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Los obsequios de los deprimidos a la humanidad

Dos docenas de deprimidos

Dos docenas de deprimidos

Son 24 personas a las que cualquiera de nosotros invitaría a cenar. Hay desde mitos febriles (Hepburn, Ford, Thurman), hasta glorias nacionales (Goya, Miró); desde cineastas de los de verdad (Bergman, Kurosawa, Allen) hasta trovadores y músicos (Cohen, Stipe, Springsteen, Clapton); desde ganadores de una guerra mundial contra el nazismo (Churchill) hasta símbolos de la libre información (Asange); desde escritores de ciencia ficción (Asimov) o cuentos de cuna (Andersen) hasta cronistas sociales (Dickens, Twain, Chandler, Capote); desde poetas (Baudelaire) hasta predictores de la pesadilla contemporánea (Kafka); desde científicos (Newton) hasta compositores de alta escuela (Mahler)…

En realidad me importan poco los nombres, pero mucho el grado de admiración [La Wikipedia tiene una larga lista de notables deprimidos para los curiosos].

Estoy seguro de que tras la cena todos ustedes dejarían que esta gente les llevara conduciendo a casa.

Todos, los 24, han estado en los pasillos opacos de la depresión, esa enfermedad que tanto y con tanta crueldad se ha mencionado estos días a partir del desastre del avión de Germanwings, causado, se nos dice con insistencia, por un enfermo de depresión.

¿Quién lo dice? Al parecer, el diario Bild, fuente primaria de un alto porcentaje de los bits informativos de esta marea trágica y dolorosa con 150 familias deslabazadas.

¿Es digno de crédito un medio con tetas en primera plana con frecuencia diaria, uno de los más condenados por difamación del mundo, creador de la invención de titulares —no es exageración, se jactan de ello— como enfoque informativo canónico, comprador dadivoso de testimonios, dejado en entredicho por la falta de humanidad de sus jefes y redactores en un par de libros del valiente reportero infiltrado Günter Wallraff, acusado con razón de sexismo desde la campaña Stop #BILDsexism, now…?

Los enfermos de depresión —una de cada veinte personas, 350 millones en el mundo, casi dos millones en Españahan sido señalados por pasiva y en ocasiones por activa de una manera tan impasible en estos días que en ocasiones costaba creer lo que estabas leyendo. Si un desdén similar se aplicara a otros grupos —digamos las madres lactantes, los homosexuales, los árabes o, yendo al extremo de los lobbys de presión, los perros y demás mascotas proliferantes entre quienes no sienten la vida completa si no la comparten con un animal— habría manifestaciones convocadas.

Hubo, por suerte, quien se convirtió en excepción mediática y alertó sobre la estigmatización, la marca de Caín, que se extendía con generalizadora alegría a todo el colectivo de enfermos.

Captura de la web de The Guardian

Captura de la web de The Guardian

El diario The Guardian —algo así como el envés del Bild para quienes aún creemos que el periodismo debe ser redentor o no ser— mantuvo el sábado durante varias horas esta noticia como apertura de su home: «No estigmaticen la depresión tras el accidente de Germanwings, dice un notable médico».

El decano de los psiquiatras ingleses y presidente del Royal College of Psychiatrists , el venerable y muy respetado Simon Wessely, advertía a las líneas aéreas y los medios de comunicación que dejasen de fomentar con irresponsabilidad el pánico:

He tratado a algunos pilotos con depresión y cuando se recuperan siguen siendo monitoreados. Dos de los que que he tratado han regresado a sus carreras con éxito. ¿Por qué no habrían de hacerlo? ¿Cuál es el problema en decir que has tenido un historial de depresión? ¿No se te debe permitir hacer lo que quieras? (Lo contrario) está tan mal como decir que a las personas con un historial de brazos rotos no se les debe permitir hacer algo.

Captura de The New Statestman

Captura de The New Statestman

Un día antes The New Statesman había elevado la voz contra la histeria promovida por el cacareo mediático con una información cargada de razón y crítica soterrada a la insensibilidad que predominaba: «Noticia chocante: en contra de lo que dicen los titulares la gente con depresión tiene trabajos».

La información, que respondía a las desgraciadas primeras planas de los tabloides británicos («¿Por qué demonios le dejaron volar?», titulaba el Daily Mail), señalaba:

En todo el mundo, las personas con problemas de salud mental funcionan de forma fiable en trabajos importantes como médicos y enfermeras, en la policía, los bomberos, como políticos… La verdad es que la mayoría de nosotros dependemos de las personas con depresión a lo largo de toda nuestra vida diaria (…) ¿Por qué nos debe indignar este caso? ¿Les quita el sueño a quienes se indignan que las personas con depresión a veces conduzcan coches con pasajeros?

Captura de El Mundo

Captura de El Mundo

Mientras escribo y rebusco, un contacto social llama mi atención con la única pieza de la prensa española —que yo sepa— que se encarga de ahondar, mediante la encuesta a especialistas, en la génesis del problema del copiloto causante de la masacre. Lo publicó El Mundo el sábado y los expertos, como sus colegas ingleses, llaman la atención sobre la inclemencia de señalar a los deprimidos:

Para [Mercedes] Navío [psiquiatra del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y responsable del programa de prevención del suicidio de la Comunidad de Madrid] y [Adela] González [presidenta de la Asociación Española de Psicología de la Aviación], si a algo contribuyen sucesos como este es a «aumentar el estigma y la discriminación» de las personas con enfermedades mentales. «La gran mayoría de las personas con trastornos psiquiátricos no son violentas. Es más, muchas veces ellas son las víctimas de agresiones; pero estas noticias contribuyen a que la gente piense lo contrario», apunta Navío.

Dada la tesitura que han tomado los acontecimientos, y para colaborar con las campañas en las redes sociales contra la lapidación de seres humanos porque sufren una patología —usen, si desean sumarse a las voces contra la iniquidad, las etiquetas  y —, creo que es conveniente la enumeración de unos cuantos regalos a la humanidad de los deprimidos, los tristes.

Glenn Gould reinventando a Bach; Nick Drake formulando la geografía de los espacios australes de la mente; Elliott Smith resumiendo la melancolía del destierro cotidiano; Richard Manuel perfilando el grito colectivo de la necesaria liberación; Gram Parsons negociando la ausencia; Townes Van Zandt esperando la llegada del tren que carece de horario…

Todos ellos, como tantos otros (Poe, Horacio, Miguel Angel, Hölderlin, Dante, Byron, Beethoven, Da Vinci, Nerval, Rimbaud, Salinger, Van Gogh…), eran deprimidos. Quizá porque eran notables y célebres no merecieron la intensidad del rechazo social impasible y lacerante. Acaso lo sufrieron con menos saña.

No comparto la fascinación trivial por los genios locos pese a que resulta evidente que algunas enfermedades mentales, quizá porque te dejan en carne viva, aumentan la sensibilidad y nos humanizan —el psiquiatra y antropólogo Phillipe Brenot opinaba que «creación y enfermedad proceden de los mismos mecanismos»—. Creo que todos preferirían la normalidad aún a costa de renunciar al genio a cambio de evitar la crueldad del dolor.

Me atrevo a afirmar que unos y otros deprimidos, los notables y los anónimos, saben, como postulaba el dicho de los indios pawnee que el secreto de la buena salud y la larga vida está en «acercarnos cantando a todo lo que encontremos».

No voy a añadir nada más sobre el asunto, del que hablé desde un punto de vista mucho más personal en mi web. Sólo anotar que preferiría volar en una aeronave al mando de un capitán con depresión que en otra manejada, por ejemplo, por un expiloto militar.

Jose Ángel González

Fotos que recobran la dignidad de adolescentes «de riesgo»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

La terminología académica, como todo glosario gremial, participa de una predisposición a la generalización de los dictámenes que establecen los roles entre el educando y el educador. No se toma en serio un deseable vademeco para la tipología de los docentes (el quemado, el fascista, el calienta sillas, el trepa, el cínico, el predicador, el enseñante, el progenitor, el descalificador…), pero sí se maneja un muy rico y perverso catálogo de alumnos: con necesidades especiales, hiperactivos, con déficit de atención, vástagos, asociales, payasos, outsiders, marginados, ausentes, cerrados

Algunas de estas categorías, todas tan excluyentes como la Judenstern que los nazis obligaban a los judios a coser en las pecheras, incluso han merecido el dudoso mérito de aparecer en las normas educativas y convertirse en siglas (¡y vaya siglas!, ACNEAE, alumnos con necesidades educativas especiales) para que no tengamos la necesidad de pronunciar cada letra y, por ende, nos sintamos menos culpables del veredicto sumarísimo. Un alumno de este tipo, dice la Ley Orgánica de Educación vigente (2006), es «aquel que requiera, por un periodo de su escolarización o a lo largo de toda ella, determinados apoyos y atenciones educativas específicas derivadas de discapacidad o trastornos graves de conducta».

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

En los EE UU, donde al menos funcionan mejor que en España en la construcción de siglas y terminología, adjudican a los chicos que no cuadran con la norma —y no debemos olvidar que tienen derecho a no cuadrar— la categoría de at-risk, en riesgo (de fracaso académico). Quienes se oponen a esta estigmatización —porque se preguntan: en riesgo, ¿de qué?, ¿tirarse de un puente?, ¿dedicarse a la especulación bursatil?, ¿alistarse en los marines?, ¿votar a Romney?, ¿emigrar a España?…—, proponen el más constructivo concepto de at-promise, que podría traducirse como prometedor.

Uno y otro término son, por desgracia, etiquetas. Cada uno de los muchachos que tienen el deber obligatorio de estudiar (con frecuencia asignaturas aburridas dictadas desde el pasado más remoto) tiene un nombre propio. Uno sólo.

La profesora de Inglés Amy Anderson decidió devolver a sus alumnos at-risk la dignidad que la etiqueta les había arrebatado. Lo hizo a través del proyecto fotográfico At Risk, with Promise (En riegso, con promesa), al que pertenecen los profundos retratos que ilustran esta entrada de nuestra sección fotográfica de los jueves, Xpo.

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Todos son alumnos del instituto Crossroads, de Coon Rapids, una ciudad de 60.000 habitantes en el norte lejano de Minnesota (EE UU). El centro es un alternative high school (instituto alternativo) que ofrece educación no tradicional y de currículo y programas muy abiertos para alumnos de riesgo. Anderson empezó con el proyecto en las clases de fotografía del curso de 2007 y le acaban de otorgar una ayuda pública —también en eso los yanquis ya nos ganan de calle— para que prosiga con la idea fuera del ámbito escolar.

Ninguno de los chicos y chicas de las fotos había sido capaz de permanecer en un centro educativo tradicional antes de matricularse en el Crossroads. «Algunos son  adolescentes brillantes, amables y comunicativos. Otros, víctimas de abusos, toxicómanos y rabiosos. Muchos son ambas cosas. Ha sido un gran honor compartir mi vida con ellos durante los últimos cuatro años», explica Anderson en el statement del proyecto.

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Aquí están, en la zona de fumadores anexa al instituto, ante una cámara de film, posando tras pactar, negociar y discutir de igual a igual con la fotógrafa la imagen que deseaban transmitir y sometiéndose al lento proceso previo de la medición de luz, la búsqueda de cuadro, las pruebas…

«Intento mostrar a estos chicos de una forma en que la gente nunca los ha visto. Muchos adolescentes se sienten desconectados y no son capaces de apreciar su potencial y sus valores (…) Están en el inicio de un viaje y todos transportan las heridas y temores del pasado. Siempre tendré mi objetivo dispuesto para ser una herramienta que les permita autorretratarse, tener una nueva visión de ellos mismos«, explica la profesora-fotógrafa que ha logrado mostrar sin estigmas ni etiquetas a los muchachos de riesgo.

Ánxel Grove

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»

Amy Anderson - "At Risk, With Promise"

Amy Anderson – «At Risk, With Promise»