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Trump coloca la utopía oscura ‘1984’ en el primer lugar en ventas en Amazon

La edición de bolsillo de '1984' que ocupa el primer puesto entre los best sellers de Amazon

La edición de bolsillo de ‘1984’ que ocupa el primer puesto entre los best sellers de Amazon

Encabezando la lista de libros más vendidos de Amazon acaba de aparecer, como por sortilegio, 1984, de George Orwell, una novela que parece especialmente peligrosa entre recetarios de cocina, abecedarios de guardería, vulgares sagas románticas y manuales para ganar amigos e influencia.

¿Qué ha pasado para que suceda tamaño prodigio: la llegada triunfal a la cima de la lista de una de las obras más predictivas y temibles, por lo que contiene de verdad y profecía, de la literatura del siglo XX?

La culpa la tienen Donald Trump y su asesora senior y exjefa de campaña, Kellyanne Conway —la primera mujer, circunstancia que no se ha mencionado lo suficiente (pese a todo el vocerío feminista), en llevar la gerencia de un candidato ganador—.

Aunque pasa por ser una avezada consejera que se ha encargado de templar los ánimos de prehomínido de su patrón, Conway se puso furiosa cuando un presentador de la NBC le echó en cara las «mentiras» del presidente sobre el número de personas que asistieron a la toma de posesión —muy pocas según las imágenes comparativas con otros actos similares—.

Preguntada sobre cómo era posible que el jefe de Prensa de Trump, Sean Spicer, hablara, en su primera comparecencia pública, de la «más numerosa asistencia a una toma de posesión» de la historia y acusara a los medios, como también hizo Trump, de manipular imágenes y datos, la pizpireta Conway dijo que la Casa Blanca manejaba «alternative facts» (hechos alternativos), sin percatarse, siendo bien pensantes, de que la expresión es una paradoja.

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Venden la mejor colección de arte ‘underground’ de la URSS, reunida por una superviviente de Auschwitz

'Circus', 1969 - Oleg Tselkov - Cortesía: Sotheby's

‘Circus’, 1969 – Oleg Tselkov – Cortesía: Sotheby’s

Del arte underground (subterráneo) sabemos mucho en Occidente. Los creadores que alguna vez secundaron la estancia en los márgenes ajenos al sistema capitalista del mercadeo cultural son hoy, sobre todo los estadounidenses, figurar estelares. En las décadas de los años sesenta y setenta se atrevieron a ejercer la negativa a la absorción, jugaron con plantemientos rebeldes —la autoedición, la distribución de fanzines y cómix, la cartelería, las portadas de los discos de rock psicodélico, el desprecio por las plusvalías…— y sobrevivieron con mayor o menor fortuna, aunque, en ningún caso, poniendo la vida en peligro.

Del otro lado del Telón de Cero el asunto era más complejo, aunque también allí fermentó lo underground, al que algunos críticos llaman arte no conformista soviético, cuya presencia puede encontrarse entre 1953, tras la muerte de Stalin, y 1986, con la llegada de la perestroika. Los creadores de la URSS, oxigenados por el tímido pero creciente liberalismo que medró con la apertura iniciada en 1956 tras un discurso secreto —había voluntad de apertura pero no era el momento de abrir del todo las ventanas— del nuevo hombre fuerte del sistema, Nikita Khrushchev, quien en el vigésimo congreso del Partido Comunista dió por eliminado el culto a la personalidad estalinista y aseguró que los artistas no sufrirían repercusiones ni serían reprimidos aunque se apartasen del realismo socialista impuesto como estilo único hasta entonces.

La mejor colección del inmerecidamente poco conociodo arte underground de la URSS durante las siguientes más de tres décadas sale a la venta hoy en una subasta en Londres. Fue reunida por una superviviente como agradecimiento y honra a los soldados de la URSS que liberaron a los prisioneros del campo nazi de exterminio de Auschwitz, donde fueron gaseadas 1.100.000 personas.

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Los pecados del camarada Seeger

Pete Seeger en 1955

Pete Seeger en 1955

Hace una semana, sólo unas horas después de la muerte de Pete Seeger a los 94 años en un hospital presbiteriano de Nueva York, dos personajes de gran empaque pop abrieron la boca para hablar del fallecido. Barack Obama dijo: «A lo largo de los años Pete usó su voz y su martillo para golpear por los derechos civiles y de los trabajadores, por la paz mundial y la conservación del medio ambiente». Bruce Sprigteen añadió que Seeger «era el padre de la música folk estadounidense» y «un héroe».

Primero: les juro que el presidente de los EE UU y de Guantánamo usó la palabra «martillo», lo que demuestra que conoce lo básico del cancionero de Seeger —If I Had a Hammer (Si tuviera un martillo), una especie de nana progresista— y que la topología semántica de Lacan (somos y tememos lo que decimos) sigue siendo instrumentalmente válida. Obama, víctima de un episodio lacaniano de estadio del espejo, realmente no dijo «su voz y su martillo», sino «su hoz y su martillo», lo cual es históricamente adecuado para referirse a un personaje como Seeger, que no renegó del estalinismo hasta 1982, cuando tenía 63 años, los muchos millones de cadáveres del gran terror de Stalin se habían simbiotizado con la tierra décadas antes y el mundo entero sabía, desde 1953 (por medio del camarada Kruschev), que el trigo del paraíso de los trabajadores estaba abonado con cadáveres.

Segundo: les juro que el Boss dijo «padre» del folk cuando consta que Springsteen, un tipo educado en lo musical, sabe de la existencia de Woody Guthrie, la Carter Family y Hank Williams, a quienes, dada la inmensidad de sus obras, resulta tan criminal como los gulags de Stalin colocar por debajo de la supuesta paternidad de Seeger, cuyo mayor aporte al folk fue comercializar un muy exitoso curso para aprender a tocar el banjo y cantar canciones que habían compuesto y cantaban mejor otros. Seré justo: con dos o tres excepciones, una de las cuales, Turn! Turn! Turn!, por cierto, es una adaptación (léase copia) del Eclesiastés bíblico, y otra, We Shall Overcome, una reinterpretación de un espiritual que cantaban los negros en las capillas. Es muy digno de otro estadio del espejo la insistencia de los comunistas en reconocer las bondades literarias de las expresiones de la fé católica.

Bob Dylan y Pete Seeger en el Festival de Newport de 1963

Bob Dylan y Pete Seeger en el Festival de Newport de 1963

¿Héroe? El adjetivo se vende barato, es cierto, pero es un desatino aplicarlo al empresario y organizador de los festivales de Newport, pensados para la izquierda exquisita, universitaria y adinerada que veraneaba en la costa del pueblo de Rhode Island y deseaba ventilarse escuchando, entre un gin fizz y el siguiente, algo de música del pueblo pero, por favor, sin olor a estiercol y debidamente tamizada y corregida para evitar incorreciones como el machismo de los bluesmen jactándose de maltratar a sus mujeres, tema recurrente en el cancionero negro del sur profundo de los EE UU, o el parafascismo de los hillbilies, los primeros en practicar el supremacismo ario.

Seeger transitó por el mundo llamándose comunista: militó, tuvo carnet y fue víctima de la caza de brujas del maccarthismo aunque salió muy bien parado de la investigación (no pisó la cárcel) porque era indiscutible su devoción patria por los EE UU y su vernacular estilo no tenía nada de bolchevique. El suyo era un comunismo estético que recuerda a esos que proclaman sin que venga a cuento su ateismo mientras beben una cerveza y, sin solución de continuidad, una vez establecido el estatus de ahora-ya-sabes-lo-que-molo-muchacha, pasan a loar el buen cine de San Tarantino, que es a las películas lo que Seeger a la música: un masticador-deglutidor de los hallazgos de otros.

Con mucha posterioridad a Pol Pot, Mao, Castro y otros gestores del comunismo con las manos teñidas de sangre (y no se puede olvidar en este punto que el pseudo padre del folk defendió en todas las tribunas el pacto diabólico Hitler-Stalin de 1939), Seeger aún seguía afirmando que el sistema comunista era el mejor. En una entrevista en 1995 dijo: «Todavía me considero un comunista, porque el comunismo tiene tanto que ver con Rusia como el cristianismo con la Iglesia», olvidando que la esencia del marxismo leninismo, sea cual sea su forma, es la eliminación del individuo en el vientre voraz del Estado y el partido del que sólo emergen, como heces idénticas, individuos planos y sin  nombre. En 2007, acaso en un examen de conciencia premorturio, el cantante manifestó sus errores: «Quizá debí haber visitado los gulags cuando estuve en la URSS en 1965″, declaró en un mea culpa formulado muy a destiempo.

Bob Dylan en Newport-1965, eléctrico por primera vez

Bob Dylan en Newport en 1965, tocando en directo por primera vez con un grupo eléctrico

Quiero regresar a la heroicidad de Seeger mencionada por Springsteen, enlazándola con la actuación pública que mejor dibuja el talante del personaje: el tantas veces recordado incidente del 24 de julio de 1965 en el Festival de Newport, cuando Seeger quiso cortar el sonido de la primera actuación eléctrica de Bob Dylan, quien, acompañado por la Paul Butterfield Blues Band, indicaba a los asistentes que le habían venerado en las ediciones anteriores del evento (Seeger entre ellos, siempre dispuesto a presentarse como «descubridor» del cantautor cuando en realidad se enteró a toro pasado de su poderío) que ahora sí, los tiempos estaban cambiando, y convenía tocar rock and roll otra vez en vez de folk de pub cervecero irlandés.

Aunque se ha escrito que Seeger pretendió dirigirse a la mesa de sonido y cortar los cables con un hacha —imagen muy soviet— para interrumpir el sacrilegio burgués que Dylan cometía: decibelios, letras simbolista-surrealistas y la mente acelerada por la bencedrina, lo cierto es que sólo mencionó literalmente la posibildad. «¡Si tuviera a mano un hacha me encargaba personalmente de acabar con esto!», dijo el «héroe» de Springsteen, a quien Seeger también hubiera atacado con un hacha de ser el Boss quien ocupase en el lugar de Dylan en aquella tarde de 1965.

La explosión de ira del camarada Seeger, que nunca negó y no es, como sostienen algunos exegetas, un invento (hay testimomios de testigos presentes en Bob Dylan. Behind the Shades, la muy seria biografía oral escrita por Clinton Heylin), situó al folklorista en el lugar reaccionario que merece. Tenía miedo de perder a las nuevas generaciones inconformistas que estaban regresando a la esencia voluptuosa del rock, consumían drogas y entendían que, de existir algún camino de liberación, pasaba por el ni dios ni amo anarquista y no por las consideración de catecismo de las obras completas de Marx. El sexo, la sustancias intoxicantes y la negación del poder central fueron y aún son las peores pesadillas de cualquier comunista. Seeger lo demostró en Newport en 1965 con su histórica pataleta de caudillo político.

"Songs of the Spanish Civil War, Vol. 1: Songs of the Lincoln Brigade, Six Songs for Democracy" (Folkways Records)

«Songs of the Spanish Civil War, Vol. 1: Songs of the Lincoln Brigade, Six Songs for Democracy» (Folkways Records)

Un apunte final que imbrica a Seeger con España. En 1940 grabó una serie de canciones, versiones de temas de los combatientes republicanos en la Guerra Civil, para loar la participación en la contienda de la Brigada Lincoln, donde combatieron 500 voluntarios estadounidenses para defender la legalidad democrática frente al golpe de estado bélico de los franquistas.

Durante toda su vida, Seeger se presentó como paladín del antifascismo en España, país al que no acudió durante la Guerra Civil —pudo hacerlo: en aquella época se dedicaba a la vida social de los activistas de salón en los EE UU—, sin citar ni una sola vez que el valiente y admirable idealismo de la Brigada Lincoln fue tan admirable como ciego: los voluntarios fueron empleados como carne de cañón en misiones suicidas ordenadas por los comisarios políticos János Gálicz (húngaro-ruso) y Harry Haywood (estadounidense), ambos militantes del Partido Comunista de la URSS que únicamente obedecían órdenes de Stalin y no del Gobierno de la República y enviaron a los brigadistas a la matanza.

No sé si en el funeral de Seeger colocaron un banjo como símbolo póstumo del folklorista. Lo justo hubiera sido añadir una hoz, un martillo y un hacha.

Ánxel Grove

Beatles 17 – Rolling Stones 10

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Nueve ingleses con más importancia cultural que Dickens y la Encyclopaedia Britannica. Nueve músicos que reinterpretaron el legado doliente del blues, la embestida sexual del rock and roll y el brillo inmediato del pop para construir algo que, de tan nuevo y bravo, estallaba en las manos de los mayores y hacía diabluras bajo las sábanas de los adolescentes. Los Beatles y los Rolling Stones.

Este año se cumple medio siglo de dos sucesos bautismales: la edición del single de debut los Beatles (5 de octubre de 1962) y la primera actuación de los Rolling Stones (12 de julio de 1962) —que se hacían llamar The Rollin’ Stones, con apóstrofe—.

La efeméride en estéreo viene bien para revivir una de las batallas incruentas más reiteradas: Liverpool contra Londres, scouse contra cockney, provincia contra capital, Mersey contra Támesis…

En la certeza de que la guerra es absurda porque ambos grupos son fascinantes, pero admitiendo que la rivalidad existió y existe —¿quién no ha intervenido en un fructífero combate de café sobre el asunto?—, voy a desplegar una decena de campos de debate a la luz de los cuales desarrollaré otra vez el enfrentamiento. Como demanda el clima del momento futbolístico, en cada asunto otorgaré tres puntos al ganador y ninguno al perdedor. En caso de empate, uno para cada uno.

Todo listo para el clásico infinito: Beatles contra Rolling Stones.

Primeros 'singles' de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

Primeros ‘singles’ de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

1. Ventas. Primero, sobre todo para sacarnos de encima el pegajoso tacto del maldito papel moneda, vamos con el dinero.  Según los datos disponibles, que no siempre son exactos —hay mucha caja negra en esta historia—, los Beatles ganan de calle a los Rolling Stones (y a todos los demás), con 250 millones de discos vendidos y certificados, cantidad a todas luces recortada: una aproximación más objetiva estaría entre los 600 millones y el billón los 1.000 millones de unidades. Los Rolling Stones están bastante más abajo: 89,5 millones certificados y 200 millones reales. Beatles: 3 puntos.

John Lennon y Mick Jagger, 1968

John Lennon y Mick Jagger, 1968

2. Conciencia. Asunto peliagudo que abordo con la necesaria retranca —hablamos de personas multimillonarias, es decir, contaminadas por la necedad de la sobreabundancia— y siguiendo la definición marxista de la conciencia de clase (tener claro que las relaciones sociales se mueven por antagonismos, sean económicos, políticos, culturales…). Me tocó vivir —apunte defensivo: conjugo el verbo vivir con derecho, desde 1964 escuché a ambos grupos en tiempo presente, no soy un recién llegado en estos altares— la sensación de que los Beatles eran los chicos buenos y los Rolling Stones los pillastres. A medida que me saqué de encima la propaganda de la mercadotecnia entendí que la ecuación estaba contaminada: los primeros eran los verdaderos parias —clase baja, infancias complejas, hogares disfuncionales, necesidad de ganarse la vida desde bien pronto, emigración a Hamburgo para tocar en sesiones eternas en burdeles…—, mientras que los Rolling Stones procedían de familias con ingresos estables, estudiaban Artes y no necesitaban sudar para comprar los discos de blues estadounidense que veneraban. Ninguno de ambos grupos fue un ejemplo de coherencia con la comunidad: los Beatles criticaron en una canción (Taxman, escrita por George Harrison) el modelo progresivo de gravar a los ricos con impuestos para pagar las necesidades sociales y los Rolling Stones emigraron en los años setenta a la Costa Azul francesa para huir de las cargas fiscales. Ambos grupos actuaron en países gobernados por dictadores (los Beatles, en la España de Franco y las Filipinas de Marcos, y los Rolling Stones en la Polonia del estalinista Gierek y en el Israel del sionismo belicoso y excluyente por la vía de las balas)… Empate. Un punto para cada uno.

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

3. Personajes / Personas. Los Beatles eran material químico de extrema efectividad, elementos complementarios: la rabia primaria de John Lennon perdía las aristas de la jactancia gracias a la inteligencia musical de Paul McCartney —el más músico de los cuatro beatles se mire por donde se mire— y la blandenguería emocional de éste era tamizada por la ironía casi cínica del primero. En los Rolling Stones el equilibro era más inestable y dependía en exceso de Mick Jagger, un tipo cerebral, muy inteligente, competitivo y codicioso. Su socio de confianza, Keith Richards, es un animal de extraordinaria vitalidad y gran cultura musical, pero incapaz, como ha demostrado en solitario, de dar forma sin la ayuda de Jagger a un proyecto coherente. A Brian Jones, lo sacó de enmedio la intemperancia cuando empezaba a despuntar como voz disonante ante el gobierno de Jagger & Richards. Los actores secundarios beatles (Harrison, Ringo Star) y stones (Bill Wyman, Charlie Watts, Mick Taylor y Ronnie Wood) son de parecido carácter: prescindibles y ensombrecidos. Quizá merezca una cierta consideración Harrison, pero su aportación a los Beatles fue tan discreta —una canción por disco, aunque a menudo muy buena— y tan mediocre su obra en solitario que no cuenta a la hora de medir efectos globales. Dadas las derivas de todos los actores principales —McCartney y Jagger convertidos en nobles domesticados y hombres de negocios de maletín y corbata; Lennon, en un cadáver venerado con ciego fanatismo, y Richards, en una caricatura para películas de piratas—, empate. Un punto para cada uno.

"Let It Be" (The Beatles, mayo de 1970), "Let It Bleed" (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

«Let It Be» (The Beatles, mayo de 1970), «Let It Bleed» (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

4. Música. En cantidad ganan los Rolling Stones por una tosca cuestión temporal: llevan cinco décadas tocando y han editado como grupo 26 álbumes de estudio. La carrera de los Beatles fue muy corta en duración (1962-1970) y concisa en resultados: 12 álbumes. También en lo musical hay demasiado cliché y lugar común en la liza. Ni los Beatles fueron los apóstoles de la psicodelia, ni los Rolling Stones el coro de la revuelta callejera por el camino del rock and roll, entre otras cosas, según creo, porque los Beatles tocaban mejor rock and roll (por ejemplo, Yer Blues) que los Rolling Stones y éstos, por muy bien que se manejasen como twisters lascivos (Can’t You Hear Me Knockin’), jamás fueron capaces de elaborar viajes sonoros que compendiaban una época (Tomorrow Never Knows). Los stones sabían que eran inferiores musicalmente y, después de mucho emular a los Beatles, sólo fueron capaces de desarrollar su mejor versión cuando éstos se separaron. Beatles: 3 puntos.

"The Beatles" (The Beatles, noviembre de 1968) - "Beggar's Banquet" (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

«The Beatles» (The Beatles, noviembre de 1968) – «Beggar’s Banquet» (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

5. Letras. No estamos aquí en un territorio en el que hayan brillado ninguno de los dos contendientes. Las letras de los Beatles son malas de solemnidad (ñoñas, tontorronas, dignas de intérpretes de canción ligera…) y no soportan una lectura ni siquiera benevolente hasta Rubber Soul (1965). Incluso después, McCartney siguió adelante con su estilo de letrista de barraca de atracciones (paradigma: Obladi Oblada) o apostolado mariano (Let It Be…) y Lennon con los ejercicios escolares de libre asociación bajo los que subyacía un deseo muy pueril de ser considerado Artista (Hapiness Is a Warm Gun). Jagger y Richards empezaron casi peor, con clonaciones fallidas de lamentos negros (Heart of Stone) o aullidos de macho dominante (Under My Thumb), pero mejoraron con el tiempo y, entre 1968 y 1974, escribieron excelentes letras de canciones con economía de medios y ninguna petulancia: poesía apocalíptica (Sympathy for the Devil), volcánica (Gimme Shelter) y saturnal (Sister Morphine). Rolling Stones: 3 puntos.

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

6. Influencia. En ambos casos, enorme y difícil de evaluar. Entiendo que en el caso de los Rolling Stones la sombra que proyectan hacia el futuro es menos musical que relacionada con eso que llaman actitud, es decir, pasarela —con peripatéticas reencarnaciones como las de Pereza o algunos otros grupitos de barrio—, mientras que el sonido beatle ha estado muy presente en las últimas décadas. Por otra parte, como ha escrito el periodista Robert Greenfield (libre de sopechas de favoritsmo: es estoniano de pies a cabeza y autor del libro Viajando con los Rolling Stones), los Beatles pertenecen al género de artistas «únicos y revolucionarios» que no aparecen como «constreñidos por su tiempo». La huella que dejaron en la sociedad del siglo XX es incomparablemente mayor que la de los Rolling Stones, que con el paso de los años ha terminado por ser un canto a la buena vejez derivada de la gimnasia (Jagger) o de la heroína y los médicos privados (Richards). Beatles: 3 puntos.

"Revolver" (The Beatles, 1966) y "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

«Revolver» (The Beatles, 1966) y «Exile on Main St.» (The Rolling Stones, 1972)

7. Mejores discos. Para mi gusto los vértices más elevados de las carreras de los grupos enemigos son Revolver (1966) y Exile on Main St. (1972). En el primero los Beatles rompieron con el pop-rock de cuatro compases de la beatlemanía y se abrieron a la experimentación y las canciones circulares, sin principio ni final definidos. El álbum doble de los Rolling Stones, grabado en un ambiente de disoluta corrupción en un antiguo cuartel de las SS en el sur de Francia, es el disco de rock más sucio de la historia: el ambiente y sus errores son tangibles en el resultado y convierten el álbum en un documento vivo, alejado de toda pose. Por el riesgo y el atrevimiento, se llevan el triunfo. Rolling Stones: 3 puntos.

"Please Please Me" (The Beatles, 1963) y "Bridges to Babylon" (The Rolling Stones, 1997)

«Please Please Me» (The Beatles, 1963) y «Bridges to Babylon» (The Rolling Stones, 1997)

8. Peores discos. El debut de los Beatles, Please Please Me (1963), y el último disco de los Rolling Stones durante la década de los noventa, Bridges to Babylon (1997), son piezas a destruir o, como poco, a evitar. Los de Liverpool, producidos como si de una rondalla se tratase, suenan débiles y culminan aproximaciones vergonzantes a canciones tocadas antes por The Shirelles, The Cookies y los Top Notes, grupos que les derrotaban en alma y sentimiento —aunque, al parecer, el público blanco no lo sabía, acaso porque falta de costumbre o interés en escuchar a grupos negros—. El de los Rolling Stones es una estafa cuya venta y difusión pública debería tener cabida en el Código Penal. La jugada de contratar a productores modernos (The Dust Brothers) le salió mal a Jagger & Richards —por otro lado, distanciados y sólo amarrados por el ansia de dólares derivada de la marca registrada— y las canciones son amaneradas y merecedoras de pedradas contra los ejecutantes. Empate: un punto para cada uno.

"Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (The Beatles, junio de 1967) y "Their Satanic Majesties Request" (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

«Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» (The Beatles, junio de 1967) y «Their Satanic Majesties Request» (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

9. Virtudes y pecados. Entre las primeras, la más trascendente: hacernos felices y poner música a los mejores años posibles (ahora lo sabemos: sólo nos aguarda el abismo). Los Beatles eran un referente y cada disco, un chispazo anímico. Ellos ponían la iluminación y los Rolling Stones se encargaban del ruido. Los pecados no son menos abundantes. En el casillero de los Rolling Stones: la tétrica pasividad con que Jagger se enfrentó al asesinato de un asistente al concierto de Altamont de 1969, acuchillado por un ángel del infierno contratado como gorila; el intento de robo a cara descubierta del blues You Gotta Move, grabado por el grupo sin mencionar a su autor, Mississippi Fred McDowell; la perversa poética con la que afrontaron la desgraciada muerte de Brian Jones, al que habían expulsado del grupo por, entre otras cuestiones, celos profesionales; su descarado copismo de los Beatles… Éstos pecaron de prepotentes con sus ambiciones cinematográficas y de mecenazgo; cayeron en las redes del falso gurú Maharishi Mahesh Yogui, al que Harrison apoyó de por vida; Lennon se dejó embaucar por la pseudo artista Yoko Ono, una vividora de la subvención, y practicó un izquierdismo muy de boutique pero descerebrado —donaciones dinerarias al IRA incluidas—; manipularon sus biografías oficiales para entrar dentro de la corrección Cirque du Soleil para niños y adultos que venden los herederos —las aficiones de Lennon por la heroína y el maltrato físico a su primera mujer fueron borrados de las cronologías—; las operaciones de mejora estética de McCartney y su sofocante omnipresencia… Empate: un punto para cada uno.

Respetables Señores Iconos

Respetables Señores Iconos

10. Cincuenta años después. La cubierta del mensual Uncut es algo más que una portada de revista: es también la manifestación de una tragedia y el acta de una derrota entreguista. Ninguno de esos dos cantamañanas —que deberían regalar al mundo, ya que no dejaron bellos cadáveres, el alivio de una inmediata jubilación— hubiera aparecido bajo el titular «100 iconos del rock y el cine en la música y las películas que cambiaron nuestro mundo» si les restase algo de respeto por lo que fueron y significaron los Beatles y los Rolling Stones. No reniego de los caminos que me mostraron, pero ¿queda algo del recorrido de aquellas sendas de liberación o han sido inutilizadas? Creo que no me toca responder, pero en el enfrentamiento del futuro sigo apostando por los Beatles, menos cómodos, más rebeldes —pese al cordero Sir McCartney— que los orgullosos pijos Rolling Stones. Beatles: 3 puntos.

Resultado final: Beatles, 17 – Rolling Stones, 10

Ánxel Grove

La tentación de diez libros peligrosos

"Leo libros prohibidos"

"Leo libros prohibidos"

La chapa de la izquierda debería ser llevada, en la solapa o en el corazón, por la humanidad entera. «Yo leo libros prohibidos». Quizá no haya una escuela pedagógica más fructífera contra los dictados del pensamiento plano. Quizá no haya una actitud política más apropiada contra el amansamiento de las conciencias.

Libros prohibidos. El simple matrimonio del sustantivo y el adjetivo pronuncia una invitación al pecado, que, como sabemos, es también la puerta de entrada en la santidad.

Los poderosos, los que ocultan algo, los que destacan en la carrera de ratas, los cosechadores de ideologías, las personas con agua bendita en el aliento y azufre escondido en el puño, en suma, la mala gente, siempre ha prohibido libros. Nunca necesitaron razones porque les basta el capricho.

Desde el Index librorum prohibitorum et expurgatorum, el catálogo de libros peligrosos de la curia romana, que logró, con su buen tino habitual para recomendar buenos autores mediante la excomunión, congregar a escritores suficientes como para vivir gracias a ellos (Sartre, Voltaire, Montaigne, Descartes, Casanova, Stendhal, Hugo, Dumas, Rabelais, Greene, Unamuno, Milton…), hasta la fatwa contra Los Versos Satánicos, la historia está llena de tantos libros prohibidos que no son necesarios los autorizados (si es que una literatura autorizada —digamos Pérez Reverte o Isabelita Allende— mereciese otra cosa distinta al desprecio). En el dislate de condenar a un libro incluyo también la muy alemana prohibición de editar el Mein Kampf de uno de sus ex jefes de Estado mientras se permite el comercio con las «copias existentes» y se practica el hípernacionalismo parlamentario que, como bien sabemos, incubó al huevo de la serpiente.

En medio de la santa semana es un placer recomendar una decena de libros peligrosos. No todos son obras maestras, pero su condena los convierte en maestras tentaciones.

Edición de "The Meritorious Price of Our Redemption" (1650)

Edición de "The Meritorious Price of Our Redemption" (1650)

1. Los Pynchon, en problemas desde el XVII. El primer libro prohibido en América fue The Meritorious Pride of Our Redemption, una crítica al calvinismo puritano publicada en 1650 y escrita por William Pynchon, próspero granjero ilustrado y fundador de la ciudad de Springfield-Massachusetts (EE UU). Hombre de paz y defensor del entendimiento con los nativos del nuevo mundo, Pynchon desató la pasión lectora entre los pobladores de la zona al reclamar un código moral basado en la bondad y la obediencia frente al castigo y el sufrimiento calvinistas. Acusado de herejía por los tribunales, el autor sufrió vejaciones por negarse a la retractación pública de sus opiniones. Para curarse en salud transfirió sus tierras y propiedades a su primogénito y se embarcó hacia Londres, donde murió en 1662. El caso del primer escritor sometido a la persecución por delito de opinión en América tiene un hermoso giro al considerar que Pynchon es un ancestro directo del novelista contemporáneo, iconoclasta y misterioso, Thomas Pynchon, un autor que padece fobia social y escribe sobre la entropía y la decadencia.

Primera edición en libro de "Madame Bovary" (1857)

Primera edición en libro de "Madame Bovary" (1857)

2. «Poesía del adulterio». Rebeldía, melodrama, violencia y sexo. La peripecia de Emma Bovary (adúltera, trágica, infeliz, irresistible) fue perseguida por la justicia francesa. Aunque hoy resulte incomprensible cualquier tipo de acusación contra una obra que, a nuestros ojos, es light en grado sumo, la justicia francesa persiguió con saña a Madame Bovary, una de las obras maestras del realismo, acusada de osbcena e inmoral por la fiscalía cuando su autor, Gustave Flaubert, que había empezado la redacción en 1851 y trabajado en jornadas diarias de doce horas, la publicó por entregas, entre octubre y diciembre de 1856, en La Revue de Paris y al año siguiente en libro. El juicio, que terminó con la absolución del escritor pero minó su delicada salud —sufría epilepsia—, convirtió la novela en un best seller que se leía por las calles y en los salones. La acusación pública acusó al novelista de propagar la «poesía del adulterio» y describir con demasiado realismo la «mediocridad de la vida doméstica».

Primera edición de "Alice's Adventures in Wonderlan" (1865)

Primera edición de "Alice's Adventures in Wonderland" (1865)

3. «Los animales no deben hablar». La fantasía alocada y, al tiempo, basada en la lógica formal y las matemáticas, de Las aventuras de Alicia en el País de las maravillas también ha afrontado prohibiciones y censuras, aunque, como corresponde a un libro abierto al amplio horizonte de la imaginación, fueron bastante desternillantes. La novela del diácono anglicano Lewis Carroll, publicada por primera vez en 1865 (sólo 2.000 ejemplares que se agotaron casi de inmediato y desataron un fanatismo instantáneo en lectores tan opuestos como el joven Oscar Wilde y la Reina Victoria), fue prohibida en 1900 en el instituto de secundaria Woodsville, en Haverhill-New Hampshire (EE UU), porque contiene, según adujo la dirección del centro, «referencias a la masturbación» y a las «fantasías sexuales» y se burla del ceremonial religioso. Años más tarde, en 1931, el libro, que ha sido traducido a casi cien idiomas, fue censurado de manera unilateral por el gobernador de la provincia china de Hunan, por un motivo todavía más insólito al considerar que «los animales no deberían usar lenguaje humano y es desastroso poner animales y humanos al mismo nivel». En el resto de China la obra podía leerse desde 1922.

Primera edición de "Call of the Wild" (1903)

Primera edición de "Call of the Wild" (1903)

4. Un perro «demasiado radical». La novella La llamada de lo salvaje, publicada en 1903 por Jack London, es una fábula sobre el libre albedrío, la supervivencia, el destino, la bestia primitiva, la manada, la ley del más fuerte y la conquista del poder. Está narrada en tercera persona, pero desde el punto de vista del perro Buck, un cruce entre San Bernardo, Pastor Escocés y lobo, que es sometido por la crueldad de los hombres durante el apogeo de la fiebre del oro de Alaska. Oscura y áspera, no deja de ser una lectura necesaria durante la adolescencia, edad en la que escenas como ésta cobran todo el sentido: «Cuando llegan las largas noches de invierno y los lobos siguen a sus presas en los valles más bajos, se lo puede ver corriendo a la cabeza de la manada bajo la pálida luz de la luna o el leve resplandor de la aurora boreal, destacando con saltos de gigante sobre sus compañeros, con la garganta henchida cuando entona el canto salvaje del mundo primitivo, el canto de la manada». En 1929, La llamada de lo salvaje fue prohibida en Italia por la administración del fascista-salvaje Benito Mussolini, por considerar la obra «demasiado radical» y tratarse London de un escritor «socialista». La vecina Yugoslavia hizo lo mismo unos meses después, pero extendiendo la censura a toda la obra del autor. Los nazis alemanes también consideraban que London era un «degenerado» y quemaron sus libros públicamente en las piras a las que arrojaban papel, quizá entrenándose para arrojar personas.

Primera edición de "Tropic Of Cancer" (1938)

Primera edición de "Tropic Of Cancer" (1934)

5. «Una reunión viscosa». Algunos tribunales de justicia tienen un estilo altamente literario, aunque de calaña adjetivizante y muy publicitaria. El Supremo de Pensilvania (EE UU) escribió en 1961 sobre la novela Trópico de Cáncer la mejor de las reseñas: «No es un libro, se trata de un pozo negro, una cloaca a cielo abierto, un pozo de putrefacción, una reunión viscosa de todo lo que está podrido en los escombros de la depravación humana». Pocos libros han sido más leídos por los jueces estadounidenses que esta novela de Henry Miller, publicada en París en 1934 (con una precisa anotación en la cubierta: «Prohibida la importación al Reino Unido y Estados Unidos»). Hasta casi tres décadas más tarde  el libro no fue editado oficialmente en el país natal del autor, aunque antes circularon de mano en mano abundantes copias pirata impresas en México. La valiente editorial Grove Press y las no menos heroicas librerías que vendían el libro se enfrentaron a una campaña ultraconservadora con cariz de santa cruzada: hubo 60 demandas por obscenidad en 21 estados. Tras las sentencias en primera instancia —entre las que abundaban las absolutorias—, el Tribunal Supremo falló en 1964 dictaminando que el libro —más cándido que cualquier entrega del Gran Hermano televisivo español— no era obsceno y podía ser distribuido libremente. La novela de Miller también estuvo en el objetivo de otros cuerpos represivos: en el Reino Unido Scotland Yard estuvo a punto de secuestrar el libro en 1961 y se echó atrás por la intervención pública en la polémica del influyente T.S. Eliot y en Canadá la Real Policía Montada retiró ejemplares de las librerías en la misma época.

Primera edición de "The Grapes of Warth" (1939)

Primera edición de "The Grapes of Warth" (1939)

6. Los peligros de dudar del sueño americano. La penosa epopeya de la familia Joad, jornaleros okie, es decir, esclavos en la land of plenty de los EE UU, obligados a mendigar durante los años de arena de la Dust Bowl (1932-1939), contada con verbo cincelado por John Steinbeck en la novela Las uvas de la ira (1939) no cayó nada bien entre sus contemporáneos. Aunque fue el libro del año, con 430.000 copias vendidas en pocos meses y ganó los dos premios más prestigiosos del país —el National Book Award y el Pulitzer—, algunos no soportaron la evidencia del espejo y hubo quemas públicas de la novela, considerada «socialista» y acusaciones directas a Steinbeck de promover la subversión, menospreciar a sus conciudadanos y narrar en tono «vulgar, inmoral y bestial». Los granjeros de California, retratados como explotadores sin alma de los emigrantes desfavorecidos, lograron que el libro fuese prohibido en todo el estado por tratarse de «propaganda comunista». Lo cierto es que el escritor, que había realizado un monumental trabajo de campo antes de afrontar la redacción, decidió endulzar las condiciones de trabajo y vida de los jornaleros emigrantes para que el libro no fuese acusado de excesivo dramatismo. La crónica de la «gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, del rugir de los tractores y de la disminución de sus propiedades, de la lenta invasión del desierto hacia el norte, de las espirales de viento que aúllan avanzando desde Texas, de las inundaciones que no traen riqueza a la tierra y le roban la poca que pueda tener» ha ganado la batalla del tiempo: Steinbeck fue Premio Nobel en 1962 y Las uvas de la ira se estudia hoy en todas las escuelas como un libro nacional sobre la pobreza, la injusticia y la desigualdad. Otro libro previo de Steinbeck de tema complementario, De ratones y hombres (1937), también fue saboteado por muchos libreros contener un «lenguaje ofensivo y vulgar». Desmontar el sueño americano es peligroso.

Primera edición de "Animal Farm" (1945)

Primera edición de "Animal Farm" (1945)

7. La piara de soviets. Rebelión en la granja, la sátira de George Orwell contra el estalinismo y el poder omnímodo del estado sobre las personas, tuvo muchos problemas para ser publicada. Orwell la terminó de escribir en 1944 y el momento no era bueno para presentar a Lenin, Trostky y Stalin en forma de piara de cerdos dominantes, envidiosos y personalistas. En Inglaterra, aliada de la URSS en la guerra contra el nazismo, el Ministerio de Información difundía instrucciones oficiales afirmando que la feroz represión política estalinista era una «invención de Hitler». Cuatro editoriales rechazaron el manuscrito para no poner en peligro el pacto de los aliados con Stalin, una de ellas tras un informe negativo de T.S. Eliot, el defensor de Henry Miller. Descreído del comunismo y sus prácticas manipuladoras desde su paso por los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona durante la Guerra Civil española, Orwell logró la edición en 1945 e incluyó un prólogo sobre la «siniestra censura» en el Reino Unido. Rebelión en la Granja estuvo prohibida en todos los países de Europa del Este hasta 1989, pero circulaba en versiones clandestinas. En 2002 fue prohibida su lectura en todas las escuelas de los Emiratos Árabes Unidos porque en el libro aparecen cerdos antropomórficos que hablan, figura pecaminosa según el Islam.

Primera edición de "The Peaceful Pill Handbook" (2007)

Primera edición de "The Peaceful Pill Handbook" (2007)

8. Eutanasia de do it yourself. The Peacefull Pill Handbook, algo así como El manual de la píldora tranquila, escrito por los médicos australianos Philip Nitschke  y Fiona Stewart, montó un tremendo escándalo cuando fue editado hace casi cinco años. El libro fue prohibido en Nueva Zelanda y Australia (uno de los países con mayores restricciones a las libertades de imprenta y expresión) al ser considerado un manual de hágalo usted mismo para practicar la eutanasia. La obra recomendaba, por ejemplo, la ingesta de pentobarbital, un barbitúrico-sedante, que podía comprarse en México ilegaemente, pero en las farmacias y sin receta, dando antes una mordida a los empleados. Aunque puede adquirirse libremente por Amazon, el libro sigue siendo cuestionado en Australia, donde sólo se puede vender una versión reducida y con pegatinas de advertencia sobre el contenido en la cubierta. Después de una polémica con la familia de una mujer que decidió viajar a México y poner en práctica la opción del pentobarbital, Nitschke presentó un kit de utanasia de fácil acceso y simplísima fabricación.

Primera edición de "Jaeger" (2009)

Primera edición de "Jaeger" (2009)

9. Nunca reveles lo que hiciste durante la mili. El ex soldado de operaciones especiales del Ejército de Dinamarca Thomas Rathsack ha sido acusado formalmente de poner en peligro la seguridad nacional por lo que cuenta en el libro de memorias bélicas de la izquierda, cuyo título traducido sería Cazador: en la guerra con la élite, publicado en entregas por un diario y editado en un tomo en 2009. ¿Presunto delito? Revelar que los soldados daneses en Iraq y Afganistán no respetan los postulados de la Convención de Ginebra: se disfrazan con ropas locales para afrontar misiones de guerra y van armados cuando actúan en traje civil. Los tribunales se han negado a prohibir el libro, pero su autor tiene bastantes probabilidades de acabar en la cárcel. El año pasado, un editor estadounidense tuvo que destruir, por mandato del Pentágono, todos los ejemplares de la primera edición de Operation Dark Heart, las memorias de un agente de los servicios de inteligencia en Afganistán. No conviene poner en peligro la limpieza de los ejércitos occidentales en el exterior.

Primera edición de "Toppamono Sorekara" (2010)

Primera edición de "Toppamono Sorekara" (2010)

10. Policía contra yakuza. El escritor y artista gráfico japonés Manabu Miyzaki, que se autodefine como un «freelance yakuza» demandó en 2010 a la policía del distrito de Fukuoka de presionar a los compradores de la novela gráfica Toppamono Sorekara para que devolviesen la obra a las estanterías antes de pagarla. El libro, una autobiografía manga de Miyzaki, cuenta la historia del hijo de un clan yakuza. La Policía sostiene que está facultada para recomendar a los posibles compradores que no adquieran el libro dentro de la campaña de acoso a las mafias y recuerda, off the record, que el autor fue uno de los sospechosos de dirigir una red de secuestros a mediados de los años ochenta. Miyzaki, una celebridad pública en Japón, dice que ahora es un escritor y artista, que sólo vive de sus libros y que la policía se la tiene jurada.

Ánxel Grove

Los «accidentes de adentro y los accidentes de afuera» de Frida Kahlo

El funeral de Frida Kahlo. Sobre el féretro, la bandera del Partido Comunista de México

El funeral de Frida Kahlo. Sobre el féretro, la bandera del Partido Comunista de México

Murió de pulmonía, eso dijeron, el 13 de julio de 1954, una semana después de cumplir 47 años.

Algunos pusieron en duda la causa y vieron en la muerte una sobredosis de ánimo suicida. Recordaron que lo había intentado en varias ocasiones y reclamaron una autopsia, pero su viudo se negó muy teatralmente. Suicidarse es contra revolucionario.

En un gesto amanerado del gusto de los comunistas, que prefieren los desfiles a la justicia social, cubrieron el féretro con una bandera roja con la hoz y el martillo sin reparar en la ironía: si la muerta  hubiese vivido en la Unión Soviética habría terminado en el gulag por degenerada. O por acostarse con León Trotski.

Unos días antes de dejar el mundo, Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, escribió en su diario una entrada en la que parece hablar con la muerte:

«Espero alegre la salida y espero no volver jamás«.

Vivió el dolor como si fuese una función biológica, con constancia. Los «accidentes de afuera y los accidentes de adentro», como ella decía, le dieron la mano para atravesar el mundo.

Hoy la protagonista de la sección Cotilleando a… es Frida Kahlo:

A los tres años

A los tres años

1.El retrato de la izquierda se lo hizo su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo (Carl Wilhelm Kahlo), hijo de un joyero alemán. Frida, fabuladora, propagó la leyenda de que era judío-hungaro. Guillermo hacía fotos de edificios. Era liberal y culto. Llamaba a su hija Frieducha.

2. La madre, Matilde Calderón, tenía ancestros españoles e indígenas. Era el envés de su marido: católica, conservadora y con muy poco interés por la cultura. Nunca le gustaron los cuadros de la hija.

3. Frida nació en 1907 pero trampeó la fecha y sostuvo que el año correcto era 1910, fecha de inicio de la Revolución Mexicana.

4. A los seis años tuvo poliomelitis. Estuvo encamada e inventó a una doble imaginaria para que el tiempo fuese más leve. Vivía en un mundo al que accedía por una puerta pintada en el vaho de la ventana. (La doble) «era ágil y bailaba como si no tuviera peso alguno. Yo la seguía en todos sus movimientos y le contaba, mientras ella bailaba, mis problemas secretos», escribió años más tarde al explicar el cuadro Las dos Fridas. A consecuencia de la polio, la pierna derecha se le desarrolló menos que la izquierda.

Frida retratada por su padre, Guillermo Kahlo

Frida retratada por su padre, Guillermo Kahlo

5. En 1922 fue de las primeras niñas en estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México, hasta entonces limitada a chicos. Montó un grupo de debate, Los Cachuchas, que discutía el materialismo dialéctico de Hegel, Marx y Engels

6. Ese mismo año conoció al pintor Diego Rivera, que pintaba un mural en el anfiteatro de la escuela. Ella tenía 15 años y él 36.

7. El 17 de septiembre de 1925 el autobús en el que viajaba chocó contra un tranvía. Frida resulta gravemente herida. El parte de lesiones es pavoroso: fractura de columna y cuello, varias costillas, rotura de una pierna (11 fracturas), un hombro, un pie, la clavícula y la pelvis. Un pasamanos de metal se le clava en el costado y le destroza el abdomen y el útero. La operan 30 veces, la someten a tratamientos más dolorosos que las secuelas.

8. «Hace poco, tal vez unos cuantos días era una niña que andaba en un mundo de colores, de formas precisas y tangibles (…) Ahora habito un planeta doloroso, transparente como el hielo. Es como si hubiera aprendido todo al mismo tiempo, en cosa de segundos (…) envejecí en algunos instantes, y ahora todo es insípido y raso. Sé que no hay nada detrás, si lo hubiera lo vería», escribió poco después del accidente.

9. Durante el resto de su vida se sintió miserable por no poder tener hijos. Sufrió tres abortos.

En rehabilitación

En rehabilitación

10. En la convalecencia empezó a pintar. Además de muchos bocetos y dibujos, firmó 143 cuadros, 55 de los cuales son autorretratos. «Mi obsesión fue recomenzar de nuevo pintando las cosas tal y como yo las veía, con mi propio ojo y nada más«.

11. En 1929 se casó con Diego Rivera. La madre de Frida montó una pelotera por la fama (fundada) del pintor de mujeriego, comunista, pendeciero y bebedor. La relación fue explosiva y cambiante. “Tus manos me estremecieron toda”, dice ella en una carta. “Sin ser virgen, andas diciendo que ya te lo hice. Cuélgame el milagro cabrón Diego”, añade en otra. Se divorciaron durante unos meses y se casaron por segunda vez en 1940.

12. Frida era bisexual. Se le atribuyeron relaciones con la pintora Georgia O’Keeffe, la cantante y bailarina Josephine Baker y las actrices María Félix, Dolores del Río y Paulette Goddard. Sólo las dos primeras aventuras están confirmadas y fueron públicas.

13. Diego Rivera se acostaba con todas las que podía y presumía de conquistador. Sedujo a la hermana menor de Frida, Cristina, que también, como Frida, estuvo liada con Leon Trotski.

Frida Kahlo retratada por Fritz Henle

Frida Kahlo retratada por Fritz Henle

14. Pese a que ambos consentían los amoríos extra maritales (eran revolucionarios y el amor libre era muy marxista), Frida y Diego montaban en cólera con frecuencia por ataques de celos. Ella escribió: «No hablaré de Diego como de mi esposo porque sería ridículo. Diego no ha sido jamás ni será esposo de nadie. Tampoco como de un amante, porque él abarca mucho más allá de las limitaciones sexuales, y si hablara de él como de mi hijo, no haría sino describir o pintar mi propia emoción, casi mi autorretrato y no el de Diego». También: «Quizá esperen oír de mí lamentos de lo mucho que se sufre viviendo con un hombre como Diego. Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr». Y: «Cada momento él es mi niño, mi niño nacido, cada ratito, diario, de mí misma». Pese a tanta comprensión, Frida siempre odió a Guadalupe Marín, primera mujer de Rivera y madre de sus dos hijas.

Frida Kahlo retratada por Julien Levy

Frida Kahlo retratada por Julien Levy

15. Kahlo y Rivera cobijaron al revolucionario Trotski en la Casa Azul de la pareja en la calle Londres del barrio de Coyoacán. La mujer de Trotski, Natalia Ivanovna Sedova, no soportaba a las hermanas Kahlo, a quienes consideraba unas frescas sin moral. Aunque consintió el adulterio, para mantener las apariencias obligó a su marido a alquilar otra casa. Allí fue asesinado Trotski  por el sicario profesional estalinista nacido en España Ramón Mercader.

16. En 1939, Frida expuso en París, conoció a Picasso y conquistó a los vanguardistas franceses («Es la mecha de una bomba», escribió el santo patrón del Surrealismo André Breton). Es un bulo -con mucho crédito en Internet- que la edición francesa de Vogue le dedicase entonces una portada. La culpa la tiene la película Frida (Julie Taymor, 2002), donde Salma Hayek interpreta a Frida. El filme incluyó el falso episodio de Vogue en el guión.

17.Unos meses antes de morir le tuvieron que amputar la pierna derecha desde la rodilla. Se le había gangrenado. Le organizaron una última exposición en México DF. Asistió en una cama.

Frida Kahlo por Lola Alvarez Bravo, 1944

Frida Kahlo por Lola Alvarez Bravo, 1944

18. Los cuadros de Frida son muy cotizados. Una de las principales coleccionistas es la cantante Madonna.

19. En 2007 se empezaron a comercializar los materiales (más de 22.000 fotos, cartas, recortes…) que guardaban Kahlo y Rivera en el desván de la Casa Azul. Existe una empresa llamada Frida Corporation que a la artista, desprendida y sincera, la hubiera sacado de sus casillas.

20. Dos citas finales. Una: «A veces prefiero hablar con obreros y albañiles que con esa gente estupida que se hace llamar gente culta». Dos: «No estoy enferma, estoy rota».

Ánxel Grove

Vivir con Ochs

Phil Ochs (1940-1976)

Phil Ochs (1940-1976)

Leo en el diario con más circulación de la ciudad en la que vivo (la supuestamente liberal San Francisco) una reseña sobre el documental del que hablaré más tarde.

Tuve que repasar varias veces la pieza para darme cuenta de que la última línea, destacada en negritas, no era una broma:

Advisory: Tea Party members may take exception to the opinions offered in this movie.

O sea:

Advertencia: los simpatizantes del Tea Party pueden ofenderse con las opiniones expresadas en esta película.

Luego, preparando esta entrada, encuentro un largo artículo sobre el mismo documental en la web del World Socialist Party de los Estados Unidos.

El mensaje es menos grotesco que el consejo para que los ultramontanos no se acerquen, pero el protagonista del documental no se libra de los varapalos.

Le acusan de «reformista», el más terrible adjetivo que se puede aplicar desde el marxismo, y de «irrelevante». Los adjetivos son munición de grueso calibre entre la ortodoxia del materialismo dialéctico: Stalin no necesitaba otra cosa que la acusación de reformismo para, como poco, enviarte de por vida al gulag.

El hombre que recibe golpes en las dos mejillas -en la derecha por peligroso y agitador, en la izquierda por burgués y aliado de la explotación- es el cantante y compositor Phil Ochs.

Cartel de "Phil Ochs: There But For Fortune" (Kenneth Bowser)

Cartel de "Phil Ochs: There But For Fortune" (Kenneth Bowser)

Acaban de estrenar un documental que le hace justicia. Se titula Phil Ochs: There But for Fortune. Lo dirige Kenneth Bowser.

Participan amigos, familiares, músicos, alguna celebrity (el actor Sean Penn, que durante años intentó buscar dinero para producir, dirigir en interpretar una película sobre la vida de Ochs). Se recuperan momentos notables de la vida del cantautor y se reproducen por primera vez grabaciones nunca vistas de actuaciones.

Como advierten los diarios conservadores: absténgase si comulga con la derechona. Como advierten los apostólicos marxistas: absténgase si cree que la socialdemocracia implica revolución.

Ochs nació en 1940 en El Paso (Texas – EE UU) y se ahorcó en 1976 en Far Rockaway (New York – EE UU).

Durante los 36 años que permaneció en el mundo dio fe de su carácter único de variadas maneras.

Cantó canciónes de protesta en la misma época que Bob Dylan. Casi en los mismos lugares. Algunas de las de Ochs (como I Ain’t Marching Anymore y The Ring of the Revolution) eran tan buenas como las de Dylan.

Acudió a cuanto mitin, manifestación o acto de protesta le invitaron. Fue el primer músico en firmar una declaración contra la guerra de Vietnam.

Dylan y Ochs fueron amigos y ejercieron una rivalidad que, a principios y mediados de los años sesenta, tuvo un espíritu de fair play. Tras un tiempo la camaradería se fue al garete: Dylan era una superestrella egomaníaca y no admitía la cercanía de tipos tan directos como Ochs. Cuando éste criticó la imaginería surreal de las letras de Dylan, éste le expulsó a gritos de la limusina en la que se desplazaban: «Sal del coche, Ochs. No eres un cantante folk, ¡eres un maldito periodista!«, le reprochó.

En 1968, Ochs sufre una profunda crisis de fe. Los asesinatos del senador Robert Kennedy y Martin Luther King, la brutal represión policial contra los manifestantes –entre los que estaba Ochs– en la Convención del Partido Demócrata en Chicago y la victoria del ultra conservador Richard Nixon en las presidenciales le hicieron descreer de su país y su generación. Nunca fue el mismo. Se sentía «muerto espiritualmente».

"Rehearsals For Retirement" (Phil Ochs, 1969)

"Rehearsals For Retirement" (Phil Ochs, 1969)

En 1969 edita un disco titulado Rehearsals For Retirement (Ensayos para la jubilación). En la portada, una foto de su propia tumba. La lápida dice: «Phil Ochs (estadounidense). Nacido en El Paso, Texas, 1940, Muerto en Chicago, Illinois, 1968».

En 1970 declara que ha encontrado una nueva luz: «Seré mitad Elvis Presley, mitad Che Guevara«. Actua con un traje de lamé dorado y acompañado por un grupo eléctrico. Interpreta arreglos rockeros de sus viejos éxitos y versiones de Buddy Holly. Su público le abuchea.

Empieza a beber hasta caerse borracho. Consume Valium de forma compulsiva. Se siente bloqueado.

En 1971 visita Chile, donde Salvador Allende había sido elegido presidente el año anterior. Ochs conoce al cantante y compositor Víctor Jara. Intiman y se hacen amigos. Hablan de grabar juntos.

Ochs se desplaza a Uruguay, donde canta en un acto político izquierdista. Le detienen y le expulsan a Argentina. La policía le espera en el aeropuerto para ingresarlo en prisión durante varios días. Cuando le sueltan, regresa a los EE UU.

Tras el golpe de estado militar de Pinochet contra Allende y la cruel muerte de Jara, Ochs organiza en el Madison Square Garden de Nueva York el concierto benéfico An Evening with Salvador Allende (Una tarde con Salvador Allende). Participan Pete Seeger, Dennis Wilson (The Beach Boys) y el viejo rival Bob Dylan, que atiende la llamada de Ochs en el último momento y logra que el Madison Square Garden se llene.

En 1973 Ochs viaja a Etiopía, Kenya, Malawi, Sudáfrica y Tanzania. En este país es atracado y le intentan estrangular. Las heridas causan daños irreparables en las cuerdas vocales. A la depresión se suma la paranoia. Afirma que el ataque fue organizado por la CIA.

Phil Ochs, a lo Presley

Phil Ochs, a lo Presley

En mayo de 1975, para celebrar el final de la guerra de Vietnam, Ochs organiza un concierto en Central Park. Acuden 100.000 personas para escuchar a Harry Belafonte, Odetta, Pete Seeger y Joan Baez, que acompaña a Ochs en las últimas canciones. Nunca volvió a cantar en público.

Cada vez bebe más. Sigue imaginando conspiraciones en su contra del FBI y la CIA. Asegura que la única salida para su carrera es contratar al agente de Elvis, el Coronel Tom Parker o, como segunda opción, al Coronel Sanders del Kentucky Fried Chicken.

En 1975 asegura que se llama John Butler Train y que éste ha asesinado a Phil Ochs. Cree que alguien desea matar ahora a Train como venganza. Va siempre armado con un cuchillo y un martillo. No tiene un céntimo y empieza a dormir en la calle.

Sus amigos le ingresan en un sanatorio. Le diagnostican trastorno bipolar y depresión. Al parecer, genéticas. Su padre las había padecido.

En enero de 1976 se va a vivir con su hermana. El 9 de abril se ahorca.

Años después de su muerte se desclasificaron informes del FBI sobre Ochs: quinientas páginas en las que aparece como una persona «subversiva» y «peligrosa» para la seguridad nacional. El nombre de Ochs aparece varias veces mal escrito (Oakes) y hay informes datados tras su muerte en los que sigue etiquetado como «potencialmente peligroso».

El documental Phil Ochs: There But for Fortune quizá no se estrene nunca en España, donde la figura de Ochs es poco menos que secundaria. Esa es la razón por la que ocupa la primera entrega de la sección Top Secret -donde recuperaremos a personajes u obras en la sombra-. Sus discos siempre fueron difíciles de encontrar hasta la eclosión globalizante. Casi nadie demostró demasiado interés por un tipo incómodo, radical, arbitario y de comportamiento incomprensible en la última mitad de su carrera. Además, hace pensar demasiado.

Un apunte final que acaso convenza a alguien, por vía indirecta, de la necesidad de vivir con Ochs. Cuando le preguntaron a Neil Young en quién se inspiraba contestó: «En Phil Ochs y Bob Dylan. Por ese orden».

Ánxel Grove