No le hacen falta apenas trazos ni pinceladas, practica un estilo vaporoso y flirtea con la abstracción. Las ilustraciones de Katie Rodgers son afiladas y rápidas, parecen a veces una firma, pero nunca deja de adivinarse en ellas una figura humana estilizada y vestida con suma elegancia.
En el perfil personal de su página web, la artista aparece de medio perfil, vestida con una camisa de leñador que contrasta con las uñas pintadas y el fino pendiente que lleva en la oreja izquierda. En las manos, una paleta cubierta a la mitad de manchas de colores y un pincel de mango rojo. La foto podría ser una radiografía vital: nació en un pueblo de Atlanta (Georgia, EE UU), la única niña de cuatro hermanos, se crió en el rural estadounidense, en un mundo opuesto a la sofisticación de sus ilustraciones. Antes de cumplir los siete años recibió un regalo de su tía, un primer set profesional de acuarelas, una pequeña revolución escondida en un estuche.