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El museo que prueba que los Estados Unidos participaron en el golpe de Chile

Exposición 'Secretos de Estado'. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. ©Daniel Barahona

Exposición ‘Secretos de Estado’. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. ©Daniel Barahona

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si observas la fotografía de estos papeles estadounidenses aparecerán ante ti negros tachones que parecen murciélagos. Pero estos borrones censores, negros como la noche en la que los detenidos serán lanzados desde un helicóptero al mar, no ocultan por más tiempo el crimen que creyeron casi perfecto.

No han conseguido vencer a la esperanza de que un día podríamos atravesar su opacidad militar. Ahora lucen diáfanos en un museo chileno dedicado a los derechos humanos: son tinta fresca.

Esta es una sala de arte llena de objetos extraños: informes, órdenes y contra órdenes, reportes presidenciales, memorandos, cables, conversaciones filtradas, secretos de estado que fueron después rumores, y ahora un material documental que es un dictamen y un reconocimiento; todo después de que en 1998, el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, anunciara que iba desclasificar miles de archivos relacionados con Chile.

El lugar en el que está expuesto es descrito como una galería de la memoria: un espacio en el que incluso poder escuchar -al menos dentro de una ficción telefónica que se reproduce al descolgar un falso teléfono-, al presidente estadounidense Richard Nixon hablando con su asesor de seguridad, Henry Kissinger, admitiendo la ayuda indispensable en el crimen: el derrocamiento del presidente electo Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, y la emergencia de una dictadura del exterminio- 2298 ejecutados y 1209 detenidos desaparecidos-, a cargo del general Augusto Pinochet.

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La CIA desclasifica mapas y cartografía de los últimos 75 años

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

En octubre de 1962 este mapa de la isla de Cuba estuvo desplegado en la mesa del gabinete de crisis al mando de John Fitzgerald Kennedy. A raíz de la crisis de los misiles en la isla caribeña, los EE UU y la URSS pusieron al mundo a las puertas de la primera guerra atómica por la instalación de rampas de despegue de balística tierra-tierra en terreno cubano que permitirían a los soviéticos atacar territorio estadounidense con facilidad y con ojivas nucelares. Fue el momento más tenso de la Guerra Fría y JFK sería asesinado poco más de un año después, quizá, entre otra madeja de motivos, por su tibieza para acabar con el comunismo antillano.

El mapa, que muestra y detalla dónde la URSS y Cuba tenían a punto instalaciones que, según el espionaje de los EE UU, estaban a punto de ser del todo operativas, es obra del departamento de Cartografía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA en las siglas inglesas). La unidad, creada en 1941 [PDF de ocho páginas, en inglés, con historia y fotos, el documento pesa 12,22 MB], ha decidido desclasificar un gran número de mapas para celebrar su 75º aniversario.

No esperen nada ultrasecreto o escandaloso —aunque casi siempre termina escaldada y con las vergüenzas al aire, la CIA ha demostrado que prefiere moverse en las sombras, a veces incluso en la marrullería y la delincuencia del tráfico de drogas y armas o el entrenamiento de grupos paramilitares en técnicas de guerrilla y tortura—, pero sí una reveladora lección de historia desde uno de los platillos de la balanza mundial del poder militar.

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Esta ‘mujer’ es el pintor Francis Bacon travestido

Unknown Woman 1930s © John Deakin Archive

Unknown Woman 1930s © John Deakin Archive

Mujer desconocida, años treinta. Publicamos esta foto hace unas semanas en un artículo sobre el fotógrafo inglés John Deakin (1912-1972), a quien llamamos el «más loco, borracho y brillante de la bohemia del Soho londinense».

La pieza destacaba que Deakin, «inquietante, alocado y dictatorial», fue el «gran cronista de los antros» artísticos más hirvientes de la capital inglesa durante las décadas de los años cincuenta y sesenta y fabricó una íntima amistad con el pintor más salvaje del siglo XXFrancis Bacon, a quien retrató con dos piezas de carne de vacuno en la más intensa y descriptiva imagen nunca tomada del artista del chillido y la sangre.

Mediante el programa Animetrics, desarrollado con fines forenses y crimonológicos por la CIA, han comparado los rasgos faciales de la mujer desconocida de Deakin y con los de Bacon.

El resultado, revelado por el diario The Guardian, demuestra lo que ya habían anotado algunos biógrafos del pintor: entre los muchos juegos lúbricos del homosexual Bacon —algunos duros, como el sadomasoquismo— estaba también el travestismo y su colega Deakin camufló los datos del pie de foto para ocultar la pasión privada de su amigo. Paul Rousseau, gestor del archivo del fotógrafo, ha sido el primero en comprobarlo: localizó el negativo de la mujer desconocida en un grupo datado en los años cincuenta, no en los treinta.

Antes de 1967, el travestismo era considerado legalmente como una evidencia en las acusaciones contra los homosexuales en Inglaterra, de modo que tal vez Deakin deseara proteger a Bacon, aunque hay quien opina que mantuvo la foto oculta con intención de jugar una de las proverbiales bromas que gastaba a sus amigos. El fotógrafo, a quien Lucian Freud definió como «la Cenicienta y sus malvadas hermanastras en una misma persona», arrastraba un alcoholismo abrasivo y pernicioso que no lograba ser empañado por su genio y que le empujaba a las malas artes.

En 1972 a Deakin le diagnosticaron cáncer de pulmón, fue operado y murió a los pocos días de un ataque al corazón a los 60 años. En una póstuma decisión de mala baba, declaró en el hospital que su familiar más cercano era Francis Bacon, por lo que el pintor debió acudir a la morgue a identificar el cadáver. «Me pareció muy adecuado hacerlo», dijo el artista, «y muy de John la salida».

La vida privada de Bacon —que solía usar a menudo ropa interior femenina bajo la pana o el tweed— está plagada de rincones opacos sobre los que el artista nunca arrojó demasiada luz: a los 18 años vivió en el Berlín vicioso de la República de Weimar unos meses de decadencia y disolución, en los que probó por vez primera, dicen, los placeres que obtenía del travestismo, el sexo hardcore y la dominación (de niño era castigado con azotes de fusta por su cruel padre, un fracasado entrenador de caballos de carreras que perdió totalmente el control cuando descubrió al hijo, a los 16 años, con la ropa interior materna).

George Dyer retratado por Bacon en el estudio del pintor

George Dyer retratado por Bacon en el estudio del pintor

El autor de algunos de los cuadros más alarmantes (por lo que revelan de nosotros mismos) del siglo XX, tuvo muchos amantes ocasionales —»hombres con traje», les llamaba en genérico, sin otorgarles la mínima dignidad de un nombre—, con los que buscó siempre ser el dominado. Cimentó tres o cuatro relaciones duraderas, la más atormentada con George Dyer, que se suicidó con alcohol y barbitúricos en 1971, dos noches antes del estreno de la primera gran retrospectiva de Bacon en París, a la que el artista asistió sin aparentar las consecuencias de la tragedia, que luego plasmaría en uno de sus cuadros más desasosegantes: Triptych para marcharse a continuación a otro fin de semana de frenesí sexual en Tánger.

Cuando murió en Madrid en 1992, Bacon había viajado a la ciudad por varias razones: visitar de nuevo el Museo del Prado, donde permanecía horas ante los cuadros de Velázquez que se encargó de trastornar y reinterpretar; comer pescado en el restaurante La Trainera del barrio de Salamanca; emborracharse temerariamente para un tipo de 82 años en el Bar Cock de los divinos; ir a una corrida de toros a Las Ventas y, sobre todo, intentar recuperar el amor del joven de alta sociedad, José —nadie ha dado su apellido en público— con el que estaba liado. No lo consiguió.

Ánxel Grove

Muere Bill Epperidge, el fotógrafo del asesinato de RFK

Bill Eppridge - Robert Kennedy muriendo, 6 de junio de1968

Bill Eppridge – Robert Kennedy muriendo, 5 de junio de1968

Cocina del  Hotel Ambassador de Los Ángeles, noche del 5 de junio de 1968. El hombre que yace en el suelo con los ojos abiertos acaba de recibir tres balazos disparados por un revolver del calibre 22. Un par de ellos, uno en la cabeza y otro en el cuello, letales. El hombre, que tenía 43 años, moriría unas horas después en el hospital. Extendieron un parte de defunción a nombre de Robert Francis Kennedy.

A John Fitzgerald Kennedy, hermano de la víctima, también lo habían matado a tiros unos cinco años antes.

El muchacho arrodillado que sostiene al herido también tiene los ojos abiertos en una dimensión desquiciada. Se llama Juan Antonio Romero, había nacido 17 años antes en el estado mexicano de Nayarit —un lugar cuya existencia desconoce el 99% de los habitantes del área metropolitana de Los Angeles— y trabaja como ayudante de camarero en el hotel. Había atendido la suite de RFK varias veces durante el día y había sacado 15 dólares en propinas. Es mucho dinero en 1969, pero Juan Antonio está acostumbrado a la dádiva de los elegidos —en el Ambassador se hospedaban estrellas de cine— y le gusta, sobre todo, saber que ha dado la mano a un senador.

El fotógrafo que hace la instantánea está trabajando para le revista Life, que le había encargado no separarse de RFK, en la carrera electoral hacia la Casa Blanca. Tienen 30 años, se llama Guillermo Alfredo Eduardo Eppridge y había nacido en Buenos Aires, donde su padre trabajaba para una multinacional estadounidense. Cuando la familia regresó a Delaware deciden olvidarse del capricho austral del nombre de pila hispano y compuesto. Desde los 10 años el niño es simplemente Bill Eppridge.

El fotógrafo de quien nadie se acuerda que nació en Argentina acaba de morir, a los 75 años, de una sepsis infecciosa.

La Nikkormat FT con la que Eppridge hizo la foto (Christopher T. Assaf/Baltimore Sun)

La Nikkormat FT con la que Eppridge hizo la foto (Christopher T. Assaf / Baltimore Sun)

Eppridge relató muchas veces los pormenores que concluyeron en la foto de su vida. Acaso modificó sin malicia la historia para añadir las claves dramáticas que le exigían al pedirle algo extra a la coreografía bárbara del senador y el muchacho de Nayarit sobre el suelo rugoso y húmedo de la cocina, acaso se perdió en el curso del drama como cualquiera se perdería, acaso hizo las fotos sin saber con precisión qué estaba haciendo, también él tan desquiciado como Juan Antonio Romero en un momento en que el único ser humano tranquilo parece el moribundo.

La imagen es perfecta como toda foto accidental: el desenfoque al límite; el ars dramática del grano; el baile preciso entre espacios negros y luces; la chaquetilla blanca como un sudario de Romero; el brazo derecho extendido, levemente en suspenso y con el puño cerrado de la víctima; las piernas desencajadas y sin urbanidad que anuncian, sin género alguno de duda, la muerte; las manchas del pavimento, abiertas a la imaginación gracias a la perfección del blanco y negro; la propia textura del pavimento, ruda y pobre, más adecuada para Nayarit que para el Wilshire Boulevard…

Bill Eppridge - Ethel Kennedy habla con su esposo moribundohusband Robert 1968

Bill Eppridge – Ethel Kennedy habla con su esposo moribundo

Eppridge hace más fotos del momento de desordenado pánico. En la más sobrecogedora, Ethel, la esposa del senador, habla por última vez con su marido. «No me gustó hacer esa foto, ella movía los labios, musitaba ante la cara de su esposo moribundo, pero tuve que hacerla. Estaba trabajando, era mi deber«, declararía más tarde el fotógrafo, que, sin embargo, no logró retratar, como también era su deber, al pistolero homicida, Sirhan Sirhan, quizá un antisionista vengador contra el apoyo de los Kennedy a Israel en la Guerra de los Seis Días, sin duda un lunático 0, de acuerdo con las teorías de la conspiración universal, un pelele en trance hipnótico sometido al programa de control mental MK Ultra de la CIA.

El fotógrafo Eppridge trabajó muchos años más. Además del crimen de RFK, dejó para la historia al menos dos grandes reportajes: uno sobre heroinómanos en Nueva York y otro en el que acompañó durante el luto a la familia del activista antisegregación racial James Chaney, asesinado por el Klu Klux Klan.

El Hotel Ambassador fue cerrado en 1989, pero siguió siendo utilizado como set de filmación de películas, entre ellas Forrest Gump, una epifanía sobre los años sesenta. En 2005 el edificio fue demolido. En el solar han construido un complejo escolar bautizado como Robert F. Kennedy Community Schools.

El ayudante de camarero Juan Antonio Romero se sintió culpable toda su vida por no haber podido hacer algo más para salvar la vida del político, cuya tumba visitó hace unos meses. Reveló a los periodistas que las últimas palabras que dijo RFK durante la agonía fueron: «Todo va a salir bien ¿Están todos a salvo?».

Bill Eppridge retratado por Tom Mantoani

Bill Eppridge retratado por Tom Mantoani

La foto quemada

La foto quemada

A Epperidge lo retrataron en 2012 para el libro Behind Photographs: Archiving Photographic Legends (Tras las fotografías: archivando a leyendas fotográficas). Sostiene una copia de la foto de su vida ante la cámara Polaroid de otro fotógrafo. Contó entonces que la imagen le persiguió en sueños, que no podía olvidarla pese a que apenas recuerda cómo la hizo, qué impulso le llevó a no ponerse a llorar.

Dijo también que, años más tarde, tras un incendio en su casa perdió gran cantidad de copias de sus trabajos. Al revisar el lugar incinerado y empapado por el agua de los bomberos encontró, tras un sofá, una copia en pasmoso buen estado y con los bordes quemados añadiendo un marco de luctuosa perfección.

La mejor definición de la foto del moribundo RFK y el muchachito mexicano de chaquetilla blanca la dio el fotógrafo Epperidge: «Es la foto de una crucifixión».

Ánxel Grove

Bob Marley, derramándose

Bob Marley, 21 de septiembre de 1980, un día después del colapso en Central Park

Bob Marley, 21 de septiembre de 1980, un día después del colapso en Central Park. Ya tenía cáncer en el cerebro, los pulmones y el hígado.

«Todo irá bien. Quiero preparar un lugar».

A veces las últimas palabras son tan simples que no logramos entenderlas.

Las últimas palabras del moribundo Bob Marley fueron caminos en varias direcciones: consuelo, perdón, refugio, eternidad:

«Todo irá bien. Quiero preparar un lugar».

A veces no entendemos porque hemos perdido la capacidad de hacernos con el habla simple de los caminos.

Hace poco alguien me dijo que no son necesarios más músicos que Camarón y Bob Marley. No discuto la elección, aunque pongo en duda el género reduccionista del empleo. ¿Músicos? No, no es eso. El gitano y el rasta derramaban sangre para que comulgásemos. Comprendo por qué uno y otro son venerados como delegados terrenales de la divinidad.

Se acaban de cumplir tres décadas de la muerte de Marley, el 11 de mayo de 1981, a los 36 años.

En 1977 le habían diagnósticado un melanoma cancerígeno en una uña del pie, infectada tras una herida causada en un accidente de pachanga de fútbol. Le dijeron que la única salida era la amputación. Siguió cantando.

Ocho meses antes de morir sufrió un colapso mientras hacía jogging en Central Park (Nueva York). No podía hablar, se le quedó rígido el cuello, sintió un frío paralizante. Siguió cantando. La gira se llamaba Alzamiento. Derramándose.

Este Cotilleando a… está dedicado a un tipo irremplazable, un hijo de la miseria, un profeta que cantó al infierno en la tierra, un esclavo de voz desencadenada.

El día de su boda, 10 de febrero de 1966

El día de su boda, 10 de febrero de 1966

1.Nadie sabe cuándo. La fecha de nacimiento de Nesta Robert Marley es incierta. Los biógrafos suelen citar la que aparecía en su pasaporte (6 de abril de 1945), pero pudo haber nacido dos meses antes. Era difícil bajar de las colinas azules de Nine Mile para apuntar a un crío en el registro. Tampoco tenía demasiado sentido.

2. Negro y blanco. Dos sangres: la madre, Cedella Booker, Ciddy, era negra descendiente de africanos. El padre, Norval Sinclair Marley, descendía de ingleses y era mulato. Había nacido en Jamaica, servido en la Royal Navy y trabajaba como capataz de una plantación agrícola. Aunque pasaba dinero a Ciddy para ayudar a mantener al crío, la pareja apenas convivió. Ciddy murió en 1981 en Miami (EE UU). Se había dejado crecer grandes rastas. Norval había fallecido en 1955, cuando su hijo, al que nunca trató con cariño, tenía diez años.

3. El vampiro. Bob Marley no se dedicaba a la fabulación cuando cantaba: El sistema de Babilonia es el vampiro, el imperio que se derrumba / Chupando la sangre de quienes sufren. A los seis años fue practicamente raptado por su padre y llevado a Kingston, la capital de Jamaica. El crío pasó varias semanas abandonado en la zona miserable de la ciudad. Su madre logró localizarlo y regresaron a las colinas.

4. Rat race. También sabía de lo que hablaba en sus canciones sobre el sistema capitalista de producción basado en la explotación: No olvidéis vuestra historia / Conoced vuestro destino / Cuando abunda el agua / El loco está sediento / Carrera de ratas. En 1966 emigró como sin papeles a Wilmington-Delaware (EE UU). Se acababa de casar, no tenía un chavo y necesitaba dinero. Trabajó como empleado para la química DuPont y en la cadena de montaje de una factoría de Chrysler. Vivió miserablemente. Sólo le consolaba escribir bosquejos de canciones en un cuaderno. Al regresar a Jamaica descreyó del catolicismo y abrazó el credo rastafari.

"One Cup of Coffee" - Robert Marley, 1961

"One Cup of Coffee" - Robert Marley, 1961

5. Espantoso debut. En 1961 Robert Marley (así firmaba) había grabado sus  primeros dos singles en los estudios de Lesley Kong, el chino-jamaicano que controlaba el negocio local de las grabaciones en Jamaica. El primero fue Judge Not, basado en citas bíblicas («no juzgues si no quieres ser juzgado»). El segundo -en la foto-, One Cup of Coffee, una versión de un tema country del texano Claude Gray (I’ll Just Have a Cup of Coffee and then I’ll Go). Le pagaron 20 libras y le regalaron dos ejemplares de cada disco. Las canciones son espantosas. Unos meses después, cuando Marley reclamó a Kong el cobro de las regalías por las ventas y no recibió a cambio más que amenazas, señaló al productor con un dedo y dijo: «Algún día volveremos a trabajar juntos y te haré rico». No mentía.

6. Los Wailers. Marley bregó hasta conseguir montar un grupo: hizo ska, canción melódica, experimentó con productores, afinó sus cualidades como compositor… Hay centenares de discos en los que participó entre 1961 y 1965. Su grupo, los Wailers -que antes se llamaron The Wailing Wailers- grabó el primer single en 1963: Simmer Down, un ska dirigido a los pandilleros para que cesase la guerra de bandas que asolaba Jamaica. El disco fue editado también en Inglaterra por el sello Island, montado por el millonario Chris Blackwell, hijo de un comerciante irlandés y una despampanante serfadí de Costa Rica (inspiración de Pussy Galore en la saga de James Bond). El nucleo duro de los Wailers era un trío de ases: Marley, Peter Tosh (que había mendigado por unas monedas en las calles de Kingston) y Bunny Wailer (el más místico). Sus primeros discos arden. Island fue a por ellos en 1973 con un contrato en la mano y el mundo se enteró de que Jamaica existía.

"Soul Rebels" - Bob Marley And The Wailers, 1970

"Soul Rebels" - Bob Marley And The Wailers, 1970

7. La decepción. Partidario ciego del panafricanismo, Marley sólo piso dos veces el continente al que idealizaba como tierra prometida. En diciembre de 1978 estuvo en Kenia y Etiopía y vio con sus ojos lo que nunca había querido escuchar: pobreza, corrupción, hambre, tiranía… En abril de 1980 tocó en Salisbury para celebrar la independencia de Zimbabwe. La policía usó gases lacrimógenos y disparó contra el público en el exterior del estadio mientras Marley cantaba ante el dictador Robert Mugabe y el Príncipe Carlos de Inglaterra.

8. Vigilado. La CIA espiaba a Marley, al que consideraba un personaje peligroso para la «estabilidad» de Jamaica. El historiador Timothy White logró la desclasificación de los informes de la agencia de espionaje estadounidense. Los documentos confirman que el intento de asesinato contra el cantante en diciembre de 1976, dos días antes de un concierto en favor del primer ministro socialista Michael Manley, tuvo motivaciones políticas.

9. Padre y dios. Marley dejó una descencia amplia. Hay once hijos reconocidos y otros tantos que intentan litigar para que se les reconozca. Los encarnizados pleitos judiciales para controlar un legado multimillonario han abundado en los últimos treinta años. No es inocente suponer que, allá donde esté, al músico -al que le importaba bastante poco el dinero- le agradarán otros síntomas de su huella: los aborígenes de Australia encienden hogueras en su honor; los nativos hopi le consideran un profeta y en Nepal le veneran como una reencarnación de Vishnú, creador, preservador y destructor del Universo.

Una de la últimas fotos, en marzo de 1981. Las rastas se le habían caído por las radiaciones

Una de la últimas fotos, en marzo de 1981. Las rastas se le habían caído por las radiaciones

10. Sin rastas. Aunque había sido advertido por los médicos de que el cáncer era imparable sin tratamiento, Marley no quería saber nada de quimioterapia. Le asqueaba la idea, contraria a sus creencias religiosas, de que se le cayera el pelo. Cuando la enfermedad se extendió por su cuerpo accedió a ser tratado por el controvertido médico alemán Josef Issels. Estuvo internado en una clínica de Baviera (Alemania) durante varios meses. Le extrajeron varios dientes y muelas cariados con la intención de aumentar las defensas inmunológicas, le hacían transfusiones diarias de sangre, le recetaron una dieta estricta en la que abundaban el yogur y el té de hierbas, le sometieron a radiaciones… Las rastas cayeron.

Ánxel Grove

 

Vivir con Ochs

Phil Ochs (1940-1976)

Phil Ochs (1940-1976)

Leo en el diario con más circulación de la ciudad en la que vivo (la supuestamente liberal San Francisco) una reseña sobre el documental del que hablaré más tarde.

Tuve que repasar varias veces la pieza para darme cuenta de que la última línea, destacada en negritas, no era una broma:

Advisory: Tea Party members may take exception to the opinions offered in this movie.

O sea:

Advertencia: los simpatizantes del Tea Party pueden ofenderse con las opiniones expresadas en esta película.

Luego, preparando esta entrada, encuentro un largo artículo sobre el mismo documental en la web del World Socialist Party de los Estados Unidos.

El mensaje es menos grotesco que el consejo para que los ultramontanos no se acerquen, pero el protagonista del documental no se libra de los varapalos.

Le acusan de «reformista», el más terrible adjetivo que se puede aplicar desde el marxismo, y de «irrelevante». Los adjetivos son munición de grueso calibre entre la ortodoxia del materialismo dialéctico: Stalin no necesitaba otra cosa que la acusación de reformismo para, como poco, enviarte de por vida al gulag.

El hombre que recibe golpes en las dos mejillas -en la derecha por peligroso y agitador, en la izquierda por burgués y aliado de la explotación- es el cantante y compositor Phil Ochs.

Cartel de "Phil Ochs: There But For Fortune" (Kenneth Bowser)

Cartel de "Phil Ochs: There But For Fortune" (Kenneth Bowser)

Acaban de estrenar un documental que le hace justicia. Se titula Phil Ochs: There But for Fortune. Lo dirige Kenneth Bowser.

Participan amigos, familiares, músicos, alguna celebrity (el actor Sean Penn, que durante años intentó buscar dinero para producir, dirigir en interpretar una película sobre la vida de Ochs). Se recuperan momentos notables de la vida del cantautor y se reproducen por primera vez grabaciones nunca vistas de actuaciones.

Como advierten los diarios conservadores: absténgase si comulga con la derechona. Como advierten los apostólicos marxistas: absténgase si cree que la socialdemocracia implica revolución.

Ochs nació en 1940 en El Paso (Texas – EE UU) y se ahorcó en 1976 en Far Rockaway (New York – EE UU).

Durante los 36 años que permaneció en el mundo dio fe de su carácter único de variadas maneras.

Cantó canciónes de protesta en la misma época que Bob Dylan. Casi en los mismos lugares. Algunas de las de Ochs (como I Ain’t Marching Anymore y The Ring of the Revolution) eran tan buenas como las de Dylan.

Acudió a cuanto mitin, manifestación o acto de protesta le invitaron. Fue el primer músico en firmar una declaración contra la guerra de Vietnam.

Dylan y Ochs fueron amigos y ejercieron una rivalidad que, a principios y mediados de los años sesenta, tuvo un espíritu de fair play. Tras un tiempo la camaradería se fue al garete: Dylan era una superestrella egomaníaca y no admitía la cercanía de tipos tan directos como Ochs. Cuando éste criticó la imaginería surreal de las letras de Dylan, éste le expulsó a gritos de la limusina en la que se desplazaban: «Sal del coche, Ochs. No eres un cantante folk, ¡eres un maldito periodista!«, le reprochó.

En 1968, Ochs sufre una profunda crisis de fe. Los asesinatos del senador Robert Kennedy y Martin Luther King, la brutal represión policial contra los manifestantes –entre los que estaba Ochs– en la Convención del Partido Demócrata en Chicago y la victoria del ultra conservador Richard Nixon en las presidenciales le hicieron descreer de su país y su generación. Nunca fue el mismo. Se sentía «muerto espiritualmente».

"Rehearsals For Retirement" (Phil Ochs, 1969)

"Rehearsals For Retirement" (Phil Ochs, 1969)

En 1969 edita un disco titulado Rehearsals For Retirement (Ensayos para la jubilación). En la portada, una foto de su propia tumba. La lápida dice: «Phil Ochs (estadounidense). Nacido en El Paso, Texas, 1940, Muerto en Chicago, Illinois, 1968».

En 1970 declara que ha encontrado una nueva luz: «Seré mitad Elvis Presley, mitad Che Guevara«. Actua con un traje de lamé dorado y acompañado por un grupo eléctrico. Interpreta arreglos rockeros de sus viejos éxitos y versiones de Buddy Holly. Su público le abuchea.

Empieza a beber hasta caerse borracho. Consume Valium de forma compulsiva. Se siente bloqueado.

En 1971 visita Chile, donde Salvador Allende había sido elegido presidente el año anterior. Ochs conoce al cantante y compositor Víctor Jara. Intiman y se hacen amigos. Hablan de grabar juntos.

Ochs se desplaza a Uruguay, donde canta en un acto político izquierdista. Le detienen y le expulsan a Argentina. La policía le espera en el aeropuerto para ingresarlo en prisión durante varios días. Cuando le sueltan, regresa a los EE UU.

Tras el golpe de estado militar de Pinochet contra Allende y la cruel muerte de Jara, Ochs organiza en el Madison Square Garden de Nueva York el concierto benéfico An Evening with Salvador Allende (Una tarde con Salvador Allende). Participan Pete Seeger, Dennis Wilson (The Beach Boys) y el viejo rival Bob Dylan, que atiende la llamada de Ochs en el último momento y logra que el Madison Square Garden se llene.

En 1973 Ochs viaja a Etiopía, Kenya, Malawi, Sudáfrica y Tanzania. En este país es atracado y le intentan estrangular. Las heridas causan daños irreparables en las cuerdas vocales. A la depresión se suma la paranoia. Afirma que el ataque fue organizado por la CIA.

Phil Ochs, a lo Presley

Phil Ochs, a lo Presley

En mayo de 1975, para celebrar el final de la guerra de Vietnam, Ochs organiza un concierto en Central Park. Acuden 100.000 personas para escuchar a Harry Belafonte, Odetta, Pete Seeger y Joan Baez, que acompaña a Ochs en las últimas canciones. Nunca volvió a cantar en público.

Cada vez bebe más. Sigue imaginando conspiraciones en su contra del FBI y la CIA. Asegura que la única salida para su carrera es contratar al agente de Elvis, el Coronel Tom Parker o, como segunda opción, al Coronel Sanders del Kentucky Fried Chicken.

En 1975 asegura que se llama John Butler Train y que éste ha asesinado a Phil Ochs. Cree que alguien desea matar ahora a Train como venganza. Va siempre armado con un cuchillo y un martillo. No tiene un céntimo y empieza a dormir en la calle.

Sus amigos le ingresan en un sanatorio. Le diagnostican trastorno bipolar y depresión. Al parecer, genéticas. Su padre las había padecido.

En enero de 1976 se va a vivir con su hermana. El 9 de abril se ahorca.

Años después de su muerte se desclasificaron informes del FBI sobre Ochs: quinientas páginas en las que aparece como una persona «subversiva» y «peligrosa» para la seguridad nacional. El nombre de Ochs aparece varias veces mal escrito (Oakes) y hay informes datados tras su muerte en los que sigue etiquetado como «potencialmente peligroso».

El documental Phil Ochs: There But for Fortune quizá no se estrene nunca en España, donde la figura de Ochs es poco menos que secundaria. Esa es la razón por la que ocupa la primera entrega de la sección Top Secret -donde recuperaremos a personajes u obras en la sombra-. Sus discos siempre fueron difíciles de encontrar hasta la eclosión globalizante. Casi nadie demostró demasiado interés por un tipo incómodo, radical, arbitario y de comportamiento incomprensible en la última mitad de su carrera. Además, hace pensar demasiado.

Un apunte final que acaso convenza a alguien, por vía indirecta, de la necesidad de vivir con Ochs. Cuando le preguntaron a Neil Young en quién se inspiraba contestó: «En Phil Ochs y Bob Dylan. Por ese orden».

Ánxel Grove