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Las elegantes mujeres ‘art nouveau’ de Georges de Feure

'La Fumeuse' (1910) - Georges de Feure

‘La Fumeuse’ (1910) – Georges de Feure

El adjetivo femenino aparece pronto cuando se teoriza sobre la obra de Georges de Feure (1868-1943), uno de esos creadores todoterreno del art nouveau que eran tan capaces de dibujar un cartel como de diseñar todos los elementos de una obra de teatro, un juego de muebles de salón o un jarrón de porcelana.

El pintor, diseñador, escenógrafo y diseñador industrial francés tenía en realidad un nombre más complejo y difícil de recordar para un francoparlante: Georges Joseph van Sluijters. Su madre era belga y su padre, un acomodado arquitecto holandés. Trató a los 18 años de empatizar con sus raíces tras ser uno de los 11 estudiantes admitidos en la Rijksakademie van beeldende kunsten (Academia Real de Bellas Artes) en Ámsterdam, pero duró poco al sentirse encorsetado por unos estudios artísticos formales que coartaban su independencia.

No volvió a pisar un centro de estudios y volvió a París, donde fue alumno de Jules Chéret, el maestro de los deslumbrantes afiches de espectáculos y fiestas de la Belle Époque y considerado inventor del cartel moderno. De Feure comenzó así a crear carteles con paletas de tonos pastel y sombras de gris, ciñéndose a los cánones del art nouveau, un movimiento que apostó por interpretar la naturaleza con una elegancia geométrica.

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Maquetas que ponen los pelos de punta

'1972 - Age 11 (Field)' - Bill Finger

‘1972 – Age 11 (Field)’ – Bill Finger

Cada imagen muestra un escenario desasosegante o desolador en el que parece haber ocurrido algo: no saber qué, intuir la tragedia sin conocer el suceso, es parte del nerviosismo que produce.

Un abrigo tirado en un terreno arenoso, el frío pasillo de un edificio oficial o una cama deshecha son el comienzo y el final de un relato que el espectador tiene que fabricar. Bill Finger ha trabajado durante años para el cine como ayudante de cámara, le gusta recrearse en las minucias que se esconden en cada imagen y le dan un acabado natural al mundo que nos rodea. Se esmera en crear cada una de sus pequeñas maquetas para que hasta el más insignificante elemento contribuya a que imaginemos una posible historia.

Una de las maquetas de la serie 'Previously' - Bill Finger

Una de las maquetas de la serie ‘Previously’ – Bill Finger

En un ejercicio que relaciona la fotografía y el cine, el artista estadounidense se permite mezclar la realidad con la simulación de la escenografía. Realiza el montaje y la iluminación mirando el resultado siempre a través de la lente de una cámara y tras fotografiar la maqueta, la destruye. «Con el proceso creo un espacio temporal que, como el decorado de una película, sólo vive en la imagen».

Entre los homenajes de Finger al detalle, resultan fascinantes los rayajos del parqué de un salón familiar, el respaldo desgastado de las sillas de una sala de interrogatorios o el sillón de cuero sobre el que descansa un libro usado. La recreación de mundos de mentira que supuran realidad le sirve para crear la duda en el espectador, que tiene que fijarse atentamente en cada maqueta si quiere descubrir que la estancia o el paisaje no son verdaderos. «Con las películas hay un sentido de incredulidad. De las fotografías siempre se espera honestidad. Pero aquí hay fotos que difuminan la línea. Jugando con las expectativas del público, puedo poner en tela de juicio esas ideas preconcebidas».

Helena Celdrán

Bill Finger-Previously

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Edward Gorey, el amante de los gatos que pensaba en blanco y negro

Edward Gorey

Edward Gorey

«Pienso en mis libros como en novelas victorianas hechas un burruño«. Edward Gorey (1925-2000) escribía e ilustraba historias de presencias oscuras, niños que morían, mansiones decadentes y almas solitarias, pero de algún modo conseguía que hasta lo más tenebroso tuviera un lado entre surrealista y cómico que lo hacía tierno.

Clasificaba su trabajo como «literary nonsense» («Absurdo literario»), le molestaba socializarse, no le interesaban la promoción, la riqueza ni la fama. Disfrutaba del privilegio de tener la nariz metida en un libro todo el tiempo que fuera necesario.

Tal vez esa mezcla de circunstancias sea la razón de su estatus como autor de culto. Desde su debut en los años cincuenta, siempre fue conocido y admirado por unos pocos, nunca un superventas, pero es muy probable que cualquiera que lo descubra se quede boquiabierto no solo por la singularidad del universo afilado y elegante del autor: la obra de Gorey desenmascara también la supuesta originalidad de algunos héroes pop como Tim Burton.

'Donald imaginaba cosas'

‘Donald imaginaba cosas’

En breves narraciones ilustradas (a veces sólo una frase acompaña a cada dibujo), Gorey recrea la incomodidad que provoca un invitado convertido en intruso, se divierte con el sinsentido de un accidente doméstico, caricaturiza una despedida amarga. Los personajes, larguiruchos y pálidos, se someten a las historias con caras serias, como si tuvieran la certeza de que nada pueden hacer contra la locura de quien los maneja.

En la sección Cotilleando a… de esta semana repasamos la figura de Edward Gorey en una decena de puntos que descubren cómo lo inusual de su caracter se mezclaba con la capacidad creativa.

1. La infancia. Por su aficción al estilo victoriano y eduardiano, la aparente incoherencia de su humor y lo refinado del vocabulario, era frecuente la suposición de que Gorey era inglés.

En realidad había nacido en Chicago (EE UU) y, a pesar de las especulaciones de todo el que se acerca a su trabajo, no creció en un entorno difícil ni tuvo una infancia traumática. Creció en los suburbios de la ciudad, su padre era periodista y la familia se mudaba con frecuencia por razones que el artista nunca supo.

'The gashlycrumb tinies'

‘The gashlycrumb tinies’

Cuando tenía año y medio hizo el primer dibujo, los trenes que pasaban frente a la casa de sus abuelos. «Eran extrañas y pequeñas salchichas que pretendían ser vagones», recordó después en varias entrevistas. Aprendió a leer sin la ayuda de nadie a los tres años y medio. Era un niño brillante al que avanzaron de curso en dos ocasiones. Leer y jugar al Monopoly eran sus actividades preferidas.

La normalidad con la que habla de la niñez contrasta con la oscuridad de sus personajes infantiles, desdichados y maltratados, que protagonizan obras famosas de Gorey como The Gashlycrumb Tinies (1963) (gash significa corte, tajo y crumb, mequetrefe), un abecedario con nombres de niños que sufren accidentes o enfermedades: «A de Amy, que se cayó por las escaleras; B de Basil, atacado por los osos; C de Clara, que se consumió…». Cada ilustración en tinta sobre papel muestra sin miramientos el momento que rodea a la desgracia, en blanco y negro, como una pesadilla poética.

Una de las escenas de ballet de Gorey

Una de las escenas de ballet de Gorey

2. Ballet. No se perdía ni una representación del New York City Ballet. Tras servir en tareas administrativas al ejército de EE UU (sin salir del país) en la II Guerra Mundial y después licenciarse en Francés por la universidad de Harvard, Gorey se instaló en Nueva York en 1953.

Comenzó acudiendo de vez en cuando al ballet y tres años después era un adicto. Cautivado por el trabajo del célebre coreógrafo ruso George Balanchine (1904-1983), que dirigía a la compañía entonces, Gorey era capaz de distinguir los pequeños matices de una representación a otra, la evolución de las destrezas de los bailarines.

Muchos conocían al artista de haberlo visto en las representaciones y no por su obra, e incluso lo abordaban por la calle para preguntarle por uno u otro show. Cuando Balanchine murió en 1983, Gorey se mudó de la Gran Manzana a su residencia en Cape Cod (Massachusetts), en una casa atestada de libros en la que campaban a sus anchas cinco o seis gatos.

No se ponía elegante para el ballet, vestía como solía ir: con vaqueros y zapatillas deportivas, anillos dorados en casi todos los dedos de las manos y un abrigo de piel; un estilo que Stephen Schiff (periodista de la revista New Yorker que entrevistó a Gorey en 1992) describía como «una mezcla de beatnik aficionado a tocar los bongos y dandi de fin de siglo».

Demuestra la obsesión por el ballet en varios libros, en especial en The Lavender Leotard (La malla lavanda, 1973), una detallada caricatura del New York City Ballet en el que recrea la atmósfera, las grandes figuras de cada espectáculo, los acontecimientos y pequeños detalles cotidianos de un lugar que casi era una segunda casa.

Autorretrato de Gorey con sus amados gatos

Autorretrato de Gorey con sus amados gatos

3. Gatos. «Llevan esas vidas misteriosas, que sólo estan medio conectadas a la tuya. (…) Es interesante compartir la casa con un grupo de gente que obviamente ve, escucha y piensa de un modo infinitamente diferente a ti». Gorey asemejaba los movimientos felinos al ballet y siempre tuvo varios e intentó capturar su gracilidad sobre el papel: «Se mueven en el instante en que decido hacer un boceto, incluso cuando previamente han pasado horas en estado comatoso». El autor los consideraba «el amor de su vida». En el testamento, legó la gestión de su obra a una fundación dedicada a la defensa de los perros y los gatos.

Dancing Cats and Neglected Murderesses  (Gatos danzantes y asesinas olvidadas, 1980) es una muestra más de la devoción del autor por los felinos domésticos, de los que decía que eran el amor de su vida. La colección de ilustraciones individuales con texto muestra a gatos en actividades extravagantes que se entrelazan de modo sorprendente con oscuros retratos femeninos.

'Esperar la llegada del otoño'

‘Esperar la llegada del otoño’

4. Viajes. A pesar de la curiosidad innata con la que abordaba cualquier manifestación artística y literaria, recorrer mundo no le interesaba. Sólo salió una vez de Estados Unidos, para hacer un viaje a las islas Hébridas, en Escocia.

En una entrevista previa a esa única excursión habló de su aversión por los paisajes extraños: «No. Nunca he estado en Inglaterra. Nunca he salido del país. Todo viene de los libros. Leo sobre todo literatura inglesa. Siempre me gustaron las novelas victorianas. No me gusta viajar ¿Quién cuidaría de mis gatos? Seguramente les daría un ataque de nervios… Excepto en el caso de que ni se dieran cuenta de que me he ido. Soy una persona rutinaria. No quiero trastornos en la barriga, sonidos extraños en mis oídos, ni dormir en camas extrañas»

Dos ilustraciones de 'The dubious guest'

‘The doubtful guest’ (‘El invitado dudoso’)

5. Violencia. En los dibujos sugiere la amenaza en lugar de mostrarla. Gorey odiaba que le definieran como macabro, porque aborda el miedo con absoluta frialdad. Los personajes caen en desgracia y la vida continúa, el momento en que sucede el desastre casi nunca se ilustra, pero la frase que acompaña al dibujo no deja duda del cruel desenlace.

Las estrategias del autor para hacer sentir incómodo al lector no se reducen al miedo a la muerte. Gorey es capaz de crear situaciones aparentemente cómicas que resultan en amenazantes, como sucede en The Doubtful Guest  (El invitado dudoso, 1957), una narración ilustrada sobre un extraño ser —parecido a un pingüino— que se instala en la mansión victoriana de una familia adinerada. Sin intención de marcharse y perturbando el día a día de los distinguidos y algo decadentes seres humanos de la casa, la presencia pasa de ser curiosa a desasosegante y después desesperante para el lector, a pesar de la impavidez de los que sufren al invitado.

6. De la alta cultura a Las chicas de oro. La atemporalidad de los dibujos, las numerosas referencias literarias de sus obras y la precisión con que emplea las palabras son sólo una vaga muestra de la erudición del autor, recolector de influencias que van del surrealismo pionero de Lewis Carroll y la observación aguda de Jane Austen a «la captura del momento congelado» que admiraba en pintores como Piero della Francesca, Georges de la Tour, Vermeer y (por supuesto) Francis Bacon.

En su casa llena de libros y con sus inseparables gatos

En su casa llena de libros y con sus inseparables gatos

Tenía una pequeña colección de arte, reunía postales decimonónicas de bebés muertos («siempre me dicen que no lo mencione», apuntaba en una entrevista) y compraba libros de manera compulsiva. Aunque tuviera un volumen repetido cinco veces, no se podía desprender de ningun ejemplar. De Murasaki Shibiku (escritora japonesa del siglo X), al novelista victoriano Anthony Trollope, pasando por Borges, Gorey leía y releía incluso lo que detestaba (como era el caso de las novelas de Henry James).

Junto a esa vena erudita, convivía la atracción por los culebrones baratos y las series de televisión que nadie sospecharía que fueran de su gusto. Las chicas de Oro y Buffy Cazavampiros («la recomiendo sin ninguna reserva») fueron algunos de sus fetiches. Salvando las distancias, al final de su vida, quedó prendado de Expediente X. «Vivo para ver la última temporada», dijo en 1998.

Ilustraciones y texto para 'The curious sofa'

Dibujos y texto para ‘The curious sofa’

7. Asexual. Nunca se casó ni se le conocieron romances. Su apariencia extravagante se complementaba con una voz algo nasal y una expresión corporal amanerada; pero nunca afirmó ni desmintió su posible homosexualidad: «No soy ni una cosa ni la otra (…). Soy una persona antes que todo eso«. Algunos críticos detectan en el trabajo del artista una sexualidad reprimida. Él respondía con indiferencia a ese análisis: «No lo sé, yo no sé de lo que escribo. Nunca me he sentado a averiguarlo».

The Curious Sofa (El curioso sofá) es tal vez su obra más cercana al erotismo, clasificada por su autor como «pornográfica», el lenguaje rebuscado y las ilustraciones cuidadosamente planeadas evitan cualquier referencia al sexo mientras queda patente que no se habla precisamente de un sofá. Gorey recuerda con ironía haber recibido cartas de padres que destacaban lo mucho que sus hijos pequeños habían disfrutado con la historia.

Ilustración de 'Drácula'

Ilustración de ‘Drácula’

8. Dibujante aficionado. Sus estudios artísticos se reducían a un semestre en el Instituto de Arte de Chicago.  Se sentía inseguro en cuanto a la calidad de sus dibujos y le gustaba pensar en sí mismo como escritor («mis ideas tienden a ser primero literarias en lugar de visuales»).

Declaraba que nunca había hecho una ilustración que no fuera para un libro, que nunca sabía cómo iba a ser el dibujo hasta que no estaba hecho: «Cuando trato de visualizarlo antes( …) me paralizo y el resultado suele ser terrible«.

Muy de vez en cuando se atrevía a colorear con acuarelas el mundo en blanco y negro que albergaba casi siempre a sus personajes. Gorey estaba acostumbrado a que sus libros fueran publicados en editoriales modestas que no iban a permitirse el lujo de publicar nada a color. «He terminado pensando en blanco y negro«, sentenciaba.

Diseños para el vestuario de 'Mikado'

Diseños para el vestuario de ‘Mikado’

9. Teatro. «Pienso al estilo de las películas de cine mudo», decía cuando le preguntaban por la influencia cinematográfica en sus trabajos. La obra de Gorey es teatral, cada escena es un momento congelado que bien podría ser un fotograma. No es casualidad que se encargara del diseño en 1977 del vestuario y la escenografía de una adaptación del Drácula de Bram Stocker, primero representada en Nantucket (Massachusets) y luego en Broadway.

Los sets, en blanco y negro y en dos dimensiones, marcaron tanto la adaptación que pronto se terminó conociendo como «la versión de Drácula de Edward Gorey». Ganó el premio Tony al mejor vestuario y, por supuesto, no fue a recogerlo. En 2007 se editó un hermoso libro desplegable que recreaba los escenarios y los personajes de la novela de Stocker imaginados por Gorey.

The Mikado (1983) fue su otra gran aportación al teatro. La ópera cómica escrita por W.S.Gilbert (1836-1911) y Arthur Sullivan (1842-1900) satiriza en dos actos la Inglaterra del siglo XIX con la seguridad que proporcionaba entonces hablar de un país tan lejano como Japón. En un estilo luminoso y colorista, poco habitual en él, Gorey —gran admirador de la cultura japonesa— diseñó también la escenografía y el vestuario de la adaptación.

Ilustración de Gorey para 'The Disrespectful Summons' ('Las citaciones irrespetuosas')

Ilustración de Gorey para ‘The Disrespectful Summons’ (‘Las citaciones irrespetuosas’)

10. Asocial. A pesar de que a veces se le asocia por error con la literatura infantil, no tenía intención de acercarse a ese público. Su relación con los niños fue nula y declaraba no sentirse cómodo con ellos alrededor, pero tampoco los adultos eran fáciles.

«Eventos sociales… ¡Buf! Ya sabes». Gorey se recluía con agrado en su casa de Cape Cod, llena de pilas de papeles y libros, descuidada hasta el punto de que en una ocasión un trozo de techo se derrumbó.

Con frecuencia Gorey se escudaba en una sordera para justificar su vida monacal. «Soy ligeramente sordo… más que ligeramente. Durante años lo he pasado mal en los intermedios y en las reuniones. Estoy allí de pie, sonriendo dulcemente y preguntándome de qué habla todo el mundo porque no llego ni a oir una de cada diez palabras (…). Muchas ocasiones sociales me dejan menos que entusiasmado», decía en 1992.

Pasó los últimos años de su vida sin dejar de dibujar, pero en ese silencio social que no le molestaba en absoluto, en el micromundo de libros, pinturas y películas almacenados sobre los que dormían sus gatos. En abril del año 2000 murió de un ataque al corazón.

Helena Celdrán

Animales de papel con espacios en blanco

'Wolf' - Anna-Wili Highfield

‘Wolf’ – Anna-Wili Highfield

Con estructuras de papel de algodón, pintado y cosido, los animales de Anna-Wili Highfield parecen tiras de una revista que alguien ha sabido doblar con habilidad. El vacío interior los asemeja a la máscara, a la espera de una mirada que los anime, pero el dinamismo y la naturalidad de sus gestos suplen los espacios en blanco.

La artista trabajaba componiendo la escenografía de la Ópera de Australia, en el edificio más famoso del país, la Sydney Opera House, que compone una de las primeras imágenes que se nos vienen a la cabeza al pensar en el territorio antípoda. En la rapidez, el anonimato y los trucos, Highfiled se permitía experimentar con materiales humildes y efímeros: sus creaciones eran un decorado que, cuando la ópera dejaba de representarse, ya no tenía sentido seguir conservando.

La artista convirtió la herencia teatral en su pasión. Dejó la escenografía cuando iba a tener a su primera hija, con la intención de volver, pero en el proceso de trabajar en casa comenzó a recibir encargos de particulares que le permitían centrarse en el proceso de esculpir sin un escenario que dictara las normas de cada obra. Sus animales comenzaron a florecer.

No hace bocetos previos, sólo piensa en la criatura que protagonizará su trabajo ese día. El objetivo es lograr un retrato físico que incluya el espíritu del animal representado. En el proceso de desgarrar y pintar el papel suele escuchar a Nick Cave and the Bad Seeds, música con espacios abiertos, la banda sonora para que la lechuza despliegue las alas, el caballo estire el cuello y el lobo localice a su presa.

Helena Celdrán

'Owl XVII'

‘Owl XVII’

'Horse XV'

‘Horse XV’

'Wren'

‘Wren’

 

'Seahorse'

‘Seahorse’

 

Parques infantiles de ballenas, barcos hundidos y castillos-cohete

La ballena azul de Gotemburgo

La ballena azul de Gotemburgo

La ballena azul de Gotemburgo (Suecia) tiene 15 metros de largo y 3,2 de ancho. Se puede entrar a su interior por el lomo o por la boca. Por dentro es rosada y muestra sus costillas sin reparos. En uno de sus costados hay un tobogán. Los niños más pequeños se acercan con cautela a la boca de cuerdas colgantes del cetáceo; los mayores se atreven a escalar hasta sentarse en la cola.

«¿Por qué jugar solo en un arenero cuando puedes jugar en un cráter lunar o en un submarino, o en una araña gigante, o en un caracol enorme, o en un caballo de Troya, o en un cohete, o en una hormiga, o en el castillo de una princesa? La fantasía es infinita», dicen los daneses Ole B. Nielsen y Christian Jensen, fundadores en 2003 de Monstrum.

La pequeña empresa diseña y construye parques infantiles muy diferentes a los habituales, los que un niño avista desde lejos para acto seguido salir corriendo, cegado por el descubrimiento.

Con un plantemaniento espectacular —derivado de la experiencia en escenografía teatral— pero también conscientes de la dureza de las condiciones climáticas de Dinamarca y Suecia, utilizan madera de Alerce de Siberia (un arbol común también en los países nórdicos, de rápido crecimiento y resistente a las heladas), contrachapado de abedul y pintura impermeable.

El barco carguero de Höganäs

El barco carguero de Höganäs

La compañía de Dinamarca tiene ahora un equipo de nueve  arquitectos, ingenieros y diseñadores dedicados a reinventar las construcciones clásicas para que en conjunto creen un paisaje irresistible que explote las posibilidades creativas de cualquier niño.

Un barco carguero medio hundido tiene una pasarela hacia un faro y unas grandes cajas de madera para que los náufragos se refugien. Dos mundos muy diferentes (la torre del castillo de una princesa y un cohete) se unen para que la nobleza y los astronautas convivan e intercambien papeles si se les antoja.

Además del elemento imaginativo, Monstrum quiere con sus parques «retar las capacidades motoras del niño en todas sus fases», que haya sencillos peldaños para los que hace poco que saben andar, retos más complicados para saltimbanquis de cinco años y cimas a las que sólo pueden trepar los niños que ya se sienten mayores.

Helena Celdrán