Entradas etiquetadas como ‘dibujo’

Oscuros miedos secretos trasladados a viñetas

'Deep Dark Fears' - Fran Krause

‘Deep Dark Fears’ – Fran Krause

«Siento que moriré de viejo algún día y que, justo cuando yo ya no exista, se inventará algo asombroso, y me lo perderé por completo». «Cuando uso gotas para los ojos, me preocupa que hayan cambiado la botella por una de Superglue y los ojos se me queden pegados para siempre». «Cuando vamos en coche tarde por la noche y veo uno igual al nuestro, me preocupa, cuando pase a nuestro lado,  que en su interior haya una versión de nosotros con la mirada vacía».

El ilustrador, dibujante de cómics y animador estadounidense Frank Krause invita a compartir temores, fobias, neurosis y experiencias incómodas a cualquiera que necesite confesarlas. Él, a cambio, las trasladará a viñetas. Deep Dark Fears (Miedos oscuros y profundos) es el microblog donde las difunde.

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Dibujos perversos que deben mirarse con lupa

'Now' - Ben Tolman

‘Now’ – Ben Tolman

Ben Tolman tiene la paciencia de un monje amanuense, dibuja entre seis y ocho horas al día, rechaza las prisas y los atajos. Está convencido de que, en un futuro lejano, los únicos documentos que probarán su identidad serán sus obras.

Ese creciente testamento consiste en dibujos en blanco y negro en los que ilustra barrios, urbanizaciones, ciudades, la mayoría de ellos inventados o tan solo basados en lugares reales. Detallista con los edificios, también lo es —de un modo perverso— con los habitantes. En la pequeñez, vistos desde lejos, se disfrazan bien el desamparo, la incoherencia, la violencia y la locura.

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Cientos de ilustraciones libres de derechos, para disfrutar y descargar

Ilustración de Yan' Dargent para una edición de 1870 de la 'Divina comedia' de Dante

Ilustración de Yan’ Dargent para una edición de 1870 de la ‘Divina comedia’ de Dante

El francés Yan’ Dargent (1824-1899) ilustra la Divina comedia de Dante Alighieri con grabados de sensualidad celestial. En primer plano, una mujer tapada sólo con gasas transparentes alza el vuelo recortada contra un fondo de lejanas estrellas. Con todas sus taras, Internet obra el milagro de propagar la imagen y alimentar las miradas del mundo con obras escondidas que pueden permanecer invisibles durante años en gruesos volúmenes custodiados por bibliotecas.

Old Book Illustrations (Viejas ilustraciones de libros) nace de una iniciativa independiente, del deseo de compartir en Internet, a alta resolución y sin cortapisas, arte gráfico con derechos de autor caducados, creado para ilustrar emocionantes historias vendidas por entregas, fábulas, colecciones de cuentos, manuales o diccionarios enciclopédicos.

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El arte de Jason Harvey, dibujante de retratos robot policiales

'Sketch 9', 'Sketch 17' y 'Sketch 1', tres de los retratos policiales artísticos de Jason Harvey - Jason Harvey/Fort Gansevoort Gallery, New York

‘Sketch 9’, ‘Sketch 17’ y ‘Sketch 1’, retratos policiales artísticos de Jason Harvey – Jason Harvey/Fort Gansevoort Gallery, New York

Cada adjetivo es clave para un nuevo elemento, para definir las facciones, el corte de pelo, la forma de los ojos. El testigo ocular describe la cara del sospechoso y el dibujante se deja llevar por las palabras, imaginando el aspecto del supuesto culpable.

«No es un proceso creativo, es una destreza que poseo», dice sacudiéndole el aura artística a su tarea. Jason Harvey (EE. UU, 1973) trabaja para la Policía de Nueva York como dibujante de retratos robot y sus bocetos sirven como pruebas en juicios. Define su trabajo de retratista policial como «terapéutico» y subraya la necesidad de saber escuchar y ser lo más franco posible con el testigo.

En paralelo, un peculiar estilo propio le ha permitido relacionar su tarea con el arte. Ahora muestra al público por primera vez sus trabajos. En la galería Fort Gansevoort de Nueva York hasta el 10 de enero, los personajes se alinean en las paredes mirando de frente como en un tablero del ¿Quién es quién?.

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Los mejores gifs animados sobre el verano

8Bit Summer - Gift Artists Collective

8Bit Summer – Gift Artists Collective

Helados, crema solar, mosquitos, arena, siestas, libros, sandalias, off…

El verano visto por los artistas del gif animado adquiere carácter de arte instantáneo y ligero en GIF Artist Collective, un Tumblr que cada mes pide a los creadores que remitan obras temáticas.

El microblog, que tiene gran éxito dado el renacimiento del graphic interchange format (GIF) como campo expresivo con muchas más posibilidades de las que le atribuían los gurús del diseño web, que lo habían condenado a muerte hasta que los usuarios corrientes y molientes explotaron su capacidad —poco peso, facilidad de creación, movimiento en bucle, carácter hipnótico…—, dedicó julio a recopilar animaciones sobre el verano.

Con las obras enviadas en julio puede trazarse una geografía visual del estío y su gozoso disfrute, al menos desde un bajo umbral de exigencia similar al formulado con su bendita simpleza por el rey de la música de olas y surf  Brian Wilson:

Verano significa momentos felices, sol, ir a la playa, a Disneylandia, divertirse…

Es decir, no se deben esperar reflexiones con un poco más de hondura, como la de Chejov:

A nadie le importa si es verano o invierno cuando es feliz.

Bienvenidos a la temporada del año en que sudar es un signo de buena educación.

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Dibujando la adolescencia con boli Bic

'Laughing Daisies' - Helena Hauss

‘Laughing Daisies’ – Helena Hauss

Es un bolígrafo corriente que puede deslumbrar como un estilógrafo y su diseño (sin apenas cambios desde que se comenzó a vender en 1950) trae recuerdos escolares de libretas cuadriculadas. El boli Bic, el más vendido del mundo, sirve además como inesperada herramienta para el arte, sobre todo cuando se trata de hiperrealismo. Autores actuales —empezando por el asombroso Juan Francisco Casas (Jaén, 1976)— han demostrado que no hay límites técnicos para lograr la precisión.

A estas alturas, ya no sorprenden las ilustraciones hechas a boli Bic, pero las de Helena Hauss tienen el poder de transmitir la frescura adolescente de los años de instituto que muchos asociamos a la tinta azul de los apuntes. La artista afincada en París dibuja a chicas fumando a escondidas en la biblioteca o perforándose las orejas con alfileres, a amores de instituto besándose apasionadamente en un cementerio o carcajeándose del mundo tirados en el suelo.

'The Bet' - Helena Hauss

‘The Bet’ – Helena Hauss

Las latas y los botellines de cerveza, las revistas teen y las camisetas con leyenda son imprescindibles en el universo de Hauss. No racanea detalles y, además de confesar una «gran atracción por el color azul» se declara una fetichista de «los patrones y la tipografía»: en el lomo de cada libro de la biblioteca se puede leer el título, las etiquetas de las bebidas alcohólicas son fieles a la realidad, el papel de pared es un ejemplo de paciencia…

Justifica el uso de bolígrafos vulgares recordando sus dúas en el instituto, cuando dibujaba en los cuadernos y durante las clases, a escondidas de los profesores. «Era una buena manera de que no te pillaran cuando te miraban desde lejos», cuenta en su página web. Con el tiempo, se animó con otros materiales, pero siempre se sintió cómoda sujetando el tubo hexagonal del bic, poniendo a prueba la bola de tungsteno que libera poco a poco la tinta. «Al principio, sentía algo de vergüenza por usar bolígrafos, como que no me sentía una artista real, pero en los últimos años me he dado cuenta de que se ha vuelto una especie de moda y lo he aceptado, ya que siento que este es el momento y el lugar adecuado para hacer esto».

Helena Celdrán

'Midnight Lust' - Helena Hauss

‘Midnight Lust’ – Helena Hauss

'Cover Girl' - Helena Hauss

‘Cover Girl’ – Helena Hauss

Sin título - Helena Hauss

Sin título – Helena Hauss

'The Piercing' - Helena Hauss

‘The Piercing’ – Helena Hauss

Bodegones con objetos típicos de las cajas de un trastero

'Heaven' -  Melodie Provenzano

‘Heaven’ – Melodie Provenzano

Empieza por bajar las cajas que descansan en los estantes más altos de su estudio. Dentro hay figuritas de cristal, porcelana y cerámica, juguetes, lazos brillantes que alguna vez dieron el toque final al envoltorio de un regalo, objetos huérfanos y rotos que ya no le interesan a nadie, el adorno inútil comprado en el todo a 100… Trastos que suelen terminar acumulando polvo en el trastero.

Melodie Provenzano (Kinderhook, Nueva York – EE UU, 1974) extiende las piezas sobre la mesa y las agrupa buscando la mejor combinación. «Esa parte del proceso es bastante divertida. Respondo a la estimulación visual y emocional según cómo se relacionan los objetos, cómo reflejan la luz, proyectan sombras y habitan el espacio». La artista pinta y dibuja después bodegones realistas del conjunto de cachivaches, dándoles la categoría que le otorgaban los maestros holandeses y flamencos del siglo XVII a las piezas de caza, las vajillas de plata o las frutas exóticas.

'Plan A' (detail) - Melodie Provenzano

‘Plan A’ (detail) – Melodie Provenzano

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‘Way Out’, una animación para adictos al ‘smartphone’

Todos lo vivimos a diario como partícipes y observadores. En el transporte público, en un restaurante, incluso en el arenal de una playa… Un gran porcentaje de las personas están inmersas en una pequeña pantalla y pendientes de revisarla en cuanto la pierden de vista unos segundos.

Lo que empezó siendo un teléfono móvil, una herramienta para llamar y recibir llamadas fuera de casa, ahora es una navaja suiza mental. Muchos no reconocerían ni en mil años la dependencia que sienten por el smartphone, como muchos drogadictos, dirían incluso creyéndolo «yo controlo», «yo lo dejo cuando quiero».

Way Out (traducible por salida o escapatoria) es una animación propia de nuestro presente como sociedad enganchada a la tecnología. De tres minutos de duración, la pieza comienza resultando muy familiar y acaba siendo una pesadilla: el mundo digital de cada pantallita luminosa se descontrola, lucha por salir y se convierte en un agujero negro que engulle al mundo real.

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‘Vagabondiana’, mendigos y buscavidas en el Londres del siglo XIX

Mendigos dejando el centro de la ciudad para acudir al asilo de pobres, donde debían trabajar a cambio de comida y alojamiento - John Thomas Smith

Mendigos dejando el centro de la ciudad para acudir al asilo de pobres, donde debían trabajar a cambio de comida y alojamiento – John Thomas Smith

Exsoldados ataviados con abrigos andrajosos que alguna vez fueron parte del uniforme; excéntricos apoyados en muletas; amaestradores de perros bailarines; vendedores de cordones de botas, plantas artificiales de seda o comida para pájaros… La prosperidad en Londres siempre se redujo a una élite, mientras que los buscavidas, vagabundos y mendigos nunca han dejado de ser parte del paisaje de las añejas y señoriales calles de una ciudad que no hace más que aumentar la brecha social desde hace siglos.

El pintor, grabador y anticuario londinense John Thomas Smith (1766-1833) era un documentador nato del Londres de su época. Al contrario que la mayoría de los autores del siglo XIX, se preocupaba por retratar a personas de toda condición social, sin remilgos ni idealizaciones.

Los últimos vestigios arquitectónicos de la ciudad medieval de Londres —arrasada en su mayoría en el Gran Incendio de 1666— no llamaban la atención cuando Smith los plasmó en minuciosos grabados. De la misma manera, a nadie se le pasaba por la cabeza en 1810 dedicar toda una serie de obras a retratar a los vagabundos y mendigos que atestaban las calles de la metrópolis inglesa.

'Charles Wood y su perro bailarín' - John Thomas Smith

‘Charles Wood y su perro bailarín’ – John Thomas Smith

En 1817 Smith publicó muchos de estos trabajos en Vagabondiana, una colección que recibió diferentes nombres según la edición y que en la primera se publicó acompañada por una introducción de Francis Douce (1757-1834), un rico anticuario inglés que (como Smith) trabajó en el Museo Británico. Douce hace un repaso por la historia del arte y menciona a otros autores que buscaron a sus modelos en los vagabundos: Miguel Ángel los tomó como referencia en los comienzos de su carrera para ilustrar a personajes bíblicos. Como no tenía modo de compensarlos económicamente, hacía bocetos adicionales para dárselos y que pudieran venderlos a un tercero.

Smith no comete en sus grabados y dibujos el error de buscar compasión, sino que otorga dignidad a los modelos. Refleja su admiración por quienes apenas tienen nada, porque son conocedores de todo lo necesario para sobrevivir cada día y poseen un sentido de la dignidad que no tiene que ver con el del resto de la sociedad.

Las piezas gráficas no son mudas, las respaldan textos que el autor elaboró a partir de la experiencia de verlos cada día y compartir vivencias mientras retrataba a cada persona. Hay vendedores de cucharas que caminan 40 kilómetros al día gastando un par de botas cada seis semanas, historias de impostores que se hacen pasar por exmarineros, buscadores de clavos que caen de las herraduras de los caballos, mendigos que niegan serlo, dejan el sombrero en el suelo y consideran que cualquier moneda que los transeúntes tiren allí es más producto del azar que de la caridad.

Helena Celdrán

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

Robert McGinnis, de becario de Disney a ilustrador de 007

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Si alguien ha logrado sintetizar las cualidades de James Bondflema british, licencia para matar (física y sexualmente), joie de vivre, insensibilidad al peligro y elegantes maneras para el compartamiento mundano— quizá la persona que sigue en la lista al indomable número uno, el actor Sean Connery, sea un señor de 88 años de Cincinnati (Ohio, EE UU). Se llama Robert McGinnis y todavía no está retirado. Durante la edad de oro de 007 fue el dibujante que vendía al espía con licencia para matar al mundo entero en carteles y dibujos promocionales.

Hablamos de la era predigital y era necesario impulsar a los espectadores mediante la imagen fija. El héroe debía entrar en la mente del consumidor antes de que este pasase por taquilla para dejar que las retinas se rindiesen a la fascinación definitiva de la pantalla. McGinnis, un ilustrador que había empezado com0 becario en la factoria Disney, era el hombre que nos daba las razones por las cuales era necesario ver la nueva película de  Bond.

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Las ilustraciones de McGinnis para los largometrajes de 007 no se limitaban a la cartelería —hizo los pósters oficiales de casi todas las películas de la saga—, sino también a dibujos para promoción y publicidad o para productos de mercadotecnia asociados al personaje, un best seller de la cultura pop. El artista se manejaba con tanta comodidad ilustrando al personaje, las chicas Bond, los villanos y los escenarios exóticos, que el escritor Ian Fleming (1908-1964) , autor de las novelas sobre el espía británico, comentó más de una vez que debía retirarse y dejar al dibujante al frente de las nuevas aventuras: «Entiende a Bond mejor que yo y trabaja mucho más rápido».

McGuinnis había adquirido la virtud de la efectividad cuando era un crío recién salido de Secundaria que encontró hueco como aprendiz en la factoría Disney porque tenía dotes innatas para el dibujo y necesitaba ganar algo de dinero para pagarse los estudios universitarios de Bellas Artes. En Disney, como recordaría más tarde, sólo aprendió cómo rendir de a toda velocidad: «De dibujo no me enseñaron nada, pero lo sabían todo sobre cómo explotarte para que entregases el trabajo a tiempo».

Pero los trabajos para las películas de Bond, aquel «elegante camaleón» que «se movía como un gran felino en la jungla» —figuras literarias que se emplearon para hablar del espía—, le llegaron a McGinnis cuando ya había alcanzado el estatus de artista veloz, brillante y resultón. Como cartelista de cine había debutado con Desayuno con dismantes, en cuyo cartel perfiló a Audrey Hepburn como la Venus de Milo del siglo XX, y en Barbarella, en la que presentó a Jane Fonda como la primera heroína de ciencia ficción con la sexualidad, además de las pistolas de rayos, como arma de ataque.

Aún antes, durante el servicio militar en la II Guerra Mundial había tenido como compañero al también ilustrador Mitchel Hooks (1923-2013), que trabajaba como portadista de novelas en ediciones pulp. Fue este quien puso a McGinnis en el mercado editorial con una recomendación para Dell Publishing, una de las más activas empresas de los años cuarenta y cincuenta en el mercado del hard boiled, la ficción policiaca barata, lasciva y de consumo rápido.

El estilo le gustaba a McGinnis, que siempre destacó como un apasionado dibujante de la figura femenina. Se estima que firmó unas 1.200 portadas para novelas no siempre de bajo nivel —puso imagen de cubierta a obras de algunos buenos autores del género noir,  como Donald Westlake y Erle Stanley Gardner (el padre de Perry Mason)— y revistas de relatos detectivescos.

Fue en el mercado ajetreado del pulp, con bajas remuneraciones, deadlines inaplazables y trabajo abundante, donde el ilustrador fundó su estilo, basado en un dibujo de líneas claras y un prodigioso  sexto sentido para la combinación de colores —«me gusta crear sensación de color usando poco color», decía— y empezó a moldear a sus heroínas licenciosas, mujeres no siempre convenientes, casi nunca inocentes y de hermosura incuestionable.

Aunque inserto ahora unas cuantas imágenes de portadas de libros de esa época, en este set de Flickr los ávidos de más material pueden sentirse saciados.

Cuando explotó como cartelista de cine se empezó a hablar por primera vez de McGinnis como ilustrador. Él fue el primer sorprendido de que llegasen pedidos de Hollywood («estaban un poco mejor pagados que las portadas de libros, pero los veía como simples encargos, nunca pensé que llegaran más allá»), pero de pronto comprendió que la nueva condición de artista le permitía arriesgar en estilo y producción.

Al recibir la propuesta del póster de Arabesco, la película de 1966 con Gregory Peck y Sofia Loren, le enviaron una copia previa del montaje. Dijo que no le bastaba y exigió que para hacer el cartel con propiedad debía tener en sus manos el vestido atigrado y de longitud mínima que luce la actriz italiana en una de las secuencias clave del film. Los estudios cedieron y mandaron la prenda al dibujante, que vistió a una modelo para pintar el original, una obra maestra de tensión y un cebo convincente para ver la película. «Me encanta Sofia Loren, era la más bella mujer de su tiempo. Me sabía de memoria sus rasgos y las medidas de su cuerpo, sólo tuve que cerrar los ojos y dibujar«, dice McGinnis, que está especialmente orgulloso de este trabajo.

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Ahora se publica el libro The Art of Robert E McGinnis (El arte de Robert E McGinnis) [Titan Books, 176 páginas y PVP de 24,99 libras esterlinas no disponible en euros por el momento]. El volumen es la reivindicación definitiva de un creador fundamental que ha puesto a disposición de los editores su archivo de originales, entre ellos los dibujos para aquellas novelas baratas de acción que desprovistos de tipografía dejan de ser una pieza de diseño gráfico y adquieren la consistencia de arte.

Capaz todavía de seguir pintando a los 88 años, McGinnis no suele aparecer entre los grandes de la ilustración y creadores de menor valía le preceden siempre en los cánones —por ejemplo Frazetta, Hannes Bok, Virgil Finlay o Michael Whelan—.

Este clásico —que en los años sesenta también pintó para revistas eróticas como Cavalier desnudos femeninos sin firmar (por temor a represalias de los pacatos productores de Hollywood)— quizá sea el último de los grandes dibujantes que no tiene la necesidad de sentarse ante una pantalla en ningún momento del proceso. «No sé trabajar con máquinas, nunca fui capaz y es muy tarde para aprender. Además, nunca seré capaz de pintar sobre ningún material distinto al papel. Es tan sensual como la piel humana«, dice.

Ánxel Grove