Entradas etiquetadas como ‘Dalí’

Los delirantes GIFs animados de Sholim

Milos Rajkovic se llama Sholim en la Red.

Este animador serbio asentado en Belgrado usa la técnica del GIF animado para crear sus cáusticas sátiras, bromas, macabras enseñanzas. Disecciona el mundo- y sus habitantes- sin piedad. Transcurre entre la metáfora y el humor negro. Crea pequeñas pinturas de autómatas que son un delirio, o mejor dicho: una pesadilla de Dalí tras haber abusado de su ego, como pasar el mono de superego de Dalí sin nada a mano, encerrado en un container de acero en Portlligat.

#mood #Sholim

A post shared by Sholim (@sholim_) on

Es la tierra alucinada la que recrea Sholim. Parece que este animador le saca la careta a todos, desmonta las cabezas- literalmente, con sus seres mecanoides-, para que la locura que nos gobierna tenga su mejor reflejo en esta extrañeza mecánica.

Lee el resto de la entrada »

Un repaso al detalle por las pesadillas fantásticas del Bosco

'El carro de heno'

'El carro de heno'

En el panorama artístico de los Países bajos, El Bosco (1450-1516) irrumpió con una colección de símbolos caótica y espeluznante, más propia de las crisis existenciales del siglo XX que de la armonía canónica del arte flamenco.

En 2016 se cumplirán 500 años de su muerte y el artista aún sigue despertando la curiosidad de cualquiera que ve sus pinturas. ¿Cómo es posible que una mente del siglo XV ideara imágenes como la de un pez con piernas, un rostro que parece nacer de un árbol, un barco volando o dos orejas pegadas entre sí y empuñando un cuchillo? Aunque maestros como Jan van Eyck (1395-1441) ya habían demostrado la grandeza de la pintura flamenca antes de que El Bosco naciera, nadie le había dado al arte el giro de pesadilla fantástica que el pintor desarrolló, como llegado de otro planeta.

'Extracción de la piedra de la locura'

'Extracción de la piedra de la locura'

Los críticos se han atrevido verlo como un surrealista del siglo XV que sacó a relucir todo aquello que albergaba en el subconsciente. Otros ven indicios de las prácticas esotéricas de la Edad Media, una fijación por la brujería, la alquimia y la astrología. El historiador del arte Wilhelm Fraenger (1890-1964) lanzó una teoría que aún tiene peso: el pintor era miembro de una secta herética del medievo, los Hermanos del Libre Espíritu, de carácter panteísta, promotora de la promiscuidad sexual y que buscaba alcanzar la pureza de Adán antes de ser desterrado del paraíso. No hay pruebas de que sea cierta la militancia.

De su vida no se sabe casi nada. Jeroen Anthoniszoon van Aeken se hacía llamar Hieronymus Bosch (El Bosco). A la muerte de su padre, sólo el hermano mayor de la familia (Goossen van Aken, también pintor) podía firmar con el apellido paterno. El artista eligió el pseudónimo de Bosch en honor a su ciudad natal, Bolduque (en neerlandés, ‘s-Hertogenbosch o Den Bosch), en el sur de Holanda, a unos 80 kilómetros de Amsterdam.

Parece ser que pintaba de modo directo, con los colores —vivos y contrastados de un modo inusual— todavía mojados y sin crear capas para construir matices en los tonos, pero sí planeaba las escenas de modo exhaustivo antes de  posar el pincel sobre la superficie del lienzo.

Detalle de 'El carro de heno'

Detalle de 'El carro de heno'

Los micromundos de sus cuadros, paneles y trípticos son abrumadores. En conjunto parecen un rompecabezas de mil piezas. De cerca, cada pequeño habitante de la escena podría ser un cuadro en sí mismo. El Cotilleando a… de esta semana es para El Bosco, no con intención de comentar el contexto ni la grandeza de su carrera, sino para fijar la atención en una selección de media docena de detalles de los miles que pueblan sus grandes obras:

1. Los animales humanoides que tiran del carro están en la tabla central del tríptico El carro de heno, fechado entre 1500 y 1502, pero según estudios recientes parece que realizado en 1516. La obra es una de las numerosas pinturas de temática religiosa del Bosco y alude a la condición efímera de la riqueza y el placer (el heno), con guiños a la lujuria, la vanidad y el engaño.

Detalle del infierno de 'El jardín de las delicias'

Detalle del infierno de 'El jardín de las delicias'

El teólogo, historiador y poeta fray José de Sigüenza  los interpretó a finales del siglo XVI como símbolos de los vicios. El pez, el oso, el león, el lobo, el pájaro… Todos tienen un gesto inexpresivo que los acerca al animal y los aleja del humano, pero las posturas son propias de hombres tirando de un gran peso.

2. El ave rapaz coronada con una olla de oro y engullendo a un humano del que sólo queda ya una pierna está en la parte inferior del lado derecho del tríptico de El Jardín de las delicias (1480-1490), la obra más famosa del Bosco. El pájaro de pico ganchudo se ha interpretado como satanás devorando a los condenados sentado en un retrete dorado y defecando a las víctimas en un agujero negro en el que vomitan y defecan monedas unos humanos descoloridos y sufrientes.

Esa zona dedicada al martirio, que recuerda a las espeluznantes (y novedosas) escenas del Infierno de la Divina Comedia descritas por Dante Alighieri, destaca por la viveza de sus personajes demoníacos, la mayoría basados en criaturas y objetos de la naturaleza y de la vida cotidiana y no inventados como simples monstruos fantásticos.

Detalle de 'El Juicio Final'

Detalle de 'El Juicio Final'

3. La criatura con patas de anfibio que sujeta una sartén, fríe a un humano sufriente del que sólo se ven la cabeza, una mano y una pierna.

El Bosco hace un planteamiento del cuerpo humano que aparece ante el espectador actual como un comienzo del cubismo, mostrando una anatomía fragmentada y desordenada 420 años antes de que Picasso iniciara su camino hacia la abstracción.

La bruja cocinera observa entretenida la tortura de un humano condenado a beber orina de un gigantesco barril que no deja de llenarse.  El detalle pertenece a la parte inferior izquierda del panel central del tríptico El Juicio Final, creado poco después de 1482.

Detallle de los incendios de 'El Juicio Final'

Los incendios de 'El Juicio Final'

4. Los incendios del panel derecho de El Juicio Final (el del infierno) se desarrollan en una masa oscura sólo interrumpida por violentas explosiones de luz que bien podrían haber servido de inspiración para las obras más brillantes del pintor romántico inglés J.M.W. Turner. El Bosco reduce las figuras humanas a  dinámicas siluetas y monigotes que expresan agitación y pavor a pesar de su falta de detalles.

El Bosco ilustró paisajes incendiados en varias de sus obras no sólo por la asociación bíblica del fuego con el infierno y el apocalipsis, sino por un hecho biográfico significativo que marcó al artista. En 1463 un terrible incendio redujo a cenizas la ciudad de ‘s Hertogenbosch, en la que el pintor pasó toda su vida. Profundamente conmovido, nunca desechó la imagen de su convulsa mente creativa.

'Cristo llevando la cruz'

'Cristo llevando la cruz'

5. Cada rostro del cuadro Cristo llevando la cruz (1503-1504) podría ser un poderoso retrato en sí mismo. Los colores vivos contrastan con las muecas de las caras distorsionadas por los peores sentimientos humanos, que retan a los cánones de belleza del Renacimiento.

La maldad no reside en un demonio, una gárgola ni una serpiente, sino que emerge de cada personaje que se burla, odia y desprecia al Jesús de gesto triste, pero armónico. La otra cara bondadosa es la de Santa Verónica, una figura apócrifa de la que se dice que limpiaba con su pañuelo el sudor de Cristo en la travesía y que luego descubrió el rostro del crucificado dibujado sobre la tela .

Detalle de 'Las tentaciones de San Antonio'

Detalle de 'Las tentaciones de San Antonio'

6. Las Tentaciones de San Antonio, datado en torno a 1501, es una sobrecarga lisérgica de perversiones. Al contrario que otros trípticos, no representa el sufrimiento de las almas condenadas, sino de una sola persona, un santo ermitaño que consigue mantener la compostura a pesar de lo diabólico de un mundo que se abalanza sobre él con lujuria y maldad.

El detalle más daliniano tal vez se encuentre en la parte superior del panel izquierdo: San Antonio, amenazado por un demonio que sujeta una rama, reza tumbado mientras surca el cielo sobre un sapo desmayado panza arriba.

Helena Celdrán

René Magritte: «Detesto a las artes decorativas y los borrachos»

René Magritte en 1965

René Magritte en 1965

«Detesto mi pasado y el de otros. Detesto la resignación, la paciencia el heroísmo profesional y los sentimientos obligatoriamente bonitos«. El pintor belga René Magritte (1898-1967) se comportó de acuerdo a esta frase, hablando muy poco de sí mismo. De su vida hay escasos datos precisos, se asume que a parte del suicidio de su madre ahogándose en el río Sambre, no hay mucho más que contar de los primeros años de vida del artista.

Magritte termina el contundente discurso diciendo: «También detesto las artes decorativas, el foclore, los anuncios, las voces comunicando anuncios, el aerodinamismo, los boy scouts, el olor a naftalina, los acontecimientos del momento y la gente borracha». La recopilación aleatoria de odios, sin relación ni otro fin que el de manifestarlos, también es una pista sobre la continua confusión que siempre cultivó con sus obras.

Magritte con su mujer Georgette

Magritte con su mujer Georgette

Cuando se veía arrinconado y forzado a hablar de su arte mostraba disgusto, aburrimiento y cansancio, actitudes fingidas que escondían sus deseos de trastornar con cada lienzo la normalidad, desordenar los escenarios comunes, las convenciones, la lógica más básica que controla el modo que tenemos de ver las cosas, entregarse al absurdo.

Evitaba que lo llamaran artista y se describía como un hombre que piensa y que comunica sus pensamientos ilustrándolos. No había cosa que más le irritara que el intento de los críticos por analizar su obra en búsqueda de símbolos y significados ocultos. Su idea del éxito era que los cuadros carecieran de cualquier explicación que valiera para satisfacer la curiosidad del espectador.

No le interesaba dibujar jeroglíficos. Cuando alguien intentaba teorizar sobre sus pinturas, él sólo tenía una contestación posible para dar a entender que no había pretendido nada: «Eres más afortunado que yo».

El Cotilleando a… de esta semana es para el pintor surrealista René Magritte, del que escogemos cinco cuadros como recorrido por sus análisis visuales. Todos demuestran la sencillez de un depurado estilo figurativo para expresar con claridad una idea y las escenas sencillas pero inexplicables de un señor de aspecto burgués que contrastaba con la imagen excéntrica de Dalí o la apariencia contundente de Picasso.

Amado y odiado, reflexionaba en silencio, bullendo por dentro sin necesidad de hacerse notar y siguiendo una sencilla afirmación que justifica cualquier escena que se pueda tachar de absurda: lo inesperado proporciona información; lo que se espera que suceda con seguridad no nos dice nada, es lo normal.

'La traición de las imágenes'

'La traición de las imágenes'

1. La traición de las imágenes (1929). «La inteligencia de la exactitud no impide el placer de la inexactitud», decía el artista a finales de los años veinte. En su misión de despojar al pensamiento del disfraz del lenguaje, pintó en 1929 La Trahison des images. Bajo el dibujo nítido y realista de una pipa de fumar escribió con letra de caligrafía escolar Esto no es una pipa: con un método infantil Magritte despojó de convenciones semánticas a una representación que no es el objeto, pero que de manera trivial todo el mundo acaba aceptando que lo es.

«La famosa pipa. ¡Cómo me la reprocharon! Y sin embargo, ¿podrías rellenarla? No, es sólo una representación. ¿No es así? Si hubiera escrito en mi cuadro ‘Esto es una pipa’, ¡hubiera estado mintiendo!», dijo a su amigo y asesor jurídico, el abogado y coleccionista de arte Harry Torczyner. Los límites del lenguaje obsesionaron al pintor, que en los años siguientes repitió el experimento con obras como La clef des songes (La llave de los sueños) que mostraban galerías de objetos nombrados con palabras erróneas.

'La evidencia eterna'

'La evidencia eterna'

2. La evidencia eterna (1930). Magritte realizó este juego visual tras volver de París a Bruselas. En la capital francesa se relacionó con André Breton y las primeras figuras del surrealismo parisino, pero las tensiones personales con aquel y el coste de la vida lo devolvieron a Bélgica.

Con L’Evidence éternelle, el pintor demandaba la atención del espectador para completar el motivo del cuadro, pero con un método muy diferente al empleado en la pintura abstracta. La modelo es su mujer Georgette, fragmentada en cinco óleos.

El precedente de esta pintura, que bien podría verse como una escultura en dos dimensiones, se encuentra tal vez en el cuadro Tentative de l‘ impossible (Intentando lo imposible), dos años anterior, en el que Magritte se retrata creando a Georgette en carne y hueso, dando pinceladas a un brazo inacabado.

'El modelo rojo'

'El modelo rojo'

3. El modelo rojo (1935). El pinto siempre usó su arte para poner a prueba la realidad: en los años treinta fue abandonando su fijación por la relación entre el lenguaje y la imagen y comenzó a estudiar la transformación de los objetos, creando situaciones en las cuales el significado entraba en crisis. Se valía del aislamiento para librarlos de la función original, de la modificación para otorgarles propiedades que no tienen, cambiaba su escala habitual

Le Modele Rouge es un ejemplo de hibridación, una de las técnicas con las que jugaba el artista. En la obra, unos pies humanos se convierten en zapatos. «El problema de los zapatos demuestra cómo lo más primitivo pasa a aceptarse a base del hábito», dijo el artista durante una charla en 1938. La unión del pie con la bota de cuero se presenta en la realidad como una monstruosa combinación y sin embargo en ambos casos se trata de piel.

'Golconda'

'Golconda'

4. Golconda (1953) es una lluvia —o una elevación, según se mire— de hombres con abrigo negro y bombín, similares a Magritte, en un entorno urbano también parecido al del pintor en Bruselas.

A partir de los años cincuenta, el pintor se sumergió en la poesía de las escenas, alejándose de teorías sobre las palabras y los objetos. Al contrario que otros autores surrealistas, no buscaba escándalos, no le gustaba dejarse ver y se ocultaba en la normalidad de la rutina diaria, sin estridencias ni sobresaltos, volviéndose invisible para el mundo real, cuyas normas básicas de coherencia él no compartía. Seguiría esa senda hasta su muerte, a causa de un cáncer de páncreas, a los 68 años.

Golconda se refiere a una ciudad de la India, ahora abandonada, que en el siglo XIII fue conocida por sus minas de diamantes. El extraño título del cuadro no fue idea de su autor, sino del poeta surrealista Louis Scutenaire, que lo visitaba todos los domingos y bautizaba las obras animado por el artista. Curiosamente, Scutenaire murió tras ver un especial en televisión dedicado a su amigo, el 15 de agosto de 1987, el día que se cumplían 20 años de la muerte de Magritte.

'El hijo del hombre'

'El hijo del hombre'

5. El hijo del hombre (1964). En sus últimos años de vida retrató con insistencia al hombre del bombín, muchas veces sin rostro o dado la vuelta, como reacio a aparecer ante el mundo, contagiado de la invisibilidad de su creador: Le fils de l’homme es un autorretrato. «Hay un interés en lo que está oculto y en lo que la parte visible no nos enseña. Este interés puede producir un sentimiento bastante intenso, una especie de conflicto, se podría decir, entre lo visible que está oculto y lo visible que está presente», declaró enigmático en una entrevista un año después de pintar el cuadro.

El autor dijo poco más del cuadro, que pese a ser uno de los más célebres, no está comentado con demasiada intensidad por los estudiosos. La obra ha sido vista como una alusión al pecado en la vida moderna, como una representación de Adán encorbatado… Magritte sin duda se hubiera dado la vuelta al escuchar esas hipótesis, dando la espalda al teórico de turno que trata de inmiscuirse en el universo hermético del hombre del bombín.

Helena Celdrán

La sensualidad y la repulsión de la boca

'Lick Line #39' - Julia Randall

'Lick Line #39' - Julia Randall

Están fuera del contexto del rostro, posan con muecas, con la pronunciación acrobática de un nuevo sonido, con la fiereza que implica enseñar los dientes…

Masticar, salivar, articular, seducir. Julia Randall (Nueva York-EE.UU, 1968) se rinde a la sofisticación de la boca humana.

Lenguas, labios y dientes componen el corpus de su idioma artístico. La destreza y precisión de su técnica a lápiz, limpia y detallista, le permite «hacer un acercamiento humorístico», estudiar cómo la boca pasa del mundo natural al fetiche.

En la colección de influencias que rondan su cabeza cuando dibuja, flotan imágenes de inventos surrealistas, ideas dadaistas  y colores cálidos y sombríos de objetos decorativos franceses del rococó dieciochesco.

Presumo que Randall piensa a menudo en el broche de rubíes y perlas de Dalí, en el sofá de labios, en la sensualidad de  las volutas (que podrían ser lenguas) de un mueble o un reloj de salón recargado.

El conjunto de ilustraciones que hoy protagonizan la sección de Obsesiones pertenece a una serie que la autora llama Lick Line (algo así como Línea de lamer).

En cada dibujo los labios se fruncen, las lenguas sobresalen, «hacen señas a quien las mira con ánimo de que alguien se acerque a ellas».

Cada día producimos unos 1,7 litros de saliva, otra de las protagonistas de la obra de esta artista exploradora de las cavidades bucales.

En uno de estos estudios de expresividad, le saca partido al líquido con unos labios en forma de «o» que producen una burbuja con borden flanqueados por otras burbujas más pequeñas. Impresiona el detalle con que Randall añade a las babas el reflejo de una ventana, convirtiendo la boca en un ojo irritado. «Devuelven la imagen del lugar que ocupa el voyeur«, explica la artista, jugando siempre a unir repulsión y sensualidad.

Helena Celdrán

Dólares con la cara de la niña del Exorcista

James Charles - 'Potty Mouth'

James Charles - 'Potty Mouth'

¿Quién se atreve a reirse del dinero? Las monedas son trozos de metal y los billetes, papeles. Nada de oro ni diamantes para  condicionar nuestra existencia. Ni siquiera nos merecemos eso.

Provocan miedos e ilusiones. Representan el valor de las cosas. Pensándolo mejor, representar es un verbo que se queda pequeño: son lo que vale todo.

Desde hace un año James Charles (EE.UU, 1963) ha estado metido en un proyecto artístico tan minucioso como simbólico. Empezó a dibujar sobre billetes de 5, 10 y 20 dólares para divertirse, alterando la cara de los presidentes y personajes históricos que ilustran el papel moneda de Estados Unidos. Los convertía en personajes famosos reales y de ficción.

James Charles - 'Van Gogh's Ear'

James Charles - 'Van Gogh's Ear'

Tras gastar accidentalmente algunos de ellos, decidió sacar de su cartera los que iba modificando y guardarlos.

Así empezó su serie de billetes modificados. Una colección en la que ha incluido ya a Sid Vicious, Jesucristo, Justin Bieber, el maestro Yoda, el espantapájaros del Mago de Oz, el Hombre Lobo, Charles Manson, Iggy Pop, Sarah Palin, Dalí…

Entusiasmado con sus avances técnicos, se hizo con tinta y materiales para dar un mejor acabado a sus creaciones y empezó también a manipular las letras de los billetes añadiendo mensajes.

James Charles - 'Burger Clown'

James Charles - 'Burger Clown'

En uno de cinco dólares, Charles convierte a Abraham Lincoln en Samuel L. Jackson caracterizado como Jules, el matón de la película de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Bajo su retrato, una frase tan bien hecha que parece impresa así en origen: Bad Motherfucker.

El artista desea que quien vea estas manipulaciones inicie una reflexión sobre el valor verdadero del papel moneda: algo hecho de materiales insignificantes que condiciona el modo en que vive la gente en el mundo.

Dice que los billetes que transforma ya no son dinero, sino objetos de arte, por eso los saca de circulación. Ciertamente se convierten en otra cosa. La singularidad de la materia prima y el resultado aparatoso de estos experimentos me decidieron a traerlos a la sección de Artefactos.

James Charles - 'Gabba Gabba Hey'

James Charles - 'Gabba Gabba Hey'

La puntilla de esta historia es que James Charles ha expuesto el mes pasado la colección completa en la Shooting Gallery de San Francisco. Allí había una buena suma de dinero: billetes de cinco, 10, 20, 50 e incluso 100 dólares, todos ellos a la venta.

¿El precio? Por poner un ejemplo, el billete de 10 que convierte al economista y padre fundador Alexander Hamilton en la princesa Leia vale 600 dólares (unos 418 euros).

No cabe duda de que el chico tiene talento.

Helena Celdrán

Hitchcock odiaba las gaitas

“La televisión ha llevado el asesinato de vuelta a los hogares. A donde pertenece”. Alfred Hitchcock (1899-1980) era una máquina de producir frases. Psicosis, Vértigo, La ventana indiscreta, Los pájaros, Frenesí… El londinense divagó sobre la idea del asesinato como arte toda su vida, fue un Rembrant del estrangulamiento, el Velázquez de la puñalada.

Alfred Hitchcock retratado por Jean Luc Sieff

Alfred Hitchcock retratado por el fotógrafo Jean Luc Sieff

Teorizó mucho sobre el crimen, el palpitar del corazón in crescendo, la angustia sofocante de saberse sin salida y la falsa culpabilidad. Amaba las conversaciones. Estos días se representa en el teatro Lucernaire de París «Hitch», una obra basada en libro de François Truffaut El cine según Hitchcock, que documenta las conversaciones que mantuvo el entonces joven cineasta francés con el ya veterano director, al que conoció en 1962.

Explorador de la reacción humana extrema, le encantaba averiguar las fobias de los actores, ya fuera miedo a las ratas o a las arañas, se las ingeniaba para conseguir una caja llena de ellas y enviarla a quien más lo fuera a disfrutar. Era adorable, pero dudo que me agradara como amigo.

No acudía a fiestas, saboreaba la vida hogareña junto a su mujer, nunca se le vio vestido con otro atuendo que no fuera un traje. Parecía un señor cualquiera, pero de su cabeza salían historias de cuervos, cuchillos y moteles truculentos.

Con ese aspecto de hombre corriente, hizo cameos en todas sus películas. Mezclado entre la muchedumbre, como un viajero más en un autobús, con aire despistado en el pasillo de un hotel… Sus apariciones se convirtieron en marca de la casa.

Siempre tuvo miedo de grabar en exteriores porque la luz o las condiciones meteorológicas escapaban de su control. Aún así superó esa manía con el tiempo y películas como Frenesí (1972) están rodadas casi por completo en las calles de Londres. Por otro lado, técnicamente se atrevió con todo.

Fue el primer director en utilizar el plano secuencia con intensidad y maestría. Rodó La Soga (1948) con un único plano secuencia que dura todo el largometraje. En realidad es falso, porque en la época no existía un rollo de película tan largo, pero Hitchcock se arregló poniéndole ruedas a las paredes del estudio o acercándose mucho a la espalda de un personaje para que sólo se viera negro durante un segundo.

El sueño que Dalí diseñó para la película 'Recuerda...'

El sueño que Dalí diseñó para la película 'Recuerda...'

Introducir un sueño surrealista diseñado por Dalí en Recuerda…, hacer un agujero y meter una bombilla en un vaso de leche para que tus ojos no puedan apartarse de él en Sospecha. Hay cosas que, de rabiosamente simples, ya no se volverán a hacer nunca en el cine.

Para celebrar la figura del punzante pero arrebatador Hitch, unos cuantos cotilleos ciertos:

1. De sus películas, 16 fueron nominadas y optó al Oscar como director por Rebeca, Sospecha, Recuerda…, Náufragos, La ventana indiscreta y Psicosis, pero en toda su carrera nunca lo ganó. “Siempre una dama de honor, nunca una novia”, decía al respecto.

2. La famosa silueta de su perfil, transformada en símbolo del director, aparece en la cabecera de su programa de televisión Alfred Hitchcock presenta y en La hora de Alfred Hitchcock. El ahora logotipo fue diseñado por él mismo cuando aún vivía en Londres, para adornar de modo rápido unas tarjetas de Navidad.

3. Cuando terminaba una taza de té en el estudio, solía tirar  hacia atrás la taza y el plato.

4. En una ocasión se disfrazó de mujer en una fiesta que celebró. Hay constancia de que hay imágenes y grabaciones de esa fiesta. El material estaba en su oficina, pero tras su muerte nadie lo encontró.

5. Hitchcock odiaba las gaitas: “Supongo que el inventor se inspiró en un hombre que llevaba un cerdo indignado y asmático bajo el brazo. Por desgracia, el sonido creado por el hombre nunca pudo igualar la pureza del sonido conseguido por ese cerdo”.

6. Siempre tuvo problemas de sobrepeso. Perdía y ganaba kilos con rapidez. A finales de los años treinta llegó a pesar más de 135 kilos. Cuando más delgado estuvo fue a finales de los cincuenta, como se puede comprobar en su aparición en la película “Atrapa a un ladrón” (1955).

Hitchcock 'asustando' a Janet Leigh en el rodaje de 'Psicosis'

Hitchcock 'asustando' a Janet Leigh en el rodaje de 'Psicosis'

7. Daba mucha importancia al pelo de las actrices, de los que siempre hacía primeros planos en sus películas. Tenía preferencia por las rubias, de ellas decía que eran las mejores víctimas, porque tras un crimen parecían “nieve virgen con pisadas de sangre”.

8. Sufrió toda su vida ovofobia, miedo incontrolado a los huevos. Se refirió a este singular pánico en varias ocasiones: “Me asustan los huevos. Más que asustarme, me repugnan. Esa cosa blanca y redonda sin ningún agujero… ¿Hay algo más repulsivo que una yema de huevo rompiéndose y derramando su líquido amarillo?”

9. El amor de su vida fue la guionista, editora y asistente Alma Reville. Se casaron en 1926 y trabajaron juntos hasta la muerte de Hitchcock, en 1980. Tuvieron una hija, Patricia, que nació en 1928 y sigue viva. Actuó en Broadway e hizo pequeños papeles en Pánico en la escena (1950), Extraños en un tren (1951) y Psicosis (1960).

10. Cuando Hitchcock recogió el premio que le otorgó el American Film Institute a toda una carrera, dijo “Pido permiso para mencionar el nombre de cuatro personas que me han brindado el mayor de sus afectos. La primera es editora de películas, la segunda; guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat y la cuarta es una gran cocinera que ha obrado milagros en una cocina doméstica. Sus nombres son Alma Reville”.

Helena Celdrán