Entre las dos Polaroid transcurrieron solo unos meses. El hombre en ropa interior de la izquierda, Sam Wagstaff, tenía más o menos 50 años y era tan millonario como lo había sido en la cuna —el dinero llegaba por ambas líneas consanguíneas: el padre, superabogado y la madre, judía polaca, ilustradora de confianza de Harper’s Baazar—.
El chico encuerado de la derecha, Robert Mapplethorpe, de 25, pretendía convertirse en fotógrafo, en artista, comerse el mundo, ser un nuevo Elvis…
Se conocieron en una fiesta licenciosa en uno de esos lofts de Nueva York donde entrabas por una cualquiera de estas dos condiciones: ser bello o ser un poco menos bello pero tener mucho cash.
Se acostaron juntos la misma noche y fueron amantes durante quince años. Ambos murieron de sida con una diferencia que fue caritativa para el sentimiento de pérdida de Robert: Wagstaff en 1987 y Mapplethorpe en 1989.
Los dos decesos ocurrieron en invierno, pero la nieve solo parece haber caído sobre la memoria de Wagstaff. Lee el resto de la entrada »
Desnuda bajo el cuero negro del apretadísimo jumpsuit. No era cierto, pero todos lo creíamos y deseábamos. Incluso la estatura molaba: 152 centímetros. El sex appeal de lo necesario.
Suzi Quatro, la primera mujer-dinamo del rock and roll.
Gritó con orgullo, tocó el bajo, compuso grandes canciones, ha editado quince álbumes de estudio, vendido unos 45 millones de discos y sigue abrazada por el cuero negro, dando conciertos notables a los 61 años.
Quiero mencionar hoy en Top Secret-la sección del blog que dedicamos a tesoros escondidos- a la injustamente olvidada roquera Suzi Quatro, una pionera: no era cosa fácil para una mujer estar al frente de un grupo de rock en los años setenta.
"Suzi Quatro", 1973
Cuando debutó con su nombre en 1973 con el contudente Suzi Quatro, machacón y hard, ya había superado una década sobre los escenarios, porque desde los 15 años tocaba con las Pleasure Seekers, un grupo sólo de chicas.
Con el arrogante jumpsuit, el bajo Fender Precision que le había regalado papá y la voz-chillido montada sobre temas simples y pegones, Suzi había llamado la atención en la desesperada Detroit -maternidad del rock más básico y salvaje de los años setenta (MC5, The Stooges, Alice Cooper, Grand Funk Railroad…)- al productor inglés Mikie Most, un tipo con ojo de lince para los hits instantáneos al que le gustaba el bouquet de alquitrán y sudor de aquella pequeña fiera. Se la tuvo que disputar a otro cazatalentos, Jac Holzman.
Ella lo tuvo claro: «Jac quería hacer de mí la segunda Janis Joplin y Mikie la primera Suzy Quatro. No había color».
Suzi Quatro
Establecida en el Reino Unido, volvió a mostrarse tozuda cuando le preguntaron que look prefería. «Cuero negro», contestó. «Eso es muy anticuado», le dijeron. «No para una mujer», dijo Suzi.
Hay muchos altibajos en la dilata carrera de la mujer-dinamo. No es una compositora dotada para los matices y se ha dejado llevar por algunas influencias perversas -como admitir su militancia en el glam rock-, pero tiene una cuantas canciones que no admiten la indiferencia (Can the Can, Devil Gate Drive, 48 Crash…) ni dejan prisioneros: te hieren mortalmente.
Hace poco le preguntaron si todavía es capaz de calzarse el jumpsuit de cuero negro con el que debutó. «Sí, es cierto. Me lo puedo poner. Pero cambio de vez en cuando de jumpsuit. Se suda mucho ahí adentro», dijo.