Si pudieras disparar tus lágrimas y lanzarlas contra la persona que te hiere, sin necesidad de palabras o puños. Solo una pistola de lágrimas que te defienda: un cañón, varias gotas congeladas, un disparo contra el enemigo. Si pudieras ser el sicario de tu tristeza y saldar todas las cuentas. Hacerlo sin violencia, solo con la poética, como en una guerra futura en la que no fuera necesario matar.
La estudiante de diseño Yi-Fei Chen pensó en un arma de lágrimas. Había sido educada en Taiwán, donde el sistema educativo obliga a la obediencia, y la rudeza y el desacato constituyen casi un delito.
Cuando tuvo la oportunidad de estudiar en Holanda, en la Design Academy of Eindhoven, los códigos eran otros. Fuera de su territorio natural se sentía abrumada. Carecía de las palabras necesarias para enfrentarse a sus profesores que le exigían una actitud crítica. Tras un enfrentamiento con su tutor pensó que si tuviera una pistola de lágrimas todo sería distinto. Si pudiera congelar sus lágrimas estaría armada. Necesitaba crear una máquina que expresara sus emociones.
Una lata, a punto ya de caer, se engancha en la espiral de la máquina expendedora. La cuchara se hunde en el cuenco de sopa, la pelota de baloncesto rueda y bota sobre el aro de la cancha sin entrar, la tostada cae en el suelo por el lado de la mermelada. Como banda sonora, una pieza musical de emotiva tristeza que Samuel Barber (1910-1981) compuso en 1938, Adagio for Strings (Adagio para cuerdas).
En 1 minuto y 17 segundos las microfrustraciones se suceden en Unsatisfying, término en inglés para describir aquello que defrauda, no satisface o es decepcionante. El vídeo del estudio parisino de diseño Parallel es tan irritante como humorístico, una oda a la imperfección, una carcajada a la neurosis estética que define Instagram.
Después del éxito viral de la animación, colgada en Internet en verano de 2016, los autores han decidido darle una vuelta más a las insatisfacciones mínimas que nos acechan y son «dolorosas de vivir e incluso de ver». Parallel propone un «reto de animación en torno esta idea» e invita a otros estudios y animadores a que les manden cortísimos vídeos con una de esas situaciones «molestas».
La animación debe tener sonido pero no música, mostrar el título durante dos segundos, tener una duración de unos 10 segundos y medir 1080×1080 pixels.
En el canal de Vimeo Unsatisfying Challenge (Reto insatisfactorio) se pueden ver ya 84 vídeos. Entre la procesión de pequeñas degracias, una anilla se rompe al intentar abrir la lata, el grifo con sensor inteligente no se enciende cuando ya tenemos las manos enjabonadas, el globo de agua rebota sobre el adversario y —por supuesto— se acaba el papel higiénico cuando más lo necesitas.
Digital Grotesque II at Centre Pompidou Imprimer le monde exhibition – Foto: Fabrice Dall’Anese
Tiene un lejano parecido con un arrecife de coral, un panorama alienígena, una pesadilla gótica o una de aquellas grutas manieristas que los nobles de antaño hacían construir en sus jardines para hacer más soportable el aburrimiento de las tardes de verano… Pese a las posibles referencias o sugestiones, nunca ha existido nada igual en complejidad arquitectónica: es la estructura con más facetas nunca antes construida y ha sido necesario un superordenador para procesar el proyecto, hacer los planos e imprimir en tres dimensiones una parte de la superficie de la mareante gruta.
Para llevar a lápiz y papel Digital Grotesque (Grotesco digital) harían falta varios miles de años de trabajo ininterrumpido: estamos ante un diseño con 1.300 millones de facetas (superficies distintas), ninguna igual a cualquiera de sus compañeras, y 42 billones de vóxeles(del inglés volumetric pixel: la unidad mínima procesable de una matriz tridimensional). Ni siquiera el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, la catedral-sueño plástico-estética-religiosa de Gaudí, se enreda en tantas y tan diversas formas.
La gruta se expone estos días en Mutations-Créations / Imprimer le monde (Mutaciones-Creaciones / Imprimir el mundo), una muestra colectiva y temática que reúne en el Centro Pompidou de París a una generación de artistas, diseñadores y arquitectos que utilizan la impresión 3D como una herramienta de experimentación.
En un minuto escaso, dos siluetas femeninas se amenazan, se agreden, son manejadas por altos ejecutivos, lloran. La música escala del sinuoso clarinete a un jazz que emula a temas centrales del cine negro de los años cincuenta compuestos por Duke Ellington o Elmer Bernstein. También resuenan otros nombres asociados a brillantes bandas sonoras: John Barry, John Williams, Bernard Herrmann.
Uno de los golpes de efecto del canal estadounidense FX para esta temporada, la serie Feud: Bette and Joan presenta un reparto de alto nivel (Jessica Lange, Susan Sarandon) y una trama que enlaza en 9 episodios el jugoso cotilleo hollywoodiense con los tejemanejes de la industria cinematográfica y el rodaje de un clásico atemporal: ¿Qué fue de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962), un pulso artístico y emocional para Bette Davis y Joan Crawford, que se detestaban.
Los créditos de la serie no desmerecen del atractivo conjunto, son un digno homenaje al burbujeante y elegantísimo Saul Bass(1920-1996). El revolucionario diseñador gráfico (que trabajó para —entre otros— Preminger, Billy Wilder, Martin Scorsese o Stanley Kubrick) le dio la vuelta a la idea de los créditos en una película, los transformó en suculentos aperitivos mientras los nombres de los actores, del equipo y del director salpicaban aquellas imágenes que preparaban al espectador para el disfrute de la película.
‘Sanpo’ – Mina Hamada – Foto: cargocollective.com/minahamada
Es probable que, al contemplar los acrílicos de Mina Hamada, también quieras tocarlos. Las figuras son abstractas pero bien definidas, evocan un objeto conocido y a la vez son deliciosamente extrañas. Producen una sensación parecida a la de vaciar sobre la mesa una bolsa de gominolas y disfrutar de la combinación de formas y colores antes de comerlas.
Harunohi, Selva De Mar, Spin, Hora Del Té, Natural conversation… Los títulos en japonés, castellano e inglés descubren a una artista que maneja sensibilidades muy variadas. Nació en Luisiana (EE UU), creció en Tokio —donde estudió Bellas Artes y Diseño— y desde el año 2009 vive en Barcelona.
El texto que en su página web describe su trabajo, menciona la «combinación de occidente y oriente», el «inconsciente», la «improvisación» y el «autoanálisis poético» como herramientas para examinar la propia identidad.
Es un objeto de plástico rígido y es fácil imaginar que los pinchos redondeados son blandos como los de una anémona. Las esculturas cinéticas de John Edmark ponen de relieve lo poco fiables que pueden ser nuestros sentidos con respecto a la realidad. El cerebro humano siente debilidad por rellenar espacios vacíos para generar ilusiones ópticas o imaginar un movimiento vivo donde sólo hay una rotación rápida.
«Mientras el arte es a menudo un vehículo para la fantasía, mi trabajo es una invitación a profundizar más en nuestro mundo y descubrir cómo de asombroso puede ser». El diseñador, artista e inventor estadounidense, conocedor de que «el cambio es la única constante en la naturaleza», adora los patrones, las rotaciones y los giros de precisión matemática.
El escepcitismo es una barra diagonal roja, preparada para tachar y poner en duda los métodos y poner a prueba los límites del conocimiento, anulando el color verde apagado que tiene detrás. La deducción es un círculo blanco observado con lupa, una hipótesis que debe probarse. El esteticismo también es un círculo blanco, pero de él salen elegantes pétalos violetas que se superponen y forman una flor de diferentes tonos.
Philographics —Término inglés traducible por filografías o filográficos— es una serie de diseños minimalistas que resumen un concepto o una corriente filosófica. Genís Carreras —diseñador gráfico e ilustrador afincado en Girona— se permite utilizar poco más que círculos, diagonales, rectángulos y triángulos y resume su objetivo en una escueta frase: «Explicar grandes ideas en formas simples».
Cadena navideña con la historia de Asif – Foto: aesopagency.com
La autoestima desaparece con insultos diarios, palizas, quemaduras, violaciones. Según la Organización Internacional del Trabajo —que pertenece a la ONU—, unas 21 millones de personas son esclavizadas en el mundo, obligadas a trabajar a cambio de nada y bajo amenazas físicas y psicológicas, vendidas como propiedades de quienes las controlan, confinadas a una habitación o a un taller sin poder salir.
Las tiras de papel de la campaña navideña Unseen Christmas (Navidades ocultas) se pueden recortar para cerrarlas en circunferencias y formar con ellas cadenas decorativas, metáforas festivas de las cadenas auténticas.
Le llaman, en inglés, The Bolted Book (El libro atornillado) porque sus páginas-fichas están agujereadas y sujetas por dos pernos industriales de aluminio. Fue publicado hace casi nueve décadas y resulta inencontrable. El autor, el italiano Fortunato Depero (1862-1960), fue un soñador versátil y práctico de un mundo lanzado hacia el futuro. Ejerció con fortuna el diseño gráfico y tipográfico. Con menos destreza se atrevió con el industrial, de interiores, escenográfico, arquitectónico…
Soñó en 1915, intentando, como tantos otros y después, espantar a los burgueses, con una Reconstrucción futurista del Universo que predicaba el maridaje del arte y la vida. Reducía los medios necesarios para el proyecto de poblar el mundo de animales mecánicos y paisajes artificiales a estos:
Hilos metálicos, de algodón, lana, seda, de todos los tamaños, coloreados. Cristales de color, papeles de seda, celuloide, redes metálicas, materiales transparentes de todo tipo, coloreadísimos, telas, espejos, láminas de metal, papel de plata coloreado, y todos los materiales más llamativos. Ingenios mecánicos, electrónicos, musicales y ruidistas, líquidos químicamente luminosos de coloración variable; muelles, palancas, tubos, etc.
Harvard ha colgado online nada menos que 32.000 piezas. Es un aperitivo para la celebración, en 2019, de los cien años de la fundación de la institución, que funcionó en tres ciudades alemanas antes de que la presión de los nazis obligase al cierre. El fundador de la Bauhaus, Walter Gropius, emigró a Bostón y fue, hasta su jubilación, decano de la Facultad de Arquitectura de Harvard. De ahí la riqueza del archivo de la universidad.