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Malick Sibidé, el fotógrafo que recordaba el nombre de todos sus retratados

Malick Sibidé - Nuit de Noël (Happy-Club) 1963. Photograph: Franko Khoury/National Museum of African Art

Malick Sibidé – Nuit de Noël (Happy-Club) 1963. Photograph: Franko Khoury/National Museum of African Art

Frente a una cualquiera de las miles de fotos que hizo Malick Sibidé, el retratista de Malí que acaba de morir, a los 80 años por complicaciones derivadas de una diabetes, sientes que toda la armazón discursiva que con demasiada frecuencia complica la vida a los artistas es una pantomima. Las imágenes de Sibidé —para quien la fotografía era sinónimo de «juventud y alegría»— contienen todo aquello que falta y sobra en las obras de sus colegas occidentales.

En una reseña que publiqué en 20 minutos en 2012 para hablar de una exposición que confrontaba las miradas de los retratistas occidentales con la de los africanos, escribí, bajo un titular ideológicoComparan la teatralidad de los retratos fotográficos occidentales con la sencillez de los africanos algunas frases que serían acaso pertinentes en un del gran maestro maliense:

Warhol, Sherman y Mapplethorpe, grandes estrellas y figuras veneradas, trabajaron el retrato teniendo presente —en ocasiones, demasiado presente— el papel de los conceptos de identidad, sexualidad, travestismo o feminidad. Practicaron la fotografía como mascarada, manipulación y escenario de prueba de simulación de identidades y roles, convencidos de que el retrato debía mostrar de manera inequívoca una postura ideológica frente a los demás.

Al contrario, (Seydou) Keïta, Sidibé y (Samuel) Fosso hicieron de los retratos de estudio un género grácil y de enorme elegancia. En la obra de los tres hay, desde luego, una posición ideológica —como en toda fotografía—, la alegría y esperanza que despertaron en África los procesos de descolonización e independencia, pero no mediatizan el mensaje con actitudes estéticas artificiosas poque prefieren hacer uso de una mirada limpia. Es reveladora la comparación entre los autorretratos de travestismo Mapplethorpe, sobrecargados y vanidosos, con los de Fosso, naturales y mucho más potentes ante los ojos del espectador.

Un proverbio del hoy atosigado país atravesado por el Níger, río que domina al desierto en su camino hacia el océano, dice lo mismo con más humor y llaneza: «La vida es un baile que danzamos una sola vez». Un segundo, que puede considerarse complementario, añade: «Cuando los mosquitos trabajan, muerden y cantan».

El paso por el mundo del gran Sibidé fue fiel a ambas disposiciones: nunca quiso mostrar el llanto, ni siquiera cuando la vida mordía demasiado fuerte, como en los últimos tiempos, cuando el fanatismo integrista musulman ataca buena parte de la superficie de Malí.

«No nací para mostrar miserias. Nací para retratar la alegría», afirmaba Sidibé sin pretender dictar normas.

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Un fallo de Flickr dejó al aire fotos privadas durante 20 días

Correo de Brett Wayn

Correo de Brett Wayn

Acabo de recibir un correo de uno de los vicepresidentes de Flickr. El señor Brett Wayn, a quien no tengo el gusto y, estoy seguro, le importo un carajo, me comunica mediante el mail interno de la veterana comunidad fotográfica del grupo Yahoo que mis fotos marcadas como privadas estuvieron a la vista de cualquier internauta entre el 18 de enero y el 7 de febrero.

Como siempre que los amos del 2.0 cometen un desliz la culpa es achacada al culpable más fácil —por inasible—: un «software bug» (fallo de programa informático).

El asunto tiene tela. Flickr, un servicio con 51 millones de usuarios registrados, 80 millones de visitantes únicos y más de 6.000 millones de fotos alojadas (una cifra importante pese a estar muy lejos de los 100.000 millones de imágenes, de otra calaña, es verdad, que almacena Facebook), me cobra una cuota anual (barata, menos de 25 dólares, pero con plena validez jurídica como contrato de servicios y obligaciones) a cambio de la cual me permite guardar fotos sin límite de espacio virtual. Ese es el uso prioritario que me interesa: un cajón donde depositar las imágenes con determinadas claves que le vienen bien a mi mala memoria —fecha, geotag, motivo…—.

El 'organizr' de mi cuenta

El ‘organizr’ de mi cuenta

En estos momentos tengo en mi cuenta, que abrí en diciembre de 2004, antes de que Flickr fuese comprada por Yahoo en uno de los grandes pelotazos de la era de Internet, 5.038 fotografías, pero solamente 28 son públicas. No me interesa que las demás estén al aire. El fallo de la compañía ha puesto mis 5.010 fotos marcadas como privadas en circulación, durante veinte días, en el cotilla y curioso hasta la grosería mundo de la red. Desde luego, las imágenes también han entrado en los rastreos de los motores de búsqueda, como el señor Wayn me comunica en su tan educado como inútil correo.

El clamoroso descuido de la empresa hacia sus clientes —Flickr no ha informado públicamente del problema, ni tampoco ha cuantificado el número de cuentas afectadas aunque los foros internos del servicio revientan con las protestas individuales— sólo me ha dañado como cualquier incumplimiento de contrato podría hacerlo (y tengo derecho a un resarcimiento económico por un fallo en la prestación de un servicio), pero la anomalía seguramente ha tenido efectos mucho más perniciosos para aquellos usuarios que tuviesen marcadas como privadas fotos íntimas, personales, delicadas o, sencillamente, dañinas o dolorosas para terceros.

Captura del blog de Flickr

Captura del blog de Flickr

Con los nervios de punta, a los responsables de la comunidad fotográfica —ya expliqué en el blog mi impresión: Flickr se ha verbenizado y convertido en un inmenso gimnasio para ejercer la egolatría y no la fotografía— no se les ocurrió otra cosa en plena crisis que marcar como privadas todas las fotos de las cuentas afectadas. Con el movimiento espasmódico convirtieron el garajal en garajal y medio: los enlaces en blogs o webs a fotos que antes eran públicas se rompieron para convertirse en caminos hacia el oops, foto no disponible.

«Estamos profundamente apenados porque esto haya ocurrido. Como ávido usuario de Flickr, estoy personalmente comprometido en asegurar que sus recuerdos están seguros. Nuestro equipo ha trabajado duro para ganar su confianza y nos lo tomamos muy en serio. Hemos puesto en marcha una serie de medidas adicionales para evitar que esto vuelva a suceder», me dice Wyan.

Señor Wyan, no le creo. Me parece que le sigo importando un carajo.

Ánxel Grove