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Un deporte excéntrico que sustituyó el caballo por el coche

Auto polo - Bain News Service, publisher - Auto polo - between ca. 1910 and ca. 1915

Los vehículos parecen lanzar a los viajeros con violencia, rebelarse contra el control humano. Los jóvenes salen despedidos y los coches vuelcan. Suspendidos en el aire también se aprecian grandes mazos de mango alargado. Sólo la presencia discreta de una pelota puede funcionar como pista para descubrir que aquello es en realidad un deporte.

En el polo, los jugadores se trasladan a caballo y, con mazo en la mano, desplazar una pelota que deben introducir en una portería. Originario de Persia (donde parece que nació en el siglo VI a.e.c), el tiempo ha pasado por él sin apenas cambios, pero en 1911 hubo un intento de transformarlo radicalmente y cuestionar la necesidad del caballo para practicarlo.

El auto polo se presentaba en 1911 en los EE UU, cuando comenzaba a prosperar la industria automovilística, como una modernización del polo, añadiendo el coche y quitándole los caballos. Aunque se habla a menudo de este año como de su nacimiento, el invento es anterior: un recorte del periódico inglés Paterson Daily Press publica en julio de 1902 un breve artículo sobre el «Automobile polo», ideado por «Joshua Crane Jr.» y que ya anunciaban con cierto tono burlón que «no parecía que fuera a hacerse demasiado popular».

Bain News Service, publisher. Auto Polo, between ca. 1910 and ca. 1915

Bain News Service, publisher. Auto Polo, between ca. 1910 and ca. 1915

La ocurrencia supuestamente estadounidense tenía algo de estrategia comercial. No es una coincidencia que su autoaclamado inventor —Ralph Pappy Hankinson— fuera un vendedor de coches de Ford, una compañía en expansión que sólo dos años después introdujo la primera cadena de montaje en la fabricación de los coches, un método con el que se abarataron y por fin fueron accesibles a la clase media.

Desde que se celebró el primer partido —en un campo de alfalfa de Wichita (Kansas), con 5.000 espectadores— el deporte estrafalario se hizo popular en ferias y exhibiciones hasta finales de los años veinte e incluso se crearon varias ligas bajo la tutela de la Auto Polo Association. En Europa nunca consiguió calar, a pesar de que varios equipos de Wichita iniciaron un tour en 1913 por el viejo continente para promocionarlo.

Con frecuentes choques entre los vehículos, huesos rotos y atropellos, los problemas de seguridad cada vez le dieron peor prensa. La mayoría de los coches quedaban para el desguace una vez terminados los partidos y no era viable económicamente seguir practicándolo. Ninguna aseguradora estaba dispuesta a sufragar los costes del capricho y el auto polo quedó en una moda pasajera, una excentricidad estadounidense que tal vez vuelva a practicarse alguna vez, de manera espontanea, en un campo de alfalfa.

Helena Celdrán

Auto Polo

Auto Polo - Chicago

Pintar en las lunas de un coche mugriento

Una versión del Nacimiento de Venus de Botticelli, una viñeta de Roy Lichtenstein, los hermanos Marx, Hank Williams, el retrato del perro familiar mirando emocionado al exterior…

'Under a Wave' - Scott Wade

'Under a Wave' - Scott Wade

Los cristales del coche, en especial la luna trasera, son el lienzo de Scott Wade, un hombre con expresión despreocupada y ataviado con camisas de colores para combatir el calor de Texas.

Es un excéntrico al que se le agradece la ocurrencia. Lo único que he tenido la oportunidad de ver trazado sobre la suciedad de un coche han sido mensajes tipo «lávame», «el dueño de este coche es un cerdo» y demás ejemplos de creatividad popular.

Precisamente todo empezó cuando Wade dejó que la suciedad campara a sus anchas, harto tal vez de tener que limpiar cristales cada vez que volvía a casa tras conducir por Hill Country, la región de Texas en la que vive.

'On the Road' - Scott Wade

'On the Road' - Scott Wade

A diario recorre un camino de poco menos de tres kilómetros recubierto de un manto de caliche, un mineral típico de las zonas áridas o semiáridas que sedimenta con la arena o la arcilla y levanta polvaredas incluso con pisar el terreno al andar. Wade ha comprobado que aunque conduzca tan rápido como una tortuga, el coche va a llegar rebozado de caliche.

Primero un monigote, luego unos trazos más complejos. Encontrarse un lienzo vacío todos los días es una provocación. Pronto Wade empezó a utilizar pinceles para perfilar mejor las líneas de sus motivos, condenados a tener una vida corta y el tono de una escultura de arena.

Ahora ya tiene calculado que le hace falta poco más de una semana acumulando polvo para que la luna trasera tenga el grosor ideal para cualquier creación.

'Friend in need' - Scott Wade

'Friend in need' - Scott Wade

«Mucha gente ha cuestionado mi cordura», dice divertido. Los hay que le preguntan que por qué tanta molestia para pintar en un lugar tan poco agradecido, que los trabajos son sucios, no se conservan y que un chaparrón acaba con ellos. «Nada de lo que hagamos durará para siempre. En el fondo todo es efímero y lo mejor es disfrutar de lo que está aquí ahora», contesta desde su mundo de camisas hawaianas.

Da la sensación de que este asunto se le ha ido de las manos. Al principio pintaba en la luna de su coche, luego en las de los amigos y familiares. Más tarde llegaron los encargos y hasta ha trabajado en ferias, para agencias de publicidad, decorando escaparates de ropa…

'Armadillos' - Scott Wade

'Armadillos' - Scott Wade

La delicadeza ya no es un problema: cuando necesita que una pintura dure, antes de exponer al coche  o a otro cristal al polvo, le da una capa de aceite de almendra.

Por fortuna parece que no se toma muy en serio y sigue viendo sus creaciones como un divertimento que ha tenido la suerte de descubrir: «Mi preferido es el siguiente. Que la lluvia lo borre es la excusa perfecta para hacer otro dibujo».

Helena Celdrán