)

Foto del libro sobre criminología «Education, personality & crime ; a practical treatise built up on scientific details, dealing with difficult social problems» (1908)

Niño detenido por practicar la piratería. De "The criminal classes, causes and cures" (1903)

Niño detenido por practicar la piratería. De «The criminal classes, causes and cures» (1903)

Segun Lazcano, la muerte a los 54 años de un fotógrafo fronterizo

© Según Lazcano

© Segun Lazcano

«Más vale estar entre los perseguidos que entre los perseguidores». El escritor yugoslavo Danilo Kis, que congregaba en su voz los crujidos de ceniza de Kafka y las infinitas arenas desérticas de Borges, terminó una de sus novelas con este aviso que merecería ser un himno para los indomables. Kis escribió poco pero dijo mucho porque sabía, como los viejos ascetas de las cuevas del desierto, que quien sabe no habla, y vivió con la misma frugalidad, alimentándose de la duda y alejado de los príncipes. Cuando murió, en París en 1989, tenía 54 años.

En una localidad mucho menos literaria que la pomposa capital francesa —y por ello más legítima, la vizcaina Elorrio (que en lengua vasca es la misma palabra que nombra a la baya roja del espino)— acaban de enterrar, a la misma edad de 54, groseramente temprana para la cita con la muerte, a Segun Lazcano. Era mi amigo pese a que la danza de la vida nos impidió el encuentro físico. Nunca logramos abrazarnos o, mejor, porque le sospecho tan retraído y poco dado al artificio como yo, darnos tímidamente la mano. El desencuentro hizo más lacerante la noticia de la muerte: cuando la recibí sentí que un perro me mordía los ojos.

Creo que Segun anotaría en alguna libreta la frase inicial de Danilo Kis que abre este torpe obituario y pensaría con cierto orgullo de baja fidelidad que otros, como él mismo, pertenecen a la estirpe de la gente de la frontera, el territorio patrio de los que nunca nos sentiremos cómodos entre salvas de artillería, próceres, managers de conciencias, pequeños hitlers con titulación académica o aspirantes a Napoleón. Como Kis, Segun sabía que el único armamento necesario es la duda porque evita el cinismo y la egolatría de quienes se creen profetas.

Segun Lazcano

Segun Lazcano

Es tiempo de anotar que Segun era fotógrafo, sea lo que sea esa vocación en estos años de falaz comunismo digital. Sus páginas en Flickr y Tumblr siguen activas, proyectando la sombra fantasmática de un muerto. Nos conocimos en la primera plataforma, cuando aquello era una pequeña sala de estar y no la asamblea de egos en que la han convertido. Después, con una devoción que no merezco, Segun me persiguió con la mano abierta y las retinas dispuestas a compartir distancias focales. Siguió los blogs que publico por placer, las páginas en las que colaboro por oficio, los lugares que comparto desde esas formas bastardas de amistad de las redes sociales…

Esta bitácora, por ejemplo, está llena de comentarios de Segun. Escuetos, simples y cariñosos como las bayas de los espinos. Me estimaba tanto y de tal manera que había pensado en mí, lo he sabido demasiado tarde para corresponder al honor, para escribir el prólogo del proyecto Noctis

Ahora me duele no haber retribuido al amigo muerto con la misma humilde elegancia, no haber seguido sus fotos con algo más que mi maldita mirada silenciosa, no haber dejado en nuestro rastro común algo más hondo que las muchas respuestas que se limitaban a las permutaciones de las palabras que componen la fórmula «gracias, Segun, amigo». El silencio regresa, en el rodar imperturbable del karma, para despertarte del letargo de creerte distinto o especial o con derecho a la altanería.

Las fotos de Según habían cambiado mucho durante los últimos años. Ya no eran los delicados eufemismos del comienzo, una garra las había desmembrado para que fuesen también placas de un escáner clínico, mantequilla extendida por la rebanada abierta del día, desfiles de seres cincelados que atraviesan los canales de lava de  calles iluminadas por el haz de una linterna milagrosa, vistas del agua estancada al fondo de la botella, canciones suspendidas de clavos, ojos troquelados, paisajes urbanos raspados con una esponja de metal…

Uno de los amigos cercanos del fotógrafo, Jesús Mari Arrubarrena, a quien acudí en busca de los datos personales que nunca supe y el procaz ejercicio del periodismo me obliga a saber, dice sobre la mutación de estilo de Segun: «Durante muchos años hizo fotografía de reportaje o documental. Estos últimos años me ha dicho más de una vez que estaba más cerca de la pintura que de aquel tipo de trabajos objetivos. De hecho, tiene fotos muy buenas que ha preferido no enseñar. Ha preferido decantarse por una fotografía más difícil, más personal y más autentica (en el sentido de que habla de sí mismo)».

© Según Lazcano

© Según Lazcano

Con la mediación de Jesús Mari he sabido alguna otra circunstancia: la pareja de Segun se llama Maritxi: los hijos preadolescentes y ahora huérfanos de padre, Pello y Xabier; el fotolibro Ero estaba a punto de ser publicado y ahora será póstumo; Segun vivió las últimas etapas de la enfermedad con entereza y sonrisas…

Me consuela trazar mapas con los nombres, situar las circunstancias en el arcón de la memoria, encajar todos los pormenores en el pecho hambriento de imposibles oraciones.

La muerte de Segun —fotógrafo del hambre, trapero de los desolados, hombre comprometido con la lengua y la cultura de una villa con nombre de baya de espino— me duele como la de un hermano.

Dejo aquí escrito un juramento: si la muerte no llega antes iré a Elorrio, haré fotos en soledad en las calles, repitiendo en silencio, con la cadencia de un manta, una frase de Georges Bataille: «La verdad tiene sólo una cara: la de la contradicción violenta». Sé que seremos dos las voces de esa canción.

Ánxel Grove

El profesor que no sabía enseñar pero retrataba a los alumnos

George Plemper (Sunderland-Reino Unido, 1950) iba para profesor de secundaria. En 1976 fue destinado a impartir Química en el instituto Riverside, en el barrio de Thamesmead, uno de esos suburbios del sur de Londres que nunca aparecen recomendados en las guías de turismo: diseñado con el desatino que el sistema depara para los desheredados (viviendas sociales de mala calidad, escasos servicios comunitarios y sólo una zona verde: el campo de juegos del centro escolar donde los chicos pateaban un balón embarrado), la pobreza campaba a sus anchas en la zona.

El joven docente, tan idealista como ingenuo, creyó que allí podría hacer algo valioso, que aquellos chicos merecían recibir una porción del pastel. A los cinco años Plemper dejó el empleo y la docencia, a la que no ha regresado nunca. «Era un mal profesor», suele disculparse.

Cuando se largó del instituto, desconsolado por los recortes presupuestarios, la falta de alicientes de los alumnos y su propia torpeza como docente, tenía en su pequeño apartamento varios miles de fotos que había tomado a los chicos y chicas de Riverside tras descubrir que llegaba mejor a los muchachos con las cámaras que con las fórmulas y los planes curriculares. Las revelaba de noche, en el cuarto oscuro que montaba en el cuarto de baño.

Los retratos de Plemper, una tierna exploración documental en la adolescencia de la clase baja de Inglaterra a las puertas de la feroz explosión del tatcherismo y el no future que aún colea, estuvieron durante casi treinta años guardados en cajas que cambiaban de domicilio en cada mudanza con su propietario, convencido de que aquello era puro material nostálgico que jamás sería visto por los demás.

En 2008, el exprofesor, que ahora trabaja en una empresa privada de asistencia sanitaria, abrió una cuenta de Flickr para colgar fotografías. Uno de los sets, A moment in time, está dedicado a los retratos de Riverside. El éxito fue inmediato e incluso algún museo le ha comprado fotos.

En una de las entrevistas que ha concedido tras el éxito de las fotos en los medios sociales, Plemper ha seguido comportándose como la persona sensible y sin ínfulas que fue desde el principio. «Como profesor era realmente pésimo. Mi letra era tan horrible que los alumnos ni siquiera la entendían, así que empecé a enseñarles fotos para que me comprendiesen. Las fotos les encantaban», recuerda.

Los adolescentes de los intensos retratos tienen ahora unos 35 50 años. Muchos de ellos se han puesto en contacto con Plemper. Ya no le consideran su antiguo profesor, sino el fotógrafo que supo darles el futuro que todos les negaban.

Ánxel Grove

Un fallo de Flickr dejó al aire fotos privadas durante 20 días

Correo de Brett Wayn

Correo de Brett Wayn

Acabo de recibir un correo de uno de los vicepresidentes de Flickr. El señor Brett Wayn, a quien no tengo el gusto y, estoy seguro, le importo un carajo, me comunica mediante el mail interno de la veterana comunidad fotográfica del grupo Yahoo que mis fotos marcadas como privadas estuvieron a la vista de cualquier internauta entre el 18 de enero y el 7 de febrero.

Como siempre que los amos del 2.0 cometen un desliz la culpa es achacada al culpable más fácil —por inasible—: un «software bug» (fallo de programa informático).

El asunto tiene tela. Flickr, un servicio con 51 millones de usuarios registrados, 80 millones de visitantes únicos y más de 6.000 millones de fotos alojadas (una cifra importante pese a estar muy lejos de los 100.000 millones de imágenes, de otra calaña, es verdad, que almacena Facebook), me cobra una cuota anual (barata, menos de 25 dólares, pero con plena validez jurídica como contrato de servicios y obligaciones) a cambio de la cual me permite guardar fotos sin límite de espacio virtual. Ese es el uso prioritario que me interesa: un cajón donde depositar las imágenes con determinadas claves que le vienen bien a mi mala memoria —fecha, geotag, motivo…—.

El 'organizr' de mi cuenta

El ‘organizr’ de mi cuenta

En estos momentos tengo en mi cuenta, que abrí en diciembre de 2004, antes de que Flickr fuese comprada por Yahoo en uno de los grandes pelotazos de la era de Internet, 5.038 fotografías, pero solamente 28 son públicas. No me interesa que las demás estén al aire. El fallo de la compañía ha puesto mis 5.010 fotos marcadas como privadas en circulación, durante veinte días, en el cotilla y curioso hasta la grosería mundo de la red. Desde luego, las imágenes también han entrado en los rastreos de los motores de búsqueda, como el señor Wayn me comunica en su tan educado como inútil correo.

El clamoroso descuido de la empresa hacia sus clientes —Flickr no ha informado públicamente del problema, ni tampoco ha cuantificado el número de cuentas afectadas aunque los foros internos del servicio revientan con las protestas individuales— sólo me ha dañado como cualquier incumplimiento de contrato podría hacerlo (y tengo derecho a un resarcimiento económico por un fallo en la prestación de un servicio), pero la anomalía seguramente ha tenido efectos mucho más perniciosos para aquellos usuarios que tuviesen marcadas como privadas fotos íntimas, personales, delicadas o, sencillamente, dañinas o dolorosas para terceros.

Captura del blog de Flickr

Captura del blog de Flickr

Con los nervios de punta, a los responsables de la comunidad fotográfica —ya expliqué en el blog mi impresión: Flickr se ha verbenizado y convertido en un inmenso gimnasio para ejercer la egolatría y no la fotografía— no se les ocurrió otra cosa en plena crisis que marcar como privadas todas las fotos de las cuentas afectadas. Con el movimiento espasmódico convirtieron el garajal en garajal y medio: los enlaces en blogs o webs a fotos que antes eran públicas se rompieron para convertirse en caminos hacia el oops, foto no disponible.

«Estamos profundamente apenados porque esto haya ocurrido. Como ávido usuario de Flickr, estoy personalmente comprometido en asegurar que sus recuerdos están seguros. Nuestro equipo ha trabajado duro para ganar su confianza y nos lo tomamos muy en serio. Hemos puesto en marcha una serie de medidas adicionales para evitar que esto vuelva a suceder», me dice Wyan.

Señor Wyan, no le creo. Me parece que le sigo importando un carajo.

Ánxel Grove

Las mil y una imitadoras de Francesca Woodman

Francesca Woodman — from "Angel" series, Rome, 1977

Francesca Woodman — from «Angel» series, Rome, 1977

Cuando en 1977 Francesca Woodman se autorretrató como ángel en Roma tenía 18 años y quizá todavía mantenía a raya el grado de infelicidad que acumulaba en su ánimo. Cuatro años más tarde, después de una decepción amorosa y un largo calvario por clinicas psiquiátricas, se suicidó lanzándose al vacío desde una terraza.

La prematura muerte de la fotógrafa, joven, atrevida y atormentada, incubó la ficción de una gran artista perdida. La muerte autoinflingida, lo sabemos por otros casos, es el mejor alimento para la sacralización, y Woodman, que jamás expuso en vida sus fotos, es ahora una especie de deidad omninpresente.

Entiendo lo fascinante, por razones casi telúricas, de una niña de familia liberal perdida en los bosques de Boulder-Colorado, jugando con el vestuario, con espejos y superficies desconchadas, con restos biológicos, papeles troquelados y, sobre todo, con su propio cuerpo, principal soporte y sujeto de su obra. Francesca se desnudaba a la mínima porque quizá necesitaba la exposición extrema o, quién sabe, porque ante nadie más que el discreto ojo de su cámara era capaz de la indiscreción.

No soy fanático de Woodman, creo que nunca hizo más que una foto —lo sé y lo admito: gran parte de los fotógrafos son culpables del mismo pecado—, que estaba demasiado convencida de que Freud tenía razón en su bobalicona reducción de la existencia al binomio sexo-familia y que le faltó vida, por desgracia, para ejercitarse en el complejo arte de lidiar con uno mismo, pero admito la belleza cándida de sus ejercicios.

Rebecca Cairns

Rebecca Cairns

Puedo entender el culto e incluso la extrema veneración que en otros ámbitos llamaríamos integrismo, pero en el caso de Woodman el copismo empieza a cargarme por mera saturación.

La foto de la izquierda es de Rebecca Cairns, una dotada y aplaudida joven fotógrafa canadiense. Es tanta su deuda con Woodman que llegas a preguntarte si Cairns tiene algo que contar por sí misma. Echar un vistazo a su obra produce vergüenza ajena: los desnudos psiconalíticos en casas en ruinas se repiten como escalones infinitos.

No es el único caso de joven fotógrafa —hay también algún fotógrafo— aquejada de woodmanismo grave. Las redes sociales dedicadas a la imagen, en especial Flickr, donde el mimetismo ronda con un alto índice de contagio, están llena de fantasmales muchachas, casi siempre desnudas —la tersa carne postadolescente aumenta exponencialmente las visitas y la popularidad, que juegan a ser fantasmas, espíritus en pena, angustiadas ánimas de un mundo vaporoso, nuevas Francescas.

Ellen Rodgers

Ellen Rogers

La situación me convierte en un cínico. Me pregunto por qué lo hacen (admiración, homenaje, inseguridad, ganas de reinar entre la invisible multitud de los nichos digitales…) y la respuesta me importa un bledo —allá cada uno con el empleo de su tiempo y sus habilidades—, pero no puedo evitar la desazón de considerar que la oferta creativa de estas emuladoras se reduce, casi siempre, a irse al bosquecillo con un vestido de gasas y mostrar un pecho bien formado y su respectivo pezón.

Ánxel Grove

 

Solarixx

Solarixx

Lydia Roberts

Lydia Roberts

Dana Scully

Dara Scully

Joanna Pallaris

Joanna Pallaris

Allison Scarpulla

Allison Scarpulla

Katie Eleanor

Katie Eleanor

[Estos algunos ejemplos sobre los efectos del virus Woodman y aquí están las webs de las fotógrafas: Ellen Rodgers Rogers, Solarixx, Lydia Roberts, Dara Scully, Katie Eleanor, Joanna Pallaris, Allison Scarpulla]

¿Optará Tumblr por el e-cacareo y no por la imagen?

Captura de pantalla de la web corporativa de Tumblr

Captura de pantalla de la web corporativa de Tumblr

Hablé en este blog y en esta misma sección —Xpo, que cada jueves dedicamos a la fotografía— de la cada vez más escasa rendija que le dejan al arte fotográfico en las confusas redes sociales, galimatías de prácticas entrópicas y deshonestas donde resulta complejo discernir qué es de quién y por qué demonios lo comparte además de por darse un gusto y satisfacer el capricho del momento.

No sé si a ustedes les sucede, pero desde que Facebook introdujo el timeline, mi muro de usuario —y no soy en exceso compulsivo: sólo tengo 380 amigos, el eufemismo de la era Zuckerberg para denominar a los contactos, es decir, a las anotaciones en la agenda— está repleto de fotos, una tras otra, hasta cegar el instinto y anular la mirada. Algunas, las menos, son de fotógrafos; otras, de quienes sin empacho ni vergüenza se dicen fotógrafos porque papá les ha comprado una digital réflex y, las más, de personas que simplemente comparten una imagen sin citar autor, fuente, contexto… Aún no sé si lo hacen para que creamos que la foto la han tomado ellos o por simple deseo de llamar la atención.

He encontrado una alternativa tranquila en Tumblr, la plataforma de microblogs que está reventando las estadísticas: según datos de ayer, 55 millones de blogs y casi 23.000 millones de posts, es decir el equivalente a más de tres entradas por cada habitante humano del planeta Tierra.

Captura de pantalla del archivo de my Tumblr

Captura de pantalla del archivo de my Tumblr

Hace unos días recibí un correo de Tumblr. Me comunicaba que habían borrado una de las entradas de mi blog de fotografía en porque alguien se había dirigido a la empresa para comunicar que la obra tenía dueño. Añadían que estaba en mi derecho de pelear la decisión si consideraba que el copyright era mío —no lo era, se trataba de una foto de Herb Ritts— y me advertían que la violación continuada de los derechos de propiedad intelectual constituía motivo de cierre de un blog.

Abrí el blog en Tumblr —no viene al caso dar el nombre, no busco promoción— hace menos de tres años, tengo más de 8.000 seguidores y he posteado más de 20.700 imágenes. Sólo un porcentaje mínimo son mías. El resto es de fotógrafos que me gustan y a los que he encontrado el placer de coleccionar en esta ágil herramienta en la que puedes soñar con ser el curator de tu propia galería. Siempre cito autoría y casi siempre procedencia o fuente de orígen de la imagen. Hay excepciones: he escaneado algunos de mis libros de fotografía para colgar fotos y en esos casos menciono el título del libro y enlazo con alguna web donde pueda encontrarse referencia editorial.

Captura de pantalla del Storyboard de Tumblr

Captura de pantalla del Storyboard de Tumblr

Tumblr —una empresa que acabó 2011 con un valor estimado de 800 millones de dólares— acaba de anunciar que introducirá publicidad en la plataforma. Hace menos de dos años, el CEO de la compañía, el niño prodigio David Karp, prometió que la publicidad no llegaría porque diluiría la esencia de Tumblr.

Casi al mismo tiempo, la empresa ha estrenado un blog oficial, Storyboard, en el que se adivina un intento de sondear la posibilidad de crear red entre los usuarios.

Cuarta novedad: una productora de pornografía, Perfect 10, ha demandado a Tumblr por uso de material sujeto a legislación sobre derechos de autor. La misma empresa había denunciado antes a Google y el caso fue archivado, pero esta vez, dada la disparidad de criterios que abunda entre los jueces en esta materia, la denuncia podría ser admitida a trámite y, siempre en el terreno de las hipótesis, Tumblr tendría la posibilidad de hacer valer su contrato de servicio, que señala a los usuarios como responsables finales de cualquier demanda judicial. Es decir, estaría facultada para llevar al banquillo a los titulares de los blogs.

Por ahora temo bastante más la llegada de la publicidad y la posible mutación de Tumblr en neo red social, aspiración que también parece perseguir Flickr. De ser así, sentiría que otra vez mandan a la basura a la fotografía —o la pintura, o las bibliotecas, vean este maravilloso Tumblr— en beneficio del e-cacareo.

Ánxel Grove

Flickr cambia de interfaz y se ‘verbeniza’

Logotipo de Flickr

Logotipo de Flickr

Contraté mi primera cuenta en Flickr en diciembre de 2004, cuando la compañía, fundada unos meses antes, todavía pertenecía a Ludicorp, la modesta empresa que habían montado en Vancouver (Canadá) Stewart Butterfield y Caterina Fake, que entonces estaban casados.

Sigo teniendo la cuenta activa. Almacena casi 5.000 fotos (más de la mitad no son visibles para los visitantes, no me parece que tengan el mínimo interés que les reclamo para ser mostradas). Mi stream ha recibido medio millón de visitas.

Ha habido muchos avatares en estos ocho años. Algunos han sido buenos sin discusión alguna: he aprendido algo sobre fotografía gracias a la práctica y al feedback con otros flickeros; he conocido en persona a algunos de mis 1.700 contactos (174 catalogados como amigos); me han motivado la determinación, el carácter y la inspiración de otros e incluso logré que una agencia me comprara una foto para una campaña publicitaria, lo cual, siendo un amateur y no anunciando que mis imágenes están en venta, es casi milagroso.

Protesta contra la censura en Flickr

Protesta contra la censura en Flickr

Otras no han sido tan agradables: en 2007 muchos usuarios de Flickr protestamos contra la censura que admitía la empresa en China, Singapur, Hong Kong, Corea y Alemania -en estos dos últimos casos, por leyes nacionales relacionadas con protección de menores, en el resto, por mero control político-. Algunos amenazamos con largarnos a otros hospedajes fotográficos, pero lo cierto es que no lo hicimos.

En 2009, fecha a la que corresponde la foto de la izquierda, la protesta fue contra la amenaza de cierre del stream de la gran fotógrafa Tina Kazakhishvili, porque los jerarcas de Flickr que ejercen el filtrado de imágenes consideraban que su obra era demasiado explícita (simples desnudos artísticos y en contadas ocasiones). Unos cuantos montamos un debate público en los foros y logramos el mantenimiento de la cuenta.

Finalmente, un tercer grupo de peripecias han sido francamente decepcionantes. Cuando Flickr fue comprado por Yahoo, en marzo de 2005 y por 35 millones de dólares, unos 26,4 millones de dólares al cambio de hoy, temí, como tantos otros, que la operación acabase con el espíritu original de la web («ayudar a la gente a dar a conocer sus fotos a otras personas a quienes les interesen»), que se integraba en un grupo demasiado complejo para preocuparse por la fotografía como tal.

En estos momentos, con unos 40 millones de usuarios de pago y 6.000 millones de imágenes almacenadas, Flickr es demasiado grande como lugar de encuentro para compartir el placer o la afición por la fotografía. Cada vez se parece más a una red social al uso -con los peligros derivados: compadreo, endogamia, control, etiquetado y dirigismo- y menos a una web de fotografía.

El tráfico de visitantes ha decaído en los últimos años en Flickr. Mientras la subida de fotos a Facebook está en rápido ascenso, en Flickr ha bajado un 18 por ciento desde 2009. El año pasado se llegó a publicar que Yahoo estaba dispuesto a sacar al mercado a su filial fotográfica y escuchar ofertas de compra pese a que Flickr cerró el ejercicio con beneficios de 50 millones de dólares (37,7 millones de euros) solamente en ingresos por las cuentas Pro, que son realmente competitivas en tarifas: 24,95 dólares al año, unos 18,8 euros, con almacenamiento ilimitado de fotos.

Captura de pantalla del nuevo aspecto de Flickr

Captura de pantalla del nuevo aspecto de Flickr

Desde el día 28, el martes que viene, Flickr cambia de interfaz: las fotos aparecerán en la home de cada usuario con menos espacio entre una y otra y revelarán datos (día de publicación, etiquetas, localización, Efix…) a medida que el ratón circula sobre cada una. También estrenarán una nueva herramienta para subir fotos.

El nuevo diseño, que ha sido anunciado con cierta cautela (una entrevista aquí, otra alla) por el nuevo chico-maravilla de Flickr, Markus Spiering, jefe de producto de la empresa, trata de imitar sospechosamente al de Pinterest, la nueva sensación en las redes sociales en los EE UU, con 12 millones de usuarios únicos al mes, más que la suma de YouTube, Reddit, Google+, LinkedIn y MySpace (el crecimiento más rápido en tráfico en toda la historia de Internet).

A la nueva fiebre se ha apuntado la madre de Flickr, Caterina Fake, que está detrás de Pinwheel. ¿De qué se trata? Si Pinterest permite colgar imágenes en categorías en una especie de tablero (pin+interest, enganchar tus intereses), Pinwheel también permite geolocalizaciones. Ambos servicios todavía son por invitación.

¿Qué busca Flickr cambiando de cara y adoptando la de los recién llegados? La idea es dejar de lado la interfaz que estrenó en 2010 y que ya se considera old school -en Internet todo pasa de moderno a vintage entre un estornudo y el siguiente– y sustituirla por un modelo drag and drop (arratra y suelta) que quizá sea muy ágil para el comercio electrónico (llenar una e-cesta de productos a golpe de mouse) o las redes sociales más exhibicionistas («éste es el gadget que me gusta»), pero al que no encuentro sentido cuando se trata de fotografía.

Captura de pantalla del nuevo 'uploader' de Flickr

Captura de pantalla del nuevo 'uploader' de Flickr

Hace más de dos años cerré los comentarios en mi cuenta de Flickr. Estaba cansado de la infantil carrera de ratas de conseguir adjetivos que de tan sobados olían a lixiviados («stunning», «awesone», «massive», «art»…) y de la loa de los prosélitos. Creo en las fotos como necesidad, no como acto social.

Este nueva perversión lleva a Flickr a un terreno que no deseo pisar (entre otras cosas, porque ya lo piso con otras redes sociales) y deja el interés por la fotografía muy al fondo del plano y en absoluto desenfoque.

Me costará irme (las cadenas viejas son las que más aprietan) y tardaré unos meses en bajar mis 5.000 imágenes y ordenarlas por fechas -una de las funciones para las que utilizo Flickr es como directorio cronológico para localizar negativos-, pero la historia se ha acabado.

Les consentí que fuesen cómplices de la censura, pero no voy a tragar que la ceremonia privada de la fotografía se convierta en verbena.

Ánxel Grove

La misteriosa fotógrafa Brittany Markert

"Nida" - Britanny Market

"Nida" - Britanny Markert

«Bañada en negro y obsesionada por respirar, detenida en el largo pasillo iluminado en una noche que no olvidará».

Esta frase, acaso críptica, acompaña como única explicación literaria a la primera foto –la Polaroid de la izquierda– que vi de Britanny Markert.

Sucedió hace unos meses, en un vagabundeo sin destino por los arcanos pasillos de Flickr, donde las sorpresas son cada día menos frecuentes y el rayo de la revelación debe ser consumado: si encuentras algo, agótalo.

Supe que Britanny Markert era estadounidense -el paisaje fotográfico así lo indicaba-; joven -el tanteo, la inseguridad, el juego amable con la belleza-; que quizá provenga de un entorno económico saneado -el vestuario, los hoteles, la gente hermosa y bien alimentada que puebla sus fotos-; que goza con el tenebrismo y los rincones a los que no llega la mirada; que explora la sexualidad y el morbo…

Como vivo cerca de dónde ella vive, le escribí un mensaje interno. Una proposición decente: quedar para hacer fotos juntos. No recibí respuesta. Tampoco la esperaba. Creo que a Britanny Markert no le hacen falta los juegos en colectividad.

"Serenade Sublimina" - Britanny Market

"Serenade Sublimina" - Britanny Markert

Ahora descubro que la fotógrafa, a la que he seguido en silencio, participa en la edición de este año de la exposición colectiva 30 Under 30 | Women Photographers (30 de menos de 30 | Mujeres fotógrafas).

La foto de la izquierda, una joven yacente, paralizada por una contractura que parece radicar en el alma, es una de las que incluye en su slideshow. Forma parte de la serie Serenade Sublimina (Serenata Subliminal).

Mediante el texto informativo-biográfico que aporta a la exposición, he añadido algunos detalles al retrato interior y, por tanto, parcial, que me hago de Brittany Markert.

"Me" - Britanny Market

"Me" - Britanny Markert

Hace un año le regalaron una cámara réflex de 135 milímetros y se ha dedicado desde entonces a «estudiar fotografía analógica».

Su condición de novicia sólo añade asombro a la capacidad palpable de esta muchacha por revelarse, por mucho que, como en este autorretrato, sólo admita mostrarse desde el espejo deformante de la oscuridad.

El pequeño stament es previsible. En lo que a mí respecta, sobra frente a la oscura prosa de las imágenes: «Uso la fotografía para explorar un estado subliminal de la mente, un mundo con frecuencia saturado con recuerdos desvaídos y sueños obsesivos. Muchas de mis imágenes tiene que ver con mi interés en el estudio de los deseos insconscientes, el voyeurismo, la intimidad, la nostalgia y los desos no lineales del pasado, el futuro y el presente».

"Jamie" - Brittany Market

"Jamie" - Brittany Markert

No me hace falta tanto conceptualismo davidlynchiano y me quedo con el atestado vacío de las fotos de Markert: las chicas de ojos cerrados o consumidas por una luz extraterrenal, la acción esquiva cuyo centro ha sido removido y no resulta posible  encontrar, la falta absoluta de mientras tanto, la certeza de que no importa lo que esté sucediendo porque, en cualquier caso, nos arrasará sin remedio hagamos lo que hagamos y será eterno.

Para completar mi idea de Brittany Markert me son de más utilidad los «estímulos inspiradores» que cita la fotógrafa con deliciosa simpleza escolar:  «luz aislada, huecos de escaleras, bañeras, películas antiguas, edificios desolados, moteles, cortinas, ropa vieja y árboles que pierden las hojas».

(Sin título) - Britanny Market

(Sin título) - Britanny Markert

Leídos por segunda vez, haciendo de la enumeración un improbable poema, los sustantivos -siempre más elocuentes que los adjetivos y su indeterminación- adquieren el sentido atávico de una cadena.

Lean de nuevo los estímulos de Britanny Markert y, entre uno y el siguiente, inhalen, obsesionados, como la larga mujer de aquella primera Polaroid, por respirar: luz aislada / huecos de  escaleras / bañeras / películas antiguas / edificios desolados / moteles / cortinas / ropa vieja / árboles que pierden las hojas.

Ahora, con el último aliento, habrán encontrado a la gran narradora fotográfica en la que se convertirá muy pronto Britanny Markert.

Ánxel Grove

Una galería de atrocidades culinarias

Pastel de carne atrapado entre costillas con adornos

Pastel de carne ''atrapado' entre costillas con adornos

«Aquí gatito, gatito… Hora de tu cena», «Ese relleno no aguantará si tratas de comerlo con la mano (como se haría en un picnic). Claro que ese es el menor de los problemas en este caso».

El paso del tiempo puede ser cruel incluso con algo aparentemente anodino como la presentación de un plato, aunque a veces el problema sea la receta entera y no exista justificación alguna para el experimento.

Sobre una cama de asépticas lechugas y unos gajos de tomate, en un plato alargado de porcelana blanca descansa un pan de molde que por fuera parece como cualquier otro. La terrorífica diferencia está en el interior: el bollo entero está relleno de una masa indefinida entre la que sólo se pueden identificar granos de maíz y algún guisante.

Cangrejo diabólico

Cangrejo diabólico

Los comentarios dedicados al malogrado pastel aparecen en Gee, That Food Looks Terrible! (¡Vaya! ¡Esa comida tiene un aspecto horrible!), un grupo de Flickr con 431 miembros que se dedica desde 2008 a recopilar las fotos de comida más espeluznantes del pasado.

La administradora y fundadora del grupo se hace llamar Charm and Poise (Encanto y elegancia). Es una ávida coleccionista de recortes de revistas de amas de casa, anuarios escolares, manuales de etiqueta y todo lo que pueda contener un vestigio kitsch del pasado, especialmente desde los años cincuenta a los setenta.

La única premisa para contribuir a este recetario del infierno es que las fotos sean antiguas. «Si hiciste algo horrible para cenar o descubriste algo terrible en tu plato en un restaurante, entonces tendrás que encontrar otro lugar para compartir esas imágenes», aclara la administradora.

Los colores arrebatados y la vajilla trasnochada sirven de escenario a peligrosas gelatinas con tropezones y gambas que parecen pertenecer a las sobras de una fiesta, a un confuso bol de piña pasada con arroz blanco o a un peligroso pastel de carne rodeado de costillas y con un huevo incrustado. La colección es ideal para hacer dieta.

Helena Celdrán