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Alberto Korda y la santidad del Che Guevara

Anuncio del vodka Smirnoff  (2000)

Anuncio del vodka Smirnoff (2000)

Cuando la marca de vodka Smirnoff utilizó la imagen de Ernesto Che Guevara para intentar vender el sabor hot fiery (feroz y caliente), el fotógrafo autor de la foto usada como inspiración textual para el dibujo del póster publicitario, el cubano Alberto Díaz Gutiérrez, alias Korda (1928-2001), demandó a la agencia publicitaria que había diseñado la campaña, Lowe Lintas, por uso indebido de la imagen. La empresa retiró de circulación el cartel y pagó, en un acuerdo extrajudicial, unos 50.000 dólares a Korda, que de inmediato convocó una conferencia de prensa y anunció que donaría la suma al muy necesitado sistema sanitario cubano.

¿Por qué se puso tan gallito Korda, fotógrafo oficioso de Fidel Castro —al que siguió por el mundo durante una década, aunque, eso sostuvo toda la vida, nunca cobró a cambio—, cuando su imagen El Guerrillero Heroico —cada palabra en mayúsculas—, el retrato del Che tomado, casi por casualidad, el 5 de marzo de 1960, ha sido reproducida en todo tipo de objetos de consumo para mayor gloria y réditos del mercado capitalista: camisetas, ceniceros, tazas, petacas, zapatillas, carteles, cuadros del gran avida dollars Andy Warhol, cubiertas de discos y todo aquello que llegó a celebrarse desde la banalidad como estilo Che Chic, la tendencia a la cual alguien ha llamado con acertada mala baba «el look Ralph Lauren de los anticapitalistas»?

Hoja de contactos de Korda en la que está 'El Guerrillero Heroico' y también fotos de Castro, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir  (Dominio Público)

Hoja de contactos de Korda en la que está ‘El Guerrillero Heroico’ (en la cuarta tira desde arriba) y también fotos de Castro, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir (Dominio Público)

Según explicó cuando consiguió retirar la publicidad del vodka, las razones fueron morales. «Utilizar la imagen de Che Guevara para vender vodka es un insulto a su nombre y a su memoria. Para empezar, no bebió nunca«, declaró Korda.

El «nunca», al menos, es mentira y creo que Korda lo sabía. El Che bebía whisky con asiduidad, según varios testimonios. En Sierra Maestra, en los momentos de descanso de los guerrilleros barbudos, consumía sin pausa el licor e incluso pagaba con botellas de scotch a los campesinos que llevaban provisiones a los alzados. También el artista irlandés Jim Fitzpatrick, que tenía 13 años cuando conoció al Che en una visita del guerrillero a Irlanda en 1963 en busca de sus orígenes —tenía sangre irish por vía paterna— le vió bebiendo sin freno.

Korda era un defensor, como tantos otros, de la santidad guevarista y convertía al hombre en héroe sin tacha. No sólo olvidaba el whisky, sino también el negro paso del revolucionario por La Cabaña, la fortaleza-penal habanera donde el Che se encargaba de aplicar la llamada Ley de la Sierra, el bárbaro código del siglo XIX que condenaba a muerte, con un juicio sumarísimo y sin apelación presidido por tres militares, a todo aquel considerado enemigo, traidor o chivato. Dicen quienes critican al Che, gente que en ocasiones es tan fanática como los defensores, que el heroico guerrillero firmó unas 200 penas capitales [PDF con la lista de nombres, según la web anticastrista www.CubaArchive.org].
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Bert Berns, el productor maravilla al que Van Morrison rompió el corazón

Bert Berns

Bert Berns

La culpa la tuvieron el barrio, los vecinos y una fiebre reumática.

Bert Berns, hijo de judíos rusos y nacido en Nueva York con la Depresión de 1929, iba para pianista clásico por decisión paterna, pero en eso cayó enfermo de una fiebre reumática que le dejó secuelas en el corazón y le obligó a muchas horas de reposo. Desde el tedio de la cama, el niño escuchaba la música que salía de las otras viviendas del edificio del caliente barrio del Bronx, donde los caribeños eran mayoría. La guajira fue la mejor medicina y el crío mandó a paseo para siempre a Mozart y Chopin.

Se tomó la pasión cubana muy en serio, empezó a frecuentar a pianistas y soneros, a visitar clubes humeantes de tabaco y sexo y a sincopar —la forma rítmica de la sabiduría musical—. En 1958 le propusieron comprar un club en La Habana, consiguió un préstamo y se lanzó a la aventura. Cuando llegó a la isla se enteró de dos cosas: el club, como la ciudad casi entera, era un burdel para gringos y había una revolución en marcha. Tuvo que regresar a los EE UU poco después de la entrada de los castristas en la ciudad, pero dió por buena la experiencia.

Como siendo consciente de que tenía los días contados —la dolencia cardíaca era incurable—, Berns se dedicó sin tregua a componer y producir canciones. En casi todos los casos parecían una descarga cubana. Primero como empleado a sueldo de la discográfica Atlantic, una de las madrigueras mayores del soul, y después como jefe de sus propios sellos, Bang y Shout, se convirtió en uno de aquellos taumaturgos que, durante la primera mitad de los años sesenta, fabricaban música que parecía caida del cielo por lo numerosa y cautivadora.

Bert Berns (izquierda) y Jerry Wexler

Bert Berns (izquierda) y Jerry Wexler

Aunque tuvo una huella pública menor que otros de los creadores de su tiempo, entre 1961 y 1966 Berns hizo —y hablamos de un tiempo en que el verbo hacer era textual: desde la composición de la pieza hasta el acabado final en el estudio, pasando por los arreglos e incluso la decisión del tono anímico que los intérpretes debían manejar— canciones que podrían ser la obra de una vida entera: Twist and Shout (Isley Brothers), Brown Eyed Girl (Van Morrison), Piece Of My Heart (Erma Franklin, hermana de Aretha), Cry Baby (Garnet Mimms and The Enchanters), Cherry Cherry (Neil Diamond), Cry To Me (Solomon Burke), Hang on Sloopy (The McCoys), I Want Candy (The Strangeloves), Here Comes the Night (Them)

Algunos de los discos con música y producción de Berns

Algunos de los discos con música y producción de Berns

Músicos de instinto afilado para la rapiña de buenos temas ajenos como los Beatles y los Rolling Stones o cantantes en busca de repertorio para lucir garganta (Janis Joplin) se aprovecharon de la inspiración imparable de Berns y la calentura emocional de sus piezas, muchas basadas en las progresiones rítmicas caribeñas a las que estaba enganchado desde niño.

Durante sus corto tiempo de gloria, Berns era infalible y buscado por todos los intérpretes que deseaban un hit. Además, era un tipo juerguista y de buen talante que en el estudio no se comportaba con los modales de tirano de otros jóvenes productores maravilla —el ejemplo más extremo es Phil Spector y su complejo de Napoleón— y dejaba que los músicos interviniesen en la cocción de las canciones.

Bert Berns, con una copa en la mano, y Van Morrison, en una fiesta en Nueva York, 1965

Bert Berns, con una copa en la mano, y Van Morrison, en una fiesta en Nueva York en 1967. La chica es Janet Planet, futura esposa de Morrison

La desgracia para Berns llegó desde Irlanda. En una estancia de trabajo en Londres había producido algún single para Them, el grupo que encabezaba el portentoso cantante Van Morrison, el único músico de la british invasion que cantaba con la misma intensidad  que un negro.

Fascinado con la exaltación de aquel muchacho, Berns le ofreció un  contrato de grabación con Bang y se lo llevó a Nueva York para producir un álbum como solista, Blowin’ Your Mind Up. En el disco había piezas tan complicadas e insólitas como TB Sheets, una larga derivación bluesy en la que un amante rumia en torno a la contemplación de las manchas de sangre en las sábanas de una novia tuberculosa.


Morrison, cuyo carácter desabrido es proverbial, fue el primer artista que le plantó cara a Berns. La grabación estuvo llena de interrupciones derivadas de un choque de pareceres de fondo: el productor quería un producto pop porque consideraba que Morrison era «el Solomon Burke blanco» y podía hincharse a vender discos, pero el cantante prefería buscar una forma expresiva más abierta, cercana al jazz y la improvisación libre. Las discusiones eran constantes y el disco salió adelante de milagro después de sesiones de las que todos salían descontentos y con la sensación de haber cedido demasiado.

Berns y Solomon Burke

Berns y Solomon Burke

No era el único problema al que hacía frente el bueno de Berns. Atlantic hacía maniobras financieras para tomar el control de Bang y otro de los cantantes de la casa, Neil Diamond, exigía la misma libertad creativa de la que gozaba Morrison. El modelo del pop estaba cambiando: los fabricantes de éxitos instantáneos languidecían y emergía la figura del autor.

El 30 de diciembre de 1967, después de una semana agotadora de discusiones encendidas con Morrison, Berns se sintió indispuesto y alquiló un cuarto de hotel para descansar unas horas. En algún momento durante la siesta sufrió un fatal ataque al corazón. Tenía 38 años pero en las últimas fotos parecía un hombre de 60. Al entierro  asistieron todas las luminarias del pop neoyorquino pero Morrison no se dejó ver.

Tras el oficio funebre, la viuda de Berns echó la culpa al cantante de haber ejercido maniobras de acoso que terminaron matando a su marido y denunció a Morrison ante Inmigración por no tener los papeles en regla, exigiendo la deportación. El músico solventó el problema casándose con su novia, la estadounidense Janet Planet Rigsbee, logró anular el contrato con Bang y grabó el mejor disco de su carrera —y uno de los mejores de todos los tiempos— Astral Weeks. Ni rastro de guajira.

La obra de Berns, que en conjunto sigue siendo un milagro, puede encontrarse compendiada, en The Bert Berns Story, un par de volúmenes editados por el sello Ace.

Ánxel Grove

¿Saben lo que hacen cuando dan a Cohen el Príncipe de Asturias?

Leonard Cohen

Leonard Cohen

¿Sabían lo que hacían Luis María Ansón Anson,  J. J. Armas Marcelo, Carmen Caffarel Serra, Fernando Sánchez Dragó, Víctor García de la Concha y algunos otros con menos alcurnia pero similar nómina cuando hace unas semanas concedieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras?

Lo pregunto porque buena parte de los citados parece no saber lo que está haciendo casi nunca (pese a las nóminas, que deberían garantizar cierta dedicación al oficio de residir en el mundo).

El acta del jurado acojona, la verdad.

«Por una obra literaria que ha influido en tres generaciones de todo el mundo, a través de la creación de un imaginario sentimental en el que la poesía y la música se funden en un valor inalterable. El paso del tiempo, las relaciones amorosas, la tradición mística de Oriente y Occidente y la vida contada como una balada interminable configuran una obra identificada con unos momentos de cambio decisivo a finales del siglo XX y principios del XXI».

«La vida contada como una balada interminable». Tremendo titular. Acaso Sánchez Dragó y Ansón Anson hayan utilizado sus reconocidas artes periodísticas para componerlo. No veo la mano de Cafferel. Lo suyo es la polka de la sopa boba.

Leonard Cohen, 1975

Leonard Cohen, 1975

Retorno al inicio, que me pierdo. ¿Sabían lo que hacían al conceder a Leonard Cohen el galardón?

Uno recorre la lista de premiados en la categoría de Letras y se encuentra con el más correcto de los elencos: escritores que entendían la heterodoxia como el arte de tirarse pedos por cualquier orificio corporal (Cela), la práxis como la práctica de vilipendiar al vecino (Umbral) o el desarrollo de las tramas como un ejercicio de copismo hipster (Auster).

Ya sé: ahí está Rulfo, el gran Don Juan, pero parece tan solito como si estuviera en el cementerio de Comala. Entre muertos (algunos, muertos en vida).

Cohen es un animal. Habla de vaginas y sexo anal, de hombres que se comportan como hienas y mujeres que piden precisamente eso, de profetas ensangrentados y reyes asesinados…

La «balada interminable» mola como titular poético, pero de informativo no tiene un pelo. Cohen es un macho dominante, un tipo incorrecto, un poeta de vísceras… El tiempo le ha domesticado, es cierto, pero las obras no entienden de relojes y siguen siendo tan lúcidamente groseras como siempre.

¿Sabían lo que hacían los señores del jurado de la Fundación Príncipe de Asturias (cuyo patronato, por cierto, congrega a la crema de la crema de la indignidad señalada con acierto por el 15-M)?

Hay dos formas de verlo.Uno: sí, sabían lo que hacían, y han sido valientes como un inmigrante de patera al lanzarse a la mar brava para llegar a Europa antes de que manden a Schengen al demonio.

Dos: no tenían ni idea y actuaron al dictado. ¿De quién? No lo sé. Nunca llegaré a saberlo. Las cosas palaciegas son tan nebulosas como la mirada de Doña Letizia.

La ocasión pide un Cotilleando a… Leonard Cohen. Se lo merece como antesala a su visita a Oviedo en otoño para recoger los 50.000 euros del real premio, el pin para la solapa, la estatuilla amorfa de Joan Miró y compartir un choca esos cinco del rumboso mecenas de las artes Felipe de Borbón.

1. Leonard por tradición. Se llama Leonard Norman Cohen. Nace a las siete menos cuarto de la mañana del 21 de septiembre de 1934 en Montreal (Canadá). A su familia materna le gustaba que los nombres de los varones empezasen con la letra ele. El bisabuelo, Lazarus. El abuelo, Lyon. Ambas ramas de la familia eran judías. La madre, Masha, había nacido en Lituania. Era enfermera. El padre, Nathan, combatió en la I Guerra Mundial, cultivó la melancolía e hizo una pequeña fortuna con la empresa textil de la familia. «Moriré pronto. No veré el Bar Mitzvah de Leonard«, pronostrica con acierto. Fallece en 1944, a los 52 años. El hijo no ha cumplido diez.

2. Tinkie. El mejor amigo de Cohen durante sus primeros 15 años de vida es su perro, el terrier escocés Tinkie. Una noche, cuando el perro tenía 13 años, rasca la puerta, pidiendo salir al parque Murray Hill, enfrente de casa. Nunca regresa. Cohen está convencido de que se fue de casa para morir en una soledad sin lágrimas humanas.

Expediente universitario de García Lorca

Expediente universitario de García Lorca

3.Vela y oración. La familia es cien por cien kosher. El abuelo materno, que vive pared con pared con Leonard, es un rabino especialista en estudios gramaticales talmúdicos. Al niño le gustan la escuela de hebreo y la sinagoga. «Las velas, las oraciones, el ritual…», recordará años después, con muchos puntos suspensivos -como siempre que habla del judaísmo-. En la casa hay dinero suficiente para pagar los salarios de un chófer-jardinero (negro) y una nanny (irlandesa). Es obligatorio cenar de traje y corbata.

4. Gacela. Cúbreme por la aurora con un velo, / porque me arrojará puñados de hormigas / y moja con agua dura mis zapatos / para que resbale la pinza de su alacrán. Cuando el adolescente Cohen (14) lee Gacela de la muerte oscura siente que un arado le abre un surco en el pecho. Federico García Lorca se le mete en la herida y la emponzoña. El niño, iluminado, decide ser poeta. «Nunca dejé el mundo de Lorca», declaró hace pocos años.

5. Guitarrista suicida. Un año más tarde quiere aprender a tocar flamenco. Un emigrante español que vive  en Montreal le da cuatro o cinco clases. Cuando Cohen aparece para recibir la sexta le informan que el guitarrista se ha suicidado.

"Let Us Compare Mythologies", primera edición

"Let Us Compare Mythologies", primera edición

6. Voz de arena. El primer libro (44 poemas, 58 páginas) es publicado en 1956 en una pequeña editorial de Montreal. Let Us Compare Mythologies alcanza categoría de éxito local: 500 ejemplares vendidos en un año.  La voz de arena empieza a tomar forma: Cuando los jóvenes cristianos me contaron / Como clavamos a Jesús / Como una adorable mariposa contra la madera. Cohen dedica el libro a su padre. Está publicado en España por Visor, la editorial que creyó en el valor literario del canadiense mucho antes de las verbenas.

7. On the road. Viaja astralmente (peyote, LSD, hongos) y sobre el terreno: visita Nueva York y se queda a vivir unos meses. No necesitaba trabajar: su padre le había dejado en un estipendio anual vitalicio de 750 dólares. Gana una beca del gobierno canadiense para jóvenes literatos (3.000) y se va a Londres «a escribir». Hace demasiado frío y decide moverse hacia el Este. Se establece en la isla griega Hydra, poblada por bohemios nómadas. Conoce al primer gran amor de su vida, la noruega Marianne Ihlen, casada con el escritor Axel Jensen. Los tres viven juntos en una relación abierta. Cohen compra una casa por cuatro perras, se dedica a fatigar la Olivetti portátil con poemas y algo que podría ser una novela y toca la guitarra y canta todas las noches para los amigos. El farmacéutico le vende sin problemas Maxitom y Mandrax, una anfetamina y un sedante-hipnótico. Combina la subida con la bajada, como si quisiera anular ambas. Marianne es más epicúrea. «Tomábamos el sol, nos tumbábamos al sol, nos bañábamos, escuchábamos música, bebíamos, hablábamos… Paseábamos a caballo y hacíamos el amor (…) Durante cinco años me permití un único lujo: no usar zapatos ni un sólo día», dijo años más tarde en una entrevista. Cohen y Marianne lo dejaron sin despecho en 1966. El le dedicó una hermosa canción de despedida.

Foto de pasaporte de Marianne

Foto de pasaporte de Marianne

8. Entre castristas. En 1961 tiene que regresar de Hydra a Canadá para renegociar la beca que le permitía vivir. Las editoriales rechazan el manuscrito de su primera novela. Se desespera y se monta en un avión hacia La Habana. Va vestido de verde oliva y se deja barba. Quiere apoyar a la naciente revolución castrista. En el ambiente de paranoia de la isla (EE UU acaba de decretar el embargo), la policía política le detiene y le deportan a Montreal después de varios días en un calabozo. «Creí que aquello iba ser como mi Guerra Civil Española. Fue una estúpidez romántica», explicó años después.

9. El escritor (y el speed). Entre 1961 y 1966, consumiendo con arrebato anfetaminas, edita sus mejores libros: los poemarios The Spice Box of Earth (La caja de las especias de la tierra) y Flowers for Hitler (Flores para Hitler) y las novelas The Favourite Game (El juego favorito) y Beautiful Losers (Los hermosos vencidos, descatalogado en España). Quien no los haya leído se pierde una de las obras básicas de la literatura del siglo XX. Existe un curioso y poco conocido documental que muestra a Cohen en su quinquenio dorado. No volvió a escribir nada decente. Tampoco volvió a tomar speed con tanta fruición. Se pasó al vodka.

Suzanne Verdal

Suzanne Verdal

10. Habitante de un póster nazi. En 1967 se establece en Nueva York (aunque su destino inicial y desatinado era Nashville, la capital del country and western estadounidense). Se prenda de la Diosa de la Tragedia, Nico, la corrupta modelo alemana que intenta hacer carrera como cantante con la Velvet Underground. Viven un tórrido y complicado romance. «Parece la habitante de un póster nazi», dice él. Ella le desprecia («¿33 años? Eres demasiado viejo») y prefiere al epatante Iggy Pop o al imberbe Jackson Browne. Cohen compone letanías de pérdida y erecciones no reparadas en el Hotel Chelsea, hogar de los villanos.

11. A ciegas. Se embarca en un amor platónico e imposible con Suzzane Verdal, una canadiense casada. Le escribe una canción: Y quieres viajar con ella, / Y quieres viajar a ciegas. Es el primer éxito de Cohen como músico, pero a través de la versión de almíbar de la pieza que hace Judy Collins.

12. Tres discos. Bajo el padrinazgo del productor y cazatalentos John H. Hammond (descubridor de Billie Holyday, Aretha Franklin, Bob Dylan, Bruce Springsteen y muchos más) graba sus mejores discos, los tres primeros, Songs of Leonard Cohen (1967), Songs from a Room (1969) y Songs of Love and Hate (1971). Nunca los superará y aún vive a costa de ellos. Alguna vez escribí en 20 minutos que, «fluyentes de semen y flujo vaginal», están llenos de canciones elementales que «pueden llevarte a la muerte, aconsejarte cómo ser un buen padre, convencerte de que todo hijo es un traidor…». Todos le admiran. «Si no fuese yo, quisiera ser Leonard Cohen”, dice Dios Dylan.

13. Sionista. Llama bastante la atención la premura de alguno de los organismos cercanos a la Embajada de Israel en España en ponerse la medalla del Premio Príncipe de Asturias como si fuese suya. No es extraño. Cohen es de los pocos artistas pop que siguen tocando en Israel pese al boicot artístico internacional y el alto stablisment sionista no olvida el apoyo del cantante a los soldados («mis hermanos luchando en el desierto», les llamó antes de componer en su honor la canción Lover Lover Lover: Que el espíritu de esta canción / Sea un escudo contra el enemigo) ante los que actuó durante la Guerra de Yom Kipur de 1973, escenario de un encuentro que el músico no quiere comentar: las copas de coñac que compartió con Ariel Sharon, entonces general y luego promotor de matanzas.

"Death Of A Ladie's Man"

"Death Of A Ladies' Man"

14. Productor con pistola. Para el disco Death of a Ladies’ Man (1978) Cohen contrata al productor Phil Spector, que habita en las montañas de la locura y se empeña, pistola en mano, a imponer sus arreglos catedralicios. Cohen se desentiende de la promoción del álbum, pero algunas de las canciones (Iodine, por ejemplo) son hermosísimas. La aberración es Don’t Go Home With Your Hard-On (No vayas a casa con una erección), una especie de calipso de fraternidad universitaria donde hacen coros Bob Dylan y Allen Ginsberg. La mujer morena de la portada, a la derecha, es Suzzane Elrod, madre de los dos hijos de Cohen: Adam (1972) y Lorca (1974). Ya se imaginan por qué se llama así la segunda.

15. Señor de la droga. En 1986, Cohen actúa en un capítulo de Miami Vice. Interpreta a un capo de las drogas. Cuándo le preguntaron por qué dijo que la serie le encantaba a sus hijos.

16. Leonardo Silencio. En 1994 se retira del mundo durante cinco años para aprender zen. Alcanza el grado de monje y tomó el nombre de Jikan (Silencio).

17. Mujeriego. Ha estado liado con la fotógrafa francesa Dominique Issermann, la retratista de confianza de Carla Bruni; la actriz Rebecca De Mornay (la mala de La mano que mece la cuna), y la cantante Anjani Thomas.

En penumbra

En penumbra

18. Entre polacos. En Polonia le consideran una especie de Mesías. Es quizá el país, junto con Israel, donde más le veneran. En 1981, cuando tocó por primera vez en el país, se presentó ante la multitud diciendo: «No me merezco tanto. Sólo soy un cantante un poco mejor que Hitler«.

19. La gran biblioteca. Quien desee indagar en cualquier matiz de la carrera y la vida de Cohen debe consultar la web The Leonard Cohen Files, una completísima (y complaciente) base de datos en la que colabora con frecuencia, enviando material inédito o contestando personalmente en el foro, el propio cantante.

20. Abuelo entre mecheros. En 2005 Cohen se declaró en bancarrota y acusó a su agente, Kelley Lynch, de robarle cinco millones de dólares. Hay todavía algunos pleitos en marcha. La situación obligó al abuelo a lanzarse a la carretera y dar conciertos con una frecuencia un tanto sospechosa. Aparece rodeado de una orquestina, convierte su cancionero en ceremonial de mecheros alzados y decepciona a muchos de quienes le preferíamos tímido, neurótico y en la elegante soledad de los años setenta. Le va bien. Sólo en la gira de 2009 facturó 9,5 millones de dólares. En otoño le dan otros 50.000.

Ánxel Grove